Cuatro poemas / Emilia Bertolé

PERFUME

 

Este perfume dulce y penetrante

me envuelve toda como un largo velo;

este perfume cálido que sube

en finas espirales por mis nervios

y en estrechos anillos

me aprisiona el cerebro.

 

¡Es Arabia, es Arabia, bien lo dice

este suntuoso desfilar de sueños…!

 

Arabia con sus noches enervantes

y sus días de fuego.

 

Hundo las manos en mis trenzas húmedas

y aspiro todo Oriente en mis cabellos!

 

PALABRAS

 

Vanidad de las calles,

de la gente que pasa,

con la torpe acechanza de los hombres

y de sus miradas

que se posan tenaces como moscas

en mi piel pálida.

 

Y el encuentro imprevisto

con el pobre amigo de cara trágica,

que me cuenta su angustia

mientras yo le hablo con mi voz más cálida

del amor a la vida:

yo que no espero nada.

 

¡Ah, la tortura íntima

de esta escena diaria!

Tener el alma muerta

y regalar palabras.

 

MIS MANOS CIERTAS VECES

 

Mis manos ciertas veces,

dan la rara impresión de cosa muerta.

Palidez más extraña no vi nunca;

marfil antiguo, polvorienta cera,

y en el dorso delgado y transparente

el turquesa apagado de las venas.

 

Carne que bien podría

si la rozara una caricia ardiente,

deshacerse en ceniza

como esas flores frágiles y tenues

que en el fondo oloroso de los cofres

en fino polvo de ámbar se convierten.

 

¿En qué siglo remoto florecieron

estas dos pobres rosas extinguidas?

Un milagro sin duda las conserva

aquí sobre mi falda todavía.

 

VIAJE

 

Melancolía de este viaje a solas

dentro de un coche viejo,

atravesando calles en que hay árboles

de un amarillo muerto

bajo el cielo plomizo

y en un hondo silencio.

 

Fina llovizna helada

cae y cae implacable desde el cielo;

brilla de agua la espalda toda curva

del infeliz cochero

y a ratos viene a mí, como distante,

su voz sonando a hueco.

 

Y mi coche fantasma cruje todo

con el tirón del pobre caballejo

que ha sentido de pronto sobre el anca

un latigazo seco.

 

¡Ah, bien quisiera yo cerrar los ojos,

cruzar las manos, olvidar mi cuerpo

y alejarme por siempre de la vida

dentro de este coche viejo!

 

Emilia Bertolé  /  «Espejo en sombra», 1927