Hugo Savino: El paso del Noroeste (II)/ Los cuadernos de notas de Jack Kerouac, (1947-1954) Editores Argentinos

En el bosque de Arden

No es un paraíso. Es un refugio. Es un lugar legendario. La entrada no está prohibida. Para llegar, para encontrar la calle de entrada, hay que haber leído mucho. Libros no permitidos. Ahí, Jack Kerouac escribe sus visiones.

En el bosque de Arden nadie le hace las cuentas. Es un aguantadero ermitaño. Ahí también llevamos el amor desmedido por nosotros mismos, y una solemnidad abrumadora, pegada a la suela de los zapatos, y los chuchos de seriedad de ese ridículo pueden escribirse.

Llevar un cuaderno de notas. Una libreta en el bolsillo. Es algo. Se escribe en el bosque de Arden, no en el Mundo.

Jack Kerouac registra la prosa del mundo, porque está el bosque y está el mundo  :

“INFORMACIONES : El general Mc Arthur prohíbe los besos en la calle: los infractores cumplirán seis meses de cárcel. […] Un beso es el resultado ideal de toda esta errancia en todos los sentidos en el Bosque de Arden”, y de repente un general con “ delirios de grandeza histórica (¡!) ¿ porque es otra cosa la historia?”, quiere arrastrar al errante, vagabundo o hobo del metro,  a su relato. Un contraveneno a esa pesadilla o maldición escolar llamada historia es una canción de Nelli Lutcher. Pero está “el inevitable cretino que llevamos en el alma”, y ese está ahí de ser tentado por la Historia : “La ley de Mc Arthur es el sueño impulsivo y estúpido  de un cretino, y no el acto de un hombre.” Así que hay sueños y sueños. Pero los besos seguirán por las callecitas invigiladas, serán como samizdats y le pondrán un límite a la ley. Hay leyes y leyes.

O se puede ir a Arden, si las leyes del sentimentalismo, o de alguna nueva homogeneidad te dejan sin cómplices. Jack Kerouac se hizo un bosque de Arden en Ozone Park. Que se convirtió en una zona de conflicto lingüístico para la autoridad literaria. Un infiltrado que escribe en un inglés con marcas del francés, pero de un francés fuera de Francia.

La policía está siempre ahí – el canuco Kerouac lee Balzac. Y lee Céline.

Bardamu (en Nueva York) : “Dondequiera que uno esté, en cuanto llama la atención de las autoridades, lo mejor es desaparecer y a toda velocidad. Nada de explicaciones. ¡Al agujero!, me dije.”

Y está la sociedad de Balzac. Y para Kerouac, Balzac no es ese realismo que le inventaron los que no lo pudieron leer. Por eso nos manda a preguntarle a esas brujas que están a la entrada del bosque, ellas saben que se trata de un asunto serio. Las viejas brujas son costureras sentadas en sus máquinas de coser Singer. Y Jack Kerouac les cree. Yo les creo también : “son viejas sabias como la naturaleza, como los árboles de Arden”.

Y entonces se pone a escribir el pasado, para ver si le encuentra un futuro. Si lo que viene de ahí no es algo ya “desacreditado”. Jack Kerouac rasca en su memoria. El Bosque de Arden es un embrollo infinito. Pero desde ahí se puede hacer la guerra.

En algún momento, si uno escribe después de haber leído algo que lo transforme, pongamos La Cuarta Prosa, o lee a Shakespeare por su lado forastero, y sigue por Twain y Céline y se entera de que hay libros permitidos y libros no permitidos y su patois lo lleva a los no permitidos, y escribe destellos desde Arden, entonces tenemos la continuidad. Hay escritores que tienen su continuidad, y después sigue el batallón industrioso de los que solo tienen la repetición. Y dicen que no hay originalidad y se muerden la cola en la noción de influencia.

La autoridad literaria, donde todo confluye, el lugar al que todos quieren entrar, como se hace con las palabras en el  diccionario, clasificó a Kerouac como clase peligrosa. Lingüísticamente hablando.

Kerouac se hace una clandestinidad en estos Diarios (Bosque de Arden) : “No voy a dejarme joder como lo jodieron a Melville. Hoy, los  críticos lloran sobre la nube de “desesperación” que envolvió a Melville después de Moby Dick, porque dejó de escribir.” (Jack Kerouac, carta a Neal Cassady del 8 de diciembre de 1948, Ozone Park, N.Y.)

“En este momento, tengo los mismos sueños que Lucien

… matar a unos cuantos con una ametralladora.” (Jack Kerouac, carta a Neal Cassady del 8 de diciembre de 1948, Ozone Park, N.Y.)

Aprende de su maestro Céline qué quiere decir poner a un hombre en calzoncillos : “Despojen a un hombre de sus atributos oficiales por un momento. Son los atributos oficiales de este mundo los que explican por qué se hizo un uso tan malo de ellos y por qué este mundo está degradado hasta tal punto, y hasta tal punto es inhabitable. En media hora, si despojamos a un hombre de sus atributos oficiales, podría hacer de él un amigo eterno y encantador –– pero devuélvanle sus atributos oficiales al día siguiente y podrá muy bien condenarme a muerte. Existe el Bosque de Arden, mis amigos, y existe el Mundo.” (Jack Kerouac, Bosque de Arden)

Cada tanto, visitas a la ciudad maniática.

“Cuando un hombre se burla de algo, se burla de su propio abismo.” (Jack Kerouac, Bosque de Arden)

“La diferencia entre la fauna del “mundo del espectáculo” en Nueva York y la fauna del “mundo intelectual” es que, en vez de sentirse avergonzados por el malapropismo de Jimmy Durante, los intelectuales se avergüenzan de los lapsus freudianos. Es casi lo único diferente, ¿sabes? ¿Quién sabe?” (Jack Kerouac, Bosque de Arden)

La guerra empezó, la del lenguaje, y todavía no publicó nada. Los “secretos más personales de uno mismo”, las vivencias y los sueños en Arden, lo que no sabe, la misma carcaza freudiana, todo eso junto pasará por la escritura y será transformada en motivos y en historias que a la vez lo transformarán de un libro a otro. Todos sus libros. Todas sus rabietas escritas se integran a la obra en movimiento. Infinitamente. Leer a Kerouac en este presente es leer también en contra de los estigmas que esta fauna hace pesar sobre su obra, y que se pasa de generación en generación la posta de la no lectura. Maestros lafontaine de la deshistorización. Hay campañas obstinadas en contra de algunos escritores. Es un cacareo de causas justas.

Kerouac hizo Bosque e hizo Mundo. Fue y vino. Escribió camino de ida y escribió camino de vuelta. Cada vez, distinto, cada vez, anotó.

El Mundo empuja a la homogeneidad ovejeante.

Y Shakespearc y Céline  lo blindaron contra el ideólogo.

Jack Kerouac no se dejó perfeccionar por la educación, que como dice su maestro Céline te prepara para obedecer, se deseducó solo : “En los cursos de «escritura creativa» de las universidades se nos dice que una cierta dosis de moderación, atemperada por una iluminadísima educación moderna y un estudio profundo de la ciencia de la escritura –– presentación de la trama, desarrollo de los personajes y tratamiento temático general –– son indispensables para una exploración, un análisis y una disección lograda de las pequeñas manías humanas y de los aspectos sociales en los cuales la vida en la tierra terminó por encarnarse. De alegría lírica, de poesía, de furia moral dostoievskiana, de grandeza de las emociones, de amplitud y rigor arquitectural, –– ni una palabra en las universidades. Todo esto ni siquiera es el comienzo de una descripción adecuada.” Escrito en 1947/1948.

Para Kerouac, por  un tiempo, el de hacerse publicar, será entre Arden y el Mundo. Entre cocina  Ozone Park y New School.

Un monopolio de la composición de novelas empieza a armarse. El taller se constituye en filial de Academia. Escribe sus manuales. Kerouac percibe que algunos lo tratan como un loco. Descubre, en su cocina de Arden,  que hay una oficialización casi triunfante. Y también descubre que las Schools, tienen un retardo respecto a lo que él escribe. Creo que más que loco, lo perciben como una fuente de conflictos.

Jack Kerouac se advierte a sí mismo sobre el peligro de  una salida por el cinismo.  Hay que buscar el Paso del Noroeste.

Un filósofo de campus (todos los filósofos son de campus  y ángeles gabrieles), que entra en la casa de la duda por la puerta principal y se escapa por la de atrás, le pregunta a Jack Kerouac por qué escribe una novela. Lo pone furioso pero decide no insultarlo, y tiene esta reflexión que es como el escudo de Chejov contra la política: “Pero ni falta hace que me cague en él, conozco todas las termitas de la casa de la duda y del  por qué por su nombre de pila.”

Louis Ferdinand Céline: “Filosofar no es sino otra forma de tener miedo y solo conduce a simulacros cobardes.”

La termita es pregonero del tema y del lenguaje como instrumento, normativa, parece inatacable, se presenta desde trono campus y pretende controlar los desbordes. Del discurso. Vive de vacaciones, ama sus eternos momentos tranquilos, nunca leerá a Shalamov, y así es fácil. Nunca escuchará esta frase de Émile Benveniste (por más que simule escuchar a Aníbal Troilo) : “nada hay en la lengua que no haya estado primero en el discurso.” Se entiende que la autoridad lo ponga en la lista clases peligrosas. Hasta clase trabajadora el decoro crítico acepta en los diccionarios de literatura.

“El tema es algo así como unas vacaciones que   únicamente reúne a la gente.” (Jack Kerouac, Bosque de Arden)

Billy Eckstine es un cantante sublime para Jack Kerouac, es negro y elegante, y no lo contratan en Hollywood. Piensa inconscientemente en eso, es el más grande y no tiene contrato. Así de brutal. Pensar es escucharse para Jack Kerouac, y le sale esto : “Es la verdad inconsciente, la verdad inconsciente brutal y verdadera. El espíritu consciente embellece…”

Solo en el Bosque de Arden, Kerouac insiste, como soplo para sus libros, en la deseducación. Salir de lo que le atornillaron en la cabeza. Ese gancho del que también escapaba Cézanne. No dejarse atrapar. Ir a singularidad descalabrante no se anuncia en los foros.

Desde Arden, Kerouac hace la guerra, la del lenguaje. Ya sabe que hay un “comité de expertos” que puede leer a Shakespeare, a Melville o a Wolfe, a él, y siempre lee el mismo libro. Ese comité de “terminología un poco precipitada”. Que se pone a estudiar a lo que llama el pueblo. Y “cree tener el don del presente.”  Para Kerouac el pueblo no es lo educable. Llama gente a cada uno de los que caminan. Bardamu entrando en la ciudad, por ejemplo. Ama el “caos americano”, la posibilidad del trabajo ocasional. Kerouac se anima hasta el “combate”. Contra “la ausencia de alegría informada” y contra “la Historia [como]  un drama de poses afectadas.”

La generación, entonces, está ahí. Kerouac sabe que no puede huir de ella. Ella encarna el Mundo que te inventa deberes. Que no te deja descubrir tu propia ignorancia. Es celosa, gata peluda. Te tira garfio. Hay que escribir y leer y así se acelera el deslizamiento, hacia otro lado, hacia el Misisipi tal vez. Acelerar el “deslizamiento de terreno”.   Un día la ves, a tu generación,  que ya no te ve, se sienta a tu lado treinta años después y te pide que le precises la traducción de una palabra, pongamos  potasser, y ahí la ves como  sigue culo en silla viviendo sus eternos momentos tranquilos, te regala sus libros, te cuenta sus éxitos, tu silencio y amabilidad no garantiza que no termines convertido en un Jacques Lantier de Barracas.

Tres veces no a lo que exige la “literatura”. Y una de las cosas que exige es que te nombres “artista”.

“Nombrarnos a nosotros mismos es catastrófico.” (Willem de Kooning).

Sociable y solitario, como Mark Twain.

Salmos

El Talmud [citado por Henri Meschonnic en su traducción de los salmos] dice : “Aquel que traduce un versículo tal como se presenta es un mentiroso.”

Kerouac salmodia su lectura. No miente. Claudel traduce los salmos. No miente. Ni Claudel ni Kerouac están en lo sagrado. Están en lo divino.

Está la rabia y la furia y el ruido y el quedar entrampado. El barullo de la ciudad, y el peligro de perder la voz. Jack Kerouac salmodia contra los relatos de toda esta historia. Para no perder la voz.

Escribir un Diario de composición – en noviembre de 1948  se escucha un tono falsete. Entra en la New School, septiembre del 48, tiene una beca, un financiamiento G.I.Bill, y  pronto  descubre el flagelo que es esa honorabilidad de investigadores. Tan respetable que uno tiene miedo de ofenderla : “Me asusta un poco escribir ahora, cada palabra es un insulto a la New School y los de su clase. Y –– ¡otra vez! –– tengo que redescubrir la «humildad de la vida y de la escritura».”

Kerouac lo descubre y un lunes del mes de noviembre de 1948 decide recuperar su voz. Se entiende la indiferencia ante estos Diarios.  La honorabilidad investigadora cree que recuperamos la voz contra ella. No cuenta con nuestra indiferencia. Y que la única preocupación es la de recuperar la voz. Y Kerouac sabe que eso es un trabajo en clandestinidad. Así que, ladrón de becas, solo sigue yendo para cobrar la plata que le dan y pagar el alquiler. La honorabilidad es propietaria,  no paga alquiler.

Jack Kerouac tiene un oído ardilla que acompaña el movimiento de la noche, de las calles, de la lluvia que empieza a caer. Escribe sus transformaciones infinitas.

La enorme cantidad de tiempo que perdemos en decidir quién es uno. Cuando dejó de perderlo, Kerouac empezó a escribir deslizándose fuera del marco del estilo. Estos Diarios para registrar que está solo y escribe, que sabe que en ese acto uno está solo,  nadie quiere o  espera esa cosa llamada Dr. Sax.

Mientras escribo con estos Diarios, hago una lista de los  escritores que llaman a Kerouac. Como diría de Kooning, mi mejor compañía para hacer un Kerouac temprano por la mañana en el universo, un escritor escribe una frase que te toca,  y te hace entrar en su mundo. Es una línea perdida, y uno la deja sonar, y ahí, recién ahí,  pasamos a “formar parte de la vida” de Jack Kerouac.

Por eso después leemos biografías y libros de testimonios. Y ya no paramos de bricolear en la biografía imposible. Una chifladura que solo se puede practicar en Arden.

“Me asusta la palabra «moderno» aplicada por todas partes.” (Jack Kerouac, Bosque de Arden)

La entrada del 3 de noviembre de 1948 es un llamado. Descubre, porque se lo escribe, que “Mierda, siempre seré culpable de lo que siempre, siempre estoy haciendo.”

Los que leen siempre el mismo libro te empujan a la cordura. Al decoro. Son tipos que hacen del decoro todo un mundo. De mierda, obvio. De repetición. Lleno de moralina y reglas. Kerouac siempre resistió el concepto de repetición. La idea berreta y mercachifle de que solo se puede hacer lo hecho. Como dice Ricardo Zelarayán, criticando a la parodia: “la parodia encaja perfectamente con la postmodernidad, en el sentido  de que como todo está hecho, lo único que cabe es la desacralización de los modelos.” Más angustiado que un desacralizador, imposible de encontrar. Tal vez, “la intelligentsia revolucionaria” de Times Square.

Kerouac escribe un hombre trivialmente humano que come un sandwich mientras camina por Broadway.

Tiene muchos proyectos, y está la culpa, moscardona,  y la pregunta: “¿Puedo hacer todas esas cosas? ¿Puedo? ¿Tengo permiso para eso?”. La institución adora al niño pobre, domesticado a trabajador, que pide permiso, que sabe calmar al Director de la Factoría. Kerouac leyó muy bien Viaje al fin de la noche, y tal vez se puede colocar en el mercado un producto etiqueta canuco escritor, sería una conquista social, pero como dice Terry Berne, la institución lo compra con la condición de que lime su voz, «la voz es todo» dice Kerouac, de que escriba en la «voz democrática» de América, la puritana. De derecha o de izquierda, la «América homogénea» de Harriet Kazin, “una mujer que trata a los seres humanos como objetos de decoración de interiores.” No será canuco de decoración interior, decide no volverse loco y lo que es más importante: no odiarse a causa de toda esa arrogancia manca.  Ya empezó a escribir En el camino.

La exigencia de transparencia es uno de los tantos cultos de la lengua. El culto de claridad, es otro, la claridad americana,  la francesa,  la claridad argentina. En esas claridades siempre está el relato del paraíso perdido. No como leyenda, sino como informe policial: identificarse, presentar los documentos, olfatear al infiltrado. En Ozone Park no hay que estar documentado.

“Siempre soy negligente con formalidades tontas –– ¿por qué no me dan el dinero de la beca sin más? No tengo nada que aprender en la universidad, en particular en esa universidad  mediocre, sede de anémicas revoluciones.” (Jack Kerouac, Sábado 13 de noviembre de 1948)

Ir a transe : escribe 1000 palabras “en transe de escritura, mientras tipea.”

Elogio de la irresponsabilidad, que está en el corazón mismo de nuestras acciones específicas. Contra la anemia del relato del  compromiso, de la responsabilidad.

Escucharse el “temor compulsivo”.

Kerouac tiene “la alegría irresponsable que compensa la furia responsable”. La honorabilidad responsable, los celos responsables intentan borrar su obra.

“Todas mis novelas estarán entrelazadas como las de Balzac: esto se debe a mi “percepción”  de la vida americana como una unidad. Debido a una sensación y funciona bien.” (Jack Kerouac, domingo 20 de noviembre de 1948) Hay que machacar esta relación a Balzac. Que le permite escribirse fuera del marco del arte de la ficción.

Insiste en ese 1948 : “la universidad me aburre”.

Jack Kerouac, el miércoles 23 de noviembre anota : “sublime Harpo Marx Lucien.”  Después escribirá Old Angel Midnight. Que pudo llamarse Lucien Midnight.

El jueves 24 de noviembre va al cine con su madre.

El sábado 25 de noviembre tiene una conversación con John Clellon Holmes: no se ve como un producto de la sociedad, ya sabe que no repite el diccionario, tampoco el estereotipo sociológico de su época, y además, asume que es un “Católico anacrónico”.

Tampoco va a quejoso:  los quejosos hacen los deberes mientras esperan que les toque el turno en el territorio de la  homogeneidad.

El lunes 29 de noviembre se pregunta si finalmente habrá editor: “¿Qué mierda estarán haciendo en Little, Brown con mi manuscrito, con mi tiempo?”

Desde Arden a Neal Cassady : “Little Brown rechazó mi novela porque es «demasiado larga», y etc., y yo me niego a alimentar el fantasma de que voy a poder vivir de lo que escribo. Solo los charlatanes, los periodistas y los falsificadores lo logran. Estoy harto –– aún cuando voy a seguir escribiendo.” (Carta del 8 de diciembre de 1948, Ozone Park, N.Y.)

En el oído las visiones fugitivas de Jack Kerouac.

Hugo Savino