La sopera azul celeste de Alexandra / Inés Aráoz

Por un segundo  -el de mis días-  elijo dar fe de la totalidad del mundo. Esto diré primero:

En un solo trazo irrumpió profunda, alucinante, desde la bruma más temprana, la bocina de la nave con el rostro de Confianza! Un nombre nuevo, quizás?

Mis sueños desde la bruma fueran acaso el vaso azul celeste de intensas aguas en el golfo de Finlandia; decirlo sin ambages ni mayúsculas porque es la intensidad lo que cuenta, lo límbico  del sueño, caídas aguas de una zarina 

Llegaba la noche, oh vaso azul celeste de rebeldes mares! 

Era el mar lo que la nave me mostraba? El niño repetía yo soy Dante!

Muchas capas de corazón voy atravesando,  horadada bruma y ese rostro que se me aparece es el de quien fue mi madre,  el primer lenguaje,  aún antes de haber entrado al lenguaje

Los hombres, de qué otra manera nacidos sino de vientre de mujer y  aunque iguales en la muerte, tienen sus nombres y a los cielos  arrojan sus lanzas, miradas que a nosotros vuelven, del cielo caídas, palabras, los propios rigores convertidos en quehaceres y en hazañas

Ah si viniera la ventisca a pellizcar los sueños, como suelos se levantarían, como el mismo centro azul celeste se levantarían, porque son el suelo germinal,  mariposas que encallan en los velos,  polleras ondulantes y largas hasta el suelo de mujeres  que ante el incienso se persignan, ante las puertas de las iglesias, diciendo con una boca de canto llena: en verdad, en verdad  ha resucitado!

Nos salpicábamos todos con las aguas guardadas en el vaso azul celeste de la zarina.  Más que un vaso era sopera el intenso vidrio azul celeste de Alejandra. Y en algún lado, quizás a los costados, en alguna pared acaso, brillaban esas letras que, juntadas, sumaban años, cuántos serían! Bien me protegía la mirada en la bruma, ¿  llevarían alas lo azul celeste de tales aguas? Las brumas señalaban un misterio, el viento que el misterio encierra, decir por ejemplo dushenka,  pequeña alma, la más antigua que nos habita, que desde muy atrás nos tienta con el bien, qué otra cosa fuera el bien sino lo más celeste azul que en el mar se enciende, que con ardor tironea nuestros talones, que menea las aguas, livianos vientos contenidos  -mucho más que los Akhal Teké corriendo por las arenas doradas del desierto-  en nuestros entrecejos. Y así dirán los fisionomistas, se corren las carreras de esta vida, empezando por ahí, el puro centro de todos los quehaceres, el día , la noche, la navegación de los astros, el niño que repite Dante soy ( la madre lo sostiene como fuera antes sostenida), y esas arenas que el viento levanta en los desiertos, cada una de ellas asiento de nuestros sueños, la única verdad que machacada con paciencia, otros dirán con amor, lentamente tornáranse vidrio, azul celeste vidrio de Alejandra, azul celeste hirviente mar azul celeste de Alejandra abriendo las brumas, mostrándome desde tan lejos mi primer nombre, Amanda, ahí mismo  entrecejo del mundo y mucho más, primer vínculo!

Mi primer nombre me fue devuelto en Rusia, muy cerca del golfo de Finlandia. Yo ya tenía 72 años cuando me sumergí  -fue un instante- en la profundidad azul celeste del vaso de Alejandra  -sería una sopera, quizás-  allí, en su cottage, en el parque, en Peterhof, apenas fuera un pequeño épsilon en tales intensas aguas y ancestrales, guardándose intactas para mi mirada y la de Elena, mi anfitriona rusa, la bióloga, la tan dueña de todas las flores que nos rodeaban, de los avatares de tan larga historia de destrucciones y construcciones, de las aguas del golfo y del olor a piedra mojada. De todo eso, desde mi pequeñez y haciendo de ella un apenas de las gentes del mundo, estoy ahora hablando y dando en testimonio este hálito fugaz, como el mismo viento que solo en su fugacidad permanece

Caídas y juntadas letras del azul celeste cielo para ser reconocidas como nombres Madame, would you please sit down? En la sopera, turbulencias! Y habremos de seguir las reglas 

I.A., en la Casa-Barco, setiembre 12/2017