Orgánico
Cómo hablar
cuando la sed es tan grande
que podría repetir
adentro de la boca
ajena
gajitos de naranja.
No puede aliviar la sed
(no podía no podría no
diría).
Entra al supermercado de la vuelta
y Shen Huang
con quien se reconocen
desde antes de cualquier sed
la atrae contra su pecho.
De la mano la lleva hasta los apios húmedos
donde se sientan
cada tanto cada año y balancean las piernas.
Le siente el gusto amargo
que no está
ahora
solo en la boca sino que se le desparrama
entre las axilas los dedos de las manos
los cabellos los vellos los pies.
Corre Shen Huang
corre
a buscar agua.
Trae una botella de dos litros que ella
Nunca (nunca)
tiene ganas de servir, de alzar.
Cae el agua. Cae el agua. Cae el agua.
-Mirá estás haciendo un diluvio el lugar-
dice Shen Huang risueño.
Y el agua alivia inunda descubre
hasta que ya
no
se ven.
Blow up o Ñembopacu
(Divertimento)
La luna está hermosa, dice
y mira
con terquedad de sombra.
Abre la ventanilla del bondi,
saca una foto, y otra.
Lo grave
-como en el cuento –
es que la cámara se trasciende
y la foto primera de la luna
muestra
lejos
cuerpos jadeantes
sudados.
La foto se expande y se ve
creciente
la ampolla de una mano
a punto
de explotar.
¿Antojo o contagio
la lengua ampollada
de una pasajera? Se dilata,
acciona su defensa. (Lábil
mecanismo.)
Los pasajeros no dejan
de mirar la luna, las fotografías,
las lejanías hasta que tocan,
lentísimos,
sus propias llagas. Los pies.
¿Quién no se descalza?
¿Quién no se tapa los ojos con las vendas?
Benditos. Benditas,
murmura el colectivero
y el bondi se vuelve una fiesta, una sola piel.
(Se besarían la herida
pero esa palabra -herida-
me desanima.)
En general, las ampollas se curan por sí solas.
Susana Szwarc / Poemas del libro Caracú. (Editorial Pixel)
Ph / Ansel Adams Rock and Grass, Moraine Lake, Sequoia National Park, CA, 1932