
Me pregunto qué madres habéis tenido.
Si ahora os vieran trabajando
en un mundo para ellas desconocido,
envueltos en un círculo nunca acabado
de experiencias tan distintas de las suyas,
¿qué mirada tendrían en los ojos?
Si estuvieran allí, mientras vosotros escribís
vuestro artículo, conformistas y barrocos,
o lo pasáis a redactores ajenos
a todo compromiso, ¿comprenderían quiénes sois?
Madres viles, en el rostro el antiguo
temor, que como un mal
deforma los rasgos en una blancura
que los nubla, los aleja del corazón,
los cierra en la vieja negación moral.
Madres viles, pobrecitas, preocupadas
porque los hijos conozcan la vileza
para pedir un trabajo, para ser prácticos,
para no ofender al más privilegiado,
para defenderse de toda piedad.
Madres mediocres, que han aprendido
con humildad de niñas, de nosotros,
un único, desnudo significado,
con almas en las que el mundo está condenado
a no dar ni dolor ni alegría.
Madres mediocres, que no han tenido
jamás para vosotros una palabra de amor,
sino de un amor sórdidamente mudo
de animal, y en él os han crecido,
impotentes ante los reales llamados del corazón.
Madres serviles, habituadas desde siglos
a agachar sin amor la cabeza,
a transmitir a su feto
el antiguo, vergonzoso secreto
de conformarse con los restos de la fiesta.
Madres serviles, que os han enseñado
cómo el sirviente puede ser feliz
odiando a quien está, como él, atado,
cómo puede ser, traicionando, dichoso
y seguro, haciendo lo que no dice.
Madres feroces, dispuestas a defender
lo poco que, burguesas, poseen,
la normalidad y el sueldo,
casi con la rabia de quien se venga
o está oprimido por un absurdo asedio.
Madres feroces, que os han dicho:
¡Sobrevivid! iPensad en vosotros!
iNo tengáis nunca piedad o respeto
por nadie, guardad en el pecho
vuestra integridad de cuervos!
iEllas, viles, mediocres, serviles,
feroces, vuestras pobres madres!
Ellas no tienen vergüenza de saberse
-en vuestro odio- aun soberbios,
porque éste no es más que un valle de lágrimas.
Así es que os pertenece este mundo:
hermanados en las opuestas pasiones
o las patrias enemigas, por la negación profunda
a ser diversos: a responder
por el salvaje dolor de ser hombres.
Pier Paolo Pasolini (De Poesia informa di rosa, 1964)
Traducción: Roberto Raschella / Publicado en Innombrable Nº 1 , 1985