Nota a Antonio Moresco * / Hugo Savino

Lunes 4 de junio: No sé nada de Antonio Moresco. Solo que tiene algunas novelas editadas en Verdier. O sea, solo tengo una información. De afrancesado. O de aparisado como dice Sergio Larriera.

La lectura de este libro empieza con mi visita a la feria del libro. Voy a visitar a Santiago Lamas y a Luis del Mármol. Luis me habla de este libro. Y como sintonizamos con muchos escritores, lo escucho y le respondo comprándolo. Edición: Melusina.

Un escritor contra “la parodia del rigor blanco”.

Lo empiezo a leer en el colectivo. El prologuista lo pone en la orilla de Antonio di Benedetto. Me gusta. Buen prólogo. No cuenta nada. Sugiere. Entro en el libro. Tampoco quiero contar nada. O mejor: no hay nada que contar. Solo pondré algunas citas. Me voy a vivir al libro de Moresco, lo leo en un día y medio. Antonio Moresco no es crítico literario. Es un alivio. Tampoco escribe ensayo. Más alivio. Escribe «cuestiones pensadas a vuelo de pluma».  Notas contra Calvino, esa “camisa de fuerza”. Pienso en las camisas de fuerza argentinas, Sarmiento y su prole de pedagogos, sean de derecha o de izquierda. Bueno, para mí, un escritor que no «tolera a Calvino» es un secuaz. Antonio Moresco olfatea la impostura del laberinto: «La intelligentsia internacional de nuestro tiempo se ha enamorado del laberinto, se ha perdido en los espacios mentales de un laberinto reelaborado a su imagen y semejanza. Los positivistas y los ilustrados desilusionados han encontrado refugio en el mito del laberinto, o del puzzle, o del juego combinatorio, reproduciendo en éste, invertida, la misma obsesión por la definibilidad y el orden que caracterizaba la fase inicial, «positiva», del positivismo».

Hay un contra en Moresco que le da una voz irreversible, como quien dice un ritmo irreversible: «La muerte del autor, la exaltación aparentemente “democrática” del lector». Y no «depotencia» al lector.

Voy a los saltos. No sé leer a Moresco. Y cada día leo peor. Así que respondo Moresco, respondo lugares del libro. Es aire fresco y nuevo respecto a la plomería filosófica italiana de los últimos años, filósofos que son como los equipos de fórmula 1, intercambiables, el que no descubre un imperio, descubre lo concentracionario, como si  Ruth Kluger o Raoul Hilberg no hubieran escrito, también está el que viaja por el mundo anunciando la buena nueva de lo malo que es el capitalismo en su fase neo-liberal, como si uno no hubiera leído a Balzac. Y a Céline. Pero Moresco es lector de Balzac. Y de Céline. Una cita de Moresco vale más que toda esa plomería «epigonal»: «Todo el verano a merced de Balzac. Leídos y releídos varios libros suyos, un retorno de la pasión por este escritor grande entre grandes que cíclicamente me subyuga siempre con más fuerte conmoción y entusiasmo». Me gusta ese «a merced de Balzac».

Martes 5 de junio : Vuelvo a Moresco y entro en su Beckett. No dije nada de lo que escribe sobre Pasolini. Una cita: «¿Por  qué no logro querer ni a Calvino ni a Pasolini (aunque abrigue por el segundo mucha más simpatía que por el primero)? ¿Por qué los veo a ambos, cada uno a su modo, como intelectuales apegados a la hegemonía?»

Me gusta esta escena: «Así, día tras día. Por las mañanas, un paseo hasta el mar. Después, voy al quiosco que vende periódicos italianos. Compro uno. Glis esordi salió hace pocos meses. Y suscitó una pequeña polémica. Hostilidad, desatención. Pero también gestos de sensibilidad y de valentía. Vuelvo al libro”. Vuelve a la Trilogía de Beckett que está leyendo para escribir un artículo para una revista. Los traductores hacen una nota en la que dicen que Glis esordi fue publicada en 1998 por Feltrinelli. Tengo un leve ataque de envidia. ¿Mis libros? Solo falta de atención. Ninguna hostilidad. Relaciono. Todos estamos enroscados a la escena cultural. (Anoto los detalles de esta pulsión envidia en otro lado). Pero algunos están más tramados, o atados, a esa escena que otros. Hay escritores que llegan a cierta fama, incluso barrial, y organizan su persona alrededor «del liso y llano calco literario, [de lo] epigonal», para que nadie lea sus libros, solo quieren lectores de esa persona que construyeron, lectores de las ocurrencias que dicen en las entrevistas, el «mito consolador» del ya está todo hecho, y que solo podemos repetir. La impresión es que Antonio Moresco es de los que escriben y sueltan. Inventan. No instalan todo el tiempo el mingitorio. No tiene una “imaginación de «tipo publicitario y de clonación desnuda».

Atraviesa los lugares comunes de la teorización: “Leyendo el enésimo libro sobre lo posmoderno. Lo posmoderno teorizado. Como la teoría del «fin de la historia»”. Corto la cita. Es más larga y fuerte. Me atengo a la regla: este libro no es de los que se pueden contar por teléfono.

Moresco se cita tres novelas: “Viaje al fin de la noche, El aprendizaje del dolor, Bajo el volcán”. Así que confirmo que estoy en la misma orilla del lenguaje. Que no anula singularidad. Moresco “sabe perderse”.

Y se pone a leer a Beckett. Le piden una colaboración. Un artículo. Y va y lo lee, sin red. Sin pedirle permiso a la autoridad beckettiana. Él y Beckett. Así que uno entra con Moresco en un universo de lectura libre. Moresco no cae en “agudezas ensayísticas e intelectuales”, lee desde su punto de vista.

Si lo sigo bien, constata de qué va la censura actual: “La carrera de hoy es para ver quién es más nihilista, como la de ayer era para ver quién resultaba más edificante”. Se escribe y se lee en esta encerrona, entre el nihilista y el edificante. Dos parásitos. Y cada uno se las arregla como puede con esta censura. Se defiende de tanta filosofía como puede. En su carta a Beckett Moresco escribe esto, que para mí se vuelve divisa: “Tu operación resiste, dentro de mí, a tus propios mecanismos activados de autodestrucción”. Ese “dentro de mí”, se me ocurre, es lo que hay que proteger de los escritores que amamos. Y no hay fórmulas. Es cada vez, y de a uno. Solita tu alma.

 

Hugo Savino

ph / Antonio Moresco

 

[1] Antonio Moresco, El volcán, trad. Piero Dal Bon  y Albert Fuentes, Editorial Melusina [sic],  2007.