[…] A los pocos días de estar allí nos sacaron a los balcones del hotel: por fin vería a aquellas mujeres ridículas, horribles, hombrunas, que atacaban con palos, paraguas y piedras a los vigilantes, y cuyas caricaturas llenaban las páginas de cuanta revista ilustrada había caído en mis manos: las sufragistas. Comenzó el desfile. Lo […]