Nieva en Antioquía / Luis Thonis

Eunoe, el brillante pasaje de los sueños*
por Silvio Mattoni

Recuerdo un sueño en el que encuentro libros, volúmenes fervientemente deseados que mezclan sus colores con una pincelada mucho más asombrosa y ajena por ser precisamente la mía; pudo ocurrir que haya descifrado allí rasgos olvidados, perfumes de obras que hubiera querido escribir, reminiscencias legibles. Pudo sucederme, como dice Benjamin, que “aún antes de asegurarme de cualquiera de ellos, me había despertado, sin haber vuelto a tocar, siquiera en sueños, los antiguos libros de la infancia”.
No es otro sabor el que me brindaron estos poemas de Luis Thonis que el de esa clase de frases soñadas, intensamente rítmicas, de una sintaxis cuya velocidad deja tras de sí una colina colmada de anacolutos y elipsis en hileras.
“Somos el fragmento de un vasto poema cíclico”. Cada poema fabrica la caja de resonancia de muchos otros, de un tiempo y de una historia que rasguñan el sonido de los versos desde Arquíloco a Hopkins, de Dante a Joyce, de Milton a Pasolini. Dentro de estos contornos habla una voz de una intimidad más nueva que la del “yo” moderno, más débil, ya sin otra conciencia que la de ser capaz de nombrar el hic et nunc con palabras viejas, con antiguas geografías del idioma, que han llegado a constituir maneras de la subjetividad.
Estallido de esporas.
Los dichos de Benjamin sobre el Angelus Novus y las descripciones de los mundos según Giordano Bruno se mezclan en las citas múltiples de alguien que apura el veneno de su propia agonía; en Antioquía, un soldado se sacrifica para salvar a una prostituta, cuya mirada lo ha fascinado, de ser linchada por una horda protocristiana; Calibán, nuevo Mefisto, un tanto shakesperiano, dialoga con un enamorado para sellar extraños pactos a cambio de una esperanza de hablar con ella o de ella, que no tiene nombre; y el poeta dice: “Yo sé de una fábula de dioses y de hombres / donde hay un gavilán y un ruiseñor / es la celosa agonía de sus postreras voces / consignas que no logran decir nada / las muchas vidas que viviste / por la única que tenías que vivir / envuelto en una cresta / de una ola olivácea y lenta”.
Los poemas de Thonis, según vimos, son argumentales, apuntan a una situación narrativa, que no se desarrolla en una sola línea sino que se recorre como siguiendo un estallido de esporas, hacia todos sus posibles rincones y recovecos, todo lo que, estando ahí y siendo dicho en el poema, puede hacer infinitamente posible. Alguien dijo un día que la belleza era el arte de encontrar la posibilidad más perfecta y acabada entre todas; Thonis parece decir, más bien inmerso en la noche, que es mejor tomarse todas las posibilidades de un trago, aunque a veces resulte amargo, porque detrás de cada mínimo signo, de palabras vulgares o consagradas, pueriles o científicas, citas bíblicas o insultos, puede esconderse la inalcanzable amante de cualquier poema, su verdad y su belleza.
Es este vacío repentino de la muerte brotando en el lenguaje de siempre, e inmediatamente el nacimiento de estrellas, a partir de los esplendores pulverizados de su cadáver, que definen la distancia de la poesía. ¿Qué dice Thonis? “Triste Virgen: saludé la Melancolía / más profético esta vez que pensativo / plumas de rocío son la prueba / de un himno cristalino”.
*Publicado en La voz del Interior, 1992 / Luis Thonis / Eunoe, Ed. Último Reino, 1992

 

Nieva en Antioquía*

 

Nieva en Antioquía

una muchacha, un lupanar

los hombres excitados

la quieren poseer, consagrar

la peste está en la nieve

soldados rastrean ciudad

buscan a la muchacha

que no se quiere entregar

viva o muerta la presa

vale tanto vale más

los soldados olfatean

con sospecha el lupanar

la muchacha ha buscado

refugio en el lugar

los placeres de la carne

no parecen hoy ocupar

a quienes están saliendo

uniéndose a los demás

 

Nieva en Antioqía

estás solo

cuando nieva en Antioquía

estás solo en tu ciudad

 

Angeles rodean soldados

permanecen ateridos

su cortina invisible es humo

no les es lícito entrar

y en su visión confunden

santuario con lupanar

un telón de nieve dice

que la ciudad nada verá

el más joven, no el más débil

insiste: dice que él entrará

imagina que el demonio

enmascarado allí está

en espejo alguno había visto

tal imagen celestial

 

Sobre el caldeo llueve fuego

se invoca el libro de Daniel

el mar rojo abre su seno

el violador del templo:

seca mano en escabel

grazna un gavilán y él arde

 

Ni bien la ve todo cambia

¿qué haces en un lupanar?

le propone cambiar de trajes

para que pueda escapar

«mi casco ocultará

tu rostro y tu cabellera

no hagas como Lot:

sal pronto de este lugar

no mires la ciudad nefanda

no te vuelvas hacia atrás

armados mis pares esperan

tienen ganas de matar»

 

Nieva en Antioquía

estás solo

amabas una muchacha

nunca entraste a un lupanar

cuando nieva en Antioquía estás solo en tu ciudad

 

Algunos consultaron la Escritura

los tiempos de que el lobo

habite con el cordero

habían llegado

pero no había mujer alguna

que fuera de lenocinio a cielo

 

Nieva en Antioquía

estás solo

a una muchacha seguías

sin atreverte a hablar

decías amarla, la soñabas

un día la viste

entrar a un lupanar

 

Afuera soldados, lobos, famélicos

todos quieren el privilegio

de ultrajar a la doncella

pero el peor estaba adentro

si insiste tanto en que ella salga

es porque la tentación… inflama.

 

Cuando ella escapa

él recuerda la mutación

de agua en vino

su sangre se derramará

pero otro será el vínculo

 

Nieva en Antioquía

piensas en la muchacha

si entró en esa casa

porque la perseguían

o para ganarse la vida

quién la salvaría

cuando nieva en Antioquía

estás solo en tu ciudad

 

La turba lo toma a él

el odio contra ella suma

la traición de quien burló la orden

o fue ayudado por ángeles

pompa estalla

los consuela saber que la sangre

siempre prometió más que el sexo

 

Lo sentencian a muerte

tras suplicio, cepo

de pronto acude la muchacha

«no acepté, dice, mi libertad

sino para salvar mi orgullo

ahora vengo a dar mi vida

por tu generosidad

no mires la ciudad nefanda

no te vuelvas hacia atrás

qué importa la muerte física

el alma ha vencido ya»

 

Fueron condenados a una misma ara

un velo se rompió: los ángeles partieron

cuando los hombres despertaron

de su sueño homicida

atisbaron la inmensidad de su crimen

días aciagos visitarían la ciudad

la memoria está hecha de vaga maldad

 

El soldado más valiente

muere una sola vez

cantaba el poeta de la ciudad

la muchacha esta vez dos veces

los ángeles se habían ido, no nevaba

y todos se odiarían

cada día más

 

Nieva en Antioquía

una muchacha, un lupanar

decías amarla, la soñabas

no te atreviste a entrar

piensas en tu cobardía

que no nieva en Antioquía

ni tampoco en tu ciudad

 

Y un día volviste a ver la muchacha

por una calle pasar

la seguiste, entraba a ese lugar

aquel soldado dio su vida

tú pisaste el umbral

pensaste que la peste

podía ser la pureza

que no cesa de nevar

fuiste hacia ella, entraste

su belleza se mustió un poco

cuando oyó que la llamabas

la virgen del lupanar

 

Ya no nieva en Antiquía

llueve y truena en tu ciudad

la muchacha está sorprendida

de que la puedas amar

afuera se oyen gritos

un loco está clamando

que está cayendo la nieve

y los ángeles vendrán

 

Ya no nieva en Antioquía

y no sabes qué pensar

tú pisaste el umbral

el otro dio su vida

pensaste: mi historia fue casi igual

le diste cuanto tenías

cuando había que pagar

pero ella… de Antioquía no sabía

su adiós fue formal: gracias, dijo,

gracias, me gano la vida así

y mañana tengo que trabajar

afuera los ángeles se habían ido

la odiarías cada día más

 

Desde entonces nieva

nieva, nieva en Antioquía

estás solo…

cuando nieva en Antioquía

estás solo en tu ciudad

 

Luis Thonis / *Eunoe, 1992

ph / Saul Leiter, Kiss, 1952