Se levantó del escritorio, de su pequeño y frágil secreter; se levantó como un desesperado y, con la cabeza gacha, se dirigió al extremo opuesto de la habitación hacia la estufa, que se erguía larga y esbelta como una columna. Puso las manos en los azulejos, pero ya se habían enfriado casi por completo, pues […]