Ocho poemas / Mercedes Álvarez

1

 

Me levanto muy temprano
para hacer tareas domésticas
rebobino en silencio los peines de la noche
en sueños parí un hijo pero solo estaba
embarazada de viento.
La Patagonia sí fue un sueño verdadero
piedra fundacional de una vida
cimiento de pueblos
muertos amalgamados y después
la promesa de vacaciones largas en lugares soleados
con libros
el tiempo expandido como una línea
que nos da la ilusión óptica del significado.

 

2

 

El viento empujó la puerta en la noche, sin embargo
¿cómo saber que era el viento,
y no un espíritu
el fantasma de mi tía
la sombra de un animal muerto?
Mi cuerpo es un farsante:
finge que nada le importa.
Y en el fondo retumban los cascos de caballos
dejando un hueco.
No me hables
no me cuentes
no puedo escucharte más.

 

3

 

La verdadera naturaleza del amor desmerece el examen de conciencia
el látigo se enrolla en un pliegue de la mano y destraba
su ira en un minuto.
Acaso pudiste pensar en que era posible llegar
al otro como a un puerto
suave el ancla hundiendo su esternón en la arena
pero la dejabas caer
y jamás tocaba el fondo.

 

4

 

Todos los días me visto
me perfumo me pinto
paso por la puerta
como si nada ocurriera
como si aspirara
a una vida tranquila.
No comprendo
hasta dónde me persigue el error
no comprendo si soy yo
o los otros
si es el alivio con que me saco luego los zapatos
la alegría con que arraso
con algodón el maquillaje.
No se trata
de no querer estar
pero me persigue el río ínfimo de la voz de los que dicen
y nadie quiere escuchar.

 

5

 

Lo que me enseñaron a decir
pensar antes de hablar
descifrar antes de argumentar
ver antes de observar
es nada ante la crudeza de lo que se extiende vivo
o se puede entender antes de sentir las marcas
del látigo en la carne chocando contra todo
los días intervenidos por la metralla del verbo
y de la miseria
el enojo por todo patrimonio
la indignación al alba
entre el ojo pegado por la escama
que mora en el rabillo
grácil
dónde están los que sienten
la pestaña como el muro que choca
el diente en la carne del labio reventando el vaso sanguíneo
o fue producto de la imaginación que compartimos
algo
pegado a la niebla de esa noche
mientras lo que se cuece es el alma
en un tarro
a fuego lento
consumiendo en silencio una rabia congelada.

 

6

 

Fue así:
era verano
y todos los días
se parecían entre sí
yo era una mujer
y vos un hombre
había plantas, musgo
a veces la lluvia complicaba las cosas.
Los gusanos taladraban la tierra
yo miraba el suelo
por entre las alcantarillas de tus dedos
fui tu madre
y vos mi padre.
Fui cielo y agua y una piedra
el sol rebotaba.
A veces la lluvia complicaba las cosas.

 

7

 

Cuando yo ordeno
lo que se ordena no es mi mente
mi mente queda suspendida entre una escoba y un peine
entre una silla y una media
preguntándose algo.
Hubo una vez niñas que trabajaron esclavas
diez horas de martirio frente a la cocina
diez horas de martirio lavando platos
diez horas bordando.
Tengo la posibilidad de ordenar sin amo
me hablaron de esto
y al alma le aplico
otra restricción más forzada.

 

8

 

Una planta, para mí, es la naturaleza
una lapicera es una oficina
cuatro paredes una casa
un soldado la guerra.
No sé de dónde me viene
este poder de síntesis.
Si un cantero es una playa en el Caribe
¿para qué viajar
cuando el pie pisa
en una arena todas las arenas?
La religión es una cruz
clavada sobre la cama
la luz es este hilo
que atraviesa la habitación como un rayo.
En el balcón, de mañana,
alimento a una paloma.

 

Mercedes Álvarez, 2018

ph/ Man Ray