Luis Thonis: literatura transficcional/ Mercedes Álvarez

 “Mi vida me resulta una ficción. La puedo contar como un cuento de hadas o una pesadilla, las dos cosas son ciertas, lo que significa que no puedo escribir mi autobiografía. Nadie lo creería. Por eso considero a mi literatura transficcional.” (Luis Thonis)

Luis Thonis publicó Siglo de Manos y la criatura (1987, poemas), Eunoe (1991, poemas y relatos), Cuerpos inéditos (1985, poemas y relatos) Estado y ficción en Juan B. Alberdi (ensayo, 2001), No vienen avispas (poemas, 2012) y Milagro infame (relatos, 2012), entre otras obras. Formó parte de los consejos de redacción de las revistas Literal, Xul, Sitio e Innombrable.

En vísperas de la publicación de su último libro de relatos, Micoficciones, responde en esta entrevista a algunas cuestiones fundamentales que atraviesan toda su literatura.

 

¿Por qué Micoficciones? ¿Este mico de quien habla el título, somos todos?

Micoficciones podría traducirse a ficciones escritas por un mono.  Alude a cierto tipo de locura, a un doble bind donde un sujeto recibe dos imperativos contradictorios e imposibles de cumplir. La contratapa del libro dice: el hombre quiso convertirse en superhombre y derivó en supermono. Ahí está el juego de las Micoficciones, que no deja de ser nietzchiano. En Micoficciones hay relatos de todos los colores y “mundos”. Tiene que ver con la violencia – menos con la violencia simétrica, con identificación con el otro que es directamente mortífera y más conocida – sino con las formas inexploradas de violencia asimétrica donde no existe el Tercero que es o hace las veces de Ley, porque no se sostiene. Los personajes no están muy alejados de los seres humanos, al contrario, están en medio de ellos, sólo que el narrador hace jugar la vertiente delirante no hacia lo colectivo sino hacia una máxima singularidad.

 

En uno de los cuentos de Micoficciones, Migración, la protagonista deja de oír cantar los pájaros. Hacia el final, como en muchas de tus narraciones que parecen escritas casi en tono de fábula, parece que se encierra una moraleja, pero una línea antes aparece el viento y nos deja en la incógnita. ¿Hay, quizá, en cada uno de tus relatos, la pretensión de una advertencia que no debemos desoír, pero que el narrador se obstina en escamotearnos?

Hay una concepción católica de la criatura que ya está en mi primer libro: si algo vino al mundo es único, singular e irreductible a los demás. La protagonista de Migración es una mujer, alienada a un fantasma perverso que se repite y el canto de los pájaros que la obsesiona le impide escuchar algo que contribuye a hacer resonar en un silencioso trino final que supone un nuevo nacimiento. ¿Se puede volver a nacer? Sí, cambiando la relación con el origen que es cambiar la relación con la muerte. La sociedad trata de resolver esto mediante sucesivas formas de encuadramiento. La literatura que cuenta, en mi opinión, toma al sujeto fuera del cuadro, en una línea de fuga barroca.

 

En Milagro infame los personajes condensan los más grandes delirios de la Argentina actual, que a esta altura han sido perfectamente naturalizados. ¿Cuál es el lugar del otro en tu literatura? ¿Continúa de algún modo Micoficciones el planteamiento de Milagro infame?

Delirios naturalizados. Qué afirmación tremenda contenida en la pregunta. Al principio creía oír delirios neutralizados, espero que no por el canto de los pájaros. Un relato de Milagro infame, Dilema otoñal, tiene la forma del llamado dilema destructivo cuyo ejemplo clásico es el asno de Buridan: un asno ante dos costales de heno se muere de hambre porque no se decide ni por uno ni por otro. El personaje es un asesino serial de mujeres y trabaja para un dios gnóstico que es exterior a los tres monoteísmos pero que está hecho de lo peor de ellos. Hasta ahora viene matando mujeres lo más pancho pero una lo enfrenta porque le recuerda a un amante anterior, importante en su vida y esto lo enloquece. En la mujer se mata siempre la diferencia. El dios gnóstico del personaje no es ajeno a la Universidad que ve con ojos idealizados la irrupción masiva del integrismo, que postula un sacrificio moderno que no da nada a cambio. Se envía a la muerte a una generación y luego nadie se hace cargo de eso y es a cambio de mitos y fetiches. En la Argentina predomina una cultura que podría llamarse la «mística de los rehenes que se autocapturan.» La dictadura militar no dio lugar a una cultura: tuvo colaboracionistas. En la Feria del Libro de la dictadura el progresismo participó alegremente. Libros flojos como Un tal Lucas de Cortázar eran best seller y éste desde París decía que había un “genocidio cultural”. Cultural, subrayo. Siempre predominó el deseo de una Dictadura- de signo cubano por décadas- más que la imposibilidad de una modesta república.

 

Tu lectura de lo femenino resulta muy particular en la literatura argentina. Uno de los narradores de Cuerpos inéditos establece que «Por la vía de la Virgen se ha podido decir algo de las mujeres, ahí tenemos a un Joyce». ¿Podrías explicarnos esta afirmación?

La Mujer ocupa el lugar de la Ley, aboliendo toda posibilidad de un tercero y del Otro como todo lo que es ajeno confinándonos en un incesto colectivo donde todos cogen con todos. La Virgen es un chiste serio, que haya “una entre todas las mujeres” es una forma de resistir al paganismo que puede pensarse desde Astarté, pasando por Lady Macbeth- que  le pide a los demonios que le arranquen el sexo, que es un límite para ir por todo- a las modernas feminazis tipo Valerie Solanas- la autora del Manifiesto del exterminio del hombre – para las cuales el hombre es simplemente un engendro que tiene que desaparecer logrando todo lo contrario: que desaparezca ese chiste maravilloso llamado mujer.

Mercedes Álvarez

(Entrevista publicada originalmente en Revista «Llegás», febrero 2015)