
La renuncia
La doble esencia en la partición enrostra dos personas hasta donde compone detalles. Los gemelos no deberían considerarse hermanos.
Escribo para salir de algo. Hice lo posible por la diferencia. No hace falta hacer más. Me rindo. Científicos dejan estudios de gemelos por la mitad.
Me había propuesto no decir ella.
Lo único que falta sería tenerle miedo a un pronombre.
Me alejo. No es distancia ni apego, odio ni amor. Es una intensa vida falsa afuera y la fuerza de los genes que tienen mala prensa.
Creen que es sólo imaginario. Los que nunca tuvieron pesadillas a dúo. Esos tabla rasa no saben de calambres simultáneos, nimiedades replicadas ni de la fuerza que comanda y no explica. Aún en la dualidad es algo único.
Quiero leer sobre embriología. No como ciencia sino como literatura.
Desde adentro sé cuando uso sus gestos. Dicen que hay un proceso mimético cuando hablamos por teléfono. Espejo de la voz.
Lo gemelar no se conoce demasiado. Lo demuestra el hecho de que, como en la película El hombre elefante, aún se exhibe.
Turnarse padres. Un rato cada una. Todo va y regresa, vida de búmeran. Me toca a mí, pelea a muerte por una concordia.
No es fácil como dicen los gemelos inseparables sino parecido a la historia de los siameses chinos Chang y Eng, que nunca averiguaron por qué órgano estaban unidos. En la peor pelea uno quiso matar al otro, estrangularlo, y no pudo; hubiese sido un extraño caso de homicidio y suicidio a la vez. Pelea en el colmo de la discordia, odio constitutivo del amor, leyes que faltan, acto que desliga y liga a la vez.
Toda aquella infancia extravertida me resultó cansadora, como un largo entrenamiento para nada.
¿Ejercen lo gemelar quienes jamás se enfrentan? Venir de a dos complica a cada uno que mira y se marea en la preferencia.
Nunca hubo perplejidad. La imagen no agarra de improviso.
Siempre que muestran gemelas son personas que no se preocupan ni cavilan sobre renunciar a su condición.
La palabra gemelar es fea y los sinónimos, inexactos.
Las ganas de mudarme de cuerpo, cuando me dice: Si te extraño me miro en el espejo.
El primer libro que leí: El príncipe y el mendigo.
No es desacertado ver muerte en la mandíbula. Papini: la dentadura es la única parte de la calavera visible antes de la muerte, pero los que miran, cuando el hombre todavía vive, no ven el horror sino la alegría. Nariz como trompa frustrada: el desprovisto de nariz produce horror.
Sensación de estar viviendo también en otra parte, o sentir hecho lo que no hice.
Confusión o saludos desconocidos. Respondo o digo que No soy.
En el fondo del mundo gemelar no hay nada. Está vacío. No hay una reserva de tesoros, sólo anécdotas, y contarlas empobrece.
Trampa de sacar rédito, bajos beneficios, precariedad de locura inmóvil.
¿Qué palabra está perdida?
No es que se haya dicho poco sino que siempre se dicen las mismas cosas.
Anécdotas: prensa amarilla de la especie. En este siglo ya no se trabaja en circos. Conozco enanas abogadas, no es necesario convertirse, además, en un fenómeno.
La soledad se duplica.
Si ella no amara su aislamiento, ¿qué sentiría yo?
La familia no ayuda. Deposita palabras como si cada una fuera un recipiente. Creen que hacen un bien. Las buenas intenciones empeoran todo.
Dicen que cuando se reduce la semejanza a la identidad (el otro a uno mismo) la consecuencia cultural es el exterminio. ¿Caín y Abel?
Casi iguales. Casi, adverbio de la ironía.
No pude hallar enemistad para justificar la lejanía. Cada una peleó a solas consigo.
Ignorancia del más allá de la apariencia.
No alimentar el apetito del ojo. Deponer la mirada.
¿Por qué mecanismo autómata una vida puede desdoblarse? Sólo esta igualdad más allá de la imagen, me alegra.
Cansada de testimonios familiares que solían contradecirse entre sí, quise escribir un libro de dos tapas. Impusimos una veda sobre el tema y plazo para intercambiar manuscritos. Fui libre en la independencia de la caligrafía.
Siempre me veo desde adentro, no soy consciente de la igualdad física. Los demás recuerdan una condición que no percibo desde ningún ángulo. El gemelo puede ser, como en mi caso, un ciego de sí mismo.
Nos trataban con gracia, en un mundo que cree en la imagen e ignora la importancia del rechazo. Nos aconsejaban que nos queramos, mientras festejaban que hagamos lo mismo, y nos pedían que nos diferenciemos para no confundirnos. Nos avisaban que éramos distintas, mientras nos escribían con birome la planta del pie para no confundirnos en el momento del baño.
Nos escuchábamos llorar a la vez, de cuna a cuna, testigos sin descanso.
No registrado: el tiempo perdido en aclarar quién es quién.
En el culto a la diferenciación, se olvida que el temor de cada una no es parecerse sino desconocer la cualidad idéntica que nos separa.
Me alejo de lo competitivo desde que nací primera.
De tanto tener que ponerse de acuerdo para todo, los gemelos no resultan buenos negociadores por cansancio. Al avanzar de a dos, a veces tropiezan; lo que no significa que las cosas les cuesten el doble, porque se dan aviso en una advertencia de más allá o más acá, que les ahorra la mitad de los problemas.
Desde que nací, una mano me agarra las cosas; nos criamos a manotazos, y en la acrobacia, recibimos el ojo por ojo y diente por diente de la educación. Hoy, el espectador pide disculpas antes de importunar. Festeja el lugar común. Con tristeza, caigo en la trampa de quien mira. No haber podido cerrar a tiempo el telón.
En busca de ritual para terminar con lo dual, armamos un dúo cómico y nos hicimos pasar por la otra, en virtud de un rompimiento imposible.
Contrabando amoroso.
Si las personas recordaran los problemas antiguos, el vacío legal que impedía, por ejemplo, separarse a un matrimonio, entenderían. La ley no lo contempló nunca. Sólo se lo piensa cuando un siamés debe ir preso.
El abandono mutuo es difícil de practicar. La pelea generacional no sirve a los nacidos juntos. La condición de iguales persigue un equilibrio. Es difícil patear el tablero. La semejanza no admite el portazo. Aún con su fuego no puede quemar las naves.
En el tejido viviente, la percepción, como una antena, sintoniza la experiencia idéntica sin plagio. Solo en la distancia se ignora el rechazo. La telepatía genera pormenores, una lista inútil para testigos incrédulos.
Nací con un cansancio extra.
Como una figura de cartón, me voy de espaldas hacia el nacimiento que me faltó.
No explotar la imagen. La independencia no es sinónimo de soledad. Esta comedia biológica predica el absurdo, y aunque no busco nada dentro de lo imposible, me asombra llegar al renunciamiento.
¿Quién calcó pares humanos como un escolar? ¿Quién se aburre en el cielo?
Figurita repetida que, al insuflar vida, se reparte.
Ni peleas grandes ni pequeñas logran ruptura. El nudo ya está ceñido. No hay época para romper. De un lado se ajustó de más y del otro de menos. Pelear no desata nada. ¿Hay algún ritual para terminar? ¿Alguna especulación para romper el eco? Queda el atropello salvaje de la infancia. Parientes, maestros y amigos que rogaban reconciliación, y las puertas que permitían el atrincheramiento.
Cortaría el hilo de la telepatía que se pone en marcha con torpeza. Los demás creen que es fácil, como si el problema fuera el parecido, esa dificultad del que mira.
Intermitente, como la luz, el pensamiento pulsa hasta que desaparece. Alivio y olvido nunca terminan de llegar al enchufe gemelar que, cada tanto, maniobramos sin sentido. Lo voy a desconectar. No quisiera ser como ese que a los ochenta años quiso abandonar a su familia y ya no caminaba.
No quiero pertenecer a la comunidad gemelar. Desvirtúa la privacidad y la iniciativa. Sin interferir, cumplí mis deberes sin alejarme. Condenada a no tocar lo esencial, conviví en el engaño, resistí en mi frente, ella en el suyo. Muchas veces me distancié para que también pudiera estar sola. Decidan, nos inculcaron, como si la posibilidad de pensar diferente no generara conflictos. Mi idea es una moneda libre. Nunca me sentí gemela.
Salvedad prenatal
La tecnología ya entró en la cueva a verlos en ecografías donde luchan como en un ring.
Período sin curiosos: rounds prenatales sin público, sensación de pelear antes de nacer. Creían que era un chiste.
Se toma todo como curiosidad una vez nacidas las personas. Pero antes, movíamos los ojos como peces. Era la época de los rayos X.
La gestación doble hacía imaginar el monstruo de ocho patas. Sin embargo, el pulpo que fuimos también miró alrededor al nacer, y se vio en su mitad. Después, caminó hasta el espejo. La vida de viejo pulpo amniótico se perdió para siempre. En adelante, todo fue sequía y separación.
Nueve meses reducto en penumbra. Nuestra distancia, el ojo que tocaba la mano, el párpado en tensión, los pataleos, respondían a cada solicitud. Parecía una pintura. Vida de caverna, encierro sin miradas, con gestos y latidos, música del primer enojo en la ensoñación.
Un día, en la frontera del nacimiento, sin saber quién saldría primero, el color vino del fondo a través de la piel. Fue una intrusión inversa al exterior. Perdí el sonido atemperado y el mundo barroco se terminó. Al salir, hubo una ausencia del tacto que huiría del abrazo para siempre. El contacto tiene, a veces, un horror de volver. Abrazar antes del nacimiento marca un comienzo distinto al del solitario. Un principio par, sin perspectiva, un tacto a las patadas a la hora de empezar a vivir. También una diversión, un juego. Vivir lo cómico con terror a las cosquillas. No poder evitar golpearse en primera persona. Quizás cuando nací me quedé viéndola, como un retrato.
El mundo al principio es un museo frío. Después entran ruidos, lana en las mejillas, silencio. Reposar en el mármol. Esperar sin poder moverse. De nadar a la quietud, llora el buzo que uno fue. Todos vienen y se asoman, los veo venir. Crece un foco de movimientos; intuyo que mi gemela pez está al lado, quieta como yo. Algo ya no comprime, pero encandila. Todo se entrechoca, o queda en el aire, y lo circundante llega hasta muy lejos. De la convivencia estrecha pasamos a compartir jardines como estatuas iguales, pero la vida anterior deja vestigios. Tal vez por eso no sé bailar en el aire, y lloro cuando buceo. No concibo danza que no sea acuática.
Después de nacer, cuando ya hubo una primera y una segunda, la compañía se hundió en el aire del primer grito, se asfixió con la pareja nacida, que sería vista por ojos mundanos para el resto de la vida. Vaivén risueño del que uno se baja cuando puede.
Fragmentos
La pedagogía titula la ignorancia. Se erigen los gemelos mismos en autoridad. Estudian para generalizar, y sacan libros de consejos para padres. Sus libros se contradicen en espejo, porque no hay solución para la dualidad de: ¿juntos o separados?, ¿mismo colegio o distinto?, ¿ropa igual o diferente? Los gemelos no tenemos por qué arrogarnos el problema de la distracción, dado que hay padres que no tienen gemelos y tampoco distinguen a sus hijos.
¿Y qué hago?, preguntan, y los sabios contestan con fórmulas de acción en plural.
Ni unirnos ni separarnos. No somos muñecos.
Bastaría con no hacer nada pero es el acto más difícil. Quisiera una pedagogía que no hiciera nada.
Escribo mi pobre ficción. Los hechizos siempre están entre palabras, y no precisamente pedagógicas. Las mías sólo me sirven a mí.
Me alegra que no haya respuesta para nadie. Una marea de promotores organiza encuentros de gemelos que narran experiencias, comparten problemas. Se muestran alegres, cuentan anécdotas, buscan coincidencias que barren diferencia e igualdad, las dos invisibles. Les regalan entradas si van juntos, pero el espectáculo sepulta a cada uno en lo grotesco.
Risa, ofensa, injuria o encomio andan siempre con referencia al parecido. Propongo encuentros de gemelos a los que vaya uno solo. Podrían invitar a cualquiera y nadie se daría cuenta. La condición gemelar es invisible.
Aún no hay plazo legal establecido para que un gemelo tenga su último día como tal. Adelanto mi voluntad porque al encontrarme con la muerte perderé el uso del nombre.
Descarto volver al dúo. Recibí la oferta sin querer y tardé medio siglo en recapacitar. Espero que en la muerte se me respete. No quiero que nos entierren juntas ni mezclen nuestras cenizas.
No hay que rebelarse ni intentar escapar de la comedia biológica. En el fondo, está el enano con cuchillo que se arrastra en el barro de la suerte. No habrá ya freak shops. Somos estetic freaks. Monstruos lindos.
Rareza, accidente o igualdad. Escena de aceptación: Te haría uno de ellos. Gemelo por un día. Mejor por un año para que pases el festejo y, sin brazos, bebas de la copa los pensamientos de los demás.
Bueno, si uno no quiere… dicen los necios.
Como si fuéramos un dibujo, nos trataban como un juego, un acertijo, adivinando quién era quién.
Soñaba que volábamos juntas. No podía soñarme sola.
De niño no me volví loco porque nos dejaba mal, dijo un siamés.
La madre saca a pasear el escenario, espectadores hablan como monigotes; caras se acercan al borde, incomodidad. Pena animal de ser mirado. Medio siglo en la jaula, pisando el palito.
Acompañada, brutalmente acompañada desde antes de nacer.
Aprendí a jugar con opiniones no pedidas buscándole la vuelta al tema como en el vientre para no importunar; no meterle el pie en la nariz.
Sigue el fenómeno de circo. Prohibieron exhibir mujeres barbudas, siameses y hasta elefantes. Pero de esto dicen que no habría que quejarse.
Iba al zoológico a descansar. Me gustaba ver monos, lejos de la exhibición escolar.
Que porten otros la condición gemelar como arma, la exploten como si fuera gratis. Abandono. Ya no quiero jugar; no porque pierda o gane, tampoco por aburrimiento ni por cansancio. Fue un exceso de entretenimiento.
No conozco gemelo que haya querido renunciar. ¿No hay nadie que haya vuelto?, pero yo no renací.
Romantizan patologías: gemelos que inventan un idioma, inseparables, o vivió uno solo; los famosos. Todo edificante o curioso. Cierro la puerta. Empujan. No los dejaré pasar. Me encierro en el baño de la vida.
Encuesta, cuestionario, estadística, social y conflicto. El 90% de los gemelos encuestados. Resultados y conclusiones; identidad y características diferenciadas. Todas palabras sin vida.
Ella nunca será mi enemiga. Sobrellevé el parecido como una condena leve, o media calamidad, no del tipo truculento sino tristeza de lo insoslayable.
Lo permanente: estar rodeado, viviendo a empujones en soledad.
Infancia sin salida: regaban la planta de doble tallo y no podía huir. Crecí en la maceta familiar. Preguntaban: ¿Querés tener florcitas de otro color? ¿Una campera celeste? ¡Qué libertad corta! Poder variar la cartuchera, apenas ser uno por el color de la campera. ¡Ah! Sos vos, la de las zapatillas rojas.
Como un escolar repitente por cien años. Y cuando la libertad viene sola por el olvido, siempre hay un inocente o idiota, joven o viejo, que te trae a tu condición otra vez: ¡Quiéranse! ¡Gotas de agua!
Como las indias, fotografiadas desnudas por exóticas, como si no tuviesen nombre.
Por fin se terminó. No hay muertos. Examino lo que quedó, con mirada arqueológica.
Insisten con el doble, ¿qué doble? El doble es solo el alma de uno.
¿Por qué te reís? Porque mi hermana se está riendo. ¿Por qué lloras? Porque mi hermana está llorando. El llanto traspasa puertas, con una gracia de la que todos hablan, y descreen o no, abren nuevos debates. Es cómico hasta que cansa la comicidad. No paran de hablar de eso. Cargan las tintas: ¡Qué les pasa! No sé. Quiero que la percepción me suelte. Me tiene del brazo hace décadas.
Pónganse. Una al lado de la otra. Todavía lo hacemos. ¿No podemos? ¿Por qué no? Pero: ¿No era que te molestaba si te comparaban? Si yo me quiero rascar la cabeza me rasco, que no es lo mismo que venga un desconocido a rascarme la cabeza.
Igualadas al nacer, nos peinaban la nada misma de pelo. Nos miraban: son dos, decían. A mi padre le dio un ataque de risa. No voy a contar la historia. Esa risa la sigo, me gusta. Fue su respuesta, arrodillarse y reír.
Video de cuatrillizas que hacen lo mismo: abrazan y palmean a sus tres iguales. Con el mismo patrón de conducta, repiten gestos en espejo. Y exhiben como ternura que ninguna de las cuatro se siente en el piso, ninguna se enoje, o cambie la expresión. Monstruos festejadores, brutos. Los pondría ahí, cuadruplicados desde la cuna a inventarse una acción que desentone. Prefiero a la mujer sin brazos, me representa más.
Cuando me quedo quieta pienso en la muerte, y en mi mano aceptando en reposo, como dejándose picar por un insecto.
En la comedia gemelar, fui de mala gana, sin pompa ni gloria.No está hecha para mí.
En un gran espejo que había bajo la escalera, traté siempre de salir. Pero irme me convertiría en otra persona. Era un esfuerzo inútil. Tenía que saltar lejos como para caer en otra órbita, pero es difícil tomar carrera con tristeza.
Llorar con eco. Comer frente a frente sin poder huir. Punta del manubrio a doble puño de mamadera. Babor y estribor del barco parental. Entre odio y cosquillas, necesitaba quietud, que no jugaran conmigo.
No hay ningún esplendor. No creo en el espectáculo, ni en las revistas, ni siquiera en mi gemelidad creí nunca. Una emoción boba, sin heridas, todo festejo donde no hay nada.
La espera del alma renga, llevada como un par de botas, una y una. Equivoco el par y tengo dos del mismo lado, no puedo caminar. Tengo que esperar a que me traigan mi pie.
Una vez cada una, la frase célebre en cada discusión, cada pelea. No soy víctima de nada, tampoco elegida. Demasiada espera por acuerdos en un mundo que intenta ser ridículamente equitativo.
Ser producto de un embrión desdoblado es como si la biología, en vez de castigarme, me sacara la lengua.
Después de esperar mi turno para todo, me encanta hablar con la pared.
Cincuenta gramos más al nacer bastaron para la etiqueta. El coro: ¡La más fuerte!
Nacer primera no abrió ningún camino para que ella gire y salga nadando en perfecto crol, sin despeinarse, por el olímpico canal de parto. Mi esfuerzo en nacer sentada fue valorado en exceso, pero no me costó nada concentrarme en desdoblar una pierna y asomarla; luego la otra. Recuerdo cuando saqué los brazos, pero me faltaba sacar la cabeza. Por suerte vino el partero, alma caritativa, y me extrajo del paladar. Nací con un dedo en la boca como un gancho. Pesca primordial que no olvidaré.
Nos daban de comer en la boca; cada una en su silla alta, en espera del turno. La madre decía algo, mientras proyectaba gusto e imagen, confirmación de miradas, alternando cada bocado en un cine natural. Mi padre jugaba a andar en moto, poniendo en cada mano una mamadera y haciéndolas girar al unísono, como acelerador en la maniobra alimenticia. Otras veces, llevaba a dos riendas el carro gemelar, o alzaba a cada una en un brazo, practicando pesas.
Porción que se repartía, madre cansada de calcular la mitad y cortar todo en dos, tratando de litigio la comida.
Rutina de ir al colegio, comparar portafolios, pedirle prestado el libro. Verla en el recreo. Recuerdo un descanso en la caligrafía, esa zona independiente de lo escolar.
Cada día sin ley, cambiando las defensas, revoleando los juguetes. Hubiera querido plantar bandera al nacer. Quizás vayan a surgir reemplazantes para gemelos abandonados por sus pares. En el callejón sin salida, ella, sentada en mi bicicleta, sonríe.
Momentos de amistad que duran poco. Bomba que estalla. Tic tac- tic tac, presencia que explota. Es un polvorín. Con los años se regula, y como expertos en explosivos, tocamos un cable y se desactiva la consistencia. Se puede tomar otro café. ¿Pedimos otro vino? Son brindis con fantasmas.
El celular se desbloquea de manera indistinta ante el irreconocimiento facial. Siempre se puede ir más atrás en el retroprogreso tecnológico. Tecnología que no adivina, igual a un padre que no acierta. Pero no se le puede pedir que acierte al padre, menos a internet.
La epigenética es una esperanza de investigación. El fenotipo distinto. Los pioneros empiezan, pero hay que seguir. No todo es herencia. Las anotaciones al margen explican la vida. Me alegra tener grabada mi anotación. Los pequeños cambios se inscribieron. No pasa de largo la individualidad. Hasta tienen nombre de tinta: se llaman metilaciones de la citosina y las acetilaciones de las histonas, e impiden o facilitan mil cosas. La bioquímica, al fin, me explica mi vida. Sólo espero que los pioneros del alma avancen también en algo.
Las circunstancias del equívoco abarcan a los que saben que somos dos y a los que no. Confusiones y malentendidos distraen, y aunque no matan, desde que nací quiero concentrarme en algo. Voy al kiosco pensando en otra cosa, algo importante. No es un programa. No saqué turno. La interrupción. Quiero la libertad de vivir sin intervenciones brutales bien vistas.
Condición que todos marcan sin que esté mal visto. Nadie se contiene. La distracción saca de foco, con la misma cantilena: ¿Por qué volviste? Yo no volví, yo no vine. No comprar en los negocios aledaños a la casa de ella y viceversa.
No poder avisar ni antes ni después de los dichos: Pasaste sin saludar, te vi y no me viste. Yo no salí. Me confunden mientras estoy en mi casa. De un día para otro la ven embarazada de ocho meses. Nos describimos con detalles saludos de desconocidos para descubrir quiénes son. Otras veces se lo preguntamos. O me ven besando a otro. Hasta discutir y decir al final: ¿Sos vos o sos tu hermana? Yo respondo: No sé, porque me canso.
No es divertido estar en boca de los demás. Dar qué hablar. Ya me agotó la infancia. Creen que nunca me pasó. ¡Ay! Te habrán dicho mil veces…
La rendición como salida. Fuera del verbo ser, la brecha va de ella a ella y de mí a mí. Es esa paridad no visual la que me interesa. Basta de espejo. Basta de cuerpo localizado en un reflejo. Soñaba con un día en que nadie nos viera.
Hartazgo. Variantes de lo cómico lo estiran, como esos matrimonios que no piensan en separarse porque se entretienen con los hijos.
¿Cuántos diálogos interrumpidos? Ni naciendo otra vez por separado los podríamos recuperar. Cualidades se prestan y devuelven como prendas de vestir.
Ni autómatas inteligentes ni fascinación de los espejos. Ni pérdida de la sombra ni cuerpos que se esfuman en la literatura gótica. Exageran.
La percepción en primer plano, tal vez exceso de presencia; pero yo no sufrí mucho porque la llevaba conmigo de una manera suya.
Comicidad que cansa y otros festejan. Distraen, una y otra vez. No es grave sino parecido a ir al cine y quedar rodeado de gente ruidosa. No me dejan ver la película de mi vida.
Tire y afloje absurdo, cansancio par. Aburrimiento de doble filo.
No dejarán de distraerme los curiosos.
La biología me ha jugado esta mala pasada. Molestia de curiosidad ajena hace perder tiempo. Vivir interrumpido.
Los dichos se pegan como parásitos: Podrían haberlas equivocado y que vos fueras ella, bastaría que te equivoquen dos veces para anular la equivocación. ¿Cómo iba a dejar de ser yo si otro se equivocaba?
En vez de diferenciarme, decidí seguir todas mis intuiciones sin desviarlas. Nunca dejar algo para no parecerme. Pero regular el verse, y dar ausentes con aviso.
Las decisiones que tomé sin saber qué hacía ella fueron las más idénticas. Saberlo no cambió nada. Nunca nos copiamos, no hay copia ni original.
Se fascinan y suelen decir que somos dos sujetos absolutamente separados. Lo afirman sin haber sido empujados a convivir con una persona idéntica a la que le suceden hechos parecidos. Hablan desde su aire de soledad. Algo robótico, no moldeado por la experiencia. No sé qué figura de la topología podría graficarlo. Una igualdad externa. Tal vez de coordenadas, hilos conductores, lejos de la imagen.
No honro ni denuesto a los gemelos. Sólo quiero dar opacidad a un tema conocido que brilla demasiado, que no tiene aspecto serio ni cómico.
El calambre nocturno a la misma hora en el mismo lugar de la pierna. Agradezco a mi madre que no consideró extraordinaria la simultaneidad, como tampoco que soñáramos lo mismo. No hizo nada, y con la fuerza de su inacción dejó obrar lo idéntico, sin verlo como rareza. ¿Cómo retribuir esa sabiduría?
Dicen que durante el sueño se producen operaciones intelectuales muy superiores a las que realizamos estando despiertos; ¿otra almohada donde consultar?
Ninguna retórica de la cortedad de la vida. Las dos deseamos envejecer. Soledad compartida que se muere. Stanislao Lec: Hubiera entendido muchas más cosas si no me las hubieran explicado.
Programas de gemelos perversos, psicóticos o separados al nacer hablan de curiosidades.
Molesta como una mosca; nada grave.
Estar a medias, como un guante que quedó solo y que no uso ni tiro.
En el mismo oficio, dos vocaciones originales, ninguna copia. No importa quién lo dijo primero, quién se adelantó. Pero la gente pregunta por quién fue primero en cada cosa.
La coincidencia responde a fuerzas desconocidas. Los que están cerca se asombran.
Constancia que a veces tiembla. Otras, se refuerza la bronca y viene doble, en cuatro patas, como un animal.
Cuando nos ven juntas, la educación, ese servicio diplomático del alma, pierde sus enviados a ejercer la función.
¿Misma alma? Se apuran en contestar que no. Entonces, ¿por qué nuestros gatos son iguales y en la misma semana los mordió un perro en la cabeza con tres días de diferencia y se salvaron quedando idénticos con la cicatriz sobre los ojos? ¿Y por qué llegué a su casa (a la que hacía meses que no iba) y al acariciar su gato vi que estaba mordido como el mío a trescientos kilómetros? ¿Y cómo llega el alma hasta el gato?
Carácter escurridizo, parecido al miembro fantasma de los amputados o al dolor de las parálisis. Algo que se anula pero existe, como la autonomía parcial del organismo siamés, con saltos de percepción que, además, no afectan la independencia de criterio. Es conocida la independencia cognitiva de los siameses que admiro.
Situaciones que no se pueden ubicar, palabras sueltas.
Lo idéntico separa. No intento diferenciarme. Es un descubrimiento que pasó siempre desapercibido. Si las apariencias engañan, también hacen su curso.
Rigidez parecida a un trofeo de caza.
Viví jugando a lo mismo, no queriendo ser única. No pasa por el ser. No es existencial. No se trata de despegar. Es un hueco en la textura de la vida que, cuando se ve, ya está expulsado.
Enemistad leal en la infancia llena de energías. Ya no hay tironeo, como si la vida lo borrara para dar paso a cada una contra sí misma, a solas, en larga retirada.
Un día la llamé porque no sabía si me había gustado una película. Podría pasar también entre amigos. La diferencia es la velocidad con que se dice, sin preámbulos.
Dejamos de contagiarnos. Todavía hay que pedirle a la madre que no intervenga. Para colmo de males, mucha gente me llama con su nombre, sin saber.
Dualidad única y terceridad doble.
¿Alma que no llega a dividirse? Cada una tiene la suya, y compartimos otra, además del alma singular de cada una. Como los siameses de tres omóplatos: cada uno tiene el suyo y, además de los dos de cada uno, comparten un tercero.
La terceridad está constituida por el alma doble en común, y la dualidad, en cambio, es singular.
Es una paradoja: si lo dual es único y el alma de cada una es singular, la tercera es la que tiene dos lados como los casetes. No es un juego de palabras. El dos es el uno por uno, y el tres es dual:
1 Alma A + 1 Alma B = 2 Almas (el 2) sin primera ni segunda, dos simultáneas.
1 Alma doble= 1 Alma (la tercera) es única (el 1).
Si a ella le pasa lo mismo, lo que me importa no es la igualdad del dos que ven otros, sino la similitud entre dos adentros.
Mi alma es mi doble y ella no se parece a mí en casi nada. Algunas veces es la persona más lejana del mundo, la más desconocida. En esos momentos, cualquiera es más cercana que ella.
Vuelco la impaciencia en la forma de la serenidad como en un molde. No hay grandes temas que tratar. El no sé qué es impreciso; no se puede ubicar, como un dolor reflejo.
Las dos nos encontramos, traíamos puestas muñequeras de tenista, nos dolían las articulaciones. Decir es caer en lo que no quiero caer, pisar la trampa. Coincidencias y percepciones deberían tener un modo de lista para hacer con ellas otra cosa que no sea una anécdota, pero no haré esa lista.
Sería extraño no tener gemela. Pero los olvidos no son todos iguales. A pesar de la edad, pequeñeces del cuerpo: mancha, grano, defecto, arruga, quiste, lastimadura, se hacen a la vez, como los dientes. Signos, señales de cronología. ¿Por qué el tiempo nos lastima igual?
Apago la posibilidad de darme cuenta. Encontrarme vestida igual me da una gracia alegre y a la vez triste, corta, sin música. ¿Quién elige la ropa?
Desde un auto pasan saludándome con su nombre. No los conozco, y respondo que no soy. Mientras se interrumpe y llena el espacio donde me paro, presto atención al auto que se va.
Otras veces la percepción mutua da un salto y cambio de marca de vino, o le hago el mismo regalo a mi madre, y en la duda elijo el mismo objeto que hace una semana pensó sin decidirse.
Si buscara en la casualidad, encontraría dilemas nuevos, intervalos de procesos, soñaría palabras. Nunca sucede con lo pensado.
¿Por qué hay preeminencia de gemelos en raza negra y amarilla?
Ya hay video microscópico de la separación. Antes sólo existían radiografías. Hoy, se puede presenciar la notable anomalía. La voz en off habla de zona pelúcida. ¿Se desinfla?, ¿a qué le llaman colapso de la membrana? Los embriólogos lo vieron, goteaba líquido. ¿Cuál es el descubrimiento? Vi al cigoto solo, ese plan para una vida. Lo vi viajar y dividirse en dos. De pronto, se debilitaba, desinflándose. Venimos de una gotera, de un globo de agua, surgimos como dos plomeros reparando una pérdida de líquido.
La Real Academia reconoce la distinción entre gemelos y mellizos, pero la razón sigue desconocida. No saben por qué se divide.
Estilo disco rayado.
Los que nunca cuidan su lenguaje, usan la expresión monstruos dobles para siameses. ¡Qué manera de hablar! Rellenan el vacío con curiosidades.
Necesito una ausencia desde antes de nacer. La zona donde nunca estuve. Un tercero excluido que no deja de tocarme el hombro, obligándome a un intercambio sin fin.
No entiendo a esas gemelas que se casan con un par de gemelos, como si se hubieran tragado un espejo. Se nuclean y aceptan. Se vuelven inseparables, y se ponen a perorar de sus diferencias, jactándose de las maniobras del ánimo. No estallan.
El sector compartido pulsa afuera. La percepción trata igual una nimiedad que un hecho crucial. No discrimina ningún nivel de intensidad. Le da lo mismo un vaso de agua que un hijo.
Madre nunca mostró ningún sentimiento positivo ni negativo; no emitió juicio de valor.
Ciertos aprendices presuponen el tema del doble y lo endilgan a mansalva a gemelos. Anticipándose con aire de no cometer errores, parten del error, con presupuestos fallidos.
El alma es el primer doble, mensajera de la muerte del cuerpo y garante de la inmortalidad del espíritu, dijo Freud. ¿Cómo alguien sería mi doble?
Renuncio desde la literatura, agarrada a la biología que me soporta.
Las memorias mutuas se ven palabra por palabra. Chocan. No tienen texto. Desde la unión a la distancia, como los pasos de un duelo, dos contendientes parten espalda con espalda, en direcciones opuestas.
Consejos en plural: No los trate como un solo ser, pero tampoco fuerce a los gemelos a situaciones de competitividad. Identifique los gustos. ¿Por qué no les puede gustar lo mismo? Identifique habilidades (¿y si tienen las mismas?) Permita a ellos mismos elegir, si les gusta estar juntos o no, si prefieren las mismas cosas o no (el plural exaspera). Entonces madre llama a ellos y les pregunta y ellos contestan, ¿Y si disienten? ¡Pregúnteles! Y si no acuerdan, sigue el una vez cada uno. Se animan a decir: Pero lo importante es tomar en cuenta las opiniones de ambos, preguntarles y respetar sus decisiones. (Decisiones opuestas no pueden ser escuchadas en plural haciendo caso a los dos). Lo mejor es dejar que decidan acerca de cómo deben ser tratados. El cuento de la buena pipa pedagógica. Creen que el mal no existe.
La activación del sistema inmunológico da picazón. Uno se rasca pensamientos, sufrimiento, ganas, y todo eso se alivia en las playas.
Tener el mismo desorden ¿es un orden? Tener un desmayo consecutivo ¿es un reflejo en otro cuerpo? Que sangren dos narices a la vez sin ningún golpe, ¿a qué responde?
Prohibido morir a la vez.
Thomas De Quincey, en Bosquejo de la infancia: El dolor, en algunas de sus oscilaciones, no siempre es una pasión deprimente, pues también dispone, en potencia, de aspiraciones propias y singulares y a veces está imbuido de una nebulosa majestad.
Una amenaza de muerte extra. ¿Será el revés de nacer sin soledad?
Nadie puede copiarse pensar en la rigidez de la muerte viéndose la mandíbula, durante horas, en el espejo de la peluquería.
Morirá una y la otra, ¿se verá a sí misma muerta?
Como los famosos que se acostumbran a las preguntas, pero sin fama.
Elvis decía que su gemelo estaba en el escenario. Mark Twain, que no sabía si era él o su hermano el que se ahogó en la bañera a los ocho años. ¿Qué cosa que no fuera la muerte podría librarme?
Un día, en un hecho fortuito, alguien cortó el hilo y nos separó. Un gesto y una frase bastaron. Sólo una persona pudo hacer eso.
La angustia es pensar que otros creen que uno quiere evitar la angustia. ¡Ay! ¡Cómo no lo disfrutó!, dice una. ¡A mí me hubiese encantado ser gemela!
Lo mejor es la comprensión veloz, como el cerebro antes de hablar. Una hernia pensante, una fractura primordial. La atadura que todos festejan.
Nombres parecidos: hábito que acompaña a padres de gemelos en la simpatía hereditaria con el empuje a la rima. Espejismos de la dicción que se propagan como parásitos del habla. Reproducción de sílabas. ¿De dónde saldrá ese vicio? El rebote excesivo, cartel pintado en el apuro de la vida, que anuncia todos los futuros rebotes que vendrán. Elección poco feliz, hábito de bautismo.
Renuncia no es perjurio. No es abandono de obligación. El dilema no es mostrarse o no mostrarse. Estando juntas, vestidas iguales o no, podemos no estar mostrándonos. Estamos así por nada, sin darnos cuenta, sin buscarlo.
No espero ironías. Pero ni yo sé callar ante gemelos y a veces pregunto. Cuando los veo pasar, me quedo también mirando. Ni felices ni condenados a estar juntos, cansados de reñir, de tironear de cada cosa, sin paz.
Cuántas veces quisimos no escucharnos.
La horda pide reconciliación sin notar que amor y odio ligan igual. Vuelven a ajustar el nudo que tanto tiempo llevó aflojar.
Comunidad de laboratorio. Prefiero el desamparo. A cuerda del vivir. Cuando nos dejaban de dar cuerda, dormíamos.
Me falta un nacimiento. No lo reclamo. A los codazos para nacer, burocracia que no mantiene a raya a nadie. Pez en una red, moviendo apenas el cuerpo ante los comentarios.
Disidentes bajo el mismo techo en un solo cuarto hasta la adultez.
No es un tipo de hermandad, aunque alguna vez sin saberlo me hayan dolido a mí sus moretones a cientos de kilómetros, sin saberlo. Tiempo después, como siempre, alguien unió comentarios. Dolor intenso, golpe que no recordaba haber tenido. ¿Por qué no le dolía el brazo a ella?
Estoy tratando de nacer mientras escribo. Doblo palabras, nada se puede contar. El mano a mano de la reciprocidad golpea la propia imagen.
Estelares. Hay cráteres gemelos en Marte. La mayoría de las estrellas son binarias. Mi pobre cambio de órbita llegará adonde pueda. Frutas dobles, huevos duplicados y astros que se forman juntos serían suficientes para evitar la curiosidad.
Lo bizarro: pensar que el tema es bizarro.
Sturgeon, misterio de la evolución, en Más que humano, donde lo aparentemente inferior en normalidad puede transformarse en ultra evolucionado. Su homo Gestalt con colaboración psíquica entre individuos, incluidas las mellizas Bonnie y Beanie.
Lo más desagradable de tener un problema es que lo minimicen porque hay cosas peores.
El universo duplica el sueño y el tiempo. Se separan estrellas, pierden contacto entre gravedades, se vuelven solitarias. Una expulsa a otra. La ciencia estudia peleas gravitacionales, estrellas a toda velocidad, fugitivas.
Rodeados de sistemas binarios, cruzamos los brazos, damos pasos con nuestras piernas gemelas y escuchamos con dos orejas.
Los nacidos solos también sintonizan con amigos y se encuentran vestidos igual. La transmisión de pensamiento entre cualquier persona lo demuestra. Identificación, facultades que tienen todas las personas.
El afecto es una mira que cada tanto hay que calibrar. Un tiro por la culata. Libertad de otro pegada al cuerpo, error aleatorio.
No somos ángeles con trompetas ni guardianes de nada. Pero cuando el alma da ese salto, ¿de qué está hecha esa alegría, esa diversión?
Gritábamos a la vez, dormidas: ¡Cangrejos! ¿Intelecto par? ¿Afinidad? Mi madre nos venía a calmar la misma pesadilla sin cuestionarse nada.
Los Observadores. Aspley Cherry Garrard dice que los cangrejos, después de las arañas, parecen las más abominables criaturas en esta tierra de Dios. Que son una pesadilla porque espían y siguen los pasos, mirando todo el tiempo con fijeza. El mundo es un cangrejal parlante.
Pero ¿cómo callar al ojo? Siempre se trata de callar al ojo.
No corro peligro de tomarla por mí ni ella de tomarme por sí misma. Vivo como el cangrejo que vaga pensativo por el fondo del mar, ignorando el agua.
No es una historia sin cariño. Tal vez un poco a empujones, porque no hay lugar. Ejercicio de odio y amor, comedia biológica que hechiza el dramatismo.
A veces éramos imanes que se repelían. Otras, la vida se distraía y nos divertíamos como ángeles.
Lo siniestro sería saber que ella no existe.
Para que el doble impresione, debe no suponerse ahí.
Se rompen la cabeza con lo idéntico, pero ni la semejanza ni la igualdad molestan.
El humor se instala y pasa de gracia a contaminación, la referencia se convierte en peaje de horror, anestesia.
Usar ropa sin saber, de manera similar. Una parte de mí tirada en otra persona.
Aguanté la diversión. Se soporta tanto como sacarle rédito a lo ya visto. Como los siameses que acuerdan para qué lado caminar.
Cunas cambiadas, olvidos familiares, juegos de adivinación en fotografías. Sensación de proceso mimético, episodio que la naturaleza provee. Tinta, camuflaje, flores, señuelo. Máscaras. ¿Estaremos todos intercambiados por pequeños episodios?
Cada conflicto en puntas de pie, o a los codazos. Ahora asoma a lo público la cabeza de quien fui.
A la zaga, en el circo de la vida, venimos los gemelos, últimos orejones del tarro psicológico, tolerando sin fórmula el alcance del fastidio.
Desde lugares comunes, ensayos de especialistas arrojan intriga para captar el fisgoneo. Hablan del temido clon humano. O: viene despertando desde hace mucho tiempo una gran curiosidad. Justifican dedicar una mirada atenta (cuando lo interesante sería deponerla). ¿Y si pusieran el oído?
Si no hubiera idéntico nadie podría ver dos.
No entra nunca en el carácter de siniestro ni ominoso. Quitar la paridad que separa es peor. Se trata de dejarla, pero sin entidad.
No hay duelo de miradas. La relación previa del ojo precede al llanto par. No sé si hay un nombre para ello.
Rebautizarse sin rima, contra el mal gusto de padres que nombran con terminaciones iguales, o con la misma inicial o repitiendo la primera sílaba para diversión del público.
Confío en la vaguedad. Se apuran. Se meten de lleno con la imagen, dándole importancia al que ve desde afuera, y arrancan mal. No pueden pensar lo gemelar fuera de la imagen.
Nací separada. El día exacto parece que el huevo se cortó, la vida fue benigna, la cosa funcionó, no nos pegamos.
Extraña igualdad hace que se le pierda un objeto y yo le diga dónde está. Nada raro: lo había perdido esa semana o el año anterior. Lo común desmedido.
La medida crece al modo de vasos comunicantes. Los hechos se comportan como si no hubiera separación. Por instantes, las situaciones se vierten en mí y a veces se distribuyen en ella. Todo sin enigma, cable común mal ensamblado.
Tengo un pequeño robot que es ella; y puedo actuar en su lugar en menor proporción, como siameses que crecieron en forma despareja. Algo atrofiado de su carácter en mí, y viceversa; pero por segundos, como un muñón del alma que intentara moverse.
Dejan la puerta abierta y nadie sale, aunque cada uno pueda irse por su lado.
Queda el alivio de escribir, que aun siendo la misma acción nada tiene de igual ni de distinto ni de opuesto. No es pelea ni reconciliación. La escritura es terreno autónomo, como el brazo del siamés de Turín.
Miembros autónomos de siameses explican la vida de gemelos separados. Bordes compartidos y sectores libres. Brazo que nada comparte ni teme, aunque haga lo mismo.
Hacer lo mismo puede ser coincidencia. Pero andan con la receta absurda de la diferencia. Nunca se dieron cuenta de que lo idéntico separaba.
Hay que agarrarse al brazo autónomo del siamés para dar el ejemplo de lo que nunca es par y jamás se comparte. Y, aunque se parezca o comparta, es soberano.
Pasen y lean: hartazgo del gemelo normal; el que no se suicida ni es perverso ni asesino ni separado al nacer ni está loco.
No son cadenas de esclavitud sino plumas de un espectáculo no pedido.
Prefiero tejer con los pies. Somos todos eslabones perdidos, mientras suena Schlitzie, de John Kite.
Los pintores Oyens gustaban firmar sus cuadros: El gemelo Oyens, el de la derecha, ahorrándose toda discusión.
Si dos entidades son idénticas, entonces están separadas; lo que es idéntico a sí mismo está separado de sí mismo.
Ignorar la imagen supone aventura.
Una repetición de adiestramiento de loros reitera ¿quién nació primera?
No hay esfuerzo en equilibrio. Estilo cuerda floja.
El espectador mutó; ahora pide disculpas, pero igual pasa y pregunta.
En la pregunta se esconde el vulgar, el aburrido que necesita proveerse entretenimiento. El que mata el tiempo. Como decía León Bloy, cuando se aburren el tiempo vive o resucita.
Simetría de pulmones. Dos hemisferios cerebrales, y el corazón que late cuatrillizo. Dos ojos permiten la estereopsis, y los oídos amplitud de captación del sonido. En la naturaleza, lo doble trabaja, como las estrellas gravitacionalmente unidas.
Millones de idénticos meditan condiciones con cuidado, ironizan el acto del huevo que se desdobló en la concepción, cuando algo falló en los planes y se convirtieron en dos mitades iguales, como una planta de alfalfa.
Los desdoblados en los primeros días tienen cada uno su propia placenta y saco amniótico. Menos apurados, otros la comparten y acampan. Los que llegan tarde, cuando el plazo termina, quedan unidos. Son los fuera de serie de la embriología.
Gira el ADN como en un parque de diversiones. La doble hélice va a contramano desde el relato bíblico de Jacob y Esaú, cuando la discusión se quedó versando sobre quién era el mayor.
Los años se encargan de distinguir personas, pero el problema continúa, porque cuando comentan que ya no se confunden, siguen hablando del tema: Si no fuera por el pelo…
Basta de consejos. Una sola experiencia huye de la foto.
Con una impresión de fraternidad, imagino peces y tortugas, el rinoceronte de Durero, recuerdo el Orbis Pictus. ¿Hay gemelos animales? Para mi sorpresa encuentro que sólo hay una especie entre todos los mamíferos. Que esta condición no es posible (salvo excepción) en ningún otro que el armadillo, donde es constante. Todos los demás animales son mellizos, originados de múltiples ovulaciones.
El tema genético es muy argentino. Familiaridad con el gliptodonte. Nunca hubiera imaginado que yo tenía algo en común con el descendiente del pampatherium, esa bestia que comía insectos y raíces en el Pleistoceno. La mega fauna siempre me interesó.
Los armadillos tienen gran valor para las investigaciones médicas acerca de los nacimientos múltiples. Como cerdos acorazados en progresión geométrica, parecen salidos de una xilografía.
Están en la literatura Arciniegas, Gatos, patos, armadillos y otros seres humanos; en William Boyd y en Rudyard Kipling, donde la confusión de la palabra crea esa fusión de placas de tortuga y cuerpo de erizo. En el novelista escocés, una sátira de las apariencias y del espejismo de la seguridad.
Las mulitas siempre tienen gemelos. En la poliembronía, las células se separan y forman embriones distintos. Pero la técnica no llega a decir nada de los motivos.
El pasado es un futuro múltiple. Como las células madre.
El mundo se anticipa y cree que entiende todo. Conoce, conoce. No se obliga a desconocer, como pedía Paul Klee a su ojo.
Me voy por una puerta dibujada en la pared. Al salir recuerdo que conviene no pisar la propia cosecha.
Horror de lo normal. Accedo a otra condición, ¿cuál? No quiero que tenga nombre.
Ahora tengo que tener cuidado de no chocar conmigo.
¿Qué es un futuro próximo? Desconozco las consecuencias. No me escapo, pago la multa, pido silencio. Indemnizaría a mis padres. No tengo causa justificable, no sé qué es lo oportuno. No necesito resarcimiento, no hay ningún daño. Fugitiva, salto un arroyo pequeño un poco y otro poco salto en un pie, preguntándome si el otro pie también es mío. ¿Puedo usarlo?
Temor: que ella sea lo más parecido a mí y yo lo desconozca.
Me pregunto por los gemelos que nunca se odiaron, que nunca tuvieron, como yo, que inventar un sistema para vivir. Así el alma se une por el hígado inmaterial, y yo lucho por desligarme de un nudo que no sé dónde se encuentra. No se trata de desatarlo, sino de dejarlo ahí, que se ciñe o se afloje según los movimientos de la vida. Porque si fuera posible desanudar la gemelidad, quedaría reducida a un estado salvaje, muy poco civilizado, como las locas cuando gritan. Parecen lobas, como la madre de Rómulo y Remo.
Mi renuncia no es plana, y como presentarla es un problema, cuento con la confusión general, incluida la propia. Una contrariedad que no me pasa desapercibida es que, si trato de no explotar la condición, escribirla no se salva de lo que quiere conjurar.
Veo una sonrisa sola, sin mí. Ya sé que hay cosas peores.
GLOSARIO
Arrepentimiento: descontento que provoca ceder.
Casamiento: fiesta en la que no alcanza que la novia se vista de blanco para acortar las referencias al parecido.
Colegio: espectáculo mayor que un circo y menor que una competencia olímpica.
Condición gemelar: extrañamiento impasible que, en materia de dualidad, revela aspectos de lo único.
Copia: original a destiempo.
Estima: sentimiento en el que degenera el amor desgastado.
Fiesta: aburrimiento obligatorio con descarga motriz y diálogos sin sentido bajo ruido intenso.
Filmación: película en la que se sale del espejo.
Gen: figurita repetida del álbum de la ciencia.
Hábito: cobardía casera.
Mal: resultado obtenido por los que siempre creen que hacen un bien.
Maternidad: función que suele cumplir una mujer convirtiéndose en una persona distinta para cada hijo.
Orgullo: exageración juvenil.
Primero: ordinal que comanda la acción.
Ropa: elemento para tironear de ambos lados, sobre todo si tiene elástico.
Segunda: ordinal utilizado para descansar en la administración del tiempo perdido en competir.
Simetría: deseo religioso.
Sobrinos: hijos del par que llevan el cincuenta por ciento de los genes de la tía.
Tenis: deporte en el que se empata por horas sin quebrar la ventaja por tener el mismo patrón de conducta que el contrincante.
Vida: circo ambulante donde todavía se mantienen separados los animales que se muestran.
Zazel: primera mujer bala de la historia que mostró el riesgo del espectáculo, cayendo fuera de la red.
Bettina Bonifatti, 2022
Ph / Tim Walker, Lady Gaga
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