
A la errancia tan cara al poeta en busca de inspiración, Hélène Bessette privilegia el extravío. Por otra parte es una extraviada, una olvidada de la historia literaria. (Julien Doussinault)
Y para huir del pequeño grupo de los adeptos a la gran gloria, molesto a la larga, ¿adónde ir? (Hélène Bessette)
Huir, sí. De los pegajosos que proponen círculos y amuchamientos. Y familiaridad. ¿Se trata de irse, adónde? Sí. Para mí se trata de eso. Es un punto de vista.
La humildad se puso de moda. Es una impostura como cualquier otra, pero la corporación crítica la incorpora y la pone a jugar contra una supuesta arrogancia del que niega la intermediación de los lectores profesionales entre lo que el autor escribe y los lectores. Los Resúmenes muestra que es de siempre. Y apuesta al lector extremo. No ese que se llena de ensayos sobre poesía, como dijo Marina Tsvietáieva, sino ese que lee poemas.
«Modesta no soy, soy tímida y eso puede prestarse a confusión.»
Julien Doussinault: «“Los blancos sorprenden desde el principio”, previene Mallarmé en el prefacio a Un Golpe de dados jamás abolirá el azar. En sus novelas, Hélène Bessette está justamente a la escucha del silencio, elige no llenar los blancos. Otros los llenan en su lugar, pero sus voces no llegan a cubrir el ruido y la furia del barrio Saint-Germain cuando sale su primera novela Lili llora, en 1953. Diez años más tarde todavía el éxito se hace esperar, y Marguerite Duras, en el transcurso de una emisión difundida por France Culture, se hace cargo de la defensa de Bessette e intenta una explicación:
“La falta de éxito, en mi opinión, no existe. Quiero decir, la falta de éxito inmerecida no existe. El éxito puede ser tardío, pero debe llegar, tarde o temprano. No creo que la crítica sea la responsable, en primer lugar, de eso que llamo la falta de éxito momentáneo de una obra. Creo que la falta de éxito de una obra resulta de la propia obra, en fin, es una cualidad intrínseca de la obra. Cuando la obra es sola en ser ella misma, cuando una obra es insólita, es normal que solo sorprenda a unos pocos iniciados, en principio. Un libro nunca aparece solo, siempre está acompañado de otros libros, está siempre en un contexto dado. Puede ocurrir que a un libro muy singular, muy insólito, se le pongan trabas mediante otros libros”. »
Bessette se rebela contra «el genio de la lengua, ese fósil teórico» (Henri Meschonnic)
La gran derrota no fue que De Gaulle estuviese en el poder, fue que llegasen al poder los estructuralistas y su jerga y barrieran a escritores como Hélène Bessette o a Arno Schmidt. Secuestraran a Mallarmé o le cortaran a Carlos Correas el camino a los lectores.
Hélène Bessette no forma parte de la familia.
Hay un público, se lo quiera o no, y compra los diarios, y les cree, viernes o sábado llega el catecismo, y acepta la pedagogía periodística, cualquiera sea su soporte: «Es cierto que el genio del perfecto periodista es ante todo un genio pedagógico.»
Hay librerías, y hay escuelas de orientación, y ahora se agregan, clínica y taller: lugares, donde «hacer composiciones y disertaciones.»
Hay publicaciones, miles: «Como es lógico hacen falta muchas publicaciones para calmar el hambre de varias generaciones de lectores educados en la lectura y para la lectura.»
Y está el odio, ese que aparece ante el don, ante ese que escribe solo. Como dice Claudine Hunault: «Hélène Bessette está sola, escribe sola, decide sola.»
Y está la desesperación, y la vida perro, para algunos.
Están las revistas, «leer las revistas»: «Los kioscos se derrumban bajo el peso abrumador de los diarios y las revistas.
El Público también.»
Están las citas: «Hay que aferrarse desesperadamente a todas estas citas para intentar ver claro. Como una trapecista pasa de un trapecio al otro.»
Los resúmenes muestran que uno está solo con sus citas. Uno está solo con lo que escribe. Y solo con los rechazos. Y solo con las traiciones.
Hay escritores que simulan estar en la guerra del lenguaje, pero marinan en la prosa oficial. La aspiración: entrar en el cuadro de las glorias de la literatura.
«Imposible escapar a las categorías y escalas de los profesores. Imposible ser una persona nueva, ser solo el propio nombre o el nombre propio como cada uno quiera.»
Hay un triunfar en París. Hay un triunfar en Buenos Aires. Hay un triunfar.
Hay que seguir las citas de Bessette, esta de J.M. Synge por ejemplo, la pone en inglés, no la traduce, creo que le resulta increíble que alguien no sepa inglés: «Wrote directly as a piece of life without thinking, or caring to think whether it was a comedy a tragedy or extravaganza.»
Bessette dice que «Racine tenía doscientos lectores. Hoy millones de niños recitan a Racine hasta la saciedad.»
Bessette escribe su manifiesto. Y escribe: «Sustraerse a la facilidad literaria engendrada por los entrenamientos universitarios.»
No hay universitario, y su alcahuete, que no te quiera entrenar, así como no hay poeta consagrado que no te quiera corregir. Toda esa gente quiso corregir a Hélène Bessette.
«Los Editores tienen mucho interés en cultivar ese chantaje muy económico que la vanidad de los poetas infatuados vuelve totalmente posible.»
Citar contra la crítica literaria. Que es celosa, y sus celos se vengan, hablan como «la Verdad viviente» (Jarry), con los celos de las mironas liberadas del Supermacho.
«Un texto estructuralista, lo que llamaré respetuosamente una “balbuceo jergoso” (balbuceo puesto que es un término progresista no peyorativo).
Anoto algunos efectos luminosos:
una disyunción paradigmática
fonema extrapolación
consecuciones temporales »
y esta perla Hélène Bessette:
«(morfemas en el sentido americano)
(sobre todo no olvidar nunca el sentido americano)»
Bessette sitúa para situarse. Hay siempre una figura de Editor, hay siempre en juego una aprobación, a veces hay excepciones: «De todas maneras, antes de terminar este párrafo, hay que anotar algunas reflexiones en descargo de los Comités de Lectura que de alguna manera son víctimas del estado literario tal como lo he descrito en la primera parte, hay que volver a esta especie de trilogía: Literatura – Lectura – Prensa. En este conjunto, la literatura no presenta más que un mínimo porcentaje y la pregunta que planteo se hace de hecho muy pocas veces, la mayoría de las veces el Editor y su Comité aprueban el lenguaje (y el Pensamiento) admitido en el Siglo.» Siempre en juego lo permitido y lo no permitido.
Bessette está « “Marcada con una cruz” desde el primer libro por una Inspección que toma al pie de la letra un artículo de Prensa (1953).»
El perro chico, si quiere un espacio, tiene que moverle la cola al perro grande (Osvaldo Lamborghini) de la Reseña.
Dos zarpazos que cito a medias, citas cortadas, con la esperanza de salvar la sugestión Bessette:
«Georges Lukács es un nombre. De Izquierda entonces. Y por eso tabú, sin duda. […] Lukács, ese Señor que le habría aconsejado a Klee que pinte como David…»
«No sé si el señor Roland Barthes sería capaz de escribir una novela.»
Agrego: un estructuralista es alguien, sea hombre o mujer, que fue a la Universidad y se auto-proclamó árbitro del valor.
Otras tres imposturas: «Nadie, nunca nadie hizo algo valedero en Arte mediante incultura o «anticultura» o «contra-cultura» (percibido últimamente).»
«La ficción le pertenece al lector.»
Leer Bessette, tal vez una oportunidad para romper con los que fingen leer. Y responder Bessette.
Contra el melodrama de la humildad, la sinceridad, y la devoción, elijo esta cita: «Y bien es mi propia sensibilidad y mi propia personalidad de alguna manera, un complejo de superioridad puesto que pretendo situarme por encima de todas las opiniones corrientes, para en primer lugar tener la libertad de expresar la opinión que he elegido y además, luego, porque creo sin duda – es un complejo de superioridad – que mi opinión, la que elegí, deliberadamente, es superior a todas aquellas que podría encontrar en cualquier grupo, sea político o religioso.»
Está Ezra Pound, está Conrad, está Synge, esta Chandler. Está Kierkegaard. Están anotados en Los resúmenes.
Los resúmenes es un libro de alguien que va ganando en el tiempo. Eso es imperdonable. Y que fue ejecutada justamente por eso, por ganar en el tiempo. No es nuevo. Hay muchos casos. No es una conspiración. Es una reacción, una manera que tiene la capúa de defenderse de lo nuevo.
Y también la obra provoca ese miedo.
Hay un miedo que provoca Nadezhda Mandelstam. Otro que provoca Hélène Bessette. Miedo a leerlas. Y miedo a leer.
Hay dos libros traducidos de Hélène Bessete. Los tradujo Daniel Sardà. Editados en Dosmanos: Ida y Veinte minutos de silencio.
«Literatura viva, para mí, por el momento, es Hélène Bessette, nadie más en Francia.» (Marguerite Duras). Lo dijo hace muchos años. Después el olvido. Hasta hace poco. Llega un banda y empieza el rescate. Hay que decirlo. Y es una banda que no la secuestra en la interpretación. La edita. La acompaña, sobre todo acompaña la obra.
Así hay que leerla a ella, no hay apoyos sesentistas, ni de los setetenta, no hay frotamientos de la impostura política, no hay intermediario. Hélène Bessette no tiene portavoz, ni intermediario entre ella y el lector.
*Salvo indicación contraria, todas las citas pertenecen a Hélène Bessette
Hélène Bessette, Les résumés, Othello, 2022.
Hugo Savino, 2022
Debe estar conectado para enviar un comentario.