Un poema /Claudia Cúneo

Pantallas de día, de noche, encendidas. Imágenes

que no somos. ¿Cómo fabricarse un alma?

Ir adonde sea. Un bosque equivocado, incluso el de Molloy.

 

                                                        Desvío

 

«¿Cómo puede ser?» Retórica de las ramas que

oscurecen las nubes y un trozo de cielo. Las ardillas se fueron.

Imagen su ausencia, verlas corriendo tras las nueces y royendo el fruto

entre las patas delanteras.

 

Birdwatching para los ingleses. Ya muy de

mañana van detrás de nidos y de alas, y ese crack

que escuchas es nacimiento, rotura, chirriar de

pajaritos ciegos. Trinos en cerebros intranquilos.

 

En los troncos grabas un nombre. En la pared

firmas el empapelado, fondo rosa de rosas

blancas en relieve de terciopelo, detrás del

ropero con una Parker de trazo grueso

 

Cortezas de abetos y abedules en invierno.

Todo es blanco y negro. El blanco más blanco

de los osos polares y la nieve a lo largo. El

negro tan negro de alquitrán en el suelo. Barro

y nieve mezclados en pantanos secos. Faltan

las huellas, el contorno de tus pies helados.

Las cortezas se desprenden, algunas caen, las

apilas a tu costado.

Cenizas mañana, temprano.

 

Nada por descifrar, los relatos se callan en la

boca que solo articula dos consonantes dos

veces.

 

 

                                                                  Hospital

 

Imágenes en pantallas que ceden su luz,

¿enfermedad? Ondas que suben y bajan muy

verdes. (Resonancia, ruidos hostiles) Lo ayer

invisible, mirada de una imagen, del espacio,

dentro. Enfermeras que prolijas pinchan con

agujas el brazo que cae, la mano ya fuera. Salís

del aire magnético al silencio de todo.

Resultado: La placa de un cerebro atestado.

 

El alma no se discute.

 

Los cables van por debajo del mar.

 

Claudia Cúneo / Frases del agua

Leviatán, 2018

ph/ Julie Weisz, La familia, collage.