
Pantallas de día, de noche, encendidas. Imágenes
que no somos. ¿Cómo fabricarse un alma?
Ir adonde sea. Un bosque equivocado, incluso el de Molloy.
Desvío
«¿Cómo puede ser?» Retórica de las ramas que
oscurecen las nubes y un trozo de cielo. Las ardillas se fueron.
Imagen su ausencia, verlas corriendo tras las nueces y royendo el fruto
entre las patas delanteras.
Birdwatching para los ingleses. Ya muy de
mañana van detrás de nidos y de alas, y ese crack
que escuchas es nacimiento, rotura, chirriar de
pajaritos ciegos. Trinos en cerebros intranquilos.
En los troncos grabas un nombre. En la pared
firmas el empapelado, fondo rosa de rosas
blancas en relieve de terciopelo, detrás del
ropero con una Parker de trazo grueso
Cortezas de abetos y abedules en invierno.
Todo es blanco y negro. El blanco más blanco
de los osos polares y la nieve a lo largo. El
negro tan negro de alquitrán en el suelo. Barro
y nieve mezclados en pantanos secos. Faltan
las huellas, el contorno de tus pies helados.
Las cortezas se desprenden, algunas caen, las
apilas a tu costado.
Cenizas mañana, temprano.
Nada por descifrar, los relatos se callan en la
boca que solo articula dos consonantes dos
veces.
Hospital
Imágenes en pantallas que ceden su luz,
¿enfermedad? Ondas que suben y bajan muy
verdes. (Resonancia, ruidos hostiles) Lo ayer
invisible, mirada de una imagen, del espacio,
dentro. Enfermeras que prolijas pinchan con
agujas el brazo que cae, la mano ya fuera. Salís
del aire magnético al silencio de todo.
Resultado: La placa de un cerebro atestado.
El alma no se discute.
Los cables van por debajo del mar.
Claudia Cúneo / Frases del agua
Leviatán, 2018
ph/ Julie Weisz, La familia, collage.