Wilson Bueno y el portuñol salvaje / Lucía Mazzinghi

Wilson Bueno canta el canto de los bugres, canto mestizo, misturado, hosco y dulce, hecho de bruma, barro, mandioca, colores y ceniza. El portuñol, triángulo de las bermudas donde zozobra lo recto y todo son desvíos, juegos, tropiezos…tem como base la vitalidade de la divina abundancia, el gran basural barroco de la vida, la cornucópia de lenguas y de ritmos selvagens dice Douglas Diegues. Cada uno tiene el portuñol salvaje o selvagem o salbaje metido en su cuerpo, aunque no lo sepa está ahí, avanza errante, incorpora el paraguayensi, salpicado de palabras guaraníes como gotas de luz, la lengua se hace triple, triple frontera, aflora, se esconde en los recovecos de los corazones que palpitan, sudorosos, singulares y deletrean con amor y alegría el canto del urutú y del jilguero, agua corriendo, una botella de cerveza helada destapándose, dos agujas entrechocadas, un cumbianchón y cuanto sonido encuentren por ahí. Esa es la materia con la que Wilson Bueno construye su obra.

Catatau de Paulo Leminski (1944-1989) también oriundo del Paraná y amigo de Wilson, es el precedente inmediato de Mar Paraguayo. Según las incertezas del habla de estas plagas donde podres las palabras pierden sonidos, cayéndose a pedazos por las bocas de los bugres, charla que fermenta. Cargan pesos en los befos, piedras, palos, plumas, penas, mor de no poder hablar: traen bichos vivos en la boca dice Leminski.

Estos dos poetas paranaenses, vagan en el entrelenguas, se duermen con el sonido del azúcar hinchándose dentro de las cañas, se despiertan con el cascabeleo de una cobra, balbucean lo que recuerdan, lo que venescuchan, babelplacer.

Fragmento de una carta que le escribe Bueno a Leminski: ¿Y no será entonces, compadre, que agosto volvió a pasar sin ti y tus bigotes mojados en cerveza en los remansos de Curitiba? En el débil invierno de este año, la inquieta sonatina del ipê amarillo va por las vías rápidas. Poetas de un mundo ateo, tú y yo, los dos, en el camino, otros inviernos, veranos profundos y pesados, tú y yo, compadre, asombrados. La contaminación entre lenguas construye una ética y una erótica: el gusto del sexo en la língua, la língua, el sexo en los múltiplos idiomas, ayvu, casi asi como una rosa deflorada, la muerte y el sexo nada hablan pero comoexplendiente se siente, leemos en Mar Paraguayo.

Entonces: adentrarse en la cuenca del Paraná, en la maleza del sertón con los dientes apretados y el oído atento. En el fondo del fondo del fondo de su país. Guarania y soledad. El sonido dulce del viento canta y cuenta. Barro y agua. Se puede decir que hay bichos, huellas, pajaritos, hay plantas, hay claros, hay espinas así como en la maleza del lenguaje, hay lenguas entremezcladas, hay ritmos, palabras, letras combinadas y recombinadas. Los animales que Wilson Bueno anota en su zoológico también son híbridos, eróticos, fronterizos, bichos imposibles de catalogar, con una estabilidad precaria. Cualquier cosa le sirve para buscar lo inesperado, lo maravilloso a la vuelta de la esquina. Los lagartos son cactus arrancados vivos, los ivitús bestias de garras retorcidas, capaces de mitigar en los indios el dolor de la saudade, los pelícanos son como pájaros raros, la reticencia vive en los corazones silenciosos de los murciélagos ancestrales que dibujan trazos sombríos en el viento, borboletas, caballos, lagartijas, moscas, dragones tristes, todos pasan por su lengua, se refractan, se deforman y se anotan.

Wilson Bueno quiere alcanzar lo que vibra debajo de la línea del silencio. Esa es su obsesión.

No hay idiomas ni leyes para él, solo hay lenguas vertiginosas, primitivas, lenguas que se lamen, se mezclan, se dan tarascones y besos, se arrullan, se desbordan, se desmoronan caprichosas, juguetonas, desviadas, se alimentan del error. Toda lengua ke no kopula desaparecerá inevitablemente dice Cristino Bogado.

Se trata de cantar y conquistar la realidad chamanizada. Se trata del entre, del espacio intermedio más que del tiempo. Una zona de zozobra, terreno de maniobras, refugio de fantasmas. Milagro y abismo, juego-de-jugar, como el lance de dados de los dioses y su macabro inventar. Ñe´ é significa hablar, conversar. Eso es lo que inventan los dioses, la conversación que es un juego.

En Mar Paraguayo desde su casa del balneario de Guaratuba (el preferido de los paraguayos y el lugar que elegía Stroessner para descansar), donde el silencio del otoño se rompe y se despliega gota a gota, pingo a pingo, insistente, recorriente, casi mortal: habla la marafona. La marafona es mujer engañadora, teje y desteje penelopeanamente la danza bruja de las horas, su vida, su infancia sin suerte ni destino como los pueblos del interior. El amor y el odio, el ardor y la muerte. Un viejo decrépito ha muerto en circunstancias misteriosas (probablemente ella lo haya matado) y un joven dorado de ojos verdes como el mar la ha hecho renacer. El medo es una cosa viscosa que viene de dentro. Pero el miedo no le impide el amor. Amor es la sombria compulsión de los devotados a lo áspero. Amor es oficio de uno querer sin conta y sin frenos. Así teje la trama la araña, haciendo milagros y simulacros, recomienza su monólogo una y otra vez. Escribo para que no me rompan dentro las cordas del corazón. Hablescribe mientras teje y mira por la ventana modula en telaraña el tiempo  e todo se vá a morir se non hoy, mañana, se non mañana, después de la mañana. Esta incurable melancolía (Novelas marafas). Rumor y cenizas, presságio y sombra.

Cala. Te boca dessatada, cala-te! Transvistida bruja marafa! La contadera de lorotas bufas, sueños, fantasmagorías, assessinios, olores y pociones, ossessivas noches de humo y alcohol. Añaretá de humo, borracheras y luces bajas, de resplandores y derrotas. Lo que los maestros saben es lo que hay para aprender. Decir es más difícil confiesa Leminski en Catatau. Decir tiene que ver con el hacer, con arriesgarse, con hacer pie en lo propio, no puede enseñarse. Me disculpo de las disonancias de lo que digo pero cada uno habla lo que tiene en la boca…soy parte de lo que hago. Desenvuelvo una lógica. El ritmo es la lógica, cuando ésta se extingue, pongo un punto final. Es la música de la carencia.  

Loucura feroz de tempo en nos andando. El Tiempo es el dios que no duerme, siempre corriendo, corriendo, andando, imparable… y casi nadie mais tem tempo para perder com poesia…

Ñe´e, ñe´e insiste. Palabra, vocábulo, língua, voz. Decir. Conversar. Fabular. Una estoria dentro de outra estoria, dentro de outra estoria más.

Los muertos, los vivos y los fantasmas, pomberos y cucús conservan sus gustos, siguen atados a los afectos, conviven en Eldorado del Paraná. Sobre todas las almas -vivas y muertas- pesan habladurías, simulacros e ilusioneras. Nada es exactamente lo que parece. Hay pliegues, dobleces, misterios en las madrugadas trilingües, en las noches húmedas, en las siestas sofocantes. Las serpientes ponzoñosas vagan por tierra y agua con el infierno dentro, chiriri chiriri el sonido del peligro. Hay que estar en guardia.

En Canoa, canoa quien habla es un hueco, un vacío que busca y cuyo mayor miedo es quedarse quieta, no proseguir esta búsqueda en desorden que la vivifica aunque le falte algo, le falta el canoero que es quien señala la dirección. A la deriva, lo busca por ríos y orillas, entre el barro y las lianas, no hay rastros, ni siquiera es capaz de registrar en qué momento exacto desapareció y la dejó sola. Aunque sea aspira a encontrar su nombre rebotando entre las piedras, un eco, algo.

En el año 2010 Wilson Bueno fue encontrado muerto por una cuchillada traicionera en el cuello en su casa de Curitiba. Tenía 61 años. Su nombre, el eco de su nombre vaga aún por las fronteras, se desliza por los ríos amarronados y aúlla en los sertones profundos de la cuenca del Paraná.

Lucía Mazzinghi, febrero 2023

Ph / Sebastião Salgado