Cuatro poemas / Susana Szwarc

para szwarc

 

Declive

 

Por el ojo de la cerradura vemos

cómo deja la palangana en el suelo: tiene agua. Ahora

no se ve. Hasta que levanta la mano

blanca, la misma con que la prisionera (jovencita

en Siberia) llevaba maderos hacia el barco.

 

¿Y las niñas? en la escuela

atrás de la vía.

 

Tiene una gillette y el ojo apoyado en la cerradura mira

su negra axila de abeja-madre. Arrasa. Algo se corre.

En el encuadre, un ojo mira al otro.

Si me estiro veo

la palangana (llena) de estrellas y abedules

también blancos: habría nevado.

(El hermano, sobre la nieve, corre

a la muchachita y ahora los ojos ya no ven.)

 

Atrás de la vía:

campanas.

 

Va a salir. Hay que correrse. Abre la puerta y desparrama

el agua (turbia) al gallinero. Nubes la alejan, hacen pasillos

hasta que tiende más ropa en puntas de pie. Los brazos en alto. Abrocha.

 

¿Cómo hallar ahí dónde posarse?

 

 

Ronda

 

Una mujer (podría ser tu madre) se quita

el sudor de la frente. ¿Está llorando

y del agua levanta las uvas?

-Claro que no- dice, -¿acaso

no lloré ya demasiado?- Y alarga

su idioma de plegarias

como un chiste.

 

aaacotkitbá sháre búre óbed bá

está cantando en polaco la abuela

en el horno -muerta se seca su harina.

 

aaacotkitbá cantamos las madres,

las hijas, las muñecas extenuadas

de éter y música.

 

Sigue aaacotkitbá pegada a la pared

los pies sobre un suelo enlosado,

y agrega la propia madre

me duelen las piernas

pero aprendí:

qué suerte le digo

si todavía hay piernas para el dolor.

(Bailemos) Del bolsillo salta

su cajita de nieves.

 

En puntadas se cose una siesta

cotkitbá a otra siesta cantabas

y mentías

pero aprendí:

tus tierras prometidas existen.

Por ejemplo hay rumores

de cuerpos escandalosos, solidarios.

Hay aves de plumajes como letras.

(Reímos más de la dulce mentira.)

 

Y a solas (detrás de las ventanas)

escurrimos

uvas.

 

Otra vuelta cotkitbá y no sabemos

el significado

pero parece una canción feroz.

Esa memoria acompaña desde la biblioteca

de los hornos.

Apuntamos

con la linterna. El renglón marca:

que los hijos vivan del lado de la dicha.

 

 

 

Dedicatoria o el secreto

 

Tal vez el dedicado

descifre adentro/afuera

el tiempo espacio

no vacío /su lugar.

 

El rabino-maestro, dice cuarenta años

apenas pasaron

se escuchan los gritos.

Respira, se le acomoda el sombrero

trato de entender: ¿Cuarenta años,

los del desierto? ¿Cuarenta, el comienzo

de la guerra? ¿Cuarenta, qué?

 

Una densidad crítica, oscilante, pegajosa.

 

-Los gritos, ¿de quién?-reclamo.

El rabino aclara como un mantra:

losgritosdecadatorturado

 

(No respiró, dijo las letras con una sola voz, los ojos vidriosos.)

Sobre el vidrio del recuerdo él vuelve hacia su amiga-vecina

su hermanito empujado hacia la calle hasta dónde…

no se ve más.

Vuelve al recuerdo: las manos de los padres, de la hermana estirando

estirándose sus siete años. Trece, veinte, treinta, cuarenta años

cuando escuchamos los gritos que no dejan de

escucharse por toda la escuela.

 

Como un resbalón  pasó el tiempo y suenan el timbre los gritos

de alegría irradian sobre el ojo vidrioso, el otro ojo se derritió.

Una fuerza no separable del poder de ser afectado.

-Aprovechan: los chicos creen que no estoy y hacen

un tararám y suena el timbre.

Sacude el libro la cabeza camina el patio y ríen: los ojos nuevos.

 

Nos fuimos

a lugares distintos.

 

Y camino, la cabeza baja como para no tropezar huesitos, despacio.

La piel de gallina.  Si patino sobre un hielo filoso

me salva la velocidad.  Si abro los oídos no me salvo.

Se escuchan los gritos, nítidos. ra dolor palabra muda. No hablar

no hablar no hablar. Empieza a sangrar.

Roja la gota salpica la mirada, los pies.

 

Un tubo en la nariz.

-¿Quién

sangra?-, te digo.

La nariz es un tubo rasgando el olor viejo, agrio  el olor

de la meada

(llegaste como un hada, decís)

qué sed adentro/afuera.

¿Quién no ve quién no escucha no palpa no huele no roza no imagina no sabe?

 

El rabino no dijo Auschwitz. ¿La mayor de todas las imperfecciones es

el no existir?

Y es otro el chiste, el grito

resuena en curvatura, zigzagueante.

 

El grito es un cuerpo que levanto con la mano.

No pises los huesitos.

(Tu nariz)

 

 

Formales

 

Alguien traza una franja de penumbra en el día

que comienza. (Hemos puesto la ropa

en remojo). Alguien cuenta

su revelación, fluye

como el agua por la franja que se estrecha:

 

 

viajaba en un tren,

desde la ventana veía el pasado

y el futuro, lo que muere,

rompe, muere, reguero de luz

y sombra sin cuerpo, sin fortuna

en el lugar común del grito

del sueño que nos despierta y cambia

la dirección de la mirada.

 

 

Alguien cava un pozo en el día

que comienza (cerradas, las puertas de la casa).

Y habrá una posesión

una especie de rezo habrá. Después

rodajitas, costras de pan. (Hemos puesto

la ropa en remojo.

Sólo fluye el agua y lo soñado

casi ya no insiste). Lloramos

por la fuerza del agua.

Por la imposibilidad de su captura.

 

Susana Szwarc

Ph / Max Ernst