Viento del Noroeste / Hugo Savino

Y la mañana se abre: viento del noroeste.

Floto en el tiempo hidráulico del vagón. Doce horas de viaje en segunda con toda la furia de la provincia. Desatada, malón de bollos de papel alfajores baratos y cordobeses.

«Tercer ataque a la Ronda Nocturna».  Un lunático de treinta y un años. Holandés. Y todos en este siglo. Primera guerra mundial, el 14 de Septiembre de 1975 y el 6 de Abril de 1990.

La mañana se abre con los ruidos de la primera hora.

Acá está mi conventillo y mi acto de venganza. Acá están todos los amigos y los enemigos. ¿Y la novela? Ni una ventana, no abro ni una hendija.

Dos odios: la yuta y la multitud.

La Estancia Jesuítica – las calles de Alta Gracia. Todo el día de marzo caminando. Ni un alma. ¿Una novela se escribe con lo que no se tiene?

Terminó la misa. La escuché parado. Estaban mansos.

Oh Roque: todo un año a la Iglesia del Carmen, en secreto. Todo un año de gracias y de ruego.

¿Qué pedías?

Ruidos de lejos. Carros. Cajones. ¿Las 4 de la mañana? ¿Dónde?

Voy rápido. Escribo rápido. La mano cada vez más veloz. Más rápido que los controles. Muy veloz sin arrepentimiento. ¿Arrepentirme? No: faccioso.

No me desquito de los viejos rencores: traigo a mis enemigos y los pongo a mi lado: así vamos: ellos adoran los amuchamientos, los gentíos.

Los viejos ponzoñosos tienen la mano atada: o van a poeta, a pensador: a madre.

Retretes Jesuíticos. Cerca del estanque. Juventud de escándalo. Un crimen.

¿Arrepentirme? No. Lo pongo todo aquí. No es una confesión.

Y siempre un poco más oscuro.

El sacramento de la confesión en el Concilio de Letrán.

Tifón avanzó hasta la boca del Riachuelo escoltado por el remolcador Orán y por el Milagros. Toda la ceremonia: 20 minutos a ochocientos metros del muelle. Arrojaron las coronas- bellísimas, indiferentes- que se fueron flotando por el surco que abrió el Buquebus. En algunas horas se deshacen como un brioche seco. La banda de corneta y pistón recibe a la Virgen María y a San Corrado: amarronado. Solo y distante. Protector de nada, de ilusiones. El pez de oro es una donación.

Y todos se van a casa, domingo a la tarde, en Octubre: al mate.

Muchos hacen alharaca con el suspenso pero lo mantienen: yo lo tiré, lo puse como un bollo de papel, en la basura.

Odio las declaraciones. Odio las preguntas. La discreción es el rasgo de un buen topógrafo.

Y lo que más detesto es la sinceridad: y la mentira que está en el alma de la chusma sincera. Son aves de rapiña trabajan en el territorio de la obediencia.

El sol apareció por arriba. El cielo abandonaba el gris de grises. Telémaco sube por Bolívar. ¿Qué lleva en la mano?

¿De qué hablaron ayer, noche de verano?: hablaron generalidades, hablaron cagones y cultivados.

La gente es tan rara- a veces.

Variaciones: fragmentos del mundo: no conviene mostrarse vergonzoso.

Una invocación burrera en este circo de locos: me la puedo permitir. A todos y más que nada a los afónicos de la mesa de Paláa y Berutti. A los otarios del amasijo los ponemos a dormir. Ésos trotan a yugo.

Perseguido, encarnizadamente, la gilada pisándole los talones. Moverse rápido. Ser digresivo – no traicionarse con la expresión.

Bar La Luna, por la calle Salta al sur- refugio, a la mañana, batifondo justo.

Hoy, copia. Página cuarenta y siete. Catolicismo, protestantes. Transcribir el párrafo hasta impregnarse, como los pintores.

La retórica de la forma: las convenciones: acá vamos todos adentro de un circo.

Cuaderno lleno de notas y de citas. Quizás es un Diario. Frases: insultos, casi me pongo al borde de la difamación: sobre papel, mañanas infinitas.

Freud también trabajó en Trieste: y las triestinas no le pasaron por las manos.

Philippe Muray censurado en el dossier Celine de la revista mensual que los críticos se publican regular y oficialmente. Fue hace muchos años. Los censores son dos periodistas culturales con mucho futuro: y bibliófilos que nunca sacarán nada de un libro.

Viene enfermo de cinefilia, una manera de disimular el resentimiento. O qué es la manía de llevar al cine las novelas que valen algo.

Le gusta el cine, es fatalmente crítico de cine. Y esa es su causa.

Vivió desde febrero de 1950 hasta algún mes perdido de 1957 en Paláa 756: varias piezas, dos baños, las cocinas repartidas entre cabezas e italianos.

La palabra rosicler aparece a la velocidad del rayo en mi memoria. Vecina de la palabra hipódromo: Juanico hizo rodar una potranca en el Arenas de Temperley. ¿Fue su última carrera?

Cívico de naranja con un sándwich de jamón crudo.

Una regla: no contar lo que se escribe.

La barra del boliche borracha de pernod. Colectivo vacío. Media hora de lectura.

 

Hugo Savino / Viento del Noroeste /  Paradiso, 2006

ph / Hugo Savino