Jack Kerouac: Ángeles de la Desolación / Hugo Savino

“Yo estaba destinado  a vivir según mi propia vía.” Jack Kerouac, Ángeles de la Desolación.

“La luz de la vela está hecha para la escritura santa como TRISTESSA y DESOLATION ANGELS… pero… son libros sagrados…” Jack Kerouac

 

Ángeles de la Desolación empieza en las tardes de pereza. De contemplación. En el Pico Desolación. Jack Duluoz contempla el Vacío. El monte Hozomeen al norte es el Vacío. Su Vacío. ¿Cada uno de sus lectores tenemos un Vacío único del Tiempo? La joroba nevada del monte Baker. Jack Kerouac apuesta a un lector del otro lado de la mesa.  Que espera este envío. Soy ese lector. En este libro sabe, porque no sabía, que ya su Leyenda es botella al mar del océano del inglés.  Por ahora, en el arranque, nos enteramos de que tenemos setenta días de contemplación y de lectura. Hay tarde y hay pereza. Y hay soledad. Y hay libros. Y libretas para escribir.

“Escribo la Leyenda de Duluoz como si fuera un gran sueño único y la cosa en su totalidad, ya sea en una sección que  trate de los sueños del dormir y que se llama LIBRO DE LOS SUEÑOS o ya sea una sección que consigne el registro de meditación Samadhi (LIBRO DE LOS ÉXTASIS), o ya sea  una sección que trate acerca de las aventuras pasadas, presentes y futuras (como DOCTOR SAX, mi TRISTESSA ahora o mi futuro GUARDAFRENOS EN EL FERROCARRIL) – la totalidad de la Leyenda de Duluoz debe considerarse como un gran sueño con un lenguaje espontáneo unificado que va durmiendo el relato para siempre, de modo que en mi cama-dormir el tumulto pueda continuar – y el tumulto, como el tumulto de FINNEGANS WAKE, no tiene ni comienzo ni fin – de modo que al final  la Leyenda de Duluoz ESCRITA no sea más que un fragmento minúsculo de la enorme ignorancia de la conciencia en la Matriz de Tathagata.” (Jack Kerouac, carta a Malcolm Cowley, 11 de septiembre de 1955, Berkeley, California)

Hay un pico: el Pico Desolación.

“Acabo de escribir cuatro cartas a los rangers de distrito en el Estado de Washington para presentar mi candidatura para los trabajos de vigilancia de incendios.” (Jack Kerouac, carta a Philip Whalen del 5 de enero de 1956. Rocky Mount, N.C.)

Recapitulo: está el Vacío. ¿El del tiempo? ¿El del tiempo en el espacio? ¿Los agujeros del espacio? ¿Los agujeros del Tiempo? Está la contemplación.

Y la lectura: “Cuando algo me resulta incomprensible [Finnegans Wake, Bajo el Volcan de Malcolm Lowry] trato de entenderlo, el intelecto del autor y su pasión, y su misterio. Ponerle el rótulo de incoherente no solo es un error semántico sino un acto de cobardía y de muerte intelectual.” Jack Kerouac

Y la elección: “De manera directa yo sabía que a mi edad, 34 años, era mejor ayudar a un hombre viejo antes que andar con aires triunfales por los salones.” El tironeo de la época.   Los saloneros de siempre. Contra la obra. Jack Kerouac acentúa la obra como Leyenda, y como crónica, se sitúa como el cronista de la escritura de su vida,  contra el programa de la domesticación del autor que propone la estética.

Jack Duluoz va con la ilusión de estar frente a frente con Dios o con Tathagata, un origen, pero el origen está perdido. El único origen para Jack Kerouac es escribir esa “Desolación en la soledad”. Kerouac empieza todos sus libros planteando problemas de lenguaje. Nunca tuvo el deseo de la anulación del lenguaje. Tampoco entró en la fiebre del inglés como vía del comunicacionismo. Aquí, en el Pico Desolación, ninguna posibilidad de fingir sociedad, solo frente a Duluoz. Con sus odios, sus aburrimientos, sus ganas de saltar al vacío, sus ilusiones y su propio miedo. Y el tedio que sobrevuela.

“Me conseguiré los mapas en Seattle, así como los  calcetines Kwakitul. Para mi mochila, compré un par de Skeds a modo de “zapatillas de tenis”, es el nuevo modelo. Mi madre me compró un pullover de cuello alto. Te digo, nunca había soñado en el transcurso de estos años de refinamiento que alcanzaría este punto delicioso donde las pequeñas cosas simples como las vestimentas y los artículos para mi mochila serían hasta tal punto interesantes – nacido de estas satisfacciones efímeras, el santo tal vez encuentre el Nirvana…” (Jack Kerouac, carta a Gary Snyder, 8 de marzo de 1956, Rocky Mount, N.C.) – 523

Pero antes de subir al Pico Desolación le escribe una carta  a John Clelon Holmes, el 27 de mayo de 1956. Toda la soledad de escritor de Jack Kerouac está ahí. En el final se dice y le dice: “me gustaría sacarme de encima mi compulsión a escribir. Ya escribí lo suficiente como para abandonar la escena.” Porque hay una escena. Y es donde se rechazan y se publican los libros. En esta escena de escritores, que como decía Néstor Sánchez, basta con poner la mano en los títulos de las novelas para no leerlas, todos duermen haciendo ejercicios narrativos, mientras Jack Kerouac “delira y delira sin dirección y sin historia y es algo que no funcionará por cierto aun si voy a terminarla a la vez que hago otras cosas.” ¿Se entiende de qué va “compulsión a escribir”?

Jack Kerouac se va convirtiendo en ese forastero a su tiempo, a su época, a su país. Por la escritura de lo que quiere escribir. De lo que no sabe que va a escribir. Se resiste a ponerse el uniforme del Estado. Ser de una época, dijo alguien, es ir perdiendo la voz, es ir aceptando las ideas recibidas, las premisas de la autoridad dominante. La época te raciona el pan, te pone en la cola. Bono de racionamiento antes de darte diploma. La domesticación tiene reglas muy estrictas.

Críticos: “Estoy furioso contra Rexroth no porque perdió la calma cuando yo quería más vino en su casa & tuve exigencias desmedidas, supongo, sino a causa de lo que dijo acerca de Dr. Sax, el libro que escribí en 1952; apestaba a celos y a despecho y apestaba también al parasitismo enmohecido del crítico que  se gana tranquilamente la vida o se hace una reputación a costa de los que se la juegan en la creación.” (Jack Kerouac, carta a Gary Snyder, 16 de enero de 1956)

 

Ángeles de la Desolación no tiene explicaciones. Tampoco palabras en el aire.

“Aurora boreal

sobre Hozomeen –

El vacío más inmóvil.”

 

Como nada dura, no vale la pena hacer preguntas, o llorar, pero hay un no valer la pena que se puede decir de mil maneras, una es recurrir a Shakespeare: “el gruñido adormilado del purpurino Lear sobre su landa  de lamentos.” Y, desde ahí, arrancar. Sí, siempre hay una landa de lamentos que hay que atravesar. Infinito atravesar.

“Estoy aquí en lo de mi madre en Florida escribiendo muchísimo a máquina, nueva novela Ángeles de la Desolación, que es loca en toda su extensión.” (Jack Kerouac, carta a Philip Whalen, 31 de diciembre de 1956, Orlando, Florida)

Lejos, y atento, para no dejarse arrullar por los contemporáneos. Por la vigilancia. Escribir para no callar hasta lo más íntimo. “Confrontación” solitaria con sus cuadernos. Sus libretas de notas. Sus esbozos: “donde está […] el rostro de su vida.” (Marina Tsviétaieva)

 

“Y siempre el Vacío es inmóvil y nunca se moverá. Pero yo seré el Vacío, que se mueve sin haberse movido.” Y si el Vacío no se mueve, taimado como es, no sé si Jack Duluoz comparte lo que digo, entonces, le hace envíos, se los escribe y entra en la leyenda Duluoz. La Leyenda Duluoz es una leyenda firmada de envíos. Jack Duluoz vive en USA, no tiene medioevo. No puede recurrir a Froissart. Puede ir a su mesa de luz y leer La cousine Bette, o un Victor Hugo. O un Twain. Que es su cronista. Y lee y hace  su leyenda. Un envío Twain o un envío Céline, o cinco envíos Finnegans Wake, y no será, se moverá. La frase en movimiento. Jack Duluoz  compone, y de repente, el lápiz va más rápido que él.  ¿Se entiende de qué va la improvisación en La leyenda Duluoz? Improvisación quiere decir no defenderse de la evocación, de lo que surge. De la noche remota de la infancia.

Shakespeare lo acompaña en el Pico Desolación. En esa soledad inmensa nadie conoce el nombre de Shakespeare ni el de él. Dos perfectos desconocidos. Ángeles de la desolación se escribe con Shakespeare. El forastero Jack Duluoz. Que nunca escribió para el Estado, tampoco soñó con el Estado, y menos con ser consejero de algún príncipe, y le será reprochado. Ya está. Hay que leer Shakespeare y el outsider. Así no siguen con el Kerouac beat.  O a contra cultura. O el Kerouac a madre. Eso se lo pueden dejar a sus envidiosos amigos. Que tocaron solo lo que conocían. Y de paso, Kerouac nunca separó prosa de poesía.

Y está el viento:

“El viento, el viento –”

Sobre la mesa de la cabaña: papel, lápices, libretas, taza de café, tabaco. Es la escena de esos sesenta y tres días. “La espera es larga.”

Ángeles de la Desolación es el libro del alejamiento de su generación. Un día, esa banda de tipos que oían el ruido del mundo se volvió generación. Famosa. Responsable. Jetona. Destinada a servir. Se pusieron la ropa de la Institución. Y se volvieron expertos en el arte de no decir nada. En el arte de simular responsabilidad. El supremo aburrimiento. O sea anti-Kerouac. Que no era sirviente de ninguna corriente, que nació en huelga ante la sociedad, Jack Kerouac que solo servía a su arte, se alejó. Una nueva vida para él.

“Qué lúgubre fue mi “regreso a N.Y.”, Dios mío, mis amigos van envejeciendo cada vez más y se vuelven más difusos y me tratan con un desdén y una desenvoltura más difusa aún, hasta tal punto que me quedo sin voz cuando estoy con ellos – me sentí como un clochard entre ellos – ni siquiera me tomé el trabajo de explicarles los Dharma, no podía abrir la boca – detecto signos de crueldad en su envejecimiento, y  como estaba tan triste y ausente, dirigieron toda su crueldad en mi contra (como A.G. y Rexroth) – estoy allí estúpido y echado a la calle donde observo a Alene, mi antigua pasión, besarse con otros hombres en el bar – me acosté sobre un banco en el viento helado para pensar –” (Jack Kerouac, carta a Philip Whalen del 7 de febrero de 1956)

Para Jack Kerouac la literatura no es un absoluto de esquemas de conquista de algún poder.  Tragar el sapo del clisé es entregar la voz. Así que no militará en la lengua de palo de Allen Ginsberg y su “nuevo esquema  de construcción de  un gran “frente unido” para unir a los poetas del Este y el Oeste”. (Tom Clark, Kerouac) La única banda que Kerouac acepta es la del café, el vagabundeo, la conversación y la errancia.  “La banda de Allen la integraban él mismo, Peter Orlovsky, Gregory Corso (el nuevo y taciturno “ángel negro” del grupo), y un Kerouac poco confiable  que no podía evitar quejarse de que, lo que fuera “que estuviese filtrándose en el cerebro de Ginsberg”, iba “más allá de [su propia] inteligencia no-política y que, de todos modos, Allen era demasiado serio y estaba demasiado preocupado por las consecuencias de todas las cosas”.(Tom Clark, Kerouac)

A partir de ese año hay que retener ese poco confiable. Es un hilo para oír algo de lo que va de Stephen Dedalus a Jack Duluoz. A lo que Kerouac llama su Leyenda. Y su Leyenda se queda sola, porque a mediada que la hace, se revela como una crítica de la vulgata ficción, y de la vulgata contracultura. De toda la impostura celebratoria. Como nadie entiende y menos sus amigos, nadie puede responder a su obra. La contracultura, aspiracional como es, engendra sus especialistas, y se achica el espacio de responder aunque no se entienda.  Así que Kerouac empieza una nueva vida. Vuelve a encontrar el extranjero que siempre fue.

Un salto afuera de la generación.  “Curioso salto fuera del círculo de la envidia mortífera.” (Pierre Guglielmina)

“¿Y para quién hago mi esfuerzo y privo mi alma  de abundancia?  Eso también es vaho  y triste tarea” (Palabras del Sabio, IV, 8, traducido de la traducción de Henri Meschonnic).

“No estoy furioso contra Rexroth [..] Después de todo, él (Rexroth) hace su carrera y gana su vida gracias a nosotros, los “genios maleducados” – su trabajo consiste en evaluar los libros que escribimos, no por la cantidad de vino que queremos beber o lo que podemos decir ante su estante de libros.” (Jack Kerouac, carta a Gary Snyder, 14 de febrero de 1956, Rocky Mount, N.C.) La evaluación tiene su historicidad. Max Nordau no se fue nunca.

“Kerouac cuenta cómo su doble biográfico, vigía aferrado a la pendiente del pico de la Desolación encontró “el hilo indestructible de la poesía impersonal”, a pesar de los deseos de éxito, de las promesas de gloria, de los aplazamientos, de las vigilancias, de las hostilidades de los críticos, de la soledad y de su propio miedo (“…, los días, no las horas pasaban y yo no tenía las tripas para un salto de ese tipo…”). Ángeles de la desolación, “libro sagrado” y sacrílego, es el relato de ese salto realizado, como corresponde, in extremis.” (Pierre Guglielmina).

Su Shakespeare y el outsider es uno de sus manifiestos poéticos. Toda la Leyenda debe ser leída con Shakespeare en la mano. Como compañía, o música de fondo. A favor de lo íntimo inconquistable. El poema de la continuidad de lo registrado en el cuaderno de notas.  La nota es una de las frases de Jack Kerouac.

Y está James Joyce. Jack Duluoz sueña despierto con James Joyce: “Entono canciones lascivas sobre la luna en los callejones de Dublín.” Joyce no como influencia, no, como impregnación. Céline como impregnación. En algún lugar de este libro está la cita iluminadora de Joyce Johnson cuando cuenta de lo que hace Kerouac cuando está seco. Algunos quieren ir a Dublín. Y se entiende. Es la capital de un santo. Soñar con Dublín y oír los ruidos de América.

Kerouac no tenía nada de Maestro – salvo si alguien le decía que era como Rembrandt. No era maestro en una época que los empezaba a pedir. Todos los mancos de escritura se hicieron maestros cursillistas. Y devinieron jefes de Sociedad de Fomento culturales. Que no dejaban pasar sus libros porque no eran ficciones :”Todos mis libros son  100% historias  verdaderas solo que con los nombres cambiados” (Jack Kerouac, carta a Bernice Lemire, una estudiante del Boston College, originaria de Lowell, 15 de julio de 1961)

La calle está en el mundo, en el lenguaje, y también el silencio de Desolación, pero Jack Duluoz hace su trabajo y baja, y otras aventuras esperan:  “No haría más que pasar a través de todo, como lo que pasa a través de todo – / Y mañana es viernes.”  Hay un bajar de pico a calle :

“Mañana resplandeciente sobre escritorios matinales

Donde la realidad pesa con toda su fuerza.”

Y hay un final de la noche :

“Neones restaurantes chinos

que se acercan –

Chicas que pasan junto a las persianas”

Kerouac pasó las primeras semanas de 1957 tipeando la primera mitad de Ángeles de la Desolación (la segunda parte la escribiría en en 1961). (Paul Maher JR., Kerouac)

Jack Duluoz : “Y en la época a que me refiero, el  rubio dueño vienés se movía de un lado para otro  con toda energía para ver si todo estaba en orden. Pero ayer a la noche (ahora, en 1961), volví allá y ahí estaba dormido en una silla en la cocina […]”. Hay un volver como cronista al pasado.  Testigo directo. Kerouac es novísimo y pasado de moda la vez. En el mismo movimiento. En cada libro va poniendo su historicidad. No sigue ninguno de los manifiestos de las vanguardias. Su obra no es de ninguna vanguardia. “El cuerpo del escritor son sus manuscritos.” (Tsviétaieva).

Ángeles de la Desolación lo escribí a la luz de las velas… Es como una ceremonia religiosa.” Así Jack Kerouac describe el recogimiento que presidió la redacción de este singular episodio de “la leyenda de Duluoz”, marcado por un despertar y el comienzo de una vida nueva a través de una lengua nueva. En el transcurso del año que precedió a la aparición del legendario En el camino.” (Pierre Guglielmina).

Seguir la leyenda en desorden. Insistir : leyenda es lo que hay que leer. No desmitificar nada. No seguir la voz del amo que tiene un Kerouac escritor y un Kerouac reaccionario. O a esos que tienen un Kerouac beat. Solo hay Jack Kerouac autor que firma en todo el tejido de La Leyenda de Duluoz.

Jack Duluoz “fue más lejos que todos los otros.”, como, el mismo lo dice, el viejo buscador de oro idiota de la película el Tesoro de la Sierra Madre. Trata de explicarlo, pero ve que Charley, ese viejo camionero no entiende su acento, y como Duluoz no es de los que escuchan sus ecos como loros recordadores de minúsculas glorias, se calla. “Ellos tal vez no entienden ni una palabra de mi discurso con los acentos del Canadá francés y de New York y de Boston y de Oklahoma todos mezclados e incluso español e incluso Finnegans Wake –” Para Kerouac no hay genio de la lengua. Hay un escuchar como se puede y hay un responder en Leyenda. Y la posibilidad de no ser ni oído ni entendido. Y hay una entrega a su poética de la memoria.

Los ruidos de América : “Cordones de las veredas,  oscuros callejones traseros donde los pisteros hacen giros chirriantes – y el motor ruge sobre sus neumáticos, ¡chriiis!  – se oye eso por todas partes en América, es el infatigable Joe Champion que se la pasa muy bien – América es tan vasta – la amo tanto – y su refinado fondo y se expande por sitios destartalados, o en barrios pobres, o del lado de Times Square – los rostros las luces los ojos – ” Insistir. No hay genio de la lengua. Hay franco-canadiense, más inglés, más francés, más Finnegans Wake. Tampoco hay comedia del origen. Kerouac no escribía inglés comunicacional como hacen algunos  filósofos de academia.

Los ideólogos y los profesionales de la literatura, nunca le perdonarán a Kerouac que ponga a un hombre, a Joe Champion en este caso, que esté ahí, pasándola bien, a la espera de la buena suerte o de nada, oyendo los ruidos y los silencios de América,  que beba, nunca le perdonarán a Kerouac que no lo mande a hacer la revolución o a aplaudir a un rockero. Mientras exista un libro de Kerouac, habrá un Joe Champion que irá a fomento. Patio, enredadera y mate.

Angeles de la Desolación fue publicada y recibida como Kerouac esperaba: algunas reseñas hostiles que criticaban su estilo libre, y otras que reconocían la importancia del escritor en la literatura americana.  Como de costumbre, el New York Times, en una reseña del 2 de mayo de 1965, señaló que la celebración de Kerouac de la vida no era otra cosa que una “vasta e intrascendente épica de sí mismo y sus amigos, donde ya ni siquiera intentaba disfrazar la memoria con adornos de ficción, y ofreciendo esto como el libro sagrado del Movimiento, el trabajo canónico.” Casi como un ocurrencia tardía, el reseñista Saul Maloff concluía, “Si al menos estuviese burlándose de nosotros, pero no, él es más allá de toda comparación el escritor más honesto que tenemos.” (Paul Maher JR., Kerouac). La sacrosanta ficción. Que ya ocupa todo el terreno. Tema: la vaca. En ejercicios tallerísticos. De premisas previas. Prescripciones de relato. Eliminación de lector. Para ellos no hay problemas de lenguaje. De traducción. Hay esquemas de ficción. Tienen siempre la buena traducción, la correcta. Solo escriben y leen textos solubles. Kerouac estaba en el lenguaje, en los problemas del lenguaje. Escribió una obra irresoluble. E insoluble. No vivía en los esquemas, en el léxico.  Para Kerouac el lenguaje no es un desfile de palabras. Como dijo alguien “felices los especialistas”, para ellos no hay problemas de traducción. El esquema les resuelve todo.

“Cuando volví me encontré una carta, conseguí el trabajo de vigía de incendios este verano en la cima del Pico Desolación en la región primitiva del Bosque nacional de Monte Baker sobre el río  Skagit, a 20 kilómetros al sur de las áreas salvajes de Columbia Británica.” (Jack Kerouac, carta a Lucien Carr, 24 de febrero de 1956, Rocky Mount, N.C.)

Jack Duluoz toma una copa en un rincón apenas iluminado del cabaret. ¿Qué le pasa por la cabeza? Mira a Merriday, que viene del otro lado de la bahía. Merriday, la de las tetas perfectas. Nadie la mira, no sabe moverse en un escenario. Jack Duluoz la inmortaliza en su torpeza, en su timidez. Apenas la vio unos minutos.  Y llegan los dos clowns. Abe y Slim. Hacen su número y Jack los esboza también. Entran en el océano del inglés. Junto a Lolita, la Española, su preferida. Desde Seattle. Y después entra un bailarín negro de claquetas: “Es un gran drama humano que ocurre ante mis ojos de desolación omnisciente –  cabeza abajo.” Ese bailarín de claquetas  se juega todo ahí, viejo, tratando de hacerlo bien. Leer Ángeles de la Desolación y traerlo al argentino, es ponerse en la orilla del movimiento de separación, del urraquismo del toma y daca.  Pegajoso. Kerouac y yo. Y tal vez alguien como Pete Carini, allá en México.

 

Envejecer : “Todos mis amigos van envejeciendo y se vuelven feos y gordos, y yo también, y solo quedan esperanzas que no se cumplen – y el Vacío seguirá su Vía.”

“Perdidos.

Nada más que perdidos.”

Pero Jack Duluoz tiene que ir a San Francisco. ¿Qué está haciendo Cody? ¿Dónde están Irving y Simón y Lazarus y las chicas? Hay más preguntas que respuestas en Ángeles de la Desolación. O mejor : hay preguntas sin respuestas.

Desolación : “Todo saldrá bien, la desolación es la misma en todas partes y la desolación es todo lo que tenemos y la desolación no es tan mala.”

Entonces queda claro que Jack Duluoz ya sabe algo, que no puede esperar nada ahí donde nadie puede oír nada de lo que escribe. Así que se recomienda a sí mismo : “Come tus huevos / y /Cállate”. Es un largo aprendizaje la separación. No servir. No obedecer. A la época.

Situarse tiene un precio : “Me deja atónito que no parezcas entender, puesto que ya escribí tanto, que esté aterrado ante  la idea  de continuar por miedo a no ser más que un charleta. Tengo, solo en la Leyenda de Duluoz (EN EL CAMINO, VISIONES DE NEAL, VISIONES DE GERARD, VISIONES DE MARY, VISIONES DEL DOCTOR SAX, VISIONES DE LOS SUBTERRÁNEOS, VISIONES DEL FERROCARRIL), siete novelas no publicadas que representan un total de más de un millón de palabras; todo eso, más LIBRO DE LOS SUEÑOS, DHARMA, LIBRO DE LOS BLUES y el resto (Visiones de Lucien empezado, etc.), un enorme trabajo de toda una vida ya terminado y ni por un segundo pienso que no podría ser bueno. Es muy bueno  para ser verdadero y no sé lo que debería hacer en lo que respecta a la charlatanería o al carácter repetitivo. […] Así que ahora soy verdaderamente un viejo escritor cansado y me deja atónito que nadie lo sepa, salvo tal vez Allen, Will Lee, Cowley y Giroux.” (Jack Kerouac, carta a Philip Whalen, 6 de marzo de 1956, Rocky Mount, N.C.)

Los críticos de Jack Kerouac solo pueden oír lo cultural. La historia y sus relatos edificantes.

La época nunca contempla el tiempo de uno. Solo el de sus intereses. Sartre inventó el clisé del compromiso como contribución al mantenimiento  del orden. De ahí salió todo un estilo. En el sentido Michaux : “El estilo, resultado de las necesidades de una época, determinado  por exigencias independientes de la voluntad del artista, no puede enseñarse.” Ángeles de la Desolación es también un libro contra la pretensión de un estilo de época. Nunca llega a cumplir las condiciones que la estética pide para tener un  puesto en lo cultural. Nunca va en la dirección que a su banda contra-cultural le hubiera gustado que vaya. Los académicos de lo nuevo no entienden que finalmente Jack Kerouac tampoco fue contemporáneo de nadie. Es tan asocial como Melville.

Con Kerouac los sociologismos varios, salvo excepciones, se vuelven historiadores, lo encierran en la época y no lo dejan respirar. No estaría en la modernidad. Es decir su obra ya pasó. Apenas testimonio de época. Lo ponen al margen. Pero Kerouac era un lector, los libros que lee “preceden y siguen lo que escribe.” El saber ignora que en ese margen al que creen condenarlo “los bordes de sus libros se alejan.” (Meschonnic) y los lectores se alejan con esos libros. ¿De qué se alejan? Fundamentalmente del academicismo de lo nuevo. Jack Kerouac se mueve en lo inacabado.

Jack Kerouac es de la época que le tocó, pero supo salir de esa noria. Y sigue saliendo, indefinidamente, con cada lector. El consenso no suelta la presa, un Joe  Champion o un Mallarmé dos candidatos a Max Nordau. Las cosas nuevas se hacen contra el realismo de la cronología década del sesenta. Cada libro de Jack Kerouac es el poema que le ocurre a su voz. En un viejo programa de radio, maravilla del podscat, escucho a un beatnik post que lo declara obsoleto en 1962. Lo que no podía escuchar es que Jack Kerouac hace y deshace la época, en el mismo movimiento. No se dejaba hacer por la época. No se adaptaba a las llamadas a fila. Está visto que el  sociólogo o el filósofo de la estética, dueños de la distribución de prestigios, eligen generalmente los malos libros. Los libros con estilo.

Toda su vida se transforma en una epopeya que pasa por su voz, por su manera de decir. Jack Kerouac nunca separó la relación de su obra con la poética, la ética y lo político. Kerouac hace que se escuche lo que se silencia. Es su utopía.  Y justamente, esa manera de decir es la que desata la guerra. Y eso no es el estilo. El estilo es de lo mismo a lo  mismo, su manera es una escritura de la vida, contra lo mismo de los relatos de la historia literaria. Su voz, cuando apareció, ya era insoluble, lo sigue siendo, así que hubo varios intentos de normalizarlo, Ginsberg es uno: la carta que le manda a Kerouac el 12 de junio de 1952 es una suma de lugares comunes, de la lengua de palo, una “lección” de historia literaria, es decir, de lo que no debe hacer para poder hacer lo mismo de lo mismo, pedagogía Ginsberg y sobre carrera literaria: “Es una locura (pero no simplemente una locura inspirada), sino una locura incoherente.” […] te avendrías a retocarlo? ¿Qué tratas de expresar, hombre? Tú sabrás lo que has hecho? […] En el camino alcanza a duras penas su objetivo, que es que signifique algo para otros (o para mí, que conozco el argumento; es rescatable.” “Es rescatable” es de una comicidad de maestro en el huevo. A la intimidación por la vía de corrección política de Ginsberg, Kerouac responde: “¿Crees que no me doy cuenta  de la envidia  que me tienes y de que tú, Holmes y Solomon darían el brazo derecho por poder escribir con el estilo de En el camino? No me dejas otra alternativa que escribir cartas imbéciles […] tipos como tú… poetas, sí… altaneras y pequeñas variedades del mismo modelo… páginas de aceptable barroquismo pulcramente presentado (letras pequeñas  en el centro de cada página)…” (Jack Kerouac, carta a Allen Ginsberg del 8 de octubre de  1952).

“En este momento escribo traduciendo directamente del francés que tengo en la cabeza.” (Jack Kerouac, carta a Allen Ginsberg, 8 de noviembre de 1952, San Francisco, California)

La banda, auto-satisfecha en su utopía comunitaria, en su afán de agradar, nunca pudo entender que Kerouac empujaba los márgenes en que lo encerraban las ideas culturales.  Lo querían hacer vivir en una comunidad de poetas, que escriba poemas reconocibles. Kerouac escribía lo que no conocía.  Para él, el pasado, enigma infinito, está siempre activo en forma de lectura, de memoria, memory baby, de rememoración.

Viking Press reclama normalizar puntuación, ajustar a estilo de editorial :  “Hay cosas buenas en  THE DHARMA BUMS, quemé 500 dólares para restaurarlo… sí, en su forma original… ellos – ¡se apoderaron de THE DHARMA BUMS! Y cambiaron todo – ¡pusieron 3000 comas! ¡Y más!… transformaciones tipográficas… manipularon las frases, todo – entonces volví a poner las cosas en su lugar, ¡y me enviaron una factura de 500 dólares! Con la descripción : ¡CORRECCIÓN!… pero se trataba de una ¡RESTAURACIÓN! – Habían enroñado todo. Y dijeron que era el Estilo de la editorial Viking, ¡ahsísí! Y de manera muy gentil… ¡¿¡¿oyó hablar alguna vez del ESTILO DE LA EDITORIAL!?!? – y bien eso es algo que va bien para los burdeles, pero no para los editores.” (Entrevista con Alfred  G. Aronowitz)

“Cuántas tonterías se dicen acerca del estilo.” James Joyce.

“Acabo de terminar de leer la vida de James Joyce […] Como sabes, supongo, Ángeles de la Desolación está ahora en proceso de composición en Coward McCann. Dos veces  más larga que cuando la leíste (otra novela agregada, la continuación). Creo que ya te conté todo esto. Pero ahora en la paz de mi nuevo estudio en Florida, empiezo a agitarme con la preparación de mi nuevo trabajo, a fin de completar el estante  de la Leyenda de Duluoz, de llenar el espacio  entre  Maggie Cassidy y En el camino y no creas ni por un segundo que me siento inferior a James Joyce porque el trabajo de mi vida es por entregas que van a terminar por superar la veintena de volúmenes y que los proyecto como “relatos en el tiempo” más que como ritmos lingüísticos universales bajo la forma de dos largos “poemas” como ULISES y FINNEGANS WAKE. No, tengo mi senda de caballito salvaje para llegar a la misma orilla de mar satisfecho.” (Jack Kerouac, carta a John Clelon Holmes del 8 de diciembre de 1964, San Petersburgo, Florida).

Escribir epifánico en Ángeles de la Desolación. La inteligencia literaria de Jack Duluoz. Tiene un hilo directo a la inteligencia literaria de Stephen Dedalus.

Malcolm Cowley es la clásica vacilación del crítico frente a lo insoluble, no sabe cómo leer una voz sin precedentes,  es el crítico que solo puede leer desde lo cultural. Su informe acerca de En el camino es un catálogo de estereotipos:  “No es un gran libro ni siquiera un libro  que uno pueda amar, pero es real, honesto, fascinante, enteramente para el placer, la voz de una nueva generación.” Y Jack Kerouac trata de ponerlo en la onda en una carta del 4 de febrero de 57, escrita desde la casa de Joyce Glassman:

Querido Malcolm,

Dos cosas que no tuvimos el cuidado insertar en las notas para la introducción.

(1) El hecho que, como “ángel que registra”, debo sin embargo hacerlo bajo la forma necesariamente personal de un pájaro en vuelo en una leyenda, que es la LEYENDA DE DULUOZ, a la que pertenecen todos mis libros con la excepción de la primera novela naturalista Town & City.  “Duluoz” es Kerouac, como ya sabe, pero podría subrayarlo.

(2) Nos olvidamos de agregar el LIBRO DE LOS SUEÑOS a la lista completa de las obras, que es un tomo de 300 páginas de una excelencia segura, sueños escritos espontáneamente algunos de ellos  en la lengua particular del sueño en esa  ligera duermevela del despertar.

Si tiene tiempo, dígame qué piensa literariamente-espiritualmente y luego profesionalmente de ÁNGELES DE LA DESOLACIÓN, y si elige este o DOCTOR SAX para nuestro próximo trato.

Espero que tenga buenas vacaciones, –

atentamente

Jack

 

No hago biografía de Kerouac. No se trata de su vida. Son sus libros leídos en el sugerir y no en el nombrar. Leo la escritura de su vida. No describo nada, no narro nada. Notículas, espero, como aprendí de Éric Mazet. Solo mis impresiones. Mis puntos de vista. Responder Jack Kerouac. No me interesa la hagiografía beat. Y menos que menos la contracultura. Ese invento burgués para ser eterna y publicitariamente joven.

Jack Duluoz mira a la rubia que trabaja en un drugstore – la vida le reservó  un verdadero programa de mártir como a su madre. En la conejera del esfuerzo cotidiano por nada. Tal vez un trabajador en la República de los Pueblos “dignificado” por el trabajo quiere ausentarse de lo social. Una bestia cliente protesta porque no encuentra el ketchup. Entran dos tipos hambrientos, nadie la ayuda. Jack Duluoz estudia al tipo que tiene que ayudarla, es de los que  creen que las mujeres están ahí para servirlo. También estudia a la rubia. Estudiar quiere decir escuchar sus silencios, sus gestos. Esbozar. Responder por poema: “Un ángel de mujer – E incluso un vagabundo como yo, nadie para amarla esta noche.”

“Ahora estoy de vuelta en este maldito film del mundo y ahora ¿qué voy a hacer?” Este es el punto de inflexión. hará  un libro. Que irá más rápido que él. Escribirá, una vez más, cosas que no maneja. Lo que no conoce. Y se dará cuenta de que tampoco domina lo que conoce. Nunca fue solo su aventura lo que escribió. La fue descubriendo en su voz. Sus libros no tienen ni principio ni fin. Solo la unidad inacabada de la Leyenda. Ahora escribe el salto fuera de la generación. Con lo que pasa por su voz. No hay fusión. Con Ángeles de la Desolación Kerouac salió de la huelga clandestina ante la sociedad.

“Desolación de todos modos.”

Ángeles de la Desolación… Sterling la tiene en su escritorio, retrasamos un poco las publicaciones este año (1961) para darle un oportunidad a los críticos a ver si dejan de decir que publico con mucha frecuencia y ponemos los otros libros a su disposición.[…] Barney ofreció un adelanto miserable de 1000 dólares por Desolación así que lo dejamos a un lado. También tengo la intención de editar Desolación a partir del punto en que me fijé una disciplina narrativa, y por lo tanto suprimir las primeras 50 páginas que después de todo no son más que un diario de la montaña. Eso hará de Desolación un buen proyecto para cualquier editor. Después de todo es una gran novela íntima sobre Allen, Gregory, Neal, Peter, Lamantia, Duncan, McClure y todos los otros, y sobre North Beach, The Cellar, etc. Incluso Ruth Witt Diamant está ahí.” (Jack Kerouac, carta a Donald Allen, 10 de junio de 1961, Orlando, Florida)

Llegar a San Francisco, ver los techos de la ciudad, “la gran joroba de los edificios en la ciudad baja”, lo llevan a hablar del Vacío con Irwin. Sus amigos “están ahí, en alguna parte de esas callejuelas miniaturas”. En ese dédalo se mueven, todos a la espera de un ángel. ¿Qué detenga el tiempo? ¿Y descubrir un puente y atravesarlo hacia las ausencias futuras?  “La desolación es algo que no está tan mal.”

Hay una ilusión de la escena. Una “multitud del nosotros- conocemos-todos-la escena-de acuerdo” que sabe todo todos los minutos y ya no se resistirá a ese saber, lo exasperará de  lecturas inútiles y ya no escuchará lo que no conoce. Eso quedará de lado de los Parias. ¿O decimos meteco? Y está la perfidia.

Victor-Lévy-Beaulieu : “Porque en el fondo Jack nunca fue verdaderamente beat, la amistad con Corso, Snyder y Ginsberg no podía durar mucho tiempo – Jack no tenía la misma sed de ser y parecer (de alguna manera era, para extremar las cosas, el idiota del grupo, muy atrapado en sus pequeños problemas personales como para aceptar actuar su papel en el vasto Movimiento que él mismo había contribuido a lanzar – (Allen iba a encontrar desesperante la actitud de Jack que era tan poco americana) – Tal vez ni siquiera llegaba a entenderla si consideramos, dice Jack, que “estamos todos abocados a la perfidia…”

Ellos estaban en el ser, ahí, y derivaban hacia las abstracciones, empezaban a dormir en la prescripción de cómo ser una generación beat, Kerouac estaba en la vida, hacía escritura de la vida, contra la paz de los esquemas generacionales, repetitivos y celebrados en suplementos y tesis, beat. Contra las abstracciones.  Jack Kerouac, solita su alma, “estaba dejando atrás esa distinguida sociedad del impermeable y compañía a quienes nada inferior a un terremoto arrancaría de su dolce far niente.” (James Joyce. Ulises). Escribiendo, encontraba que no tenía nada previo sobre la roca pelada de su Leyenda.

Las carmelitas del ser y parecer, y su perfidia con los que no los acompañan en la superchería menesterosamente literaria.

Jack Duluoz llega a San Francisco y en lugar de amigos encuentra una tribu. Todavía la llama la banda. Todos se cuentan fábulas auto-tranquilizadoras, relatos de la autosatisfacción, son tipos que pasaron de la conciencia crítica al alma bella.

Algo de la decepción Duluoz se la escribe para sí mismo, necesita ponerla por escrito, pero en el fondo  hay un poco más, y ese poco y el resto, se dirige a los otros. Y ahí, en esa correntada de oídos que esperan en algún lado, se hace y deshace la salida de la generación. No es que se resuelve de una vez para siempre, no, la pregunta dónde está cada uno de esa banda seguirá apareciendo. Ellos se fueron a otra orilla del lenguaje. Pero siguen mandando y recibiendo mensajes. Claro, el paso al costado de Duluoz es muy específico y por lo tanto irreductible, así que boyará hasta que encuentre lector extremo.

¿Qué puede llegar a encontrar ese lector extremo?

Las reverberaciones rítmicas de un católico franco-canadiense lector zen lector de libros concretos que escribió libros específicos, (repito) irreductibles que lo pueden llevar a otros escritores extremos.

“Sé lo que hago, soy tan buen retratista como Rembrandt.” (Jack Kerouac, carta a Sterling Lord del 5.10.58, Orizaba 212, Ciudad de México)

Jack Duluoz entra en el Cellar. Y cuenta, no relata, no describe, no ajusta a sujeto verbo predicado. Hila. Aquí se pone a escuchar jazz y hace, al pasar, al toque, un poco de crítica literaria. Se encuentra con dos amigos (breve salto por una cerveza a The Place mientras esperan a los músicos en el Cellar), se sientan en una mesa y hablan sobre Samuel Beckett. Uno de ellos dice que con Beckett se va hacia el fin. Algo así como que la obra de Beckett es un horizonte insuperable, es obvio que  Duluoz no va en el sentido de esa beckettería paralítica. Ese clisé. Se oye en eso la lengua de palo del fin de la novela, y Beckett como aquel que cierra el ciclo. Después, una alusión a Dylan Thomas y al tópico de la bebida. Más adelante pone nombres de músicos de jazz : Jack Minger, Dizzy. Un poco de  Huck – al que podemos ver en Times Square. Sonny Stitts, Miles Davis, Fats Navarro, Chet Baker. Y otra vez crítica literaria : “[Gia] debería estar en un cóctel en un libro de Katherine Porter – debería estar intercambiando diálogos sobre arte en Venecia y Florencia, con Truman Capote, Gore Vidal y Compton-Burnett – debería estar en las novelas de Hawthorne –  Me gusta de verdad, siento su encanto, me acerco y hablo un poco más –”  Más jazz : Stan Getz – Lenny Tristano. Y Beckett, otra vez:

“¿Qué vamos a hacer? digo. Nadie sabe – Sliv, Gia Richard, los otros, se quedan ahí dando vueltas por la Cueva del Tiempo esperando, esperando como tantos héroes de Samuel Beckett en el Abismo –  Pero yo tengo que hacer algo,  debo ir a alguna parte, iniciar una relación, hacer que una conversación y una acción duren, no puedo quedarme quieto y paso el rato con ellos.”

La salida de la época es una travesía de escritura y lectura inseparables : “Como dormir en la montaña, las generaciones están demasiado enloquecidas.”. Tanta espera en el Abismo es camino a escuchar indefinidamente los propios ecos, la auto-glosa de lo que pudo ser. A esa procastinación Jack Duluoz le opone un “escribir sin parar, sin pensar.” Y, finalmente, para salir de ese teatro del agotamiento de la novela, Jack Duluoz nos manda a releer Los Subterráneos. – “Un texto que la literatura americana tiene que reverenciar para siempre.” (Néstor Sánchez)

“[…] digo omitiendo la “s” como a menudo es el caso de los franceses que se tragan la “e”, algo que también hace Simon [Darlovsky] porque es ruso, ambos tartamudeamos un poco – Rafael [Urso] nunca tartamudea.” Hay un tartamudear, y hay una felicidad de caminar por Third Street. Hay ese esbozar infinito y ese evocar sin red. Para Jack Duluoz no hay humanidad en general, hay un ponerle nombre a las cosas. Un renombrarlas en su vértigo único. En su movimiento único. Y aceptar lo que sugieren esas cosas. Que él resume en lo que llama “mi inteligencia no política”   ¿Se entiende, “lectores”? No política es no escuchar la retórica que lo rodea, no dejarse arrastrar a lo recontraconocido de los nuevos proyectos academicistas del mantenimiento del orden. Jack Duluoz está del lado de lo desconocido. Amateur de saberes inútiles, como diría Simon Leys, no  ignora que siempre es más lo que se desconoce que lo que se conoce. Pasa delante de viejos bares con jukeboxes en los que escuchaba a Lester Young. Él dice Lester. Que toca In a Little Spanish Town. Ir ahí a tomar cerveza y hablar con los amigos. Hubo una época en su vida en la que encontraba secuaces. Pero acá está el contar desgarrado de la pérdida, contar cómo ellos van pasando a la otra orilla.  Pero está el cuartucho del viejo Zing Twing Tong: colchón en el suelo, una radio portátil y libros debajo de la cama. Una soledad a lo Cézanne. Jack Duluoz hace esta observación de un representante del decoro: “El San Francisco Chronicle describe eso como sucias taperas miserables.”  En fin, Jack Duluoz no sigue el consejo latino de  evitar  la compañía de zaparrastrosos de “lenguaje equívoco”, en la orilla de su lenguaje lo imprevisible no se controla, las perlas de la lengua se hacen escuchando y escribiendo. En la visión del oído. Y para seguir con Carlo Emilio Gadda, Jack Kerouac le hace la guerra a la faraoneanisación de la opinión de la época.

Y está la influencia. Pero qué es la influencia. Es los que aparecen y se ofrecen para influenciar. Que se abren un lugar a los codazos. Una ambición de carrera, como cualquier otra. “Y está el viejo reloj y los neones del edificio de la imprenta que me recuerdan a mi padre y yo digo “Pobre Pa” sintiéndolo muy cerca y acordándome de él, como si fuera a aparecer, para influenciar – aunque la influencia en un sentido o en otro no marca ninguna diferencia, solo es la historia.” Las estrategias en la guerra del poema se van mostrando. Kerouac no escribe para rehacer Thomas Wolfe o Melville. Tampoco Balzac.  No se trata de influencia. Es la impregnación. El afecto. En lo que se lee. También muestra cifradamente la línea de secuaces que lo van transformando. Las capas de voz que lo impregnan infinitamente. Queda claro, para él no hay angustia de la influencia. Lee para que salte lo desconocido. Hay reloj.

“Y la fama mata todo. Un día  “Las Cartas de Allen Ginsberg a Jack Kerouac” harán llorar a Norteamérica.” (Jack Kerouac, carta a Lawrence Ferlinghetti, 25 de mayo de 1961, Orlando, Florida)

En el comienzo está la emoción : “[Simon explora] las maravillas que llegan del bosque de las Ardenas. Tal como también era mi costumbre hacerlo.” Jack Duluoz va a la academia budista a ver si encuentra un manuscrito que dejó allí hace un tiempo. Su amigo Paul no está. Se fue a Chicago. Lo atiende Axel Aums, Jack le habla desde lejos, no le da la mano, le pregunta por el manuscrito, el tipo, que no sabe nada,  y además,  es de esos especialistas del punto cruel,  le dice que leyó un artículo sobre Irwin Garden en el New York Times y que ahí no hablan de él (de Jack Duluoz).  “La perfidia”. El mundo incestuoso de la literatura, con sus cretinadas, y agachadas, sus chupaculos, sus pequeños poderes, y los menesterosos de alguna fama que buscan unas líneas en suplementos irá apareciendo de a poco. Duluoz está acompañado por Simon Orlovsky, que está en etapa de idealismo. Y Jack no quiere joderlo. No quiere decepcionarlo. Jack Duluoz no es una atleta de la ideología. No va por la vida con relatos de predicador. Desmitificando. O evangelizando. Simon cree en la fraternidad. Jack Duluoz, en su orilla, está aprendiendo a soportar su desilusión. El silencio. Tiene la escritura : “Las palabras que debemos utilizar para describir las palabras – Además no querría decepcionar a Simon o sembrar dudas en su idealismo de juventud.” El ideólogo discursea,  laborioso como es, su cantilena desmitificadora, el escritor pone las palabras en frases. Le da espacio a Simon para que busque su orilla.

Bajar del Pico Desolación, atravesar Seattle – situaciones –  y terminar en una soirée de Mrs. Rose Wise Luzuli, donde hay un clima de “vibrante hostilidad difusa.” Jack Kerouac hace Proust. No está de más decirlo. Como también hace Boswell. Y más. No son pastiches. Son lecturas. Es la historicidad de sus lecturas. Si no, ¿con qué se escribe? ¿Con las reglas de la novela de taller? Está con Irwin, con Rafael, con Cody.  Un tal Grégory le dice que no le interesan todas esas idioteces de viajes en trenes de mercancía, el Fantasma de Medianoche. En un momento de la cena, como pasa  ahora en las cenas de los burgueses universitarios, tipos que viven en un universo rosa malva, salvo cuando les tocan el bolsillo, Mme Rose y los poetas se ponen a hablar de la revolución. Jack Duluoz sabe que esa revolución consiste en terminar con la singularidad, y sabe que con comunistas y vegetarianos, como decía Orwell, es imposible hablar, así que Jack Duluoz va al punto : “¡Empecemos una revolución en mi contra! grité.” El ambiente se vuelve irrespirable. Lo quieren llevar a escuchar a un poeta llamado Merrill Radall, [“¿Quién es Merrill Randall, pregunta Duluoz?”], un tipo que tipea “meticulosas producciones” que “como es habitual son una “imitación  de la mejor poesía escrita hasta ese momento.” ¿Por qué no quedarse en casa leyendo a James Boswell? ¿Por qué sufrir con la poetización de los poetas? ¿Para no volver nunca más?

La lectura va a empezar. Merrill Randall dispone su papeles y arranca, Jack Duluoz escucha los primeros versos y abandona la sala, oye “abismo duodenal” y ya está, no quiere escuchar más, en esas líneas solo se oye “la habilidad de pensamientos ordenados de manera prudente y no los pensamientos mismos incontrolables e involuntarios, ¿se entiende?” – Simon se va con él, Irwin “tiene que quedarse y manifestar su interés por la poesía – ”. Toque a  esbozo sobre su propia poética. “El jazz al menos es lo nuevo”, dicho contra estos versos ordenados con prudencia y decoro. La eterna prudencia de los poetas de la tribu.

Algo que nunca le será perdonado a Jack Kerouac. Que prefiera a Theolonius Monk : “Son los discos de Rafael, los Requiem, Wagner, me levanto y voy a poner a Theolonius Monk.” O que cuando ve a su amigo Cody levantar con rapidez las piezas del tablero de  ajedrez piense en el Gran Estafador de Melville. Mucho paisaje propio,  demasiado. ¿Y ningún maestro orientador para este canuko? No, ninguno.

Un poco de jazz en el Cellar. Brue Moore. Hay rubias, morochas con sus tipos, y “yo veo que ellos no escuchan”, es un secreto a voces,  entre los escritores casi nadie lee, solo esperan la gloria, llorones de falta de reconocimiento o de editor. Maníacos de la vanguardia. Toca Brue Moore:  “Desde luego los músicos en la sala escuchan, hordas de muchachos de color con oscuros rostros que brillan en la penumbra, con los ojos bien abiertos y sinceros, con una copa en la mano solamente para quedarse ahí escuchando.” Pero Jack Duluoz está, o se siente condenado en ese año de Pico Desolación a un destino literario tramado con Irwin y Rafael y lo peor, a creer que esa foto en Times es algo importante. Hay que leer a Kerouac en voz alta y rápidamente se encuentra la impregnación Proust. Lo cito otra vez: “Los deslizamientos de terreno tardan generaciones en desencadenarse, trato de acelerar el movimiento.” Ningún destino literario, solo la aceleración del movimiento para salir rápido.

“Mi sentimiento Phil ahora es este : “SI LOS CRÍTICOS DICEN QUE MIS LIBROS SON NULOS ME HACEN UN FAVOR DE HECHO PORQUE SOY LIBRE ENTONCES DE ESCRIBIR LO QUE QUIERO.

¿Te das cuenta? Lo que deja completamente libre de escribir todo aquello que quiero DE TODOS MODOS a pesar de mi miedo a los críticos, ¿te das cuenta? Una extraña posición de humildad que lleva a libros completos que no tienen fin.” (Jack Kerouac, carta a Philip Whalen, 17 de octubre de 1961, Orlando, Florida)

El miedo está. Es cierto y cómico. Y es más irritante para los críticos esta confesión borracha, que mancos de la escritura, suelen detectar bien el desacato. Se puede decir que Kerouac está en el punto de Claudel cuando éste dice que se ganó el odio de todos los profesores de Francia y ahora puede hacer tranquilo su enorme trabajo. Jack Kerouac ya había visto, a su manera, eso que Nadezhda Mandelstam llama el “estilo de dirección” que empezaba a imponerse. Que no es otra cosa que los procedimientos literarios.

Jack Duluoz : “Sé que es inexcusable interrumpir un relato con palabras de este tipo – ”. Interrumpir es ser el aguafiestas del “espíritu de dirección”.

Patrick McLear zanja en la guerra de la poesía, es el primero que se da cuenta de que Jack Duluoz salió del bosque de la lengua de palo, y ya va camino de la Leyenda: “Además, ninguno de ustedes  sabe nada acerca del lenguaje – salvo Jack.”  Del bosque de la lengua se sale a lo desconocido. Casi pierde el soplo en ese bosque. Sale y decide reunir todos los libros que harán su Leyenda. Y nadie en esa banda vio que Kerouac no escribe un pasado fechado,  que escribe un pasado que está en él.  Ese pasado tiene muchas voces. Capas de voces.  Lirismo. Ironía venenosa. Visiones. “De repente estoy errando en la desolación con pequeños ángeles.” Una errancia en desolación en busca de un camino secreto.
Casa de Cody. Está ese breve poema a Evelyn, poema de amor sin poner la palabra amor. La esbozó en el paisaje, como se hace con los amores que nunca llegarán a nada.

“Evelyn radiantísima rubia en la mañana.”

Poética : “Es bastante sencillo entender que como artista necesito soledad y una especie de filosofía del “no hacer nada” que me permita soñar todo el día e hilar capítulos en el transcurso de olvidadas ensoñaciones que emergen años después en forma de una historia – En este sentido, es imposible, puesto que es imposible que todos sean artistas, recomendar mi forma de vivir como una filosofía adecuada para todos los demás – En este sentido, soy un excéntrico, como Rembrandt – Rembrandt era capaz de pintar a los atareados burgueses mientras posaban tras la comida, pero a medianoche mientras ellos dormían para poder afrontar un nuevo día de trabajo, el Viejo Rembrandt estaba levantado en su estudio poniendo sobre sus lienzos ligeras pinceladas de oscuridad – Los burgueses no imaginaban que Rembrandt pudiese ser otra cosa que un pintor, y por eso, no iban a llamar a su puerta a medianoche a preguntarle: “Por qué vives así, Rembrandt? ¿Por qué estás solo esta noche? ¿En qué sueñas?” Tampoco esperaban que Rembrandt  a su vez, viniese a decirles: “Tienen que vivir como yo en la filosofía de la soledad, no hay otra vía.” Toda la diferencia entre Kerouac y sus amigos está acá. Ellos se fueron a la orilla de la pedagogía, de la  prédica revolucionaria, se pusieron a decirle al mundo cómo debía vivir. La impostura de desterrar al burgués. Jack Kerouac se ejercitaba en serio en el arte de la soledad y la pobreza, sabía en esos sesenta, década de profundo analfabetismo, como dijo Néstor Sánchez, que con Mao y Camus no le estaría permitido ser un Hombre del Tao. No se puede explicar a la policía por qué uno prefiere dormir en el desierto, en una bolsa de dormir. Y no en un hotel. Kerouac era un gran lector de Balzac y sabía que la policía está siempre ahí, dando vueltas, es lo único que permanece cualquiera sea el gobierno. El humor Kerouac no se atenúa con la fama, el “horror de su notoriedad literaria” le hizo ver que un “viejo renegado independiente” como él, podía empezar a “parecerse a un viejo bourgeois, con panza y todo”, el bourgeois (Kerouac lo escribe en francés) es como Sainte-Beuve, entra por la ventana.

Jack Duluoz : “Luz de vela en una habitación de soledad, y escribir sobre el mundo.”

Ninguna novela de Jack Kerouac podrá ser contada o  reducida a época o a contracultura, a ninguna de esas supercherías burguesas. Es un cazador de detalles. Tampoco va a caer en la vulgaridad de glorificar a sus héroes. En México ve a un hombre que “espera el bus de Circunvalación, con un paquete envuelto en papel de diario (El Diario Universal) bajo el brazo”, y lo esboza en su misterio infinito de figura en movimiento. “Y glorificar en una gran descripción la sombría melancolía de este hombre no es justo, es en suma inmaduro – no lo haré.” Kerouac nunca hará realismo lógico. Es una de las fuerzas de su Leyenda. Ahí está su impregnación Rembrandt.  Y “en el estudio de los buenos libros”.

¿Y si una crónica sobre un libro solo estuviera hecha de citas? ¿Y si uno se atreviera definitivamente a soltar el saber chamuyo y solo anotara? Por ejemplo : “un viejo turfista indigente”.  O : “Bull Gaines se mantenía a dos o tres metros de distancia, un poco atrás, como si no estuviéramos juntos, su artimaña para engañar a los soplones de la policía en un país de exilio.” Y el que tiene oído sabrá que hay países de exilio y soplones de la policía en todos lados. Y ahí esta Bull Gaines : “En su habitación de exiliado, sin embargo lúgubre, como un monasterio.” Bull Gaines es un gran héroe de Ángeles de Desolación, casi un modelo de exiliado, de tipo que no se deja meter los garfios por la retórica social, sale en taxi con Duluoz, paran en varias farmacias durante el trayecto y Jack Duluoz baja y le compra la codeína que necesita. No se deja ver por los farmacéuticos. Que tienen un gran olfato para detectar drogueta. Vuelven a casa y Bull se baja una cuadra antes de llegar a su guarida. Ningún chofer de taxi sabrá donde vive .”Cuando paso la frontera, nadie puede ponerme un dedo encima porque yo me pongo el dedo en el culo.” Bull no piensa en cura de desintoxicación. Todavía queda algún Bull Gaines que lee a Jack Kerouac, que leyó a Melville y a Céline,  y se resiste a perder la voz. Raros exiliados que todavía hacen ritmo. Bull Gaines tiene su estrategia : “Tengo un dedo de goma de los que usan los médicos, lo lleno con la basura, me lo meto – Nadie puede ponerme un dedo encima porque yo lo tengo metido en el culo. Siempre vuelvo a través de la frontera por una ciudad diferente.”  Kerouac con cada uno de sus libros cruzó la frontera en distintas ciudades para que la policía de la crítica no lo pescara.  Jack Duluoz, que no quiere “curar” a nadie, se sienta al lado del viejo Bull : “Y me quedo ahí sentado junto a él, cuando se queda dormido unos instantes, no tengo nada que hacer sino pensar y a menudo pensé : “Quién demonios, pretendiendo estar sano de mente, podría decir que este dulce viejo es un sucio drogata – ladrón o no, y dónde están los ladrones … tan ladrón… como nuestro respetable contrabando cotidiano… ¿ladrones?”. ¿Queda clara la posición de Jack Kerouac frente a los traficantes de respetabilidad? ¿Queda claro que está del lado del Rimbaud de la poesía moderna? ¿Y del Melville en huelga?

Desacato : “querría irme, como sabe, al campo y estar allí una larga temporada, muy larga, como un poeta japonés, Jaiku… un tipo en la onda de Emily Dickinson. Los sábados por la noche, me gusta salir y agarrarme una curda de muerte, con una banda de tipos y chicas,  pero no me gusta que me estampen el sello oficial…” (Entrevista con A.G. Aranowitz)

Jack Duluoz escribe contra la precarísima idea de corrección : “Y yo me dormía con facilidad, y me despertaba a pleno sol. Escribí toda una novela, terminé otra, y escribí todo un libro de poesía.”  Y “Bull Gaines terminaba por despertarse y se lanzaba a una conferencia sobre Rimbaud o alguna otra cosa. Sus conferencias más largas estaban dedicadas a Alejandro el Grande, la Epopeya del Gilgamesh, la Antigua Creta, Petronio, Mallarmé.”

Stéphane Mallarmé : “Es como una de esas obras que podrían surgir en el comienzo de una literatura, si todo no terminara, al contrario, por los comienzos.”

Juntarse con la voz propia, estar en ese continuo, es un trabajo interminable. ¿Si no para qué esas listas de autores en Ángeles de la Desolación? ¿Para qué esas listas de rechazos? Toda la vida de Jack Kerouac está en sus libros, que no son ficción, ni autobiografía, son una escritura de la vida. Epifanías, escenas del sentido de su vida.

Kerouac es como Rembrandt. ¿En qué? En su obstinación de trabajo. Y en su épica de autorretrato. Que es una exigencia de la escritura de su vida. Y sobre todo porque es un escritor consciente de la Leyenda que escribe, y que no escucha los ecos de lo que se dice de él, los expulsa por la vía de la escritura, sabe que no escribe “el tipos de cosas para un seminario en New York University”, entonces puede “caer con el hombre, con Lucifer, hasta el excéntrico ideal de la humildad de Buda – (Después de todo por qué Kafka escribió que era un Insecto tan enorme ) – ”.

Escribir contra Dostoievski, contra esa frase de Dostoievski : “Denle al hombre su Utopía y deliberadamente la destruirá, con una sonrisa en los labios.”, escribir contra Dostoievski para probarle lo contrario. Jack Kerouac, que era “un borracho notorio que explotaba a cada instante y en cualquier lugar cada vez que estaba ebrio –.”, ese “demente zen”, “estaba determinado a ser feliz”. Cuando se volvió famoso y lo confundieron con un beat de generación,(Beat Gnereation)”, cometió el error, no tuvo el valor de negarse a dar entrevistar, ese fue “el Paranoico Ambicioso”, no siguió el consejo de su amigo de Big Sur, Dave Wain : “Decíles que estás muy ocupado entrevistándote.”  Jack Kerouac sabía que “De una manera extraña, estos pequeños escritos eran los primeros en su tipo en el mundo, yo daba nacimiento (¿sin saberlo, dicen ustedes?) a una nueva manera de escribir sobre la vida, no se trataba de ficción, no era un oficio, no era una revisión inspirada por segundas intenciones, la disciplina desgarradora del verdadero juicio por el fuego, en el cual es imposible volver sobre nuestros pasos, usted ha hecho el voto de “de hablar ahora o callar para siempre” y todo eso es una inocente confesión a lo loco, la disciplina de hacer del espíritu el esclavo de la lengua sin la menor oportunidad de mentir o de elaborar (en el respeto no solamente de los preceptos de Dichtung Warheit Goethe sino de aquellos de la Iglesia católica mi infancia) – escribí estos manuscritos como escribo este en libretas de dos pesos a la luz de una vela en la pobreza y en la celebridad –  Celebridad de sí mismo.” Dos veces la palabra disciplina. Borracho disciplinado que sabe que escribe algo nuevo, fuera de la sacrosanta ficción, del santísimo oficio de la ficción, escribir con guiones largos, interjecciones, sonidos, infancia canuka católica a la luz de una vela libros  dirigidos a lectores forasteros incélebres socialmente y célebres de sí mismo, o sea, secuaces, y que tampoco tienen segundas intenciones y que sobre todo no obedecen al imperativo de pedagogía ficción, trama, eficacia. No obedecen, a secas.

Registro de las diferencias, de la soledad que se impondrá : “Irwin Garden era un artista como yo, autor de un gran poema original Howling, pero nunca tuvo necesidad de la soledad tal como yo podía necesitarla, estaba continuamente rodeado de amigos y a veces de docenas de meros conocidos que llamaban a su puerta, barbudos que salmodiaban suavemente a medianoche – Irwin jamás  se movía sin su propia e inmediata cohorte, como ya lo han notado, empezando por su compañero y amante Simon Darlovsky.”

Jack Duluoz lee y esboza: “Estaba dormido, había estado levantado toda la noche garabateando poemas y blues a la luz de una vela.”

Leer a Kerouac es amar su poema. Y sacarle todo el barro beat, o la beata contracultura, correrlo de la versión escolar y de la lectura naturalista, que solo ven coches, benzedrina, mochilas y rutas, alegorías liberadoras, o su contrario, reproches de irresponsabilidad social, y leerlo en la construcción de su ritmo. El que se le impuso. Un lenguaje único, que organiza su propio poema en novelas, blues, crónicas. Jack Kerouac es el cronista de su vida. Su Leyenda insiste en no dejársela contar a nadie. En no dejarse robar la voz.

¿Quién es Lazarus Darlovsky? : “Lazarus mira fijamente a curiosos Lazarus mexicanos que lo miran fijamente a su vez con la misma divina inocencia, pero con ojos oscuros, en lugar de azules.”  Duluoz, a veces, lo llama Laz. Es el hermano de Simon. Está siempre intentando atrapar el sol.  Duluoz trata de escuchar su canto (el de Laz), y se pregunta si Laz oye lo que hablan. Camina detrás de la banda, lo pierden, lo encuentran en una pescadería, se lo llevan, siguen su camino. Y Lazarus sigue “intentando atrapar el sol.” No hay respuestas, solo hay preguntas. Visiones de Laz.

Simón se agarra una blenorragia : “No lo sabía en ese momento, cuando dejábamos la calle de las putas para volver por la arteria principal de la noche beat (pobre) mexicana. la calle Redondas.”

Jack Duluoz en Pasando por México escribe o esboza en concentrado el pasado de la banda : “Cuando Rafael arañaba sus poemas en el silencio iluminado por la luz de la vela ninguno de nosotros hablaba. Me di cuenta qué banda de aturdidos éramos, por aturdidos quiero decir realmente que estábamos fuera de los caminos trillados o aprobados por la autoridad. […] Y estábamos todos en la misma galera, pobres, en un país extranjero, nuestro arte más o menos rechazado, locos, ambiciosos, como niños finalmente. (Fue más tarde, cuando nos volvimos célebres que la infancia en nosotros fue insultada.)” El camino de la celebridad da a camino de pontificación. Un imbécil, cocinado en la salsa de la métrica, puede permitirse decir que Contra toda esperanza es un libro poco importante. Rafael parte para Washington, invitado por un consejero de poesía de la Biblioteca del Congreso. Parece que es una profesión. Kerouac también demuestra que la poesía es el enemigo del poema.

Hartazgo de la celebración de la poesía : “Los chismes son el alma de Dostoievski… Corso estuvo a punto de hacerme polvo cuando me dijo que yo escribía “chismes, no poesía”… Recién hoy entiendo su intención. Contar una historia es más difícil que escribir poesía. Quiero decir contar una historia simplemente como decía Trotsky de Céline “entró en la literatura como un tipo que entra a un bar y se sienta en una silla  para contar una historia a todo el bar ” – (cita aproximativa)” (Jack Kerouac, carta a John Montgomery, 9 de mayo de 1961, Orlando, Florida).

Ángel de la Desolación es el libro de antes de la fama. Escrito desde la fama. Kerouac deja claro que no están en la misma orilla del lenguaje y que como siempre hizo  no va a escribir de acuerdo a la autoridad, ni siquiera de acuerdo a la nueva autoridad beat.

Jack Duluoz : “Cuando se hayan ido, retomaré mi ritmo.”

Irwin es un tedioso proyecto de profeta. Quiere “influir en la Civilización americana.”  Tiene planes para “una nueva literatura mundial.”  Jack Duluoz sigue : “Garden, así como cierto novelista norteamericano contemporáneo que pretende ser un líder político combativo – sobre todo de izquierda –  y que había alquilado el Carnegie Hall para anunciarlo”. “La nueva marginalidad cultural” empieza a mostrar su decoro, sus límites, ya está ahí, dispuesta a colaborar en el mantenimiento del orden, y Kerouac no piensa “regalarles  su t-shirt”, y menos que menos  “el rollo”. La poesía: ellos creen, Duluoz la practica hasta poema. Ellos van del poema a la poesía, de la poesía a la política. Duluoz solo “quiere continuar como clochard.”  ¿Se entiende santones de la novela, de la poesía y de la crítica cultural?

Pierre Guglielmina: “Kerouac sabe que la nueva “marginalidad cultural, es decir la eterna hipocresía dominante, no quiere saber nada con él,  y con su gran destino de clochard celeste.”

“Dios santo, todo lo que pude escribir aquí durante este mes de octubre, una inmensa cosa de 500 páginas enteramente consagrada a la banda (Allen, Neal, Gregory, Peter, Lafcadio), empezando en el Pico de la Desolación la mañana en que llegué con mi mochila llena […] – Ángeles de la Desolación, creo que voy a llamarla.” (Jack Kerouac, carta a John Montgomery del 6 de noviembre de 1956, Ciudad de México)

Está el perdedor social. Cuando el dinero falta, falta, y ese es el dinero. El que falta, no el que tenemos. Hay un darse cuenta definitivo en la poética de un escritor a-social, reconocer al imbécil que uno es, reconocerse por el bolsillo : “Me doy cuenta de que soy un imbécil de poeta arrinconado en América en la pobreza y la desgracia con una madre insatisfecha. Es algo que me vuelve loco no ser un hombre de letras reconocido, que vive en una granja de Vermont con langostas para asar y con una mujer con la cual meterme en la cama, o incluso poder meditar en un bosque que me pertenezca.” Ya termino Ángeles de la Desolación. Jack Duluoz lleva a su madre a vivir a Berkeley. Viaje alucinado. Y ahí descubre el imbécil que es, el poeta imbécil que es. Un canuko seco. Y a la luz de la vela escribe, en su habitación escribe las divagaciones de Viejo ángel de medianoche.

Está el arrinconado, y está Laz. De arrinconado a arrinconado. Jack Duluoz los habilita, les da voz. “Laz mide un poco más  de un metro ochenta y delgado pero como ya lo dije camina con la espalda encorvada, como un viejo hipster de 1910, más bien como un granjero en la ciudad. (La palabra “beat viene del campo del viejo Sud).

“Laz declara : `No quiero que me digan lo que tengo que hacer´”.

El editor es un tipo que “inclina su frente de reyezuelo sobre su prosa impecable y prepara el libro para la publicación con un millón de faux pas típico de ogros humanos (¿Pueden creerlo?).” La guerra del lenguaje incluye al editor, además de los críticos, pero no impide leer : “Más tarde, a la noche siguiente mientras pasaba el tiempo en el departamento de Phillip Vaughan leyendo a Mallarmé, Proust y Corbière en francés.”, como manera de defender su paisaje. El que se construyó. Jack Duluoz, lo sepa o no, hace hilo a  ese infinito francés de lectura como una manera de mostrar su rechazo al achatamiento de lenguaje, que practica la tribu.

Y en Ángeles de la Desolación aparece cada tanto, en el salón de una casa, mirando un partido de futbol por televisión, y como complemento del decorado un ejemplar del  London Literay Supplement en una mesita ratona, un gran poeta norteamericano, así como cada generación en Latinoamérica tiene su gran vate, un poeta que escribe poemas “tan bellos como los de Merton y tan técnicos como los de Lowell.” Y puesto que Jack Duluoz tiene ese leer en francés, pone el acento en la frase y no en la palabra y agrega después de un guión largo : “Las escuelas de poesía limitan a los hombres incluso a mí.”

Kerouac contra el pulido artesanal de Corso y Randall Jarrel : “Si es un galimatías es un galimatías. Hay una cierta dosis de control no obstante, como cuando un tipo cuenta una historia en un bar sin interrupción o incluso sin hacer la menor pausa.” Jack Kerouac escribe sin defenderse de lo imprevisible. Escucha la relación con ese tipo del bar como un poema. Lo escucha también en esa “dosis de control”.

“Preví una nueva pesadumbre en todo este éxito literario.”   El horizonte del poeta de poemas bellos y artesanales y técnicos aterraba a Kerouac. Todos esos poemas que tiene en la mochila, su nueva novela (Ángeles de la Desolación), un conjunto de poemas, y los últimos capítulos de otra novela, Tristessa tienen que ser protegidos de esa retórica artesanal. Que no entiende que en Kerouac la continuidad es más fuerte que todos los modelos dados, que él los transforma desde adentro, por impregnación y relación. Es otra escena de la ruptura, esta en la que deja a Rafael y a Varnum Random,  se toma el bus y abandona ese salón de poetas de estilo. La escritura es visión para Kerouac, visión que se le hace en el oído. Y si hay conversación, es desde aquella de Goldsmith y Johnson. Pero Kerouac recrea la poesía, la prosa y la conversación. Las saca del género y las pone en sus libros.

Kerouac era reaccionario porque no se subía a la ola Mao. No se dejaba relatar el maoísmo (y no se lo deja relatar ahora) : “Porque si el alma no puede escaparse del cuerpo mejor dejarle el mundo a Mao-Tsé-tung.”  Nunca le será perdonada esta frase. Como nunca le será perdonado a Simon Leys su libro “Los trajes nuevos del presidente Mao”. Hay ofensas que están siempre activas. Claudel respondía los salmos traduciéndolos, Kerouac respondía Marx quedándose en su cuarto leyendo lo que quería leer: ”Sé más de lo digo saber. Dios debe ser un dios personal porque he conocido muchas cosas que no estaban en los textos. De hecho  cuando fui a Columbia, todo lo que intentaban enseñarnos era a Marx, como si a mí me importara. Dejé de asistir a los cursos y me quedaba en mi cuarto durmiendo en brazos de Dios.”  Carlo Emilio Gadda también fue terminante : “[a Hegel] lo he leído pero no entero. Hegel está ligado al marxismo y, sabe usted, por ahí vamos mal.”

Jack Duluoz lleva cuadernos y libretas en sus bolsillos : una libreta en las que anota, esboza, un cuaderno en el que dibuja. Anotar, esbozar poemas, y dibujar.

Jack Duluoz no desconoce la importancia de los modelos. Están ahí.  Le pregunta a la novelista Alyce Newman : “¿Cuáles son tus modelos? Pero todos sus modelos eran malos.” Ella cree todavía en la realidad del género. Duluoz ya sabe que “El género no tiene la misma realidad que la obra.” (Meschonnic).

Jack Duluoz entrevistándose a si mismo : “volverse loco, solo para ver cómo va a reaccionar el Vacío.”

Jack Duluoz en otra entrevista a sí mismo : “Amar, Sufrir y Trabajar es la divisa de mi familia (Lebris de Keroack) pero parece que yo sufro más que los otros. […]

“La única pregunta  ahora, ¿Dónde Irá Jack?”

Y hay un final de novela, pero que se abre siempre : “Más tarde estoy de vuelta en Nueva York sentado con Irwin y Simón y Rafael y Lazarus, y ahora somos escritores mas o menos famosos, pero se preguntan por qué ahora estoy tan  perdido, tan poco animado mientras nos sentamos entre todos nuestros libros y poemas editados, aunque al menos desde que vivo con Memère en una casa suya propia a millas de distancia de la ciudad, tengo un tristeza apacible. Una tristeza apacible en casa es lo mejor que nunca podré ofrecer al mundo, finalmente, y así digo adiós a mis Ángeles de la Desolación. Una nueva vida empieza para mí.”

 

Hugo Savino