Sobre el erotismo / Merleau-Ponty

¿Es el erotismo una forma de coraje intelectual y de libertad?  ¿Pero qué sería de Valmont sin la inocencia de Cecilia, sin la castidad de la Presidenta? No tendría nada que hacer. ¿Qué sería de los sentimientos malos sin los buenos? 

El placer de profanar presupone los prejuicios y la inocencia. Los presupone quizás hasta en el caso del mismísimo profanador, y del concurso de maldad que la marquesa de Marteuil y Valmont establecieron entre ellos. Y sospechamos, al final del libro, que la Marquesa quizás lo aceptó porque Valmont contaba con ella. Hay flores del mal en la medida en que hay un Mal y un Bien, y hay postulación hacia Satán en la medida en que hay una postulación hacia Dios.  Un cierto erotismo presupone todos enlaces tradicionales, y no tiene el coraje de aceptarlos ni de romperlos. Acá libertino es un diminutivo. 

El erotismo surrealista merecería un estudio aparte. El placer de profanar es claramente otra cosa.  Se trata del retorno a la unidad primordial, a lo inmediato, a la indistinción entre el amor y el deseo, como la escritura automática era el llamado a una palabra no gobernada e indistinta de su sentido. Pero, justamente, los surrealistas de pronto entendieron que cualquier escritura involuntaria no tiene esta fuerza: las palabras de la Sibila se desgastan, aquellas que durarán no están listas aún en nuestra garganta, se está preparando a través del intento de vivir y de hablar.  Hubo un surrealismo que buscaba los milagros en su estado bruto, en cada desorganización del mundo constituido. 

De cierta forma. Se trata de un arte de cotillón. El surrealismo que duró, no solamente se contentaba con rasgar el mundo habitual, sino que componía otro.  El amor loco debe crearse, más allá del amor propio, el placer de dominar, del placer del pecado. 

El erotismo de profanación está demasiado ligado a lo que niega para hacer una forma de libertad.  No es necesariamente un signo de fuerza del alma. Conocí a un escritor que no hablaba más que en términos de sangre y destrucción, y cuando un día alguien le preguntó lo que sintió después de haber matado, contestó que, al fin y al cabo, no había matado a nadie, pero si tal hubiese sido el caso, tendría seguramente el sentimiento de haber «caído en un pozo». Muchas veces nuestros sádicos son ingenuos.  Existen cartas de Sade donde aparece quejoso y tímido frente a la opinión. Ni Laclos ni Sade tuvieron el papel de Lucífero durante la Revolución Francesa. Y, de hecho, lo que se sabe la vida personal de Lenin y de Trotsky muestra que eran hombres clásicos. El candor y el optimismo de las tesis marxistas sobre la sexualidad no tiene mucho que ver con el libertinaje. La aventura de una revolución se juega en un escenario más aireado que el de Sade, y más. que a Sade, Lenin se parece a Richelieu

Consideremos que nuestros grandes eróticos están siempre con la pluma en la mano: la religión del erotismo podría perfectamente ser un hecho literario.  Lo propio de la literatura es hacer creer al lector que en el hombre y en lo que vive se encuentra, en un estado concentrado, la sustancia extraña que sus obras dejan adivinar. Esto no es cierto: todo está acá, en el libro, o por lo menos lo mejor. El público prefiere creer que el escritor, como una especie desconocida de ser, debe tener ciertas sensaciones que lo contienen todo, que son como sacramentos negros. El escritor erótico apuesta sobre esta leyenda (y lo acredita aún más el hecho de que el sexo sea para muchos hombres el único acceso a la extraordinario.) Pero acá hay un juego de espejos entre el escrito y lo vivido. Buena parte del erotismo está sobre el papel. El escritor no erótico, más franco, más valioso, no elude para nada su tarea, es decir cambiar la vida de los signos, él solo y sin cómplices. 

En cuanto a los filósofos, los hay muy importantes, como Kant, considerados de haber sido lo menos eróticos posibles. Teóricamente ¿cómo podrían quedarse atrapados en el laberinto de Sade y de Masoch, ya que tratan de entender todo aquello? De hecho, están adentro, como todo el mundo, pero con la idea de salir. Como Teseo, llevan con ellos un hilo. Son escritores también, y su libertad de mirada no se mide con la violencia de lo que sienten y puede ser que un pedazo de cera. les sea mucho más instructivo sobre el mundo carnal. La vida humana no se juega sobre un registro único: del uno al otro, existen ecos, intercambios, pero aquel que nunca se enfrentó a las pasiones se enfrenta la historia, aquel que piensa de forma ordinaria se libera de las costumbres y aquí el otro, que vive aparentemente como todo el mundo, tiene pensamientos que desarraigan todo. 

Merleau-Ponty, 1954
De: Merleau-Ponty Existencialista, Ediciones Godot, 2012
Traducción: Mikaël Gómez Guthart