La Pensadera / Bettina Bonifatti

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( Fragmento)

ESCENA III

Fogón.

OLIMPIO: Una vez viajé en globo.

HELENO:¡Ah! ¿Y recién ahora lo dice?

OLIMPIO:No sé si le interesa.

HELENO: ¡Vuelva al globo! Me interesa, cómo no, esa excursión por los aires.

OLIMPIO: Bien. Jamás es deshora para contarlo. Viajé en canasto con mi poni. (Pausa). ¡No ponga esa cara! ¿Acaso no fue una oveja la que viajó en globo con las aves ante la presencia de un rey?

HELENO: ¡Valiente animal la oveja! (El poni resopla).

OLIMPIO: Ya le dije que las ovejas merecen toda mi admiración. La jaula de mimbre, el vuelo suave, y yo como el primer jinete volador sin ornamentos. Fue una breve función para el circo. (Mira al caballo enano). El poni debe recordarlo. Recorrimos un kilómetro y aterrizamos en un rastrojo de maíz. Nada majestuoso el descenso, tengo que reconocer. Pasamos por un monte tupido que no habíamos tenido en cuenta. No nos posamos sino que dimos contra el piso y volcamos. ¡Por fin la altitud nos había abandonado! No quise nunca volver a volar en canasta.

HELENO: ¿Se sintió intrépido? ¡Diga!

OLIMPIO: No se lo niego, pero no pude mirar mucho porque controlaba al poni que quería arrojarse al vacío como un clavadista. Además, hacía mucho frío, y no quería morir. Volamos en estilo lagunar, con giros y firuletes. No sabía si estaba metido adentro o afuera del cielo, como si yo mismo fuera un hueco. No podía medir la fuerza, ni la frenada ni la aceleración. ¡No hay don tranquilo que tolere ser llevado como pluma suelta! Fue como tener desnuda la visión. Ni costumbre le queda a uno allá arriba.

HELENO: Piense en voz alta. ¡Lo escucho! ¡Lo escucho!

OLIMPIO: Después de aquel descenso, la elefanta se acercó corriendo, como una enfermera gigante y gris. Nunca olvidé su gesto, con la trompa en signo de interrogación tras la pesadez salvadora del lastre.

HELENO: (Alegre). ¡Cuénteme otra historia! Estoy muy contento.

OLIMPIO: ¿De circo?

HELENO: Sí, de circo, de lo que quiera.

OLIMPIO: (Como dando el título) Algo terminó mal con la hija del domador.

HELENO: ¡Se me hace la redención! ¡Siga!

OLIMPIO: Ella hambreó y después soltó a una fiera que se comió al contorsionista que la molestaba. (Saca del bolsillo una foto, y la contempla). Se me ha muerto en una prueba de altura sin red.

HELENO: (Evitando ver la foto) ¡En el mismo momento de la admiración! ¿Usted cree en verdad que la admiración la mató? ¡Así murieron muchos funambulistas!

OLIMPIO: ¿Podría haber continuado con vida? En la proeza, si se llega al lugar deseado, sobreviene el fin. Como con la muerte, no supe cuándo iba a venir. Mejor hablemos de otra cosa. Nunca pensé que el problema del sueño cumplido era en verdad una trampa.

HELENO: ¡Arguya eso!

OLIMPIO: Cada vez que la veía, le estiraba los brazos, la quería trepar como si fuese un animal.

HELENO: ¡Bendita cercanía! Verse cada día es riesgo y termina en fatalidad.

OLIMPIO: (Terminante) La cercanía no da derecho.

HELENO: (Mirando ahora la foto) ¡No sé! Más de uno empieza arrimándose.

OLIMPIO: Si diese derecho, un hombre se quedaría con la mujer que vive al lado de su casa por haberla visto todos los días.

HELENO: ¡Si eso mismo le digo!

OLIMPIO: No me juzgue. Hay quien se amadrina con los objetos (toma un tronco y lo va a poner en el fuego).

HELENO: ¡Cuente la ocasión! (corrigiendo los troncos del fogón) No arrime la leña, póngala de lleno y que se venga la llamarada.

OLIMPIO: Espere. Esta vez no fue mujer.

HELENO: (Asustado) ¿Qué fue?

OLIMPIO: Un viejo de pilcha gris, hombre cumplidor en la tarea, obediente.

HELENO:Pero, ¿qué hizo?

OLIMPIO: Se enamoró de un cuadro. En una oficina de la municipalidad. Nadie lo supo hasta que le salió la jubilación. 

HELENO: ¿Lo robó?

OLIMPIO: ¡No! ¡Era honesto! Lo quiso comprar, tan desesperado estaba. Toda su vida en Asesoría Letrada mirando la pintura sobre la pared de su escritorio, entre expedientes y cajas de cartón. Todos los días.

HELENO: (Citándolo, dedo en alto) ¡La cercanía no da derecho!

OLIMPIO: No, aunque es cosa contradicha por los objetos prestados. Cuesta devolver lo que uno se queda un tiempo.

HELENO: ¡No me cambie de tema!

OLIMPIO: Le diré. En la luz de la acuarela, miraba un paisaje otoñal ella sentada en una silla junto a una ventana. Con las manos en el regazo, parecía pensar en un dilema.

HELENO: ¿Creía que tenía derecho a llevársela?

OLIMPIO: Se jubilaba. Se había pasado la vida mirándola, y según decía, no podía vivir sin ella. Además, argumentaba que la pintada le recordaba a su madre.

HELENO: ¡Madre mía! ¡Prosiga!

OLIMPIO: Tan obstinado estaba que la pidió por nota.

HELENO: ¿Al municipio?

OLIMPIO: Las autoridades se preguntaban: ¿Hay que concederle que se la lleve? Estaba dispuesto a pagar “la suma que se le pidiera”.

HELENO: ¿Por qué no? ¡Pobre hombre aferrado a la visión!

OLIMPIO:Sentaría precedente.

HELENO:¡Pensamiento ridículo! ¡No hay casos que lo ameriten! ¡Era un caso único!

OLIMPIO: Se pusieron de acuerdo y contestaron que no. Además, ante el temor de que desapareciera en manos del jubilado fanático, ningún cuadro iba ni venía sin reportar sus movimientos.

HELENO: ¿Temían que se quitara la vida? ¡Lo que habrá sufrido también la retratada! La imagino mirando por el ventanal.

OLIMPIO: No podía girar la cabeza.

HELENO: Propio de los retratos que no miran al pintor…

OLIMPIO: ¡Era lo que había obsesionado al viejo desde siempre!

HELENO: ¡Como la yegua rogada cuando la voy a abozalar!

OLIMPIO: Pero parece que sus miradas una vez se habían encontrado.

HELENO: ¡No! ¡Cosa e’ Mandinga!

OLIMPIO: La nota salió respondida con una resolución intermedia, un dictamen de legales: no se la podía llevar, pero si quería, podía ir a visitarla una vez al año.

HELENO: ¿Y fue?

OLIMPIO: Nunca volví para saberlo. Puede que haya terminado en robo.

HELENO: ¡Un rapto! ¿Por qué no?

(Pausa).

HELENO: ¡Haga la pirueta! Después de cada historia, ¡la ceremonia final!

Bettina Bonifatti

Ph / Bettina Bonifatti, Olimpio, Boceto
Portada: Vestuario, Boceto