La visión en el oído IV (Jack Kerouac: Visiones de Cody) / Hugo Savino

 

Siguen caminando por la conversación.

Bud Powell y Miles Davis: la música.

¿Dónde se aprende paranoia? Lo paranoia Jack Kerouac quiero decir. Leyendo sus libros y viendo malas películas. Somos saltimbanquis de la noche del fracaso. También estaban los libros baratos. Y están.

Jack Duluoz: «Ahora sabemos de la paranoia y de las sospechas delirantes».

En Jack Kerouac hay colores que van del verde Cézanne a un brumoso rincón Rembrandt. Nunca falta una franja kline tonalidad marrón.

Fue un cronista deportivo, sabía que «Bloom dejó derretir el jabón en el bolsillo de su traje», y eso no es la influencia, es la relación. Cronista deportivo para “el Lowelltown Sun, allá en la lóbrega localidad [donde] los francocanadienses venían como hongos del Canadá a visitar parientes».

Y Melville está siempre. Y ese «como en las pesadillas de Kafka».

¿Jack Kerouac escribió Visiones de Cody para ver que hay más allá  de Cody?  «Solo hay / Ladrones, Malditos sean los / Pecados de América».

Jack Kerouac es el escritor de los mínimos detalles, de las frases acumulantes, de las resonancias repentinas, de los rincones del espacio, esos que nadie ve, por obvios y desechados. Nunca olvidó  sus libretas de apuntes.

Jack Kerouac escribe contra rejunte de tachaduras. Kerouac, un poco como su maestro Céline, no tuvo muy en cuenta a esos tiranos que son los lectores. No se rebajó a la ficción, pero entró en el aro  «manera Scheherazade, suspenso y magia» a su ritmo y no sé si leyó Norte. Pero cada tanto nos abría una ventana.

Reverberaciones entre los huecos, entre las tonalidades, del ensimismamiento en un cierto nivel del viaje y, finalmente,  aceptar «seguir viajando con las faltas de ortografía».

Entre «las eternidades torturadas».

Y entra lo novelón Magníficos Andersons. Y cambia de escena o, más preciso, de esbozo y mira el trigo y el día. Y siempre vuelve Lowell, el pueblo natal. Pero no vuelve encásicamente, vuelve como leyenda de más esbozo.

Jack Duluoz: «averigüemos, a la mañana, si hay un modo de abstraer los párrafos interesantes de material en toda esta corriente de conciencia en movimiento que puedan ser usados como capítulos progresivos de iluminación de este gran ensayo sobre las maravillas del mundo como si continuamente se iluminase en retrospectiva».

La maldita idea de prosperidad se vende como algo a «la vuelta de la esquina», alcanzable. Hay una prosperidad para escritores, cuando Duluoz era un chico venía enlatada en la película de Paul Muni haciendo de Émile Zola, una educación posible, esa que Jack Duluoz no pudo seguir porque se hizo «un vagabundo y se pasó las noches en vela jugando y fracasando consigo mismo». Se embarcó en el ruido de su máquina de escribir. Y se puso a esbozar y a «almacenar pensamientos al azar».

«Jean-François Duval: ¿Qué escribía Kerouac durante esos primeros meses de 1952 mientras se alojaba en el ático de su casa?

Carolyn Cassady: Trabajaba en Visiones de Cody – era el título de trabajo en su manuscrito, y las diferencias finalmente dieron dos libros, En el caminoVisiones de Cody».

Añoranza de alguna seguridad melancólica de antes de escribir. Primeras visiones en el oído todavía inesbozables. Hace falta leer más. Y el viaje es un temblor y extrañeza de las cosas.  Con Poe y Melville en el sobaco. Pero nunca Jack Duluoz dejó que se escape  «la hora del encantamiento», que es asocial. Una huelga salvaje  ante la sociedad.

Los susurros del río o de la noche, «susurro eterno y espontáneo» de lo que bordea un río de las noches de verano de ese chico que escucha desde el porche. Ahí empezó una fantasmagoría del mundo. Y un impulso a esbozo para atrapar ese correr susurrante de le eternidad del Galloway. Y hay voces de «tragedia nocturna de Lowell» y el Merrimack que chapotea contra las rocas. Y hay un rocío. Y todo eso que suena y se escapa infinitamente entrará en un paraíso de esbozos.

Una inundación te hace recordar el fondo del agujero en el que naciste. El acre aroma de la ropa de varias semanas. Olor a ropa húmeda mal secada. La lectura de Sherwood Anderson y William Faulkner.

Y llegó Mark Van Doren: «me hizo darme cuenta de que los profesores podían llegar a ser verdaderamente interesantes, yo de cualquier manera  me pasaba gran parte del tiempo pensando en cómo debía ser él en la realidad real en lugar de escuchar lo que estaba diciendo».

«Yo no sé quién es este tipo, solo me lo encontré». Pero están las diferencias de clase y las concepciones del éxito social entre Van Doren, un hombre al que dan banquetes, y un padre linotipista. Está toda esa materia realista que te puede llevar a la condena alcahueta de la sumisión, así que no hay que dejarse arrastrar «al abismo de la oscuridad». Hay que partir, a soledad: «a un viejo maestro no se le enseña una melodía nueva».

Hay una Nueva Inglaterra y hay otra Nueva Inglaterra de Robert Frost. Hay Merrimack, hay inundaciones, pero hay inundaciones Kerouac.

Y está el diccionario Webster, tesoro, en el que Jack Duluoz busca palabras. Y sabe de las maravillas del diccionario, pero también  que trata de meterlo en el hoyo del arte de la ficción, de la voracidad estancadora de esos ejemplos que te limitan a lo específico, y él quiere escribir «Mike explora el Merrimack», y yo en el culo del mundo, inundación octubre de 1967 Avellaneda quiero escribir «Elia mira el río», y que el Webster o el que sea, tiene veinte palabras de retardo frente a Visiones de Cody.

Las visiones en el oído de Jack Kerouac asmatizan la lengua, «esa entidad colectiva-abstracta» ganga de la filosofía profesional, de la reseña, pero no retroceden ante el discurso: «práctica individual concreta». Si no se entiende está el Alma que canta.

Jack Duluoz mira una filmación en la calle. La actriz Joan Rawshanks filma para que la eternice. Porque ella está en la niebla completamente sola «en la escalera del tiempo». Ella sabe quién es ella, pero todavía no sabe quién es Jack Duluoz. Lo intuye. Ella con su abrigo de visón lo mira sin mirarlo. Los dos en la niebla de San Francisco. Ella, como si estuviera harta de los teóricos alambicados del cine, necesita un escritor que la escuche filmar. Está sola, no hay que olvidarlo. En la niebla. Alguien que escuche esa niebla que boya en la bahía. Jack Duluoz puede dejar registro de esa «ansiedad» del pasado que le muerde los talones desde que era pobre. Las actrices fueron pobres o no son actrices. El público sufre con ellas de la misma ansiedad. La ansiedad es el eje del cine. La policía balzaciana ordena la multitud que la mira correr desesperada hacia la puerta. Los operadores de Hollywood están en otra. Entretienen a la policía mientras esperan. Ella, Joan, lo hace de nuevo y empieza a correr por el sendero blanco. También está la crema de la crema de Russian Hill. Y Jack Duluoz, entre los mirones, esboza: «(…la escena que estaban filmando) y todo el público tuvo que moverse dentro de un área limitada (como si eso fuera lo que los directores querían no para divertirse sino con un serio interés fascista en el movimiento de las multitudes)» También hay lágrimas y un tranvía que pasa, y la creencia.  Es «la gran época futura» de la lectura como apéndice del cine. Y Jack Duluoz, que no se olvida de «los matorrales ensoñados de Nathanael West» es hijo de la imprenta. No hay apéndices para  leer el esbozo Joan Rawshanks en la niebla: «no se trata de que Hollywood nos haya ganado con su sueños; tan solo ha realizado nuestros propios sueños salvajes, nosotros el populacho tan extraño y desconocido, tan incalculable, enloquecido, ee…».

Duluoz en 1949 todavía era un beat, alguien que atravesaba la planicie de Denver hacia la conversación con Cody en «la noche del obrero de la construcción».

Todavía no era más rápido que una cámara de cine.

Neal Cassady: «Conozco el tiempo».

Jack Duluoz, ese cronista de las visiones de Cody, lo escucha en el mismo instante que Cody «está diciendo que el tiempo vuela; no dice es más tarde de lo que pensamos, o bien la Vida comienza, o incluso ya es la hora, simplemente está diciendo que en este mismo instante el tiempo nos está pasando». Kerouac imprime los fragmentos del tiempo conversado, imprime esos raspones que le arranca a la cinta grabada y los pone en un  rincón, el de Rembrandt. Ese rincón es río Merrimack. Carolyn Cassady lo evoca en el continuo: «Tengo aquí una cinta grabada que amo mucho, un pequeño tesoro de quince minutos, única sobreviviente de innumerables grabaciones que hicimos en esa época; contiene un fragmento de conversación entre Jack y Neal – le haré una copia, ¡escúchela! Neal lee a Proust, Jack su novela Doctor Sax, hacen comentarios, evocan a Burroughs al pasar, y para terminar Jack se lanza a una sesión de scat singing, de onomatopeyas jazzy.» (En Jean-François Duval – Kerouac y la beat generación)

Los lectores de Kerouac no lo dan por leído, lo frecuentan, lo releen, lo citan, lo soban, lo recitan, lo conversan y leen todo lo que Kerouac lee. Y todo lo que se escribe sobre y con Kerouac. Hasta el bodrio de Barry Myles. Y siempre es diferente, su obra se hace y deshace en cada lectura, es una relación de correspondencia, no se puede disecar.

Joyce Johnson: «Kerouac siempre conservó una forma de ese catolicismo puritano que lo había impregnado desde el principio. Algo que hay que entender, porque Jack no recibió en absoluto una educación americana. No se puede captar algo de su personalidad si  uno no va a Lowell, y no aprende a conocer esta reducida comunidad de canadienses franceses dentro de la cual creció. Una comunidad muy cerrada, donde todos hablaban el joual, un francés que practicaban los descendientes de los colonos que llegaron a Quebec en el siglo XVII – la palabra “joual” por otra parte viene del francés “cheval” (caballo). ¡Jack no habló el inglés de manera corriente hasta antes de su adolescencia! Y siempre se identificó fuertemente con la parte de él mismo que seguía siendo franco-canadiense. Incluso me animo a decir que escribió sobre Estados Unidos con la pasión de un outsider, con la mirada de un extranjero».

Proust entra por la vía de Cody, como Biblia: «Cody lee a Proust con lentitud y reverencia, tiene 729 páginas leídas del volumen I en los últimos dos años, leyendo casi a diario, a veces menos de una pagina por vez, lee en voz alta, como digo, con el orgullo y la dignidad de un Robert Burns, un Carlyle, un Héroe con dignidad de Héroe».

Ford del 37 comprado en Denver que atraviesa lo matorrálico y lo herrumbado.

Jack Kerouac conversa con Neal, o con la banda, o hace cuaderno de notas, o libreta, o se habla a sí mismo en el «furgón de cola» de lo que sea.

No se puede tener una visión movible de Cody si no se tiene en cuenta que leyó el Conde de Montecristo.

Y Visiones de Cody abre varios espacios, uno es para suponer que Los Tres Chiflados pueden ser reales y que son tipos que como Jack y Cody van rumbo a lo cotidiano trabajo, como miles, para olvidarse que tienen un trabajo. Esa noria del realismo lógico. Es cuando Cody se promete leer a Montaigne.

Contra el trabajo hay un vagar en el vacío, y después, llegar y   reunirse en el vacío, para conversar.

Jack Duluoz: «Padece tu calambre solo; tortuguea y palomea solo, gime solo, posa solo».

Todos los libros de Kerouac van más lejos que cualquier relato o anécdota. Emilio Sanchez Ortíz dijo que la obra de Néstor Sánchez hay que merecerla. La obra de Jack Kerouac también hay que merecerla. No son obras para artesanos de la lectura. Que es gente que solo lee lo que sabe leer y hacer.

El viento, o estar en el viento te mete de cabeza en lo perdido, en el recuerdo de los llorados, es la ausencia ineluctable que te muerde en el  presente. En la mañana del despertar.

Jack Duluoz escucha los gallos mañaneros de Shakespeare y escribe su amor por Evelyn al sesgo. Amor enroscado en la ensoñación. Evelyn, por unos meses, tiene dos maridos.

Céline, su maestro (en palabras de Jack Kerouac) está siempre rondando: «Cody ha estado pensando como un irlandés  enojado quejándose en los bares americanos del mismo modo que el francés Céline se quejaba y protestaba en los bares franceses».

Jack Duluoz nació exiliado: «ahora, no hay tiempo para el exilio, o el silencio, el silencio o el exilio». Nació en el tiempo exiliado canuko, lo lleva pegado a la suela de los zapatones de tren mercancía o de montaña. No es «un poeta respetable», no lo será nunca. Que escribirá en la culebra del tiempo de los varios tiempos que descubre.

Entonces: hay gallos mañaneros shakespeare, hay personajes que se mueven en un jardín shakespeare, hay colinas shakespeare. Está Shakespeare y el outsider, o el forastero, o el extranjero. Y rescato esta frase de Jack Kerouac, para el bolsillo: Shakespeare: «La visión de la vida, en la que estaba embadurnado como una perla en un chiquero».

Sueños en el sentido de Dante: «Veo el paraíso a través de todas las cosas».

Y si la escritura está hosca o publicar es imposible: hay cuadernos, hay un no llorar de cuaderno de notas, hay Remington, hay una no queja o un trabajo de desquejarse. Hay un Kerouac que sabe cosas en francés, y que también las escribe francés.

Jack Duluoz: «Cody era serpentino, no era triste». Un tipo de patillas largas como los franco-canadienses.

El «sentimiento de Jack Duluoz para con Cody era etéreo, como un personaje de un libro» – solo un lector, es decir alguien que relee puede oír lo etéreo de ese que se cruza en tu camino y que será transformado en eso que se llama personaje. Kerouac sufría de la soledad que engendra la lectura.

Y queda esa marca de Val para Cody: que la poesía es más importante que la filosofía. En otra orilla, otro poeta, avanzaba y escribía que la filosofía y la poesía son los enemigos del poema.

Jack Duluoz, está en su «desesperada eternidad» y Cody va porque «quiere aprender a escribir» y la comprobación de que «todo eso es una pérdida de tiempo».

Jack lo observa a Cody, ir y venir, y también está el cuerpo de ellos con Joanna en el medio. Hay un no aprendizaje irrecíproco del escribir. Solo que Jack se inventa varios orígenes para arrancar siempre: «el rocío de las cosas, en dirección al lucero vespertino del Oeste», o «un personaje de jardín de Shakespeare» volado en su bosque mitificado, o la eternidad de lo visible. O el sonido de las fábricas de zapatos.

Y el no acatamiento del «error de seguir una línea errabunda de historia ya escrita» es el «grano pelado» de la  Leyenda de Duluoz. Lo Balzac en Kerouac.

Jack Kerouac es Jack Kerouac en el Paraíso.

Por favor, con esos vetustos marxistas que le reprochaban su soledad. Como se la reprocharon a Carlo Emilio Gadda.

Los acontecimientos se arrastran hasta la leyenda. Y el tiempo pasa aunque no lo menciones Jack Duluoz. Y no se lleva algunas ausencias que son para siempre. En lo interembrollado.

«El viejo vacío aún lo tiene dentro de él». ¿Melville? ¿Thoreau? ¿Los que leen esta trinidad : Melville-Thoreau-Kerouac?

En Visiones de Cody  Jack Duluoz registra un hecho trágico, que tenía que suceder: un ballenero escandinavo captura y mata finalmente  a Moby Dick, en febrero de 1952. Sobrevivió cien años a Ahab. Melville la condenó, la escribió y tentó a todos los capitanes de balleneros. Jack Kerouac escribió el vagabundeo y desató la furia de todos las policías del mundo. Balzac lo había escrito: la policía es lo único que siempre está. Ricardo Zelarayán escribió Lata peinada y una propuesta en joda de diálogo con la crítica y desató la furia de los críticos que “creen que todo viene masticado en los libros traducidos y que aquí solo se puede copiar o parodiar».

Cody Pomeray camina «en las calles del hombre» de fines de la década del 40. Y seguirá ahí. Camina en «ansiedad de tiempo» de tipos que no durmieron en la casa de su abuela. Entonces no hay ninguna insulación posible, no tuvieron cuarto propio, ni un sucucho prima Bette, Cody no fue de las  calles del hombre al cuarto de su abuela. ¿Se entiende esa dimensión no insular del drama?

En las novelas de Jack Kerouac existen como “insulación superior» los momentos anteriores de nuestra vida, ese que vendrá recitativamente y que espera a alguien que está sentado en la otra punta de la mesa. Son siempre botella al mar.

Hay madrugadas con dispersión y madrugadas con desayuno.

Hay un Cody condenado, santo del fracaso, por todo lo que empuja a casa, jardín y niño, y traicionado por aquellos que lo tuvieron de guía. Mi visión, solo eso, soy uno que lee «las sombras que caen en los prados» de cada uno de esa banda en el recitativo que siempre será de Jack Kerouac.

Lo que perturba en Cody,  es que siempre toma una decisión puntuante en lo que se refiere al TIEMPO.

James Joyce inventó la ineluctable modalidad de lo visible. Jack Kerouac se metió en esa huella, la reinventó, la recontó, la reescribió desde su punto de vista. Inventó el camino de ida y   vuelta. Descubrió que no se ve lo mismo cuando se vuelve por el   camino de ida. Cuando se asciende a Pico Desolación y cuando se baja. Así que escribió ese ir y venir. Metió a Melville y a Thoreau, no como un tradicionalista, los metió en su modernidad. Y después metió a Céline. Balzac siempre le llenó la cabeza.

Pensar en Kerouac como en un cronista.

Que también puede ser el cronista de universos sórdidos, que sabe que será acusado de «impostor franco-canadiense».

Es el cronista de «la vieja foto casa 1928 del padre de Cody construida sobre un camión que él traqueteó desde Virginia del Oeste hasta Dakota del Oeste sin la más mínima razón». Y de los pueblos mineros indios, perdidos, tristes, infinitos – «La Eternidad permanece ahí con las manos a la espalda…»

Los ricos y los pobres en el paisaje: la única división que el cronista Jack Kerouac registra. Y croniquea en esa división.

Jack Duluoz: «En mi locura he viajado mucho buscando un primo de un griego. Y en mi locura he viajado mucho para descubrir un americano, un hombre que me recordara a ese soldado de la Guerra Civil en la vieja foto que está al lado de una pila de leños en la ventisca.»

Y Jack Duluoz escribe sobre la tristeza y el sadismo desde su costado franco-canadiense, o sea escribe en un inglés que traduce del francés.

Jack Duluoz: «¿Te parece que yo no tengo arte francés?»

Marcas: «¡fuera de aquí Gabin! ¿traga a Céline come crudo a tu Genet, Rabelais?».

El cronista de Cody Pomeray, en su visión, es cronista de la ciudad en la que Cody nació, y de la calle Larimer, y de los vagabundos, y de los coches que Cody roba, y también se pregunta si Tom Watson, el del salón de billar, amigo de Cody, encontró algún sentido a su vida.

Cody Pomeray: «Jack está pensando sus pensamientos».

Carta de Neal Cassady a Jack Kerouac del 7 de enero de 1948: «La mayoría de los acontecimientos son imposibles de expresar, indecibles, se desarrollan en una región del alma a la que ninguna palabra puede llegar. Con esto quiero decirte que mi prosa no es verdaderamente el testimonio de un estilo personal… Algo pide ser expresado. Pero las palabras tal vez no sean el medio apropiado para mí».

La caravana sermoneadora pisa los talones. Copta seudo-iracundos que serán exactamente lo que Cravan previó: policías de la literatura. No te dejarán vivir las noches de sábado, lúgubres o neónicas. Les molesta verte solitario «en tu infinito» leyendo Dharma.

Contando el pasado de Tom Sawyer atraviesan Iowa y no se paran a investigar las fogatas de los vagabundos al costado del camino.

Y Jack Kerouac nunca suelta la literatura. Será el reproche más constante, el más perdurable. Los maniáticos de la vigilancia sueñan con dominarla. Pero Kerouac insistirá con ese estuve allí cuando eso sucedió y lo escribiré y será infinitamente.

Un lector de Jack Kerouac, si tiene imaginación, un poco de calle, otro poco de cine, si soñó con alguna Joan Rawshanks en la niebla, si no se deja decir que Charlie Parker ya pasó, si todavía quiere releer Huck Finn o los diarios de Thoreau, entonces, quiere entrar en la leyenda.

El reproche: a Kerouac, a Gadda, a Lester Young: «Lester ya había alcanzado el punto de no retorno en 1946. Estaba cansado de las responsabilidades del mundo y buscaba una escapatoria. Era muy sensible, y se sentía muy herido por toda esa gente que le reprochaba su sonoridad. Sus problemas personales no contribuyeron a mejorar las cosas. Se sentía incomprendido, y estaba enojado, o hablaba poco, es que tenía miedo de que lo vuelvan a herir. Al mismo tiempo le gustaba ser diferente». (Charles Carpenter en el libro de Luc Delannoy: Lester Young.)

Y un día Cody se otorga «el derecho de ver Chicago» donde se le abre el bop. Que después se haga clisé: ¿y?  Esa noche quedará inscripta como movimiento, cada vez que alguien lea. ¿Zona mítica?

Y leyenda. De cada noche que fue, es y será: «gran noche suave de verano, chinos en las aceras irreales de North Clark».

Y hay un contarse todo a sí mismo, un escribirse a sí mismo fuera de las generalidades de lo cultural, de la generación. Es una soledad, una insularización kerouac y nunca se puede descartar que los vecinos llamen a la policía. Si no ¿para qué leemos a Balzac?

La envidia laboriosa cree que cuando Kerouac se pregunta dónde estaba  Billie Holiday o dónde estaba Huck , eso es clisé. Lo hacen clisé porque no pudieron inventarse Huck. No entienden el grado de impregnación que hay ahí. Si un escritor pone a Sixto Palavecino, hay que seguirlo hasta ahí, seguro que ese violín raspado le inventó Piel de caballo. Una parte de la guerra del lenguaje es ese ratoneo de barrer a Osip Mandelstam.

Pero siempre hay una posibilidad de «acurrucarse en el viento».

En algún lugar del agujero del pasado empieza una vida. La de Cody Pomeray en Salt Lake City el 8 de febrero de 1926. Y desde ahí, un contarse las biografías en un coche o en un café. Ese será un paso a la huelga ante la sociedad.

Jack Duluoz: «Esto explica mi Cody Pomeray».

No tienen nada de lo que le piden desde el costado de la calle, por eso están en el camino de ese «amanecer leproso que se extiende por el cielo».

Jack Kerouac escribe con todo el pasado de lo que escuchó y leyó. No con reglas técnicas de narración. Kerouac escribe mesetas de «niveles bíblicos» con pastores que vienen de la antigüedad y mecánicos de coches «que viven en los caminos laterales» y lo miran pasar.

Kerouac los escribe también en su perdición, la de él y la de ellos. Los escribe en el Tiempo. El tiempo hace preguntas: ¿ha madurado o no ha madurado Cody, ese de 1931 y ese de la foto en 1937? Hay que leer. Una y otra vez.

Pero Kerouac escribe en el universo de marmotas que piden claridades, tramas, mensajes, ideas, en este bosque de la lengua de palo, que quedó después que destruyeron Arden.

Cody solo tuvo una juventud perdida en la calle: «el pionero americano que llevaba en su interior se dolía por la pérdida del hogar». Y estaba la policía que hacía redadas masivas.

En Kerouac se camina “en el paso del tiempo en la eternidad…».

Kerouac, el cronista, nos quiere ahí: «en especial la última escena que aquí contaré […] pero espera para ello.» Reescribe las fábulas que se le vuelven pasado ni bien vuelve a casa.

Cody deja México. No quiere contar nada del pasado, o del pasado inmediato, ni siquiera el de ayer en un burdel, está «vacante de callejones»: de repente no le interesa la fórmula del cronista: estuve ahí y estoy acá: «le pregunté a Cody qué hacía mientras yo estaba comprometido con una chica saltarina – en vez de contestarme me dice, «No tiene importancia, Jack».

 «¿Qué? ¿Qué no tiene importancia?»

«Las cosas… recuerdos, recordaciones y repeticiones, comunicación e intimidad y todas esas charlas–»

«Mis palabras, no».

En las últimas páginas de Visiones de Cody entra Dante, canto XVII del Paraíso, Kerouac lo cita en italiano :

«Tutta tua vision fa manifiesta, e lascia pur grattar» (“declara tu visión abiertamente / y deja que se rasquen” – corta la línea que sigue así : “e lascia pur grattar dov´è la rogne, que se rasquen los sarnosos”. Tr. de José María Micó) y abajo escribe : «Estas líneas son las fundaciones de un gran designio».

Los triunfadores nunca entendieron nada ni de Cody ni de Jack Duluoz: «Carolyn Cassady a Jean-Françóis Duval: Usted sabe que Barry Miles, en su biografía Kerouac,  Rey de los beatniks, dice en tono declamatorio a propósito de Neal: «¡nada de santo en él!». Barry Miles siguiendo a William Burroughs,  juzga que Neal es un tipo perfectamente insignificante».

«Cody vuelve a casa, vuelve a casa». Pero como Cody es un santo, anti-encásico por sistema nervioso, y «se movía  en varias dimensiones a la vez» (Carolyn Cassady) será secuaz en la eternidad del tiempo. El resto integrará la caravana «perfectamente tridimensional» (Carolyn Cassady) de los que difunden la fe.

Jack Duluoz: «Lester fue quien empezó todo, el lúgubre y santo excéntrico que está detrás de la historia del jazz moderno y de su generación como su Louis, su Bird que vendrá y será –».

La pregunta: «¿Qué influencia mayor sacó Cody de este personaje [Lester Young] mítico para su generación? ¿Qué misterios y qué enseñanzas». Jack Duluoz se pregunta qué ensueños le enseñó Lester a Cody. Y a él.  «Lester es como el río».

John Lewis sobre Lester Young en el momento en que este último entra en la sala Pleyel, 1956: «Ahí viene el poeta americano más grande». (En el libro de Luc Delannoy: Lester Young.)

Lester Young: «Nunca intervengo en las maneras de tocar de mis músicos, así ellos no me interrumpen cuando toco. Si no tu mente se perturba. Es la razón por la que siempre dejo que mis chicos toquen sus solos, así no me fastidian cuando hago el mío. De hecho, a veces me hago insultar por el público que quiere oírme tocar más; creo que si le pagas a un tipo para para que toque y si ese tipo está en la escena y puede verdaderamente tocar, entonces debe tener su oportunidad de contar su historias.» (En el libro de  Luc Delannoy: Lester Young.)

¿Y se trata de ensoñación? Nada más que escuchar “el pájaro del crepúsculo en un ensoñado parque recién conocido» junto a algunos santos del billar o de la conversación.

Jack Duluoz se hace una advertencia: cuidado con «el acuerdo  virtuoso con uno mismo…»

«Y sin embargo, está Cody Pomeray que se va al trabajo» en una mañana del universo y está Jack Duluoz:  «acepté la pérdida para siempre, yo estoy hecho de pérdida, – también estoy hecho de Cody».

Jack Kerouac nunca vuelve a casa, digan lo que digan, no vuelve a lo encásico que inventó Néstor Sánchez, nunca volvió a ningún encierro, siempre tuvo «otro libro», quiero decir, se transforma en Jack Kerouac, y funda su gran  designio, y le pidió ayuda a Dante, y se queda solo, y escribe.

Hugo Savino , 2019