
Para Micaela Mochón
Visiones: a poeta lírico y a profeta laico. Y como primera responsabilidad, su “personalidad”.
Pero es lector de Céline: “Los ricos se tiran pedos a través de la seda, los pobres cagan a través de arpillera.”
El Bop como “sonido íntimo”, de él mismo y de su país. “En el camino es mi vehículo.”
Otra visión : “evocar la indescriptible música melancólica de la noche en América.”
El desarrollo de la visión es lento. Hay que poner el cuerpo en el lenguaje. Cantilar.
Más salto al reconocimiento de su origen – para funcionar: “En mis sueños me refiero a mí mismo en francés, no como un «escritor», sino como un arrangeur – aquel que dispone las cosas importantes.”
El escritor y sus imposturas de declarativo y el arrangeur. Dos orillas del lenguaje.
Pero en un Diario siempre está “lo no contado”. Lo anoto para los amantes mentirosos de la sinceridad. La poesía puede ser hartante en manos de ellos, y el “arte secundario”.
Cada tanto uno se convierte en “el gran hombre de Estado de su vida personal”.
Por supuesto que para Kerouac leer no es seguir la huella sorda de la nueva crítica. Es hacerse este tipo de preguntas: “Cuál es el sonido en Balzac. Lo adivinaré más tarde. Quizá sea: ¡Arre! ¡Arre! –– todos atravesando, al galope, pasiones y fortunas, alocadamente. En Céline es una palabrota; en Melville, un silbido. En Twain es la palabra “satisfecho”. En Céline es ¡Uah! ¡Uha! –– u ¡Oink! ¡Oink!”
Entrada del martes 21 de febrero de 1950: “–– Escribí cien palabras, o por ahí y decidí relajarme un rato; y fui a N.Y. a escuchar bop. En una cafetería de la calle 50 y Octava Avenida tomé notas sobre la “generación hipster” que, por un lado, se parece tanto a la generación nihilista de Dosti, los poseídos; y por otro es tan diferente.” – La palabra generación está siempre ahí. Como dice Norberto Gómez, la lucha es con los contemporáneos. Kerouac no lo disimula. Sus contemporáneos lo empiezan a encontrar poco “generación hipster”. El efecto generación es policíaco. Pequeña célula de Partido en la que todos empiezan a vigilarse mutuamente. Francés, vaya y pase, pero Kerouac es un francés que no obedece a los criterios de la bella lengua clásica que se inventa una identidad de genio. Y lee a Céline mejor que muchos franceses que siguen en el genio de la lengua francesa. O que ignoran a Hélène Bessette.
Entrada del sábado 25 de febrero. Kerouac cita a Carl Sandburg : “Exclusivo es la palabra mas fea del idioma inglés.” Obviamente los poetas refinados, esos que no leen novelas porque dicen que solo leen poesía, esas lánguidas anémonas de mar, “el poeta lindo” lo llama Lorenzo García Vega, que tiene un “discurso de la comemierdería, y no hay duda de que lo pueden joder a uno. No hay nada más horrible que el discurso del poeta lindo.” También Lorenzo García Vega registra ese otro ejemplar amable: “el poeta profesor”. Esos son los que dicen que Kerouac es reaccionario. Y el reaccionario Kerouac siempre tuvo olfato para detectar a la policía, la del pensamiento y la que te pide documentos, las dos piden confirmación de identidad. Hay un “Vamos” generacional que Kerouac desacató. Es un Vamos de niños burgueses que solo tienen ilusiones sobre ellos mismos. Un canuco que practica Céline les puede leer la impostura: “El niño anónimo al que la policía le disparó en una calle de Brooklyn no despierta ningún sentimiento en el público – porque es un “rufián” – pero en el momento en que resucita como un vástago de una familia adinerada y esa familia es la familia terrenal del futuro, se desatarán furores [ …] Nuestras leyes de clase tendrán que colapsar…” Es todo en cuanto al reaccionario.
Cuidarse de “la familia terrenal de futuro”. Van en equipo y odian a Jack Kerouac.
“En cuanto a los liberales –– los intelectuales que escriben sobre “criminales” pero no quieren a Neal en sus casas.” “Y un delirio de escritura.”
Kerouac simplemente se abstuvo de obedecer. No tuvo en cuenta ninguna de las consideraciones de escritura que le aconsejaron sus contemporáneos.
Gente que nunca leyó a Kerouac, que cree que es un autor beat, me aconsejó que no escriba este Kerouac, ya llevo varias entregas. Burgueses de izquierda, me sugieren que escriba un conventillo más amable, más heroico. Es verdad que son escritores que bajo sus títulos pomposos, escriben libros permitidos. Y como esos borrachos pegajosos, quieren arrastrar a todo el mundo al territorio lánguido de la obediencia. Me obstino en fabricar mis métodos de escribir lo que escribo.
¿Cómo explicarle al escritor o lector de libros permitidos todo lo que se gana en compañía de escritores como Kerouac o Nadezhda Mandelstam? Y seguir la vía del “delirio de escritura basado en pensamientos verdaderos en vez de refritos rancios… de la intelectualidad establecida.”
Contra el realismo lógico de: “los diplomáticos del Departamento de Estado, austeros, goheteanos, profesorales, puntuales, racionales hasta el alma, [que] no hicieron nada por el género humano.”
Por la visión justa o injusta, depende: “Mientras camino tranquilamente en la oscuridad que precede al alba pensando en que Hemingway & Fitzgerald habían construido sus vidas alrededor de la caza de leones y de Yale, y que solo eran tipos realmente bromistas”.
Kerouac lee y escribe: “–– simplemente el amor – es nuestra existencia, y la mía también, y la tuya, y tratamos de evitarlo más que nada en este mundo. Así que, esta noche, leyendo mis nuevos libros, encuentro que Kafka lo evita en un sueño de sí mismo; Lawrence lo evita masturbándose (la misma cosa); y Scott Fitzgerald, pese a que está más cerca de un reconocimiento del amor, solo escribió su historia para hacer dinero y omitió ciertas cosas (en “Domingo loco”). Entonces leo a Dosti y todo estaba allí. No hay verdad como la verdad del profeta terrenal.
Quiero convertirme en un profeta terrenal, y rezaré por serlo.”
Seguir o no seguir contado lo nimio: “me pregunto si debería seguir escribiendo este diario; hay muchas cosas que contar, y tal vez la mayor parte es insignificante. ¿Para quien escribo este diario?”
Los aduaneros de la responsabilidad – tengo una lista argentina en la punta de la lengua, pero amenaza de juicio : “¿Cómo un pobre muchacho que hace autostop va a significar algo (en “El camino”) para Howard Mumford Jones que quiere que todo el mundo sea como él (clase media, intelectual, “responsable”) antes de tomarlo en cuenta.”
Salió El Campo & la Ciudad, empieza la represión. Los tipos que liquidan libros en diez líneas, que es lo único que pueden escribir, una vez por semana, y que frecuentan “los bares cínicos de la edición” le enseñan “muchas cosas acerca de la recepción de su libro […] Uno aprende tanto al ser publicado –– sobre la escena cultural y la gente del mundo que está vinculada a ella.”
Jack Kerouac anota el 3 de abril de 1950 : “ –– EL LIBRO NO VENDIÓ MUCHO.”
No nací para ser rico.
Ahora trato de encontrar la cuadratura del círculo.”
Lluvias y Ríos
Kerouac anota :
La felicidad de viajar en un coche con Neal, Louanne, Al Hinkle y Rhoda.
Descubrir “la atención melancólica de Neal.”
La grandeza que hay en el recordar y sobre todo “con una connotación personal significativa.” Escritura de una vida. La leyenda del cada día.
La Sociedad condena la risa. Y no tolera al peregrino judío que desacata. Que dice mendigar. El peregrino apenas entrevisto que desaparece en una esquina de Rocky Mount, Carolina del Norte. O en una calle de Barracas.
“Atravesar es trabajar”.
Están las casas :“La vieja casa trágica de Burroughs en el campo, y Joan Adams en la puerta de la cocina, en la parte trasera, «buscando un fuego». Dios es lo que amo.”
Y está la lluvia : “ En la noche, en la noche de lluvia”.
Y está la noche : “y leí el gran manuscrito elaborado de la noche”.
Kerouac mira a Bill leyendo los diarios de Kafka, mientras él, el observador, el que escucha el mito de los ríos y de la noches, escribe. Burroughs lo dice años después: Kerouac escribe. Parece algo obvio, pero no lo es tanto. Casi ningún escritor escribe. Cosen tramas dedicadas a representar.
Y está la decisión de estar solo : “yo sé (por lo tanto escribo)”.
Y cada tanto Rembrandt viene en ayuda de Kerouac.
Kerouac tiene visiones Dickens, visiones Céline, visiones Balzac, y no cede antes esas visiones. Visiones Slim Gaillard, visiones Charlie Parker.
Descubrimiento: hay que asumir el genio propio solito tu alma y contar con la condena de los policías de la humildad: “Vi de cuánto genio era dueño, también (¿entonces no tengo más que dejarlo salir?). En consecuencia, sabiéndome poseedor de genio, elegí la soledad y la honradez.”
Jack Kerouac no escribió en el camposanto de la ficción contemporánea. Me hace acordar a Hélène Bessette cuando dijo : “el Sr. Barthes nunca escribió una novela.”
Y hay un hilo dickens, o visión dickens. Kerouac se ve bandido Dickens que vuelve a casa después de años de prisión, un hijo pródigo que le mete la mano en el monedero a su madre: una perdición de hijo. Leer Kerouac en la sugerencia de sus citas. Kerouac entiende la lectura como aquello que lo transforma. Ve con el oído.
Kerouac no solo escribe Rembrandt, también puede escribir Henri Goudt, esas «noches tan oscuras y ricas». O escribir Cézanne : «Cézanne es Cézanne, pero lo mismo ocurre conmigo».
Es obvio que nada de esto entra en el campo cultural. Kerouac tampoco obedeció la maldición escolar de chamuyar sobre las condiciones históricas.
El Norte: «la insinuación y la revelación de la totalidad del río Mississippi que serpentea hacia el Norte en dirección de la noche del centro de América (con atisbos de Arkansas, de Missouri, de Iowa); y la propia Nueva Orleans, el naranja de su noche.»
Lluvia y Ríos es Kerouac escribiendo la vida, la escucha. Todos los ruidos y paisajes, mínimos, detallados, inventados, sugeridos, el olor a pis y a río, un jardín destartalado, con las personas adentro. O que también se deslizan afuera del paisaje. O que se caen del cuadro. O Louanne apoyada en la baranda del ferry mirando “los fantasmales buques de Cereno con balcones españoles y musgo, envueltos en cintas de niebla.”
Entonces, hay buques y hay buques Benito Cereno. En esa línea se juega el encuentro con los secuaces. El resto es pequeños acuerdos hipócritas y solapados.
Pero está el trayecto del Merrimack, el río de Kerouac, y el que inventó Kerouac. Y el río y sus afluentes se ven en un mapa y se recorren, como las calles de las ciudades, y se inventan en el oído. «Y el río Concord de Thoreau». El que inventó Thoreau.
Kerouac es un cazador de “instantes de visión cuando todo está borrado.” Kerouac rescata lo borrado, lo tachado por lo cultural. Por eso no tiene campo cultural.
Y está la California de Neal. Neal que “se acuerda de todo”. Ahí, en California, donde “todos son un poco un actor de cine deprimido, o sea, bello, decadente, a la manera de Casanova, donde a todas las mujeres les gusta probar diferentes camas.” Kerouac nos permite decir: una tierra de “amantes solitarios & exiliados & excéntricos, como pájaros.” Una tierra de escape. Y de ahí, colarse en un tren carguero. Ir hacia lo obsoleto.
“Callejones de ladrillos rojos como el Lowell de Duluoz.” Y en unos años años vendrán los ladrillos rojos que aparecen en Visiones de Cody.
Tierras del pasado. También, por el ojo de la ventanilla: “grandes picos de nieve en el aire del Noroeste, y la madera, la madera.” Seguir viajando y pasar a través de las visiones – “granjas pobres intimidadas al anochecer por distantes cráteres volcánicos”, otra vez “callejones de ladrillo rojo de una pequeña ciudad.” Enorme inventario de Lluvia y Ríos e inundaciones y paisajes y gente a lo lejos o en una esquina. Inventario de nombres que van a sugerencia.
Idea del Norte : “Ahora llegaré a la fuente de la noche lluviosa. El Norte –– de Nieve, al Oeste que hace los Mississippi –– que hace la noche de lluvia que atravesamos sobre caminos de corrientes… Ahora voy a acercarme y tocar la fuente de todo eso –– y, por ese hecho, tal vez lo que Wolfe entendía por “las Montana que todavía no se descubrieron.”
La noche que ve por la ventana del bus le trae la visión Dr. Sax, y sabe que él también había pasado por allí.
Y después, rumbo al noroeste. Siempre hacia el noroeste. Es una ilusión que nace en Avellaneda.
“El Noroeste tiene su noche de lluvia.”
Kerouac escribe siempre una relación: “¿hay un vínculo entre «el fantasma de Susquehanna» y los vagabundos de Hood River»? Desde luego.”
Jim Bridger fue el dueño de estas tierras, y antes que Nick Adams y Kerouac, siguió “la eternidad de los lechos del río.” Kerouac escribe esa eternidad. Y uno, si lee a Kerouac, lee esa eternidad, no una ficción edificante.
Kerouac llega a Butte, deja la mochila en una consigna y entra en un bar, mira al jugador profesional, y entiende que “La concepción entera de «En el camino» ha cambiado & madurado mientras lo observaba.” Descubre que salió, o, mejor dicho, «escapó» de «la compulsiva mística del haschisch de Neal» y va hacia esa visión del jugador cézanne en una mesa, con el pañuelo que le sale del bolsillo de atrás. Hay místicas que te llevan a lo sagrado, a la fijeza de lo sagrado, esa siesta donde uno solo habla con el perro. Para Jack Kerouac se escribe escapando de esas místicas sociales. La leyenda permite inventar lo que nos transmitieron. Ve a todos esos viejos jugando a las cartas y ya tiene sus jugadores, su escena, su leyenda, que es su visión: “Otro viejo, en sus ochenta, o noventa, al que respetuosamente llamaban “John”, jugaba con gracia a las cartas, con los ojos entrecerrados, hasta el amanecer; y me asombró muchísimo que hubiera estado jugando en ese saloon nocturno de Montana, de salivaderas, humo y whisky, desde 1880 (días en que al ganado, en invierno, se lo arreaba hasta Texas, y de Toro Sentado.”
“Hacia el norte, hacia Canadá.”
En Montana hay viejos eternos, instalados en el paisaje, jugando a las cartas, junto a una estufa, y un joven sin un brazo que lo mira a Jack Kerouac preguntándose de dónde viene. Seguro que lo hace soñar. Pero en qué. No sabemos. Solo sabemos que le falta ese brazo y está condenado a estar ahí, con los viejos encásicamente manco. A los veinte años se puede perder un brazo o la vida, también.
Y está la propia epopeya. Hay que escribirse una Ilíada. No hay que pedirle permiso a nadie. Y por esa línea epopéyica se puede derivar en una orgía de Utopía.
Y está la clase media, en Minessota, en 1950, o en Buenos Aires, en el 2019, rapiña que destruye todo, sea como sea, asesina una ciudad y sigue. Pero tal vez “son mis opiniones melancólicas”.
Se puede tener “un deseo loco de ver a ex-esposa, ex-amor, ex-alegría Edie…” Se puede tener también el impulso de ir hacia lo ex. Por ejemplo, hacia la ex-familia, que ignorabas que era ex, o ahí, donde nadie quiere lo que hacés. Y después tener “una rabia atroz” y “pedir prestado 3 dólares” y no conseguirlos. Y Edie no estaba ahí. Así que mejor escribir alguna “información complementaria sobre el Merrimack.”
Y Shakespeare está siempre en Jack Kerouac. Si hay “tergiversaciones complicadas”, son complicadas “casi shakespearianas…” Shakespeare como Pushkin para Tsviétaieva. Escritores que leen. Especie en extinción. Y está lo indescriptible. Así que hay que traerlo con la visión en el oído. Tal vez a través de las notas.
Kerouac pasa toda su obra a través de la visión. Hay una California de Neal y otra de Kerouac. Hay detonaciones de visión. También entran los westerns: “todos los westerns se filman prácticamente en California, una y otra vez.” Y en los bares todos los parroquianos “se parecen a los personajes de una película, dobles o extras, y nunca al héroe. En el Este todos siguen viendo al maldito héroe.” En la visión de Kerouac está Balzac, y Thoreau, y Melville, y Céline, y los westerns. La lectura conduce a la visión.
“Es mejor seguir con los hechos, cuya poesía habla por sí sola, y a menudo lo suficiente, como para, finalmente, acumular en suma una suerte de epos. Y esperar un signo, un trance, una visión dorada – y una obra.”
Y ahí estaba Neal, en el pasado de ese presente de la ruta, con Jack Kerouac y Louanne. Neal les cuenta un fragmento de su pasado, cuando escuchaba radio en el reformatorio. Sin posibilidades de educación solo pensaba en un diploma para estudiantes secundarios por correspondencia. La manía de los ricos de darle migajas a los pobres, de crearles “la impresión que deberían tener un título.” Un pobre está destinado a ser educado. Kerouac está en la línea de Céline. Y si se es pobre, se es “demasiado tímido como para acercarse a la gente:” En el camino se necesitan cosas concretas: comprar nafta para seguir extraviándose.
Jack Kerouac hace viajes escritos.
Y está la aceptación de la simultaneidad en lo que se anota. Esa simultaneidad que redime : el que se acerca ya viene con ese retrato que le hicimos, y con la difamación de esa imagen que petrificamos. Hay gente que lleva la difamación pegada a la suela de sus zapatos. Hay que anotar ahí, en esa velocidad. Escucharlo en su adorada “rutina”. Y está la impostura de los supuestos solitarios, que toman el primer colectivo que pasa, esos asmáticos del reconocimiento. Son los que comparan estructura burroughs contra estructura kerouac. Pero Kerouac no recurre a estructuras. Solo anota. No fue a Meudon, pero lee céline mejor que los turistas de lo bizarro. Por suerte está “el mito de la noche de lluvia.”
Kerouac no está en comparaciones: ”Soy Rubens… y esta es mi Holanda debajo de los escalones de la iglesia. Aquí, voy a descubrir el Día.”
Kerouac no chapotea en lo sagrado. Ya en estos diarios se frota con lo divino, “el principio de la vida” (Meschonnic).
Estaría tentado a decir que Jack Kerouac siempre habló en el desierto, hacia lo que vendrá. Estas notas son “viajes escritos”. Viaje en un sentido de escucha del tiempo. Travesía es uno. Sale con lo que se escribió sobre el camino en el bolsillo, y no lo da por leído. Leyendas es otro. Se trata a sí mismo como alguien legendario. No es solo la ruta o el camino. Es la historia no solo de un andar, también es la historia de la rebelión kerouac contra los imperativos de su época. El problema que estas notas le plantea al religioso es que le abren la puerta al desorden. A un hablar en el desorden: urticaria para el contemporáneo, el de siempre, no solo el de Jack Kerouac. El punto de vista de la literatura tradicional solo escucha el relato. Hay que decirlo una y otra vez. El desorden de las novelas de Kerouac, es un desorden kerouac, y surge de su gramática. Primero estuvo el francés, después vino el inglés, después se hizo sintaxero con esas dos lenguas en la cabeza. Como la declinación de los nombres de personas y de los nombres de lugares. Listas declinadas que producen un efecto. Único, y cada vez en cada lector. Kerouac, desde el vamos, no se dejó leer en ningún conjunto. En estos diarios de notas resuena una promesa, la de las novelas que está escribiendo, las que escribirá. Kerouac es una fuerza que va, hace notas y hace libros, y le hace al inglés, y un día descubre que sus amigos más cercanos pasaron de secuaces a narradores, a representantes de una juventud, descubre que tienen veinte palancas de retardo.
Y está la muerte, se la recuerda a sí mismo, y a todos los que se creen vivos: “Algún día todos habremos muerto y nada quedará asentado… solo los harapos abandonados de hacerse viejo, y estaremos más cerca de las afinidades desoladas de la tumba y la historia. Desperté habiendo dormido al cruzar Abilene, Salina, Ogallah –– en Oakley, donde todos desayunamos en una posada miserable en una mañana fría y gris.” Lo religioso tiene algo de insultante ante la muerte porque solo puede recitar fórmulas sonámbulas que confirman el repetitivo relato de esa “afinidad desolada entre la tumba y la historia”, de la que Jack Kerouac trata de escapar, escribir en la línea de esa afinidad desolada es el relato marmota que hace lo sagrado.
Pero en medio del dolor intenso uno duerme y desayuna. Kerouac incorpora eso a su poética. Se llama lenguaje ordinario. Y está del lado de lo divino, no de la fusión de lo sagrado. Jakck Kerouac no se relaja, medita pascal, escribe.
En febrero de 1954 Jack Kerouac descubre que sabe el arte de la conversación. O se lo confirma. Que conversar es tener un punto de vista sobre el lenguaje. Deshablar el lenguaje de la tribu. Que tironea hacia lo anquilosado.
Sube a un bus y le da el asiento a un anciano. Jack Kerouac no chapoteaba en el realismo lógico. Toda su vida tuvo en cuenta a ese viejo que necesitaba un asiento. Seguimos en febrero de 1954.
Mississippi. Hay calles y hay calles faulknerianas. Así como hay calles zelarayán. Por ejemplo, Juan de Garay. Y está “Huck Finn del otro lado”.
A Jack Kerouac le puedo escribir [Carta: Querido Jack] que una coneja llamada Micaela se fue por el agujero de la cerca del jardín de un poema de Henri Meschonnic. Es la escritura de la vida. Con May, la otra coneja.
“y practico la mediación de la «siesta» en las calles del dulce Méjico.”
Néstor Sánchez: “la experiencia que nos excede y al mismo tiempo nos delata, que nos muestra mucho más pobres de lo que creemos ser.”
Y finalmente sube “al furgón de cola del Zipper.”
Y está la voz ancestral de cada uno. Esa que no te dejan ni murmurar. Tal es el horror al pasado que la imbecilidad del relato instaló. Leer Kerouac es frotarse a la propia voz ancestral.
La no lectura de este diario, o el intento de disimularlo en la montaña de bodrios de la edición, tiene que ver con el hecho de que Kerouac ya sabe en sus notas que está volviendo «ilegibles» a los escritores de su tiempo, imposibles de leer, los vuelve sosos, narrativos, ficcionales, con el culo en las condiciones históricas, los deja chapoteando en un inglés que lo aburre, el que escriben ellos. Kerouac se lee y los lee. Kerouac necesita el transe y se lo inocula, el diario lo muestra bien, todos le proponen estructuras narrativas sujeto verbo predicado pero este canuco escribe en un inglés traducido del francés. ¿Ya lo dije?
Sí, un cierto desorden se impone en lo que se cuenta, de lo contrario todo queda ceñido a decir las palabras del amo. Kerouac detectó la novela tallerística en 1949. Estaba situado.
“¿Dónde estamos todos? Nos fuimos por el camino… ¿Qué hay al final? La noche… lo que fuera que Céline quisiera decir al darle ese nombre a la muerte, cualquier especie de muerte a la que se refiriera.”
“No tengo miedo de rodar en el fondo de las cosas.”
“¿Reglas? ¿Leyes? Para mí, ¿qué es eso?
Soy libre de querer lo que quiero.”
Y no ceder a las transacciones con el poeta del pueblo.
Mejor seguir “el aullido de un tren hasta la fuente de la rica, heroica verdad.”
Escribir con el Diario durante las primeras etapas de En el camino. Que podemos llamar el diario que se robó Corso. Va de 1948 a 1949.
La pata francesa de Jack Kerouac: “escribir muchos otros libros buenos todos entrelazados.”
Entra la amistad con Holmes, que lee los diarios de Kerouac. Kerouac: “este no es un diario íntimo, no tengo nada que valga la pena esconder.” La utopía de la amistad: “disolver los acuerdos hipócritas.”
Va “a la clase de Alfred Kazin, luego, cita mediante, a casa de Diamond” (ver nómina de personas), y Diamond lo sermonea acerca de su comportamiento en fiestas, y su “terrible reputación” en el decoroso Village, barrio promesa del futuro artista de los sesenta, pandereta, cantantes, plásticos, actores. Toda la iconografía mercachifle que sigue en curso. Pero enseguida aparece el reproche que cuenta, ese que Diamond se guardaba. El nombre de Céline. “[David Diamond] dijo que la gente como Louis Ferdinand Céline (a quien conoció en París) está mejor muerta por el bien de la “cultura” y el “progreso”. […] Por cierto Brom Weber dice exactamente lo mismo sobre Céline.)” Es un honor formar parte de la lista que no contribuye a la “cultura” y al “progreso”. Mejor leer a Céline y todos los libros testimonios sobre Céline.
“Todos los que critican quieren que te mueras (“Céline estaría mucho mejor muerto”).”
Todavía no llegó Visiones de Gérard. Una partitura de la despedida entre las nieblas de Banfield y el Hipódromo Argentino. Kerouac escribió también las sombras eternas y perdidas de la despedida.
Y fatalmente están los que tienen “vocación de críticos”, los escritores los buscan para que lean sus manuscritos, y leen siempre aferrados a sus “propios estándares literarios”, y se hacen una fama barrial, que a veces se amplia hasta llegar a firmar una columna.
“me aburre el panorama de tanta retardada ignorancia por todas partes.” Es 1948, va a la universidad, sigue cursos, le pagan por ir, y ya huele ese aire de respetabilidad universitaria que lo perseguirá toda su vida, “los Diamond + Weber + Putnam de la intelligentsia americana”.
“Siempre será igual, una malicia en el mundo que continuamente deambula y trabaja por sí sola – nada podría detenerla nunca.”
Y la literatura tiene de horrible la cantidad de gente que quiere expresarse. Una manía que nada puede detener: “Por todas partes hay guardias, jueces, abogados, testigos y verdugos.”
Va con cuñado Paul a ver Río Rojo.
Kerouac se va curando de la manía de ir ahí donde lo suyo nada vale. Un cuaderno o diario sirve para eso. Pero no siempre. Hay esfinges marmotas que se construyen ese lugar de jueces. Y hay una cola que va a consultarlas. Las marmotas del juicio literario es todo un molierismo. Y cada uno tiene su marmota, que espera nuestro libro en la esquina, para demolerlo, difamarlo y copiarlo.
Kerouac se desliza entre las filigranas del tiempo. Asocia, trae, inventa, proyecta contar el mito de la lluvia, la oscuridad, los recuerdos. Cuenta lo incontable. Así que hay que leerlo. Como a Céline. El resto es moralina, ideología.
Ya escribe Dr. Sax. La novela que no puede dejar de escribir. No puede abandonar esa visión.
“En el camino es también un estudio de los grandes lugares.” Una geografía sugerida y evocada.
“Dejemos de escuchar a los críticos de jazz.”
Val Wilmer no es crítico de jazz. Que quede claro.
El mito del viento : “Vientos áridos, secos – el viento azotando las farolas de la calle; hojas; atardeceres.”
Jack Kerouac es un escritor que lee : sueños de escribir el guión de :
Benito Cereno – El ángel que nos mira – El corazón de las tinieblas – Un pasaje a la India – El negro del Narciso – Los hermanos Karamazov – El castillo – Las desventuras de Werther – Viaje al fin de la noche – Del tiempo y del río –Huckleberry Finn – El gran Meaulnes – Y también Una vida dura de Twain.
Hugo Savino, 2019