Tiempo de Spinoza / Entrevista con Diana Sperling

Editorial Leviatán acaba de publicar Tiempo de Spinoza, de la escritora y doctora en filosofía Diana Sperling.
Cuarta Prosa se acerca a la autora para conversar sobre su último libro, que ya está circulando en librerías.

Cuarta Prosa– ¿Por qué Spinoza hoy?

Diana Sperling– Mejor digamos: Spinoza siempre. Los pensadores fundamentales son inactuales (no están de moda, por lo tanto no pasan de moda) y eso es lo que hace que sean de una vigorosa actualidad. Spinoza se atrevió a pensar en el s. XVII cuestiones políticas, religiosas, éticas, que recién en el s. XX comenzaron a ser consideradas y puestas a la vista. Hoy esas cuestiones son urgentes: cómo se piensa el hombre, qué significa democracia, qué es la libertad, cuál es la relación entre el individuo y lo social… Diría más: Spinoza adelanta una antropología, es decir, una concepción de lo humano, totalmente inédita para su tiempo y que será, en gran parte, central para el psicoanálisis. Claro que él no habla de inconsciente -noción de la que aún no disponía- pero lo concibe, en los términos posibles para su tiempo. “El hombre, sabiendo lo que es bueno, muchas veces elige sin embargo lo malo”. Caramba!! En efecto, no es el yo, la voluntad consciente lo que mueve su elección, sino otra instancia que lo impulsa, sin saber, en la dirección equivocada. Lo crucial es que BS despoja a ese “error” de toda connotación religiosa: no es la tentación, el Mal, el demonio ni nada de eso lo que interviene, es “la esencia misma del hombre”, o sea, el deseo. Con todas sus ambivalencias…

CP– Durante años trabajaste en este ensayo. Imagino que debe haber sido un enorme desafío. ¿Qué es lo que te sostuvo en tu trabajo?

DS– Fueron cinco años de escritura, pero veinticinco de “cranear” la cuestión. Desde que di un seminario sobre Spinoza en Madrid… Ahí se me adhirió a la piel, al pensamiento, a los sueños. Lo tomaba y lo dejaba, trabajaba en otras cosas, escribía otros libros pero Spinoza me habitaba irremediablemente. Como un llamado, una voz que no podía desoír. Lo que me guiaba era, más que nada, una intuición: percibía, sin poder definirla ni identificarla claramente, una afinidad fundamental entre mi pensar y el suyo. Un poco lo que dice Nietzsche en su carta de 1881 a Overbeck, cuando descubre al holandés: “Al fin encontré a alguien a quien admirar y respetar! A partir de ahora, al menos, mi soledad es una soledad de dos”. Para Nietzsche, tan propenso a derribar ídolos y despreciar a todos los pensadores consagrados, fue un hallazgo asombroso. “Nuestras diferencias -dice- son solo diferencias de época. En lo fundamental, creemos en lo mismo”. Yo creo firmemente en esos encuentros: como en el amor, uno sabe. Algo muy fuerte te dice que es por ahí. Son encuentros que tienen mucho de revelación. No requiere explicación, no es racional. Simplemente, ocurre, te toma, y ya no se puede volver atrás.

CP– ¿Qué fue lo más difícil de enfrentar durante la escritura de Tiempo de Spinoza?

DS– Me suele pasar cuando empiezo una escritura de largo aliento, que sé que me demandará mucho tiempo y trabajo: se me abre una ventana por donde veo algo que me parece que no se ha visto antes, como descubrir una clave o escuchar un sonido que no encontré en todo lo que leí sobre el tema. Eso que te decía, una suerte de revelación. El primer escollo es pensar que estoy loca, que no puede ser que nadie lo haya “pescado”. Hay, claro, algunas cosas parecidas en otros autores, pero mi sensación es que se les escapó lo fundamental. Que no tocaron el hueso. Entonces muchas veces tengo la tentación de largar todo: “seguro que alguien lo dijo y yo no lo vi”. Por eso de que a veces se confunde ser original con no haber leído lo suficiente… Pero seguí, a pesar de todo, corriendo ese riesgo, porque ni siquiera era electivo: no podía dejar! Decidí entonces exponer mis hipótesis a la lectura de otros, ponerlas a prueba… El tiempo y los lectores dirán si mi apuesta tiene sentido o si es un delirio vacuo.

CP– ¿En qué se diferencia tu Spinoza de los Spinoza de otros pensadores y estudiosos?

DS– “Mi” Spinoza -con perdón por el abuso de lenguaje- es más tradicional y, a la vez, más contemporáneo que el de muchos otros estudiosos. Yo hablo del Spinoza judío, pero en un sentido donde lo judío no es un accidente o un mero adjetivo, sino (en un sentido plenamente spinoziano) un atributo. Él define los atributos como aquello que permite captar “la esencia de la sustancia”, es decir, no son nada diferente a la sustancia, sino su modo más propio de expresión. La mayoría de los estudiosos tienen un abordaje, digamos, anecdótico de lo judío en y de Spinoza. El mío es un abordaje estructural. Lo que me sucede es que tengo (sin quererlo ni buscarlo) una suerte de visión de rayos X para las estructuras. Así como hay gente que tiene oído para la música o captación muy fina de las formas y colores, por ejemplo, en pintura, a mí me pasa eso. Leo un texto y me “salta” a la vista la estructura, el hilo rojo que recorre todo lo escrito. Por eso, no se trata de si Spinoza iba o no a la sinagoga, si comía tal o cual comida, si aprobaba los rituales o los nombres de la tradición… Es su manera de leer, su posición interpretativa, su modo de considerar la letra lo propiamente judío en él y su filosofía. Un judío en conflicto con su pertenencia, lleno de contradicciones, rebelde… Pero, ¿no son esos rasgos estructuralmente judíos?

CP– ¿Qué consejo le darías al lector que sale de la librería con tu libro en la mano?

DS– Ya que haya comprado el libro es una maravilla para mí! Lo primero que haría es agradecerle… Luego, le pediría que lea… que lea con paciencia, sin prejuicios, sin descartar nada porque no coincide con lo que alguna vez escuchó. Que se deshaga de las etiquetas: panteísta, ateo, racionalista… Ninguno de esos calificativos explica nada, solo hacen obstáculo a la lectura. Le pediría al lector que se deje llevar por el texto pero que no me “crea”, sino que vaya a otros autores, que investigue, que me discuta si tiene ideas diferentes. Que lea, no solo mi libro sino, fundamentalmente, los de Spinoza!!!! Si algo de mi escritura lo impulsa en esa dirección, mi objetivo estará más que cumplido. Lo que un autor pide, espera, necesita, es que haya lectores que puedan pensar por cuenta propia. Ese es el deseo que orienta todo el trabajo de escribir.

Buenos Aires, marzo 2023
Ph / Diana Sperling retratada por Alejandra López