Poemas del Gran Loco / Ryokan

Como la mayoría de les practicantes de zazen –base del Budismo Zen Soto-, conocí la poesía de Ryokan, un monje zen japonés de mediados del siglo XVIII, a través de la enseñanza oral recopilada y publicada por discípulas de Taisen Deshimaru, otro monje zen japonés que a fines de los años sesenta llegó a París en donde vivió y enseñó hasta su muerte, en 1982.

Los textos siguientes están traducidos del francés y dieron lugar a una edición muy artesanal publicada en 1995 con el título de Poemas del Gran Loco. A su vez, la versión francesa provenía de lo en el Zen se llama ‘kusen’, es decir, la enseñanza oral, de maestro a discípulo, en el doyo durante la práctica de zazen. Cabe señalar que el lenguaje en el que el Deshimaru se dirigía a sus discípules era muy peculiar, un poco en japonés, otro poco en un inglés o francés bastante rudimentarios. Al respecto, escriben las recopiladoras de la enseñanza oral de Deshimaru, en la que en ocasiones fueron citados poemas de Ryokan para transmitir los infinitos aspectos de esta práctica que remonta a Buda: “A veces la enseñanza es simple, otras es larga y profunda. Pero en ningún caso es literatura ni tampoco una conferencia.” […] “El maestro debe impresionar el espíritu de sus discípulos y para ello utiliza distintos métodos, a veces un sonido, o un poema, o una indicación muy concreta sobre la postura sentada.”

Sandra Garzonio

 

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vivo en un bosque profundo

las lianas verdes crecen

año tras año

hasta aquí las preocupaciones de los hombres no

llegan

de vez en cuando escucho el canto de un leñador

bajo el sol remiendo mi kesa

leo poemas bajo la luna

a los seres de este mundo me gustaría decirles

que para vivir una vida humana no hace falta

gran cosa

 

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una noche calma, debajo de la ventana vacía

me siento en zazen envuelto en mi kesa

ombligo y nariz en la misma línea

orejas y hombro s en el mismo plano

la ventana se pone blanca, la luna empieza a salir

cesó la lluvia pero siguen cayendo gotas de agua

hay que sentir lo que significa este momento.

Es vacío y silencioso. Sólo el que hace zazen lo sabe

 

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la noche fría en la pieza vacía

el incienso se consume, las horas pasan

afuera mil cañas de bambú

sobre la cama, algunos libros desordenados

aparece la luna en la ventana blanca

los insectos graznan, las cuatro vecinas

están silenciosas

Es sin límites, infinito

Frente a ello, ninguna palabra

 

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Cuando no hay deseo todo alcanza

cuando hay, nada puede saciarlo

simples verduras pueden curar el hambre

un hábito de monje basta para proteger el cuerpo

voy solo, acompañado de ciervos

canto con los niños del pueblo

enjuago mis orejas en el agua (1), al pie de

la roca

y me gustan los pinos de las cumbres

 

(1) Enjuagarse las orejas, en el Budismo, es abandonar su propio punto de vista, sus opiniones.

«Para escuchar la Vía, hay que lavarse las orejas.»

 

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viejo amigo ¿cómo olvidarte?

en tu casa campesina descansa ahora mi bastón

los árboles cada vez más verdes entre la bruma y la

lluvia

a punto de inflamarse, las peonías rojas

 

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vivo en la ladera del monte Kugami

mi puerta se abre sobre la montaña esmeralda

si no te repugna la soledad

ven a golpear mi puerta del bosque

 

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en lo árboles, el ruido de las cigarras

al pie del peñasco corre el agua

el chaparrón de anoche borró el humo y el polvo

no digas que en mi choza no hay nada

la ventana está llena de aire fresco para compartir

contigo

 

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frente a frente sin hablar

ninguna palabra, un sentimiento sin límites

el bolso lleno de libros abiertos sobre la cama

la lluvia golpea sobre el ciruelo frente a la ventana

 

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el viento de la primavera se ha calmado

haciendo sonar los aros de mi bastón

llego a la ciudad del este

verdes verdes los sauces en los jardines

flotan flotan hierbas de agua sobre el estanque

en mi cuenco, perfume de arroz de mil familias

mi corazón renunció a las glorias de este mundo

sigo piadosamente las huellas de los viejos budas

y mendigo mi alimento

 

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La vida y la poesía de Han Shan  (siglo IX), el ermitaño de la montaña fría de Tien tai (China) influyeron mucho en Ryokan

 

habiendo mendigado mi alimento todo el día

vuelvo y cierro el portal de ramas

en el hogar quemo hojas y astillas

leo tranquilamente los poemas de Han Shan

el viento del oeste sopla y la lluvia de la noche ssa ssa

riega la choza

a veces me acuesto y estiro las piernas

ningún pensamiento, ninguna duda

 

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Abandonar la familia significa volverse monje

 

desde que abandoné mi familia

paso mis días siguiendo el curso de las cosas

ayer en la montaña azul

hoy en la ciudad

mi kesa cien veces zurcido

mi cuenco atravesando los años

bajo la noche límpida

apoyado en mi bastón

desenrollo mi estera y me duermo bajo la luna

¿quién puede decir que todo esto es vano’

es lo que mi cuerpo necesita, exactamente

 

Poemas tomados de Ryokan / Poemas del Gran Loco / Schiumerini ediciones, Buenos Aires, 1995

Recopilación y traducción: Sandra Garzonio