Luis Thonis, entrañable persona, agudo y erudito escritor. Lúcido, inteligente, verborrágico. Revolucionario de toda revolución. Su mente iba más rápido que sus palabras. Sus palabras iban más rápido que la mente de la mayoría de nosotros, sus interlocutores. No puedo creer estar escribiendo en tiempo pasado. Luisito querido, bon voyage, mon ami, adonde quiera que vayas. Mi humilde homenaje es la nota que no te hice sino que hiciste o que hicimos juntos, en el lanzamiento de Milagro Infame. Hasta siempre, incansable detractor de zombies.
Adriana Muscillo: ¿Quién es Luis Thonis?
Luis Thonis: ¡Qué pregunta! Es casi imposible responderla, humildemente. Si lo hago a mi favor, diría que es alguien que tiene relación con la verdad. Lo que no significa que la tenga entre las manos, incluso uno puede equivocarse de punta a punta. Algo muy diferente a una voluntad de simular y de ignorar sistemáticamente. La simulación es, a veces, peor que la mentira, porque ésta todavía tiene alguna relación con la verdad. Pero lo que predomina en nuestra cultura es la mentira convertida en simulación. Existen, desde hace décadas, los estafadores de la masividad y resulta muy molesto que alguien las ponga de manifiesto. Ricardo Ibarlucía, a propósito de Eunoe, decía en 1992 que pocos contemporáneos resistían un archivo. Esto se ha agravado considerablemente con el paso de los años. De la mano de los descerebrados, retornamos siempre a lo que Murena llamó “el Campamento”, a una etapa preconstitucional previa a 1810. Hoy, el comercio exterior recuerda una cédula de los tiempos de la colonia.
AM: La verdad no es algo dado…
LT: Hablo en general, porque la verdad en la historia no es la misma de la verdad en la pintura, la música, la literatura o la economía. Está, además, la vida que -de una u otra manera- es afectada por ella. Decir que soy “don nadie” o que no sé quién soy sería una manera de zafar de la relación que puedo tener, las referencias que he dado. El individuo, para Leibnitz, contiene todos sus predicados como Adán a toda la creación. Si fuera así, otra habría sido la historia del mundo. El que se busca no se encuentra, uno sería un cierto efecto de encuentros; algunos, traumáticos. La identidad no siempre coincide con el modo en que uno se presenta. Doy un ejemplo: un político vive construyendo su imagen, gasta mucho en asesores… y, un día, cae en que es solamente una imagen, entonces se vuelve un reflejo del Espectáculo y se tira de cabeza en el consenso colectivo. Piensa A pero lo masivo le dice “¡Viva B!”. El oportunista dice “Yo siempre estuve con B” y el vacilante se calla la boca. Ocurre así con muchos intelectuales y escritores que toman ese consenso como algo religioso y se convierten en estafadores masivos. De ese modo, en la Argentina, se llega a reconocer algo con diez, veinte, medio siglo de retraso. Se toma, mientras tanto, como referencia a los ideólogos más charlatanes. En la década de los setenta, ya había sucedido la política del Gran Salto y la izquierda seguía siendo maoísta: hasta hace poco, se firmaban manifiestos a favor de los emperadores Castro.
AM: ¿Un escritor tiene que ser impresentable?
LT: A veces no queda otra alternativa que hacer de aguafiestas. Orwell escribió sobre política porque le tenía horror, para defenderse de su peor rostro, el del totalitarismo que siempre se muestra más que humano y hoy transita de la banalidad del mal a la del Bien. Orwell decía, contra sus contemporáneos, que había que practicar la brutalidad intelectual, y citaba, como ejemplo, al niño del cuento de Andersen que dice que el rey está desnudo. En la Argentina, hay una gran confusión respecto de los sistemas políticos; lo que hay, son etiquetas asociadas a determinados mitos. Para justificar el comunismo, se apela a grandes escritores como Sartre, Vallejo o Eluard. Nunca se analizan detenidamente los sistemas políticos concretos donde ellos no la hubieran pasado bien: la KGB, la Stasi, la Seguridad del Estado en Cuba. Criticar eso, hace décadas, era convertirse en impresentable para la generación que negó el Gulag, que para ellos sonaba a Gulash. Podemos decir que tenemos muchas identidades que, a veces, entran en colisión entre sí. “El Estado debería pagarme porque sé gozar de la vida”, le escribió Joyce a su hermano.
AM: ¿Cómo definirías el estilo y la estética de tu reciente libro de relatos?
LT: La llamo transficcional porque atraviesa las literaturas y muchos bla bla bla. Américo Cristófalo calificó a Milagro infame de “libro diabólico” en la presentación. Me hizo acordar a Max Brod cuando, refiriéndose a Kafka, habla del “salario de las potencias diabólicas a las que se ha servido”. Se trataría de registrar cuál es el salario que resulta de ello, de un dios exterior a los tres monoteísmos y hecho de lo peor de ellos. Mahoma, por ejemplo, despojado de sus rasgos compasivos- del que trata el libro y que es ilegible para los nuevos cleros de ideólogos y filósofos. Algunos me atacan porque se vieron representados: su función es eliminar los libros peligrosos, tienen que tener todo controlado.
Hace poco, Alejandro Rubio- especie de inflado cana mediático que se disfraza de maestra ciruela para dar lecciones de gramática como un integrante más del Tribunal Sintáctico- en una reseña de Milagro infame, me llama “disidente radical” de la cultura de izquierda en la Argentina. Este término se utiliza en las dictaduras de izquierda como Cuba, es decir, que Rubio cree que estamos bajo una dictadura, y se apura a delatar al hereje. En la misma revista donde escribe, el fan oficialista es elogiado por sus amigos, forma parte de la runfla que gritaba los goles del Piojo López- anticipando la actual cultura barrabrava donde Fútbol para todos mata a los jubilados- mientras Duhalde hacía la mega devaluación que dejó al país un saldo de miles de víctimas. Son los que presentaban, como bien dijo alguien, la bailanta del Coto como revolucionaria. En tanto, el zombi Fabián Casas celebra la revolución cubana, lo que equivale a gritar “¡Que viva la tortura!”… Estos tipos se creen Artaud, pero sus poemas, que padecen de apoplejía, no difieren de los de Palito Ortega. Rechazan Milagro infame, un libro de relatos diversos que no leen: no son de lectura fácil como sus deyecciones, para quien quiera comprobarlo… Simplifican el libro a su descerebrada medida. Lo reducen a un solo personaje y me confunden con él como si se asimilara Artl a Erdorsain y se le reprochara haber asesinado a La Bizca. ¿Burros? No, analfas de segundo grado porque hasta el burro rebuzna dulcemente, según dice el poeta Alejandro Schmidt, alejado de esta corporación del mini-miserabilismo.
AM: Es una suerte de rechazo ideológico.
LT: Las ideas son pocas y nada del otro mundo. Lo ideológico es un pretexto. Se trata del talento, como me dijo alguien. Es un ataque como el que le hicieron a Néstor Sánchez o a Savino por Viento del Noroeste, sólo por describir la cultura y los cultos de los secretarios de secretarios….
AM: Sin embargo, hubo muchas opiniones y comentarios elogiosos de tu libro. Hablame un poco de Milagro infame…
LT: El relato es la exposición de Lucio Pelliza, que renuncia al Tribunal sintáctico. Una broma de un grupo de académicos que termina copado por los zartistas que vegetan en el esqueleto muerto de la gramática, según Humboldt, y hasta desconocen la diferencia entre el autor y los personajes. Hugo Savino, a propósito de No vienen avispas, dijo que los míos no son poemas de la poesía, hay que detenerse en eso para entender que los relatos no son cuentitos que pueden contarse por teléfono.
AM: ¿Qué sería “algo diabólico” hoy?
LT: En este caso, lo diabólico tiene poco que ver con el demonio del que hablo en Euone. El río que va al Paraíso, citando a Wallace Stevens, cuya muerte fue una tragedia para la imaginación. El demonio tenía un proyecto espiritual: arrancarle el alma al otro pero, luego del siglo XX, la palabra “alma” se ha vaciado aunque todavía resuena Joyce cuando dice “nunca tendrán mi alma”. El milagro infame que está en curso sería lo diabólico dado vuelta. Un síntoma de un diablo cada vez más ausente que, como supo Baudelaire, es católico.
AM: Las avispas se fueron y no vienen…
LT: Yavhvé, en el Deuteronomio, ante la tribu que insiste en volverse idólatra y sonámbula, en tener nostalgia por el mundo de leche y de miel en que vivía bajo los faraones, trata de alentarla diciéndole que enviará avispas a picar a los enemigos. En No vienen avispas, estas no son las mismas que habitaban las ciudades homéricas o bíblicas. Se parecen más a las que describe Francis Ponge. Se trata de una alegoría que recorre el libro, la forma más potente del lenguaje, como sabía Dante. En un contexto de sonámbulos y de ninfos, hay que presentarse en traje de avispa y entre muchos globos, como le sucedió a Reynaldo Arenas, recordado por Andrés Monteagudo.
AM: ¿En Milagro infame se da una nueva versión del infierno?
LT: Dante tomó la mano de Virgilio para aventurarse en los círculos del Infierno. Lacan, la de James Joyce, para descifrar -en un círculo- que la mujer es un síntoma del hombre pero, en otro, menos visitado, que puede ser al revés, y que la mujer puede hablar del inconsciente ahí donde el hombre calla o habla solo de sus síntomas para lamentarse de ellos, refugiándose en el fantasma del que no dice nada porque lo experimenta como vergonzante. De modo que se trata de atravesar una trama fantasmática para que el sujeto cambie su relación con él. A esto, toda una cultura le hace obstáculo, incluso lacanianos que han sustituido a Freud por Carl Schmitt, en especial, el del Malestar de la cultura y el de la Psicología de las masas.
AM: Lucio sería el Virgilio de Desiderio…
LT: Lucio se agarra de lo que escribe Desiderio que no hace sino novelar recortes de diario que se cruzan con lo que está viviendo para entrar en la guerra contra los civiles indefensos que dará forma al siglo XXI y de la que hay abundantes datos.
Toca temas tabú, como lo hizo Leónidas Lamborghini en De Suad, poema del que nadie quiso enterarse porque afecta al mito palestino que analizo en un ensayo: un mundo sin Tercero porque la mujer a la que queman viva no tiene santo a quien aferrarse. Todos quieren asesinarla por haber tenido un hijo extramatrimonial…
Lo que impresiona a Lucio es cómo no se deja doblar el brazo por los zartistas. El milagro infame lo constituye la negación o banalización de todo esto que multiplica los efectos de espejo entre el presente y el pasado. Lo que sucedió ayer en Bosnia, Ruanda, Darfour, etc. y lo que ocurre hoy en Siria se parece al infierno, pero la indiferencia encubridora o la justificación que presenta a los Milosevic o los Assad como víctimas, hacen al milagro infame. Lo diabólico, en este caso, es un más allá de la estupidez, tema que trató un Flaubert, porque la estupidez tiene alguna relación con la inteligencia. Está en la misma forma de enunciar en unos casos, y de combinar los enunciados en otros, llegando así a la fusión de los antónimos que inevitablemente produce el milagro infame.
En esto, sin duda, hay un eco de Osvaldo Lamborghini. Hago una lectura en Seppuku, donde argumento que tanto El Fiord como La causa justa, siguen ocurriendo en el tiempo porque captan una estructura de repetición donde se insiste en vivir como se cree. Es lo que ocurre en Milagro infame como si aquí se llevara la llanura de los chistes a un plano mundial. El relato es una interminable sátira donde la podrida civilización occidental -que, sin embargo, dio lugar a los griegos, Mozart, Leibnitz, Shakespeare y la física cuántica, etc- es salvada por el populismo cuando la princesa de Eurabia se enamora de un puntero de provincia…. Algunos, incluso afines al gobierno, lo han leído a carcajadas y lo han tomado como un homenaje irónico al peronismo.
AM: Y en cuanto al estilo…
LT: Ramón Alcalde decía que nadie escribía el castellano como yo a propósito de La risa del tiempo. No dijo que fuera el mejor, se refería al estilo, a la impronta. Cristófalo dijo que el de Milagro infame es un estilo clásico pero que hay algo más, que hace que el libro tenga una dimensión diabólica. Escribió un trabajo sobre Cuerpos Inéditos, donde el relato Mosaico para una reedición inédita, pone en escena el funcionamiento de nuestro sistema cultural, su reproducción, en la que se edita siempre el mismo texto, mil veces ya escrito, pero se lo presenta como inédito, y las excepciones no son tomadas en cuenta por parte de un grupo que termina comiéndose cada página y al autor venerado.
Tanto Cuerpos inéditos como Milagro infame son obras densas y presentan juegos interminables de espejos. Tienen que ver con el barroco- no presento universos de dos dimensiones que sólo habitan el triángulo y el círculo, sino espacios donde aparecen el cubo y la esfera para decirlo en términos de Riemann- y no con el neobarroco que practicó Néstor Perlongher que nunca dejó de elogiarme, como se lee en La Parodia Diluyente. Será por eso que sus pálidos imitadores están gritando que no se lea mi libro, como los zartistas que parecen haber salido de sus páginas. La combinación de progresismo y populismo produce las banderas más reaccionarias, decía Charlie Feiling.
AM: Desiderio es asesinado de una manera tonta. Es casi un suicidio.
LT: Desiderio no puede escapar a su generación, sabe que se muere estúpidamente pero no puede evitar esa parada absurda con dos ladrones de la noche. Hay en él cierto nuevo tipo de coraje y de humor. El relato al principio era una novela. Desiderio, ahí, reflexionaba que los derechos individuales eran anteriores a los Estados. Luego, alguien podía declararle la guerra a otros. Así fue como vio que los talibanes dinamitaron los Budas de Bamiyán en la ruta de Seda. Se preguntó cómo esos locos atacaban piedras ancestrales y luego vio una galería de rostros de mujeres desfigurados por el ácido. Y antes de la intervención norteamericana, les declaró la guerra, no en un sentido militar sino en una actitud silenciosa. También, pensaba en la posibilidad de un nuevo Adán en referencia a Melville. Ahí, en el bello marinerito, Billy Budd muestra que si Adán vuelve al mundo en su más pura inocencia, sería inmediatamente asesinado. Después, se encuentra con los dos Adanes de Gregorio de Nisa y ve otra posibilidad, aferrando los alephs que cayeron en el Pozo de Babel. Se trataría para él de constituir un sujeto, el demócrata pasivo y consumidor de las democracias que sea, también, guerrero, como se define la valiente Joumanna Haddad que introduce a Sade en un país rehén de Hezbolá. En la Argentina estamos lejos de eso, los sujetos se están habituando a que el poder les escupa en la cara, siempre que sea del lado izquierdo.
Adriana Muscillo / Diario de Cultura / Junio, 2016