John Cage/ Toru Takemitsu

La música de John Cage

John Cage es una profunda influencia en mi música. Debido a su constante exploración de nuevos enfoques musicales, uno nunca puede comprender la verdadera naturaleza de su música mirando únicamente lo que está en la partitura. Su invención musical, más allá de cualquier patente, está registrada de manera anónima alrededor del mundo. John Cage quiere fertilizar el estéril “terreno de la música”. Se enfrenta a esa tarea con la humilde alma de un campesino. Para cultivar el “terreno de la música”, ¿acaso dejaron de ser útiles las manos y los pies humanos? Estamos tratando de obtener una gran cosecha de ese “terreno de la música” heredado sin tener en cuenta la calidad del suelo. Hablando en términos generales, podría decirse que el terreno representa a nuestros instrumentos musicales tradicionales. Si no cultivamos el sonido, nunca crecerá nada verdaderamente original. Proliferan las reglas para la música, pero el sonido es aún un tema poco explorado.

John Cage habla de las “entrañas de los sonidos”. Esto puede parecer una habladuría mística, pero lo que él sugiere es que incluyamos todas las clases de vibraciones en lo que aceptamos como sonido musical. Tendemos a comprender la música dentro de los confines de las sofocantes y superficiales convenciones de la música compuesta. En medio de este ingenuo comportamiento básico del ser humano, hemos olvidado escuchar. La música es algo que debemos escuchar, no explicar. John está intentando reafirmar la importancia de esta función original. Por esa razón, es imposible analizar los sonidos amplificados de John Cage a través de medios electrónicos. La música de John Cage, en realidad, se trata de escuchar sus sonidos. De eso se trata toda la música.

El arte genuino siempre desafía la categorización. Los trabajos superficiales e inconsistentes están siempre atados a los criterios convencionales; no sobreviven. La profunda impresión que provoca una obra de arte no es el resultado de la naturaleza individual del artista. Naturalmente, ese factor no puede descartarse por completo, pero es a través de nuestra comprensión de la silenciosa revelación que está más allá de la naturaleza individual del artista que nos inspiramos una y otra vez cada vez que nos enfrentamos con la obra. El desafío de esa silenciosa revelación a cualquier categorización es lo que la mantiene viva. Tiene diferentes características y cambia de acuerdo al sujeto que la asimile.

La revelación silenciosa de John Cage

En una ocasión, el compositor Peter Schaeffer trazó un sugerente diagrama que mostraba claramente la idea detrás de la musique concrète, el tipo de música que él desarrolló.


Abstracto → Concreto
Concreto → Abstracto

La música convencional expresa imágenes concretas por medio de sonidos musicales abstractos. En cambio, la musique concrète trata de expresar una imagen abstracta a través de sonidos concretos cotidianos. Los sonidos musicales siempre han sido musicales de acuerdo con las definiciones tradicionales. La idea de Schaeffer del objet sonore representó la fase final en el desarrollo de esa tradición. Como tal, no necesita explicación.

Lo que hizo Schaeffer fue elevar el ruido al mismo nivel que los sonidos musicales, siempre de acuerdo con la estética clásica. Una vez más, la música en realidad no revivió. Es verdad que la música sobrevive, pero el simple hecho de ampliar el medio no impide la misma repetición histórica.

La música no va a ser nueva simplemente por el uso de nuevos sonidos o la ampliación del medio. De la misma manera, una percepción dialéctica es solo la aplicación metódica de las ideas. Pero el poder que le da vida al arte siempre está más allá de esa conciencia personal. A medida que la estética contemporánea evoluciona, el arte sufre.

Cuando John Cage ponía tuercas, tornillos, gomas de borrar y hebillas para el cabello dentro del piano, no creo que haya estado motivado por las mismas metas que Schaeffer. Es verdad que Cage exploró una considerable cantidad de medios para crear nuevos sonidos, pero esa no era la idea más importante. Si se hubiera tratado solo de eso, la música no hubiera ganado otra cosa más que libertad de expresión y hubiese llegado a una etapa aún más desafortunada.

Para John Cage, la música es en realidad su manera de darle vida a esas cosas como las relaciones, el movimiento, las dinámicas – cosas que llamamos música y que están dentro del marco de la música pero no son verdaderamente sonido vivo. Esa es la razón por la cual la “libertad” de John Cage tiene cierta crudeza cuando se la compara con la de Schaeffer. La conexión entre un sonido y otro puede compararse con la del hombre y la mujer ya que sucede de muchas maneras distintas. Además, es un evento realista, que va más allá de la estética, sin conclusión.

La vida no puede definirse y, por lo tanto, desafía cualquier clasificación. Es incierta. Lo mismo sucede con la música de John Cage que, como una profecía implícita, les permite a las personas reaccionar frente a ella de distintas maneras.

El mundo está lleno de milagros

El bosque estaba a unos 30 minutos en auto desde el hotel donde nos hospedábamos en el volcán Kilauea. Era un bosque virgen, alejado de la explotación humana, plagado de aves salvajes.

El clima de montaña cambió rápidamente. Para cuando llegamos a destino, estaba lloviendo. El enorme contorno del sol hawaiano brillaba claramente a través de los vapores humeantes y la lluvia helada en la boca del volcán. El sol bermellón parecía estar pegado en una pared gris. Gradualmente, lo cubría un fieltro nebuloso.

El festival de música en Honolulu había llegado a su fin; junto con John Cage visitamos las islas antes de regresar a casa. Allí, en un bosque repleto de aves salvajes, apenas podíamos discernir el camino entre los frondosos fresnos y arbustos. Debajo de las copas de los oscuros árboles, las orquídeas tropicales en flor parecían ajenas a este mundo. Imaginaba que entendía la lengua de las aves. Cosas en constante cambio… los cantos de las aves nunca se repetían… las orquídeas color púrpura brillante… la lluvia… el viento.

Y luego…

Allí en ese bosque sentí que las cosas que me rodeaban no pertenecían a un mundo objetivo. Sentí que ya era parte de todas esas cosas. Estaba cambiando. Si me apoyaba contra un árbol caído sentía que mi piel se teñiría de marrón y se cubriría de vellos. Si tocaba las hojas, me volvería verde.

A pesar de todos los cambios en el mundo, el mundo nunca cambia. Es difícil imaginar la ilimitada manifestación de ese Poder que nos da vida. El ser humano busca vivir apartado de otros. ¿Es así cómo debería ser?

En japonés tenemos la palabra ikeru, una forma coloquial de la palabra iku. Tiene dos significados. Uno es “poner flores en un florero para revivirlas”. El otro es “enterrar un cuerpo”. ¿Acaso esta palabra no encierra algo básico? ¿No es la combinación de vida y muerte una medida del mundo? Para Cristo, que fue ejecutado en el Monte Gólgota, su muerte fue una experiencia humana. Es por eso que después hubo una Resurrección. ¿Fue un milagro? Si lo fue, el mundo está lleno de milagros.


Bashō escribió:

Cuando miras a tu alrededor
No hay nada
Que no sea una flor.

Esta comprensión está reforzada por la penetrante mirada del mundo de la nada de Bashō, el mundo definido como ikashi e ikeru, la vida y la muerte. Cuando uno mira a su alrededor, ese mundo no es el mundo objetivo. Es allí donde el sujeto y el objeto se funden. Es allí donde uno realmente vive. Poner flores en un florero (ikeru) es contemplar el mundo en esas flores y en ese florero. Desafortunadamente, incluso ese acto se ha formalizado y tiende a ser representativo. De todos modos, la fuente básica espiritual está allí. También podríamos llamar a eso un milagro.

Mientras caminábamos por el bosque, los árboles y las flores cambiaban constantemente su apariencia. John Cage sabía mucho sobre plantas y hongos complejos. Encontramos un hongo color marfil que parecía una piedra creciendo en el tronco de un viejo árbol. Cage me dijo: “Este hongo probablemente sea más viejo que tú”. El hongo parecía ser la imagen del silencio. Nos quedamos mirándolo durante un largo tiempo. ¿Por qué le interesan cosas como los hongos?

Cage me dijo que en su tiempo libre salía en busca de hongos. También me contó que es difícil distinguir las variedades venenosas. Hay que comerlos para darse cuenta. Además, algunos son inofensivos si se comen crudos pero se vuelven venenosos una vez cocidos, y viceversa. Lo consideraba un gran misterio. “¿De dónde crees que sale el veneno y adónde se va?”

Cuando visitamos al Dr. Hisamatsu en Kansai, Cage le dijo a ese distinguido académico Zen: “Siempre me preocupé por el problema de la notación musical, pero ahora dudo si debería escribir mi música en papel”. A lo que el Dr. Hisamatsu contestó: “¿No crees que los ojos y los oídos son diferentes? Podemos escuchar con los ojos y ver con los oídos”. Luego dijo que en su opinión la combinación de ambos era lo más natural. ¿Acaso no estamos incluso olvidando cómo ver con los ojos?

En las profundidades del bosque, cerca de un estanque, Cage encontró un hongo exótico. Decidió llevarlo al museo cerca del cráter porque no recordaba haberlo visto allí. Regresamos en el auto y lo dejamos en el museo. Dejó una nota con el nombre botánico y la firmó con su nombre “John Cage”. También dejó instrucciones detalladas para su cuidado. El hombre a cargo parecía sorprendido y, evidentemente, molesto. Ese era, de hecho, el tercer hongo que John Cage llevaba al museo solo en ese día. Me dijo que no era habitual ver ese hongo en esas islas.

El mundo está lleno de milagros.

Toru Takemitsu, Confronting Silence.

Traducción de Consuelo Elizalde

Ph/ John Cage