
[Texto extraído del libro Empty Phantoms – Interviews and encounters with Jack Kerouac, editado por Paul Maher JR.]
Entrevistador: ¿Cuáles son sus recuerdos de la entrevista con Jack Kerouac para The Paris Review?
Ted Berrigan: Fue una situación difícil, en ese entonces Tom Clark era editor de poesía en Paris Review. Y se le había ocurrido que estaría bien entrevistar a Kerouac para la revista, y pensó que tal vez yo querría hacerlo dado que realmente me gustaba mucho la obra de Jack. Así que George Plimpton me preguntó si estaba de acuerdo, y dije, “Sí, por supuesto.”
No conocía a Jack Kerouac. Conocía a Allen Ginsberg y a otro par de amigos de Jack. Conocía su trabajo en profundidad.
Así que después de haber aceptado, postergué un poco la llamada a Jack. No tenía su número de teléfono. Él estaba algo recluido en Lowell. Pero accidentalmente, ocurrió algo que me puso en contacto con él. Yo estaba parando en casa de un amigo suyo, y Jack llamó, y este amigo no estaba en casa, así que atendí. Entre tanto, Allen Ginsberg le había mencionado que yo quería entrevistarlo. Entonces, cuando Jack telefoneó, ya sabía que yo quería hacerle una entrevista, así que cuando habló conmigo me dijo. “Sí, podríamos hacerla”. Pero no se decidía a fijar una fecha, y yo, naturalmente, todavía no tenía su número de teléfono para volver llamarlo. No soy muy pragmático para este tipo de cosas. Entonces decidí que, en algún momento, me iría hasta allá con la esperanza de poder llevarla a cabo, y digamos que en algún momento tuve que ir a Massachussets. Fui con Ron Padget y Tom Clark a visitar a Aram Saroyan. De hecho, publicamos ese pequeño libro acerca de esa visita, llamado Back in Boston Again. Después de visitar a Aram, Ron y Tom regresaron a Nueva York, y convencí a Aram de que viniera a Lowell e intentáramos ver y entrevistar a Jack. Fue algo muy bueno tener a Aram conmigo, porque yo sabía que a Jack le gustaba el trabajo de su padre. Pensé que tal vez su presencia le daría más calidez al encuentro.
Entonces nos dirigimos a Lowell, y llegamos por la tarde, encontramos la casa y tocamos el timbre, y Jack nos abrió la puerta, y le dije quién era. Y dijo, “Entren”. A esa altura, su esposa apareció por detrás y trató de apartarlo de la puerta, y nos dijo que nos fuéramos, pensando que éramos algunos de esos horribles beatniks que querían llevarlo a beber y que le insistían para que volviera otra vez al camino. Empecé a hablar, y Jack también empezó a hablar al mismo tiempo que yo, y los dos decíamos cosas del tipo: “Entrevista con Paris Review. Un asunto literario muy serio.” Finalmente, Stella, que era una mujer muy agradable, decidió que estaba todo en orden y nos hizo pasar, y la condición fue que no hubiera nada de bebidas, condición que resultó ser únicamente para nosotros. Realmente ella no podía lograr que Jack no hiciese lo que se le antojara… dentro de ciertos límites Jack hacía lo que quería. Así que bebió algunas copas.
Jack resultó ser alguien increíble de entrevistar. No había que decirle mucho; bastaba con soltarle apenas una pregunta breve, y ya podía responder: y respondía maravillosamente. En realidad, nosotros dijimos muy poco. A menudo cuando decíamos algo, o Aram o yo, Jack apenas abría la boca, como si eso no fuera realmente una idea muy interesante sobre la cual hablar. Realmente hizo un trabajo impresionante. Y también se dio cuenta, pienso, por lo poco que decíamos, de que realmente éramos seguidores suyos, que realmente conocíamos su trabajo, y que también éramos artistas serios.
Una vez finalizada la entrevista, volví a Nueva York y la transcribí. Es un trabajo enorme transcribir una cinta, como terminé descubriendo. Finalmente pude terminar la transcripción, dejando casi todo lo que grabamos, y quedó un hermoso trabajo. Pensé que era como una obra de Chejov, una obra en un acto, en la que había personajes, y uno de ellos llevó adelante la mayor parte de la conversación, solo que esta escena fue real. Y en esa escena, uno podía encontrar casi todo acerca de Jack Kerouac, su manera de ser, porque llegó a exponerse totalmente, y se volvió vulnerable. Creo que hubo suficientes referencias históricas, conversación literaria, y mucho más. Presenté la entrevista en el Paris Review, y rápidamente descubrí que no era lo que querían. Quiero decir, querían una entrevista tradicional, como esas que acostumbraban a publicar. Querían ciertas preguntas y ciertas respuestas. Querían saber si escribió o no en una máquina de escribir, y querían saber otras cosas de carácter histórico. Querían la historia integral de su vida. ¿Cuándo encontró por primera vez a Allen Ginsberg? Cuándo estuvo en Columbia, y ese tipo de cosas. Todo el material que ya está en sus libros, y que tocamos muy poco en la entrevista. Un tipo de cosas que no nos interesaba discutir en detalle.
Y entonces George Plimpton me preguntó si no me molestaba que ellos le mandaran a Jack algunas preguntas para que él las respondiera y luego las intercalarían en la entrevista. Por un lado, me daba igual. La entrevista les pertenecía. Me pidieron a mí que las haga, pero me sentí como un empleado que estaba trabajando para ellos, y pensé que podían hacer con la entrevista lo que quisieran. Como si yo no hubiera tenido nada que ver con ella. Pero, por otro lado, realmente pensé que era un hermoso trabajo en sí mismo. Se hizo accidentalmente, de una manera que no siempre ocurre.
Así que tuve una larga charla con George, y traté de convencerlo de que Aram Saroyan y yo, y Ron Padget y Tom Clark y otros, éramos la generación siguiente, y que debería dejar que hiciéramos esto a nuestro modo, por esa razón justamente. Hay una entrevista hermosa, en un número muy anterior del Paris Review, a Harry Green, un novelista, que hizo Terry Southern, en ese entonces un novelista muy joven. Es en gran medida una entrevista como la que le hicimos a Jack. Fue todo un acontecimiento. Y lo dejó pasar, George lo dejó pasar. George pensó que lo que le decía era interesante, pero dijo no. Entonces dije, “Bueno, puedes mandarle las preguntas a Jack. Si él está dispuesto a aceptarlo, yo también.” Así que hicieron algunas preguntas y las enviaron y Jack contestó. Y las intercalaron aquí y allá, en cuatro o cinco lugares. Se las puede encontrar fácilmente si uno quiere. Las intercalaron de manera muy profesional.
Desafortunadamente, hicieron algo más, eliminaron unas pocas cosas que estaban bien allí. Creo que pensaron que eran un poco… sórdidas. Jack estaba contando su historia personal, y describía en pequeña escala lo que era la escena literaria y poética cuando era joven y trataba de convertirse en un escritor. Se metió fuerte con ese asunto de que todos los demás se fueran volviendo maricones. Y fue muy específico acerca de eso, e hizo revelaciones de carácter muy personal. Quiero decir, qué haría él, y hasta dónde podría llegar porque no le importaba. Pero luego hubo algunas cosas que le importaban mucho. Y George eliminó todo eso. No le parecían muy llamativas; sencillamente las dejó de lado. Fue una pena, porque eran revelaciones muy graciosas, verdaderamente graciosas.
George hizo cosas muy raras. Intercaló aquí y allá, entre paréntesis, unas pocas… me preguntó si lo podía hacer… y cuando me lo preguntó, yo estaba tan estupefacto ante su actitud que no respondí nada, y entonces lo hizo. Intercaló esos intervalos entre paréntesis en distintos momentos y así es como aparecen frases del tipo “Las bebidas están servidas.” Bien, nada de eso pasó. No se sirvieron bebidas. Salvo cuando estábamos llegando al final y dimos por terminada la entrevista, y apagamos el grabador, entonces Stella, que todo ese tiempo estuvo escuchando, y estaba satisfecha de cómo se desarrolló todo, nos preguntó si queríamos una cerveza. Durante la entrevista Jack estuvo bebiendo whisky. Le pasé a Jack una píldora, porque me preguntó si tenía un poco de “té”, algo que para mi oído de esa época era una expresión en desuso. No estaba muy seguro de lo que estaba diciendo, pero creo que se refería a si yo tenía alguna cosa. Y sí, tenía algo. Y era algo que estimulaba el habla. Por eso tenía las pastillas. Todo esto está en la entrevista de una manera muy divertida. Y entonces él dijo, “Bien, dame alguna.” Y así empecé a darle un par de píldoras. y luego entró Stella. Y a continuación viene ese momento en que dice un poco enigmático, “Mejor calmarse ahora.” Y le digo “Ahh, sí, correcto.” Y luego Stella vuelve a salir, y le doy a Jack más píldoras. Pero hubiera sido lo mismo sin ellas.
Recuerdo algo que fue muy sorprendente: entrevisté a Jack tres o cuatro días antes de que muriera, no más de tres, creo; no se lo veía muy bien. Ya no era ese tipo elegante que vemos en las contraportadas de sus libros. Ya era un tipo de edad mediana, y siempre había llevado un vida dura y había bebido mucho. Y se lo veía como alguien cansado. Era muy robusto, y tenía mucha energía, y por cierto, había en él un gran salvajismo, un rasgo de salvajismo, mezclado con un rasgo de gentileza y dulzura.
Jack me preguntó, después de la entrevistas, si necesitaba saber algo más, y le dije, “Me gustaría ver el cuarto donde trabajas.” Y entonces dijo, “Stella muéstrale el cuarto.” Ella me llevó al estudio. Bueno, su estudio estaba impecable. Sus archivadores, sus estantes de libros, su escritorio, todo increíblemente ordenado. Y dije, “Esto es notable. ¿Usted ordena todo esto para Jack?” Y Stella dijo, “No, no me dejaría tocar nada de lo que hay aquí. Él mismo lo ordena todo.” Como ve, una gran parte de su mente estaba organizada de manera fenomenal en lo que era y lo que hacía. Era un artista profesional, quedaba maravillosamente claro. Por eso la entrevista fue tan buena. Se comportó como un artista profesional que sabía lo que estaba haciendo. Y muchas cosas que no sabríamos cómo hacer, las hizo por nosotros.
From Talking in tranquility:Interview with Ted Berrigan (Avenue B, 1991)
Traducción : Hugo Savino
Ph / Ted Berrigan
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