
Desplegó un barracán sobre la mesa. Puso un terciopelo en el borde de la tela, un retazo de seda .
Mary Tapia, lo suyo es arte- dijo Romero Brest.
Y así, en los años 60, en medio del fervor creativo del grupo di Tella, Mary Tapia inició su recorrido.
Convencido de su talento, Romero Brest la apoyó e hizo posible su primer viaje al norte argentino para buscar telas. Mary recorrió los pueblos y se enlazó a las mujeres indígenas, productoras ancestrales de tejidos que ella llevó a las cumbres del diseño. Tejidos ignorados hasta ese momento por el mundo de la moda.
Trabajó el barracán, por vez primera, interviniéndolo con sedas, organza, tules, tafetas, materiales hasta ese momento irreconciliables con lo autóctono. Mary Tapia solía decir que el barracán es una tela tan noble y bella como el tweed inglés.
Antropóloga de la moda, la definió cierta vez Felisa Pinto.
La Tapia, como le decían, fue la primera diseñadora en intentar hacer una moda argentina.
Amante de su Latinoamérica, de sus orígenes, enraizados a la tierra más profunda, fusionó lo nuestro con lo más refinado de la tradición europea, de la cual ella se sentía también heredera.
Nacida en Tucumán, en esta artista se cruzaban las voces de la América más profunda y las de Europa, sin olvidar Japón, corrientes estéticas y de pensamiento que nutrieron toda su vida.
Literatura, cine, teatro, música, tanto folklore como ópera. Su deseo era inagotable. Y como una roca sobre la que todo se sostiene, un amor silencioso por la Naturaleza.
Su geografía fue intensa. Sus pies infantiles, sin zapatos debido a la pobreza en que vivía, se dejaban curtir por el suelo ardiente, de un rojo profundo. Y sus raíces, aéreas como las de ciertas plantas raras, buscaban las alturas para hundirse y quedarse.
Fusionada a la tierra, hasta en la vejez fue joven, cada día era un nuevo comienzo. Como el sol, pero con una dolorosa conciencia de estar viva.
Lo que me provoca a mí la búsqueda de esos materiales en el Norte, de Jujuy sobre todo, son los rastros que dejaron los incas en esos indígenas calchaquíes, diaguitas, lules, todos los indígenas que estuvieron, como un desprendimiento de los incas, deambulando por el Noroeste argentino. Y eso quedó muy grabado en mí, dijo alguna vez Mary Tapia, refiriéndose a las amadas tramas nacidas y criadas en territorio latinoamericano: del barracán –su preferido– al aho poí, del aguayo al picote. Esas fueron sus materias primas y son también las materias primas de un imaginario autóctono que ella supo rescatar del cipayismo en el que suele o solía caer la moda argentina. Su primera muestra consagratoria fue Pachamama prêt-à-porter, en el mentado Instituto Di Tella. (Felisa Pinto, La Nación, 19 de junio, 2011)
Mary Tapia/ ESTAMPAS fue una idea que se me ocurrió como tributo en 2016, cuando se cumplían cinco años de la muerte de Mary Tapia.
Fue mi gran amiga, compartíamos lecturas, conversaciones en las que la vida se revelaba para las dos, literatura. En ese lugar nos encontramos desde que yo era una adolescente fascinada por la trama textil de su escritura y por su desprecio del mundo, que yo reconocía y asociaba a los santos. (O, lo que es lo mismo, santidad que en general se impone a los artistas que se asumen como tales)
El último libro, el que estaba leyendo la noche anterior a su muerte y que nunca llegamos a discutir, fue Un espíritu prisionero, de Marina Tsvietáieva.
Mostrar la obra de Mary Tapia es poner de manifiesto su intemporalidad.
Las piezas, de colección, se miran con los ojos de hoy y se resignifican. La moda Tapia, paradójicamente, no pasa de moda. Sus diseños son siempre del presente. Formas y texturas que vienen del pasado, nos atraviesan para quedarse y proyectar nuestras miradas, como flechas, al futuro.
Los objetos Tapia están hechos de tiempo.
Tiempo del amor, tiempo de las tejedoras, tiempo de la lana y del atardecer. Las manos que van y vienen. Y Mary Tapia, con la aguja y los ojos cansados, dibujando, cortando y cosiendo, inclinada sobre su mesa de trabajo.
Cuántas veces la habré visto así, llegando de repente sin avisar a su departamento de la calle Gurruchaga, entusiasmada o angustiada con la escritura de alguna nueva novela. Compartía con ella mis dudas, mis sin salidas, esas frases escritas que me parecían irreemplazables y que me olían a impostura. Con enorme generosidad, ella me escuchaba, me calmaba, me consolaba.
Leíamos, conversábamos, discutíamos hasta la madrugada, con una copa del infaltable tinto en la mano.
Mary Tapia/ ESTAMPAS nos trae una creadora viva que, como un fragmento de la mejor literatura, nos provoca múltiples lecturas.
En este homenaje, nos encontramos cinco amigos: Sylvie Geronimi, Celedonio Lohidoy, Charo Bogarín, Seedy González Paz, y yo. Todos alrededor de un solo objetivo: mantener viva la memoria de la que fue la primera diseñadora salvajemente argentina.
Sofía González Bonorino