Un rayo que nos haga parpadear: imágenes que atraviesan, fulgurantes, el espacio ante mi ojos, para deshacerse en risas, inesperadas, acuciantes.
Palabras que se hacen bellas al rozarse, unas con otras. El ritmo, liviano, juguetón también. Y mucho de sombrío, de terrible, un universo el de este inquietante libro de poemas sin esperanza, en donde las ilusiones caen, apenas se sugieren, como formas vacías.
Sorpresa en el planteo de ciertas cuestiones desmedidas, lo plástico del sueño, el desconcierto onírico, la reconstrucción de un mundo.
El poema como cicatriz, dice, como marca, como tatuaje feo.
Los poemas de Alicia Gallegos, rompen, sin odio, las convenciones del lenguaje que se habla, cada día, y que se comparte, con fines utilitarios, matándonos, lentamente o de golpe. Palabras iguales para uno y para todos.
Gallegos no se apega a lo ya vivido, no lo fija. Experimenta la verdad de lo cotidiano y lo transforma en un instante que es el del poema. En el sacudón de banderas negras que envuelven nuestro cuerpo, húmedo de sal, en la tristeza íntima de estos versos, algo radical cambia la escena: la playa, y el rayo que rompe el cielo, lejos, y la abismal muerte del padre.
La naturaleza, la vida que se termina, y el celular que suena. Y el poema en la bala, la bala-útero que atraviesa los versos y se hace idea.
Lo trágico en lo liviano, la ironía y su amargura, el humor que libera.
Palabras sueltas, aliadas en su diferencia, palabras guerreras que luchan por expandirse y mantenerse a distancia. De espaldas a la fusión que tranquiliza.
Un rayo que nos haga parpadear, el nuevo libro de poemas de Alicia Gallegos, fue publicada por Colman & Colman, en Buenos Aires, en el mes de junio de 2019.
Si no lo leíste, acá va un poema.
Es tan cómodo vivir en una nube
Escucho a los pájaros
de la medianoche
¿cantan?
¿chillan?
¿están locos los pájaros?
¿Un tornado?
¿Arremetió
contra los árboles y los techos?
No…
¡Es la lluvia de verano,
una nube!
Es tan cómodo
pensar
que los pobres no enferman
porque son fuertes,
que los wichis no sufren
porque no saben,
que los viejos
fingen sus dolores
de tan hijos de puta
que son.
Del otro lado de la calle
alguien busca
los trozos de una pared,
un padre trata de arreglar el techo
ignora los relámpagos
desesperado el intento de clavar las chapas de su casa
nueva
hecha pedazos.
Es tan cómodo pensar que está borracho
o es un violento más en medio de la noche.
Los pájaros llaman a sus crías
y nada les responde.
Al amanecer nos veremos las caras
o las alas heladas abiertas sobre el pasto.