Versiones de Pirozzi (II) / Sofía González Bonorino

Una cosa es lo que se ve y otra es lo que yo soy.  Uno se fabrica a sí mismo, se fabrica una especie de personaje, un yo para llamarlo de alguna manera, un yo paralelo. Porque hay un yo que juzga nada más, y hay un yo que pinta, que labura. Es otro, siempre es otro.  Cuando dejas hacer al otro, ahí puede ser que salga algo. Pero como ese otro no sos vos, entonces se complica la historia. No hay una forma de dirigirlo, de manejarlo. Hay gente que se siente capacitada y que lo puede hacer tal vez. Yo no me doy cuenta cómo funciona eso. En ese sentido, soy un diletante.

 

Quizá un artista sea siempre un diletante.

 

Tal vez, no lo sé…

 

¿Siempre pintaste?

 

Sí, siempre. Generalmente pinto sin saber si tengo ganas o no de pintar. A veces  me surge el deseo a partir del momento en que empiezo a  trabajar.

 

¿Qué te lleva a pintar?

 

Es difícil decirlo… No sé por qué pinto. Te juro que no sé. Es la incertidumbre, la disconformidad…  Tiene que ver tal vez con el vacío.  Vos decís: tengo que hacer algo, tengo que hacerlo,  quiero llegar a algo a lo que nunca llegué… A veces son cosas que  te tientan… Mirá, la vez pasada encontré una pared en el taller.  A veces, para no olvidarme,  escribo cosas que se me revelan…. Encontré algo  escrito con lápiz, que se estaba ya medio esfumando por el tiempo. Decía  que  en mis cuadros se revela más la  frustración como músico que la condición de pintor o la virtud para pintar . Es un poco eso lo que me  pasa, el acto de pintar es algo muy ambiguo que fluctúa entre un montón de disciplinas.

 

La pintura revela algo que falta en otro lugar.

 

Me resulta ajeno eso de definirme pintor. Porque ni siquiera estoy seguro de serlo. Tampoco puedo decir si pinto bien o pinto mal. Sólo sé que me debato  frente a un cuadro, que a veces  pasan cosas mientras busco algo, y, siempre a veces, esas revelaciones se dan en cuentagotas: buscando algo encontrás otra cosa….

 

Un pintor, por lo menos como lo veo de afuera, es un tipo que tiene una habilidad para pintar innata, de nacimiento.  Hay tipos que se revelan muy jóvenes, como Picasso o Rafael,  con mucha habilidad para pintar. Yo eso nunca lo tuve.

 

¿Puede haber un pintor que no sea un artista?

 

Sí, también.

 

Un tipo que pinte muy bien pero que no diga nada.

 

Seguro, está lleno… El pintor es otra cosa. El pintor tal vez tiene la capacidad y habilidad y nunca se enteró. Otra cosa es el tipo que tiene las ganas  todos los días, como quien va a  laburar. Eso para mí es más ser pintor. Yo soy un tipo que reflexiona de una manera que  no es literaria…

 

Me pongo a reflexionar y termino pintando, pero no es que se traduzca en una cosa literaria lo que hago, ni que venga de alguna parte. No soy un tipo que reflexiona y  desde ese lugar va a la pintura, no.  El hecho de ponerse a pintar es en sí  misma una forma de reflexionar.

 

Pintar es una reflexión que no cuenta con la palabra. Claramente, para mí, no es una elaboración literaria. Es otra de las formas de esa lucha y  ese cruce con cosas que se da en la existencia… No sé adónde voy a llegar,  es imposible para mí. Nunca lo supe. Hay otros que eso lo tienen muy claro. Hay quien plantea un cuadro  y lo resuelve,  y hay quienes no.

 

Yo soy de aquellos que  plantea el cuadro y nunca lo resuelve. Me acerco a una cosa y me pasa lo mismo. Me acerco a un objeto y en el momento del trabajo aparece y se revela. Me acerco, sí. Pero no sé adónde quiero llegar, no sé qué quiero, no sé qué busco…. Yo sólo busco.

 

Viste que Picasso decía yo no busco, encuentro. Yo al revés. No sé si no será lo mismo. Una especie de sofisma que remite a lo mismo.

 

Siento que siempre busco.

 

Algo se encuentra, pero  yo no tengo claro, nunca tengo claro… Por eso  tengo poca obra en relación a los pintores que trabajan y producen mucho. Yo produzco menos, porque no pinto todos los días. Produzco obra, tengo ciclos para pintar. Laburo mucho durante un tiempo y después paro. Me canso, me aburro.

 

Tengo que lidiar contra el aburrimiento, pero también me suele ocurrir que cuando estoy muy aburrido, subo al taller, y pinto.

 

Ser pintor es una cosa rara, hay que reconocerlo. Pienso que la pintura es una lengua muerta…. Lo que es el latín a otra lengua, la pintura es a la imagen actual, super saturada de cosas. Por eso lo del pintor es casi caprichoso, te ponés a pintar y a esperar algo.

 

No espero mucho, espero que me pase algo a mí primero.

 

Entonces la pintura ya no reproduce nada  pero expresa al sujeto, algo de él. El mundo rechaza al sujeto, al que plantea una diferencia. Para mucha gente es casi un agravio el tipo que se pone a pintar porque hay algo de su deseo que se juega en él… eso genera odio…

 

A  lo que vos decís  se le puede agregar algo. En general la gente envidia a quien tiene mucha plata y eso es y fue siempre así, pero se envidia y se tiene más odio al que tiene capacidad para estas cosas.

 

Es difícil no terminar marginado, entrar  en el sistema de pensamiento de los demás: o tratás y no podés, y quedás excluido, o sos un excéntrico como era Silvia Ambrosini, es increíble que nadie se acuerde de ella, que no se la nombre… en el fondo ella hacía lo que hacía por pura pasión,  y el mundo tiene una cosa de crítica, de odio a eso. En algún lugar Hrabal dice que no entiende a las personas que trabajan por lo que les pagan.

 

La pintura es un esfuerzo tremendo pero no es un trabajo como lo que habitualmente se conoce como trabajo. Para muchos tipos que conozco yo soy un vago, y siempre  fui un vago. A pesar de que trabajé  quince años en una empresa, lo que trasciende más es tu “vaguitud” por ponerle un nombre, que toda tu obra. Para la mayoría de la gente, laburar es estar diez horas en una oficina, en la caja de un banco o picando piedras.

 

Yo nunca pensé que el arte fuera un trabajo. Lo considero un descanso. Se trabaja para hacer arte. Se trabaja para ser ahorrista, también. Es un trabajo intelectual y vale poco. Por ejemplo, yo fui gráfico, hice diseño gráfico, no era bueno. Si vos diseñás algo, tu trabajo es el que menos vale en la cadena de la producción gráfica, el que gana es el impresor porque compró una máquina e invirtió plata. Vos imaginate, yo diseño un libro y me pagaron  mil pesos y trabajé, es un trabajo intelectual. Eso pasa por una empresa y llega al editor. El impresor en la gráfica, no en la edición, hablo del tipo que imprime el libro en colores, etc. Ése es el que más gana. Y por ahí el laburo le lleva una tarde. Y vos estuviste un mes diseñando, peleándote con el cliente, imponiendo tu estilo, y el otro gana diez veces más por tener una máquina. O sea el trabajo intelectual es el que menos vale en la cadena de trabajo. Ahora, si hay un mercado atrás como sucede en el arte norteamericano en el que aparecen coleccionistas que especulan con eso, ya es otra cosa.  Pero el trabajo intelectual está mal visto  porque no se considera un trabajo.

 

Salvo que estés en la Academia o que haya un institución que te ampare.

 

Yo no soy un trabajador.  Pienso que el arte tampoco es un trabajo desde el punto de vista de lo que es el trabajo productivo, de bienes, de ganar. Cuando entra en ese terreno el arte se degrada. No estoy diciendo que esté mal que te paguen. Para mí el arte es un descanso en el buen sentido de la palabra. Cuando uno está tranquilo de lo demás puede hacer arte. No puedo hacer arte en el medio de una inundación. Sobrevivir en el arte es medio incomprensible. Se puede, yo lo hice, pero convengamos que no es lo ideal.

 

¿En qué momento lo hiciste?

 

En todo momento hasta no hace mucho tiempo. Yo tenía que trabajar, pintaba los fines de semana. La época en que pinté mis mejores cuadros, con más energía es una época que ya no vuelve, era joven y cuando peor estaba económicamente porque tenía tres laburos. Laburaba en una agencia de publicidad, después hacía trabajos free lance para llegar a fin de mes ¿En qué momento podía pintar, comprar materiales? Los fines de semana. Nunca recibí ningún apoyo hasta que gané el Premio Municipal y por primera vez tuve una subvención, y ahora con el Premio Nacional. Y también hubo alguna gente que me ayudó, y vendí un poco. Para mí, en cierto sentido, es un descanso el arte.

 

Yo hago una guitarra para mí, como hobbie, es una cosa. Otra cosa es cumplir con un pedido. Si me hacen un pedido de tres guitarras y las quieren ya, entonces es un laburo, ya te importa un carajo  la guitarra, el arte. Por eso te digo que el diseñador gráfico  disfruta parcialmente del laburo  cuando tiene la agencia atrás  que dice para mañana a las siete… ya ahí te vuelven loco. Creo que el trabajo más brutal después del de minero debe ser el de laburar en una agencia de publicidad.

 

Obviamente hay trabajos pesados extremos, una persona en la calle picando piedra, una mina… Pero una agencia de publicidad es insalubre. Un laburo alienante. No podés salir nunca, te vas a tu casa con responsabilidad  en la cabeza. No es que termina tu horario y  podés descansar. Estás siempre pensando cómo vas a hacer el diseño, y así todos los días de tu vida. ¿Qué vas a querer pintar, después?

 

Prefiero podar árboles y ser pintor que laburar en la publicidad y ser pintor. No tenés ganas ni de agarrar un lápiz, un pincel.  Querés evadirte de esa situación. A pesar de eso yo pintaba los fines de semana en casa. Vivía con Marita, en la década del ochenta en un departamento viejo  en Boedo y luego en otro acá cerca del Abasto, y yo venía los fines de semana a pintar a Triunvirato porque ahí tenía el taller. Venía en el colectivo y tenía el cuadro  de memoria en la cabeza. Llegaba al taller  y resolvía alguna cosa….

 

Sofía González Bonorino /  Conversaciones con Jorge Pirozzi, 2017

ph/ Seedy González Paz