
2020
ENERO
Su olor en mi boca mi boca en su hombro mis dientes su lengua sus manos vértigo vértigo la imagen se pierde gritos ahogados temblores sudores silencio. A las 9:27 de la mañana bajé de la cama con el pie derecho, el día semi nublado, el sol hace fuerza por ganar la batalla, los bordes de las nubes resplandecen dorados, las chicas mirando la televisión bajito, la gata repantigada en el sillón de abajo. Abro todas la ventanas para que entre el año nuevo. Desayuno y después mates en la terraza y un poco de Kerouac para ir poniéndome en onda y arrancar el año con mi amado Jack. La mañana está tan linda que no se puede creer. N. pasa el limpiafondos, tiene pintura de barco en su remera vieja, el sol le chorrea por los brazos. Buen comienzo. Auspicioso. Prendo el parlante, la trompeta roja de Miles apunta al suelo y saca un sonido fraguado con el barro del Mississipi y sus enormes pantanos negros, el vertiginoso sol africano y todos los ruidos que alguna vez pasaron por su oído, todas las voces, todos los pinchazos que se dio, todos los discos que escuchó, los amores, la rabia, el orgullo, con eso fue forjando y puliendo el soplido hasta sacar su sonido, su propio ritmo, su color. En la base de su oído flota esa música de iglesia en medio del campo, en la Arkansas de Huck Finn por poner un ejemplo o en cualquier pueblo del suroeste, Oklahoma o Louisiana, la voz de una mujer cantando en medio de la noche, flotando en el aire tibio, una guitarra a la bb king, música de caminos de tierra polvorientos con árboles a los costados cargados de fantasmas y acordes y risas graves y plegarias. Contra el latido del bajo que bom bom bea gruñe roncolenta la trompeta, se acomoda, acribilla el aire con notas salvajes y de repente se queda en un tono largo y sostenido y es como una lanza que entra suave suave en el cuerpo y duele y gusta a la vez. También puede decirse de esta manera: la trompeta roja de Miles Davis abre grietas en el Tiempo.
Un cúmulo un cirro un estrato, las manos vacías, listas para arrancar y agarrar lo que venga. El vacío cautiva. Este año cumpliré 45. ¿Qué nos deparará el 2020? Me distraigo durante un rato estudiando el comportamiento de dos abejas, extraen todo el polen que pueden de las flores rosas de la bignonia, van y vienen y de golpe hacen unos bailecitos en círculos cada vez más cerrados hasta que se detienen exhaustas, quedan quietas al solcito y después vuelven a arrancar.
Salgo a comprar milanesas. Adelante mío caminan dos hermanas bolsa de lona colgando del hombro, monedero y celular en mano, salieron a comprar pan o cebolla, quizás algo que faltó a último momento para el almuerzo. La menor con vestido floreado de algodón y un bretel caído que levanta una y otra vez casi como tic, ojos color agua sucia, la cola de caballo se bambolea como espantando tábanos imaginarios y un tema de los redondos suena fuerte en el celular. La más grande: shorcito de jean, musculosa rosa chicle, tatuaje de un delfín saltando una ola en el antebrazo, una pierna apenas más larga que la otra, lo soluciona con un contoneo de la cadera, una manera de sacar el paso, entre desafiante y dulcísima, Gerty Mc Dowell belgranense cargando amorosamente su pata, perdida en la luz ciega del mediodía hasta caerse dentro de la boca negra del almacén de la calle Ugarte. Hay algo impúdico y bello en su andar. La luz sangra sobre las uvas repletas de abejas zumbonas y carnosos duraznos palpitantes perfumados chorrean su jugo en un cajón de madera de pino en la entrada del almacén, un enero sofocante como muchos otros eneros sofocantes.
Dentelladas de luz, diría furiosas.
Ediciones Lamas Médula publicó un mamotreto de 545 páginas con dibujos y textos inéditos de Osvaldo Lamborghini que su hija Elvira se trajo de España metidos en varias valijas. Aaaden-tro. 900 pe. Apenas arranca suelta una frase que me gusta: cómo ir entendiendo las letras de esta casi rima libreta… en cada página falta la conclusión. Pero nada de eso, imbéciles: ni técnica del fragmento, ni estética de lo inacabado. Confusión… Simultáneo. (12 de enero de 1985). Treinta y cinco años después asumo que el imbécil va para los académicos y teóricos que encuentran en los libros siempre y solamente lo que van a buscar, no para los simples lectores que agarramos los mamotretos y los leemos salteando prólogos y prefacios abiertos a lo que venga, no me hago cargo, sigo, literaturgia dice temblando de impunidad contra los solemnes y chupacirios. Profundiza su surco, va y viene, se ríe, juega. También: aunque yo soy escritor: escucho. No sufre de sordera jactanciosa, mal que aqueja a muchísimos escritores, escucha porque sabe cerrar el pico y después va y suelta todo en su rimalibreta. Puedo seguir citando un poco más en este enero caluroso, me zambullo en el sillón de la terraza y leo. Cuando el oro del sol se pone en el orto bajo el aura del sauce dorado. Así, así es como la tarde se inclina, lenguajea con sorna, combina y recombina, no le teme a la repetición, al contrario, la abraza, el encendedor que pierde y encuentra y pierde y encuentra como el jabón alimonado en los bolsillos de Leopoldo Bloom.
La vida según los hermanos Lambo. Tenés para divertirte durante años. Acá el oro de la tarde, el viento callado, la risa de J. como el canto de un pájaro. Cerveza helada, pan, salame y mi orto en el sillón.
Amo los mamotretos.
Compré un enhebrador en el colectivo. Me pareció un objeto maravilloso. No sé coser, en casa cose N.
El poeta escribe la historia de su cuerpo dice Thoreau. Por eso su cuerpo son sus manuscritos. Se bambolean las paredes de mi cerebro reblandecido. Soñé esta frase: qué belleza no el estado si no el sonido de la locura. Así tal cual la soñé.
Las chicas inventan lo que llaman idioma de hermanas. Sutiquebe anoji amanosu riquitoqui teri cachin motu panota. Jaji joji. ¿Carijobe? Nupi… taqui mepa susili calireto. Ajojanishi reti matuqui satupara. Se pasan ratos largos hablando de ese modo y sueltan unas carcajadas monumentales.
Uno de sus programas preferidos es ir al Barrio Chino, les dejo gastar una suma fija de la que no se pueden pasar. Agarran las canastas y ponen libretas, plasticolas de color, pelotitas de silicona, stickers, gomas con formas y olor, lápices, dados, cajitas, ristras de luces de colores. Ponen, sacan, descubren algo nuevo, se arrepienten, cambian, pasan ratos largos eligiendo. Después: un melona sentadas en la peatonal mirando como un grupo de adolescentes baila una música coreana espantosa. BTS dicen sus remeras y gorras, sus fundas de celulares y una bandera extendida sobre el piso. Asumo que serán los nuevos New Kids On The Block o algo parecido, oh… aquellas épocas de jopos y medias de algodón a la rodilla, de posters y carpetas forradas con fotos de ídolos, qué lejos quedaron esos años de hormonas descontroladas, de irse a dormir con el casete en pause/rec esperando pescar la canción que te gustaba, fumando en la oscuridad, escuchando el crujir del Tiempo.
Otros nombres de ríos: Misky Mayu, Bermejo, Pilcomayo, Musketaquid, Iguazú, Urubamba, Mamoré. Me los repito, debería llenar mi libreta con nombres de ríos. Hacer poemas solo con nombres de ríos, de plantas, de vientos…
Higos dulces y carnosos. Su olor a madera, a verde sombrío y fresco, a viento salvaje. Van bien con jamón crudo, con los poemas de Ritsos o algún canto de la Odisea y la jarra de loza llena de flores rojas y la hora de la siesta donde todo es secretear y planear estrategias.
Anoche comimos en el patio del Museo Evita por el cumpleaños de M. Una ensalada y vino blanco con hielos. Mordí el primer camarón y la boca se me llenó de mar y sal, el paladar absorbió en un segundo el olor del océano, su textura, algo ancestral. Compartimos postre entre varias. Estuvo divertido. Voy con la lengua afuera esperando a que pase esta semana, llegue el viernes y poder irme por fin de vacaciones. No aguanto más. Mañana de domingo. Pronto se levantará la bruma y un sol plácido paseará por las azoteas. Algunos colores tiemblan. Una pareja se besa entre las sábanas recién tendidas, la humedad las hace resplandecer. Gotea un tanga negra, flamea una camiseta.
Saco mi lapicito y subrayo,
Escribe
Como no puedas
Más allá de
(ilegible)
Evita montoprogrekirchnemito canta grita discursea se come una hamburguesa desde la fachada del viejo edificio del Ministerio de Obras Públicas, yo te saludo Eva junto a los fantasmas de la JP JC PVC CGT JVC FAR FAD JTP ETC ETC oh juventud oh oh, te saludo y me voy, me las pico, chau.
VACACIONESSSSSS. Nos vemos en unas semanas.
FEBRERO
Siempre que uno se va, el sabor del mate es lo que queda dando vueltas en la lengua, los labios la garganta, un recordatorio, amargor caliente, la despedida. Me acuerdo de las mudanzas por ejemplo, lo último que hacía antes de cerrar definitivamente la puerta era tomar unos mates en medio del caos de canastos y cajas en completo silencio. Hasta que todos se levanten: mate y pan tostado con queso y estas líneas rápidas. Ordeno algunas imágenes en mi cabeza, la memoria empieza a trabajar, el sonido del viento atraviesa los álamos plateados, las cenizas del fogón todavía están tibias. Olor a resina de pino marítimo, un olor azul húmedo, algo de niebla todavía arrinconada en la base del monte de eucaliptos. Las gramíneas se mueven como agua verde. Termino de cerrar valijas. El último vistazo al mar acerado, a la bruma mañanera, a los tamariscos y uñas de gato cubriendo las dunas. Suspiro semi melodramático. Sopor de pasto y cielo, las colas de zorro saludan ondeando desde las zanjas. Garzas y perdices. Dos teros vuelan a contraviento. Un ardor que se clava y deja un vacío en el estómago. ¡Qué bien la pasamos! ¡Qué ganas de seguir! Pero no. Vuelta a la city. Tomo conciencia en el peaje de dock sud, un calor pegajoso, el vaho hirviente que suelta el pavimento, un concierto de bocinas in crescendo para que levanten las barreras, el complejo de viviendas marrones y verdes con la ropa tendida en los balcones nos dan la bienvenida.
Buenos Aires te odio, es decir te amo, te escupo te aspiro, te camino incansable, te disfruto, te sufro, te compadezco. Sos la reina del plata, un antro apestoso, una prostituta cansada.
Animales y aves de La Pampa sacados de Allá lejos y hace tiempo de Hudson, una de las lecturas del verano.
Cabecita negra, leñatero, tijereta (la enemiga del chimango). La golondrina y su sonido rasgueante como agua que corre por un arroyo.
El Pirincho pone hermosos huevos del tamaño de los de una gallina, huevos azul turquesa salpicados de manchas blancas.
Loro barranquero. Se cría en agujeros que excava en los barrancos y farrallones de las costas de lagos y ríos. Le gustan las semillas de zapallo silvestre. El más pequeño de los loros es la cotorra.
Chajá. Aguilucho.
Patos: el picazo, el barcino, el cuchara. Los zancudos: ibis, garzas, cucharetas, flamencos.
Víbora de la cruz; cabeza ancha y chata, pétreos ojos blanquecinos sin párpados.
Mulita, peludo, tatú, mataco, quirquincho. Todos de la familia del armadillo.
Vizcacha.
Venados.
Avestruz o ñandú. El más grande y menos pájaro de los pájaros del continente americano. Tiene el plumaje gris, color cardo seco. Se mimetiza con los cardales. Dicen que el ojo de un avestruz es más grande que su cerebro.
Almorcé en lo de T. Las dos solas. La conversación a esta altura salpicada de algunos silencios, está muy sorda se hace difícil mantener el hilo aunque conserva la lucidez y el humor. Nos hacemos compañía. Lo extraña a mi abuelo, mientras me habla de él puedo verlo ahí sentado en el sillón de pana verde, su bigote tanísimo, el pantalón casi arriba del ombligo, pañuelo acoloniado en el bolsillo de atrás, corbata impecable, camisa a medida, los ojos acuosos y la voz ronca. Yo también lo extraño, a veces camino por el departamento blandiendo su bastón de madera con empuñadura de plata, paso por su escritorio, lo saludo con voz queda, me llevo algún libro. En su baño sigue la viejísima radio portátil negra con la perillita roja del volumen apoyada sobre el mismo estante de mármol, debe llevar 30 años apoyada en ese exacto lugar. Me he dado larguísimos baños de inmersión escuchando música en esa radio cuando vivíamos en el mismo edificio a dos pisos de distancia, su casa era mi refugio, mi cuartel general. Siempre nos hicimos compañía, esa es nuestra marca: compañía y risa. Es el ave fénix, viejita inmortal, día por medio se está muriendo y resurge de la nada, sin ninguna explicación lógica, se ha convertido en el terror de la medicina. Hace tres o cuatro días estuvo pésimo, hoy: se prende un puchito después de almorzar, aspira el humo con un placer envidiable, no le tiembla la mano, sostiene firme el cigarro entre los dedos, me envuelve un oleada de amor, toda ella en ese gesto, esa mirada entrecerrada por el humo que se le mete en los ojos, vital, desafiante, pícara, esas manos que tanto acaricié y me acariciaron, los dedos largos, huesudos, el anillo que me regaló porque los regalos se hacen en vida decía con convicción y una creciente tendencia a desprenderse de sus cosas, como si se quisiera ir liviana y que nunca por nada del mundo me saco del meñique derecho. Se va a morir, tarde o temprano va a sucumbir y el mundo va ser un lugar mucho más triste para mí. Nos tiramos en la cama, recuerdos de siestas doradas y redoradas, la cabecera de madera oscura impecablemente lustrada y encima el crucifijo antiguo, cristo quemado, ennegrecido, salvado primero de las llamas y luego del polvo acumulado en el sótano de una dependencia municipal. Cama de colchón duro, almohadas flacas y el almohadón blanco lleno de medallitas cosidas en el interior sobre el que apoya la cabeza para dormir la siesta cada día llueve o truene haga frío o calor durante una inmensa, una irreproducible cantidad de años. En esa cama escuché por primera vez palabras como descutiplada, tapujo y manganeta, tiene una colección de palabras increíbles: taradingui, ashilo, regio, otario, chau viduvi, ese continuo despojarse de palabras que le brotan misteriosamente, bellas locas palabras gorgoteantes de risa sacadas de un pozo inagotable. Me cuenta historias de su infancia, de la clara preferencia de sus padres por ella, la hija menor, las peleas con sus hermanas, los celos, el amor incondicional hacia su único hermano varón, timbero y seductor, muerto demasiado pronto, las fiestas en el Rowing, los veranos en Mar del Plata. Mientras hablaba se fue quedando dormida, la miré dormir con su mano sobre mi cachete, mano flaca y de piel quebradiza, le acomodé un mechón blanco detrás de la oreja y me fui.
Todos vamos a morir, tarde o temprano reventaremos como sapos pero yo quiero que ella sea eterna, que siempre existan el olor a violetas en su ropa y sus manos largas y flacas y tibias y suaves, que nunca se corte ese hilo invisible que nos une de una manera inexplicablemente fuerte, que siempre escuche su risa, lo infantil de su risa que nunca se perdió. Cuando salgo de su cuarto me quedo un rato mirando con detenimiento alguno de los retratos colgados en las paredes del pasillito. Son fotos de las hijas y nietas que se casaron por Iglesia. Cuelgan de marcos dorados, con vestidos vaporosos y ramos de flores entre las manos, las blancas y radiantes novias bajo el visto bueno del Señor, las bendecidas, las biencasadas que transitan el camino del Bien con sonrisas virginales. Nunca había anotado algo sobre ese pasillito en el que no figuro, hace años que no pensaba en la radio portátil del baño, en las cajitas de mimbre con ruleros y clips. A veces se me vienen pedazos de recuerdos, objetos insignificantes como detalles en zoom, brillan intermitentes y después desaparecen, la rama rugosa del limonero a la que me trepé casi todos los días de mi niñez, la apoyadera de bronce con forma de llaves sobre la que se servían las fuentes calientes en la mesa del comedor, la palanca de cambios del citroen cv3 celeste era una bocha negra reluciente que daban ganas de acariciar, me acuerdo del casete de Génesis Mama con la tapa con esos moldes como de masa amarillos contra un fondo negro, lo escuchábamos sin parar en un radiograbador gris. ¡Recuerdos! ¡Carajomierda! Un apuro me carcome para llegar a casa y registrar todo en el diario. Apretar teclas me tranquiliza. Mis libretas son cada día más caóticas, sucias de manchas y letras, de dibujos tontos, de anotaciones ilegibles.
Asústese más del (perdón) tema. Que de la disgresión. Y en la página siguiente: dulce, de río, el de la Plata / bruñido ya por un viejo gris de rascacielos. Sigo con O.L., aunque pesa lo llevo en la mochila, lo saco en los tiempos muertos y a la hora del almuerzo, en el bar de la esquina del consultorio, siempre Marcia y la misma ensalada y ahora O.L. perdiendo y encontrando el encendedor en el lío de papeles y sábanas revueltas. Anoto una más: la literatura no me pertenece tampoco. Quiero decir ninguno de los mods del relato. Y La literatura se escribe, su condición es ser (estar) escrita. Lo que ni implica que pueda confundírsela (afirmársela) con escritura. Salvo en casos rarísimos –Joyce, para nombrar uno- la literatura se queda al ras de las palabras. Esto quiere decir: no construye encadenamientos de letras. Y dicho esto apoya la bic sobre la mesa emperrado y confuso y se va a ensoñar a su pieza (me salió en rima) bandoneonando en el vacío, tecla tecleando en el ¿mismo? vacío con la tele mal sintonizada como telón de fondo.
Encadenar letras, de eso se trata. Hilos, cadenas, combinaciones.
Nadie me necesita, nadie espera nada de mí, puedo escribir lo que se me cante.
Tarde sanguinolienta, las chicas siguen adentro de la pileta. Un calor que se caen los pájaros, el acero chirriante de las vías, ni una gota de viento. La luna amarilla como una croqueta suspendida entre edificios. El flamenco fucsia me mira con su ojo negro eternamente abierto. Riego con ganas, la tierra y las flores me lo agradecen soltando su perfume, un perfume que me hace retroceder varias décadas, jazmines seguro pero también damas de noche y algo más que no logro descifrar. El Tiempo es el perfume de una planta que lleva a la negrura misteriosa de una zanja nauseabunda, a los manteles ásperos de Los Pinitos llenos de migas y manchas de manteca y coca-cola y vino. La sombra de un pájaro sobrevuela el bendito baldío dorado de mi infancia, de tierra negra, fértil, salvaje y erótica, baldío de siestas calcinantes, de libertad de secreto de juego, de mandarinas dulces y jugosas, no puedo sacármelo de la cabeza. Me distraigo mirándome los dedos. Otros chupan piedritas y las pasan de un bolsillo a otro de un bolsillo a otro, o se comen sus propios pellejos, hacen solitarios, se meten el dedo en la nariz.
Un moscardón verde se empecina contra el vidrio reluciente.
Un baldío en el corazón de cada infancia.
Fronteras que empiezan a cerrarse para contener el virus, una especie de gripe hiper contagiosa que se esparce a la velocidad de la luz. ¿Es tan así o se exagera? Cómo saberlo. Todo es muy confuso pero ¡qué linda debe estar Italia sin gente…! Sin turistas tropezando entre ellos, estampida de hormigas trepando a las piedras amarillo roma, jadeando empujando probando hasta encontrar el ángulo perfecto para sacarse la selfie número un millón y subirla a instagram.
Black Out de María Moreno y los diarios de Frida Kahlo.
El maestro pizzero con la frente amplia apuntando a la masa que moldea con manos fuertes y peludas. Un tufo a horno recalentado, a cebolla y muzzarella algo pasada. La radio bajita, el mate pringado en la esquina de la mesada. ¿Debería anotar algo barriobajero, conurbanesco con toques de reviente y moralina para estar de onda?
MARZO
Esta mañana I. empezó las clases, fuimos al acto de inicio, lindísima con su pelo cortito aclarado por el sol del verano, el flequillo rolinga, los ojos grisverdosos tímidos y pícaros observando todo. Segundo grado. Espero que tenga un lindo año. Mañana arranco el hospital. Se terminaron las vacaciones, el año en marcha, vuelvo al epicentro de locura y dolor, al planeta de los marginados.
Paciente nueva: una risa nerviosa infantil la traiciona, tracciona los dientes para afuera, toques en la nariz y ojos esquivos más bien tirando a pusilánimes. Busca la sorna, la rebusca y no la encuentra, le sale un tonito impotente y mezquino. Le plancho los humos con un gesto de indiferencia. Veremos.
Le toca al lado de Eli quien apenas la ve entrar le turulequea extasiada y sin pausa su paraíso púrpura de sexo kachimbo y kaguy. Cuando vuelva a Asunción voa ser un sitio wé para mostrar todo mi charme mamita y los chongos se me van a pegar como moscas a la miel. El Ruben me prometió llevarme en un viaje relámpago a la triple frontera y comprarme todo lo que necesito para mi yvagá pitá. Es como ir a disneylandia para mí, no sé cómo expresarte esta emoción que me da. Soy la yiyi más feliz de esta ciudad bendita. De su cuello cuelga una cadenita con un dije reluciente con las palabras Mborayhu Tapia grabadas en el oro enchapado. Amor siempre. Agarra el dije entre las uñas perfectamente esculpidas y le estampa un beso húmedo.
Almuerzo en la esquina del consultorio. Me toca una de las mesas del fondo, el bar llenísimo. Entra un hombre de casi cincuenta, saco azul sobre el hombro izquierdo colgando del dedo índice y la camisa arremangada hasta un poco antes de los codos. Una ráfaga de aire húmedo y fresco se cuela por la puerta. Se seca las gotas con un pañuelo perfumado que saca del bolsillo de atrás del pantalón de franela, en la otra mano un ramo maltrecho de rosas rojas. Ya pasaron varias décadas de su apogeo y su gloria, se aferra al recuerdo de lo que fue, el saco azul cruzado con botones dorados, el rechinar de los zapatos recién lustrados, la lord cheseline. Un fuerte olor a colonia inunda el cuadro, sus labios ríen en una mueca seductora y apuntan a la mujer sentada en la mesa pegada al baño de damas, muy cerca de mi mesa, envuelta en una nube de olor a desinfectante, la blusa azul francia con botones dorados con forma de corazón, el impermeable húmedo colgado cuidadosamente del respaldo de la silla, tímida, temblorosa, lo mira con ojos telenovelescos, le hace un gesto con la mano levantada y con la otra se arregla disimuladamente el escote y las puntas del flequillo, un temblor casi imperceptible de la comisura de los labios pintados con esmero.
De los diarios de Frida saco algunas palabras, algunos colores. Aguijón, la tinta, la mancha, la forma, el color. Pájaro limón. Solferino. El antiguo color del mole, de tierra. Es fuerza reír. Y abandonarse. Ser ligero. Después cuando empieza con los panfletos y dimes y diretes del partido, con sus Stalin te amo, Mao y yo un solo corazón escritos en letras gordas resaltadas, se me hace insoportable.
De Black Out solo la palabra encocorada, el resto aburridísimo, un regodeo en las borracheras, chapoteo y exhibicionismo de la miseria.
Está raro todo. El virus que arrancó en China se esparció por toda Europa y está haciendo estragos. Muchos muertos, muchísimos.
El planeta descansa. Los mares están más limpios, el agujero de ozono se cerró, los animales reaparecen y pululan por las calles sin miedo, pumas patos ocas ciervos jabalíes orcas delfines y pájaros asoman sus narices, se animan a una mayor libertad. Leo en el diario que una manada de elefantes entró a una aldea China semivacía, se tomaron no sé cuántos litros de vino de maíz y se acostaron sobre la tierra roja a dormir la mona con fuertes ronquidos y sonrisas beatíficas. La foto está sacada de arriba, es bellísima, un montón de moles grises despatarradas, las sonrisas bobas se perciben con total nitidez.
¡J. cumple 5 años! En medio de una crisis mundial por la pandemia del coronavirus, en las puertas de una cuarentena total: cumple mi bebe. Cada día al lado suyo es una felicidad.
Se declara la cuarentena en todo el país. Se cierran las fronteras. Dicen que debemos aprender de lo que se está viviendo en Europa y se declara de modo temprano para tener tiempo para preparar al sistema de salud. Anoche hice las valijas para irnos a pasar los días feriados al campo y hoy a la mañana las deshice luego que entrara en vigencia la prohibición de circular. ¡Qué mal humor! Nadie puede entrar, nadie puede salir. Hay que hacerse la idea de que esto viene para largo. Yo tengo que seguir yendo al hospital por ser “personal esencial”. Saqué mi permiso por internet, si me para la cana, tengo mi salvoconducto en el celular.
Ferreterías exceptuadas… misterio.
No puedo sacarme de la cabeza la foto de los elefantes en pedo.
Todos asomados a los balcones, algunos hacen ejercicios para mantenerse firmes, otros comen mandarinas al sol de la siesta, putean a los que no cumplen la cuarentena, les gritan cosas y de paso se sacan la rabia, el exceso de energía que nos deja electrificados y con algo de insomnio. Preocupados por el futuro incierto. Estallan al mismo tiempo la paranoia y cierta calma extraña, un aturdimiento, se mezclan las músicas, se conversa entre balcones, se intercambian información y tips para evitar el contagio, se reza, se carajea, se bosteza.
Hay quien aprovecha para hacer algún arreglo en la casa.
Voy a necesitar un manual para perfeccionar maniobras de evasión. Viajo con google maps, ejercito la sordera selectiva, la paciencia, la creatividad. Me quedo despierta hasta la madrugada, como hacía cuando vivía en Callao y necesitaba algo de silencio y privacidad que el día y la casa continuamente estallada no me podían proveer.
El Tiempo es un gran mentiroso.
Mientras tanto en loquilandia las pacientes comparten mates, abrazos, cigarritos. Están en otro tiempo, un tiempo suspendido, las noticias vienen filtradas, confundidas, no saben si preocuparse o seguir meta cumbia y mate en el patio de piedra. Elijen lo último. Son otras cosas las que les importan. ¿Cómo hacerles entender que se tienen que cuidar? Recién tengo que ir el miércoles. Mientras: espiral contramosquitos, terraza y cerveza helada. Me doy largos baños, escucho música, durante algunos ratos dejo que la mente quede en blanco, leo a Jonas Mekas, poemas de Williams Carlos Williams, vuelvo a agarrar a Gadda que me había quedado por la mitad en el Kindle, qué bendición las horas vacías. Un respiro ante tanta muerte y paranoia. Meto la mano en el bolsillo y encuentro dos monedas de un peso, una goma de borrar y un capuchón blanco de birome bic azul.
La gata inquieta, no entiende nada.
Miércoles. ¿Te muestro la foto de mi amorcito? Saca el celular del bolsillo, busca durante unos segundos y me muestra la foto de un pibe con jopo requetuntado con laca o spray, remera escote en ve negra y chupines de jean celeste. La mitad de la cara tapada por un par de anteojos negros espejados, a la altura del pecho dos dedos hacen la ve de la victoria pero acostada. ¿No es un bombonazo? dice apretujando el celular contra el pecho. Por la falta de dientes, la boca le cierra mal.
Desenrollo tiempo y lo vuelvo a enrollar. Hay tiempo. ¿Hay tiempo?
El miedo está acá, paseando sus dientes.
Todos vamos a morir.
Leo en el diario que por primera vez en treinta años, los habitantes de la ciudad de Punjab en el norte de India disfrutan de la maravillosa vista de la cordillera del Himalaya, hasta ahora oculta bajo una nube espesa de polución y gases contaminados. Siempre me gustaron los libros de hazañas humanas, Kon-tiki, Viven, La conquista del Everest, Robinson Crusoe.
Me acuerdo que en la primaria me enamoré un tiempo de un chico al que se le había partido la paleta y le habían puesto una funda de metal plateado. Creo que estaba enamorada de ese único rasgo, la paleta soltaba chispas cuando él sonreía.
Hospital. El clima es tan espeso que se corta con cuchillo. Caos entre profesionales, órdenes cruzadas, prohibiciones, estamos dirigidos por unas cabezas de chorlito inenarrables, unas cínicas cabezas de chorlito, hacemos el triage con viejos termómetros digitales a falta de la pistolita térmica, antihigiénico, antipráctico, largas colas para entrar, hartazgo, descuidos imperdonables, faltan barbijos, hay gente que se roba los poquísimos insumos que hay para llevárselos a sus casas, nos dividen en equipos para que –en caso de contagio- no se paralice el servicio y la atención esté asegurada. Prohibieron los permisos de salida y las visitas. El confinamiento dentro del confinamiento. Hoy vi a dos pacientes recoger colillas del piso, sacarse el barbijo y fumarlas hasta el fondo. Están en otra.
¿Quién maneja los hilos del Tiempo, de los aciertos y errores, de los hallazgos y desmadres?
Nadie sabe cómo seguirá esta historia. Ni cuánto va a durar. Ni la magnitud del daño. Nadie sabe nada por la sencilla razón de que siempre se sabe después. El virus ataca desde el fondo del silencio, bichos milenarios que se van transformando, evolucionando, microbios virus bacterias infinitesimales, hacen estragos, también átomos neutrones protones, lo ínfimo es lo más peligroso, se zampan generaciones enteras… así como el mosquito es el animal que ha causado más muertos en el mundo. Tengo la cabeza repleta de datos inútiles del tipo los crustáceos gobiernan los mares así como los insectos son quienes gobiernan la tierra o que la gallina es el ave más numerosa del planeta, que las mujeres pestañean casi dos veces más que los hombres o que el miedo aumenta el peso de un cuerpo.
Ya no hay más abuelos en un pueblo del norte de Italia dice el diario, la muerte se extiende silenciosa e implacable. Ojo que a los periodistas les fascina la catástrofe. Seleccionan noticias para meter miedo.
Una señora de no más de sesenta se queda congelada en la esquina de O´Higgins y Ugarte con un ramito de olivos seco en la mano, la otra aprieta con fuerza la correa de la cartera que le cuelga del hombro, la mirada fija en algún punto de la plaza.
ABRIL
Cuaresma encuarentenada, el estado ideal para los que tienen fe. Pascua me agarra viendo la serie Shtisel, sobre una familia de judíos ortodoxos en el barrio de Geula, en Jerusalén. Me impacta cómo viven, el modo por momentos demencial que tienen de sentir la religión, ritos y prohibiciones a la orden del día, todo es austero, las casas despojadísimas, las aulas, la ropa, los sándwiches pedorros que se llevan al trabajo para almorzar. Fuman como chimeneas, noté que usan muchísimo el teléfono de línea, más que el celular y casi no se ven computadoras. Cada vez que atraviesan el umbral, tocan la mezuzá, acarician el nombre sagrado de Dios, se besan los dedos y entran a las casas protegidos, bendecidos. Me gusta el lugar central que le dan a la comida, la manera de tomar té en tazas de vidrio de borde grueso y los cuadernitos tapa blanda en los que escriben de derecha a izquierda con bellísimas letras hebreas. Papá manda un mensaje al chat familiar contándonos que después de almuerzo leen los capítulos 22, 23 y 24 del evangelio de San Lucas, unos pocos versículos por día hasta llegar al domingo de pascuas. Le rezan a la virgen para que ayude al mundo en esta prueba dice. Veo en el diario la imagen del papa Francisco acostado en el piso, orando en una plaza completamente vacía y en penumbras. ¿Eso es dios? Un vacío oscuro y mudo.
Parada frente a un caótico cruce de avenidas, esperando para cruzar, pensando en todo lo que me queda por hacer antes de volver a meterme en la cama. El verano se estira, las plantas crecen locamente felices con este calorcito, se vuelven salvajes, se estiran se expanden florecen reciben a mariposas y abejorros, sueltan su perfume. Melville rumia desencanto en su diario sobre su viaje a Jerusalem, tiene la permanente sensación de haber sido engañado, un engaño que enferma. Busca a Dios y se encuentra con muy otra cosa, una ciudad muerta en la pálida luz oliva de la mañana, todo lo demás es gris, piedra sobre piedra sobre piedra durante miles de años se acumulan tumbas y piedras, nombre borrados por el polvo y el viento, espectralidad de los nombres. Gran parte del paisaje diabólico de Judea debe haber sugerido a los profetas judíos su terrorífica teología escribe. En el vacío de la antigüedad sin vida de Jerusalem, los judíos emigrantes son como moscas que instalaron su morada en una calavera. ¿1858?
El miedo siempre aparece, y con él: la discriminación, la mezquindad, el sálvese quien pueda. Carteles pegados en los ascensores amenazando a los médicos por temor al contagio. ¡Váyanse! ¡No los queremos acá! ¡Nos traen la muerte! Hay que ser hijo de puta eh. Algo muy parecido a la lepra, la diferencia es que no hay mancha, esto es invisible. Manda a los hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso, a todo el que padece de flujo y a todo el que es inmundo por causa de un muerto. Antiguo Testamento. Números 5:2. Del rebaño a la jauría hay una distancia muy corta.
El mezquino te retacea todo: una mano, guita, tiempo, amigos, datos útiles, palabras, el oído, la risa.
Parece que los muertos siguen contagiando. Me impresiona la imagen de un cadáver que contagia, invisibles organismos vivos viviendo en un cuerpo muerto transmitiendo a cuerpos vivos el virus que provocará la muerte y alojará a los organismos que transmitirán nuevamente la muerte al cuerpo vivo que no mantiene la distancia adecuada. La capacidad de matar aún estando ya muerto. Tremendo. El terror es a morir solo, sin posibilidad de que te despidan. No hay velorios. Se recomienda la cremación. Se suspenden los ritos, a lo sumo, una palabra vía la fría pantalla de un teléfono o tablet. Se colapsa el sistema de salud, se colapsa la morgue, se colapsan los cementerios, se colapsa el sistema nervioso, el mío suelta cada tanto unos chispazos que mamma mía.
De repente me doy cuenta de la cantidad de veces por hora que me toco la cara. Conciencia de las manos. Tomo conciencia también de que en mis 44 años de vida casi no había pronunciado la palabra barbijo, la palabra protocolo, las siglas ASPO EPP COVID AMBA hoy son moneda corriente, se pronuncian más que mamá, escuela, agua, gracias. Estalla el mundo de los opinólogos, un palabrerío aterrador nos envuelve y enloquece.
La vida instrucciones de uso.
Subo y bajo el cierre de mi buzo adidas frente al monitor en blanco. Abro mi libreta y me encuentro con dibujos y cartitas de I.
Lectura desordenada y mucha pero mucha relectura. Estoy terminando Memory Babe, la monumental biografía que escribió Nicosia sobre Kerouac, el final es de una tristeza apabullante. Es como dice H., hay un momento (¿1953?) en que Kerouac agarra la pavita y se va a tomar mate solo como hizo Macedonio. Que hablen los charlatanes, los fanfarrones. Releo Vanidad de Dulouz, su último regalo, vuelvo a maravillarme. Hacia el final del libro dice que empieza a verse de un modo diferente, como una sombra más verdadera, alejado de la basura mental del existencialismo, la modernidad y la decadencia burguesa o cualquiera de los nombres que se le quiera poner a esa misma basura. Mirando el techo comprende que la vida es una creación brutal, hermosa y cruel. Lo escribe para todos los papanatas que lo daban por muerto, es la vida que machaca dale que te dale como un solo de trompeta, entonces la muerte física ya no tiene ninguna importancia. La terrible madre Kali de la antigua India y sus eones de sabiduría, con todos los brazos enjoyados, y las piernas y la tripa también, girando locamente para volver a comer con la única parte de sí misma que no tiene joyas, su yoni, o yin, todo aquello a lo que ha dado nacimiento. Se ríe, jajaja, mientras baila sobre los muertos a los que dio vida. La madre naturaleza te da el ser y después te come.
No hay nada nuevo bajo el sol. Todo es vanidad. No vean símbolos donde no los hay dice Beckett cansado de los exégetas que perseveran una y otra vez en el error. ¡Godot no es God sabelotodos! Si hubiera querido decir God, hubiera dicho God y no Godot. Dicenloqueselescanta en colegios de loquios y con gruesos sopores viciados de aires de importancia.
¿Quién corta el estofado? ¿Quién reparte? ¿Quién lo come? ¿Quién se atraganta? ¿Quién lo vomita? ¿Quién se queda completamente afuera de la repartija?
Escribo en tiempo real. El deseo de vivir empuja, es fuerte, va encontrando su surco como el agua, avanza, se cuela, se mete. ¿Habremos aprendido algo? No sé. Lo que sé es que no quiero que sea como antes: días de doce horas de trabajo continuado, llegar a casa después de las nueve de la noche agotada y harta, con poquísimo resto para cualquier otra cosa. ¿Tenemos la posibilidad de pensar un modo nuevo? ¿De inventarlo? ¿Torcer la corriente? ¿O volveremos a lo mismo? La repetición, lo viejo conocido tira, aunque sea una mierda, no sé, a muchos les conviene, a muchos no.
Ciudad triste y gris, con una humedad de diez mil por ciento, locales cerrados vidrieras apagadas, basura desperdigada en las esquinas, cajones de verdura parados mantienen abiertas las bocas de los contenedores. El día pico va a ser tal o cual tal o cual, cambia, se mueve como una ameba, una amenaza constante, la curva, todos hablan de la curva y yo pienso en el miedo a derrapar. Quisiera tapiarme los oídos por un rato. Nadie sabe. Pero se preparan. Y de repente, cuando parece que nos ponemos serios, largan a todos los jubilados juntos a la calle el día más frío en lo que va del año para que hagan colas eternas en los bancos para cobrar su mísera jubilación. Somos un país bananero, lleno de contradicciones, no tenemos cura, ¿por qué hacemos las cosas tan mal? Hay algo cómico y trágico a la vez en nuestro ADN. ¿Se puede culpar a Don Pedro de Mendoza y su fallida primera fundación allá en ¿1535? ¿1541? (chequear). No es moco de pavo, del hambre que tenían los conquistadores terminaron comiendo la suela de sus botas o el muslo de un compañero muerto, soñaban querubines y se encontraron querandíes, de querendones a quemazones, las chozas de paja ardieron hasta el mismísimo suelo, y no les quedó otra que irse, reorganizarse, planificar… (datos que saqué del libro de Ulrich Schmitel) Suele pasar que uno busca algo y encuentra otra cosa. La segunda vez les fue mejor. Ahora que lo pienso, en la antigüedad las expediciones se decidían generalmente a partir de la lectura de diarios de viajeros que registraban sus aventuras, relatos que se iban transmitiendo de boca en boca, a través de mapas dibujados, crónicas, anotaciones, cuadernos de bitácora. Empresas titánicas basadas en actos de fe, detrás de todo explorador me gusta imaginar un lector voraz.
Todos los días a las nueve en punto de la noche la gente sale a los balcones a aplaudir a médicos y enfermeros y a toda la gente que trabaja en hospitales -entre los que me incluyo- entonces I. sale a la terraza y grita con todas sus fuerzas mi nombre y J. se ríe y aplaude pero los aplausos que se escuchan son más bien tirando a tristones por no decir patéticos, la grandilocuencia hecha de gestos estilo propaganda de cerveza Quilmes.
La impaciencia no acelera el tiempo. No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos. Por mí no hay problema, siempre he funcionado así.
N. con insomnio. Preocupaciones, miedos, ansiedades. Para dormir hace falta optimismo dice Celine. Yo creo que el insomnio aparece cuando estás demasiado llena de vos misma, hay que vaciarse un poco para poder entregarse al sueño, como el que padece asma, está demasiado lleno de aire, tiene que agujerear para poder respirar. Siempre la muerte rondando, siempre.
Asmáticos: Lezama Lima, Proust, Francis Bacon, Chaplin, Beethoven, Liza Minelli, Pink, el Grl. Don José de San Martín.
Desde que empezó la cuarentena, las noches son terriblemente silenciosas, cada tanto explota un escape, el camión de la basura o el aullido de una ambulancia. Los viajes en auto al hospital también son en completo silencio mientras la luz empieza a granularse y toma forma la mañana. El ruido del motor, las calles vacías, vuelan las hojas secas, hacen remolinos.
La lluvia estalló a media mañana. Una luz plateada sin alma cubrió todo. Ni un pliegue donde refugiarse. Un crujir que mete miedo. Aleteo torpe de manos y etcétera.
Nuevo disco de The Strokes. The New Abnormal. Bastante bueno. El baterista es genial.
Semana rara. Ayer estuve medio bajón por primera vez desde que empezó esta locura. El hospital se convirtió en un lugar en el que me cuesta mucho estar. No estoy enfocada, lo único que quiero es estar tranquila en casa, me cuesta atender, salir de mí para escuchar a otros. Tengo que ejercitar más que nunca la resistencia. Poner el oído en los detalles, aferrarme a esos destellos que me permiten seguir.
Las voces le dicen atorranta, mujer de mala vida. Su nombre es María Magdalena (ocupa la cama 39). Hace crucigramas para distraerse de las voces que la atosigan noche y día. Soy una mujer seria, una mujer honesta repite sin cesar, insiste desesperada. Anda Lívida Pulcraybella.
Otra: nací con casi cinco kilos, tal vez esa desmesura era una señal de lo que después fue mi vida piensa en voz alta, chingolea a destajo y se pasa las manos por el pelo, alisándolo. Le cuento un secreto: las palabras no tienen dos sentidos si no tres, es difícil de explicar, pienso mucho en ese lío dice, y vuelve a chingolear.
Y otra más: es modosita y melindrosa hasta que uno se la cruza infiernándose en el bar de la esquina, a puro vino vómito y lágrima autocompasiva (cama 55) verborragiando a diestra y siniestra, verboarreciando, verbiagraciando. Acunar adormecer cambiar la realidad a fuerza de clona y bebida.
Sueño con poemas escritos en papeles que por supuesto me abandonan apenas recupero la conciencia.
La gata no entiende nada, se siente invadida, da vueltas como alma en pena. ¿Qué hace toda esta gente acá adentro? ¿Se volvieron todos locos? Busca nuevos lugares donde acovacharse, mea en las macetas, se queja. De golpe para las orejas y se pone en guardia. Se acerca a la ventana con movimientos sigilosos, al acecho, los ojos clavados en una paloma gorda. Clauchis, perteneciente a la ancestral y elegante raza de los tigres.
Se publicó en Cuarta Prosa la segunda parte de Locas. C. S. lo replica en Facebook. Un mensaje de M. Otro de H. Todo lo demás: silencio. Me importa tres carajos. Sigo. Por las redes debaten si está bien bajar libros de la web en pdf, libros de escritores vivos, algunos dicen que sí, que hay que democratizar la cultura, que en este momento de encierro hace bien, otros defienden los derechos de autor y la necesidad de que la gente compre los libros. Me importa tres carajos también. Sigo. Escribiendo y bajando pdfs. La charla con H. me volvió a situar, cada tanto pierdo el rumbo.
Una historia no es obligatoria. Ni siquiera necesaria. Decir es inventar. Sea falso o cierto. Esto lo dice Beckett.
Las bombas estruendosas de Celine contra el silencio de este virus invisible y maldito. Una niebla gruesa envuelve Bs. As. No quiero tener miedo. Todavía puedo reír. ¡Gritemos que todavía se puede reír!
Espejito, espejito, ¿quién es la más linda del reino? ¿Quién es la más bella del edificio, de la cuadra, del barrio, del país, del mundo, del universo?
La otra. Siempre la otra.
Hoy no aguanté más y salí a caminar. Los pocos sonidos que hay son huecos, rebotan y se pierden. Lo agudo suena más agudo también, es un sonido desacomodado, fuera de escala. Me puse los headphones, música al taco, barbijo y caminata. La Plaza de las Américas vacía. Las hojas pasaron de amarillas a rojas a marrón caca. Pronto se convertirán en una pasta agrisada húmeda y patinosa que se pega a las baldosas o es absorbida por la tierra. Necesito moverme un poco, sentir el viento en la cara. Mis ojos hicieron zoom al violeta lavado de las glicinas que cuelgan enredadas en un cerco, están muriendo de una manera callada y hermosa soltando su perfume hasta caer. E. me mandó unas páginas de lo último que está escribiendo, impresionante, escribe de puta madre, me dio envidia.
Murió Peter Beard. Había salido a caminar por los alrededores de su casa en Montauk y se perdió. Tres semanas después lo encontraron muerto. Tenía 82 años y le habían diagnosticado una demencia.
Diario del año de la peste de Daniel Defoe. 1665. Casi cuatrocientos años después, algunas cuestiones son asombrosamente parecidas.
En estos días principalmente en los cielos del hemisferio sur se podrá ver una lluvia de meteoritos desprendidos hace siglos del cometa Halley. La velocidad es tal que forman líneas brillantes surcando el cielo. La NASA publica imágenes satelitales que muestran la inmensa reducción de la emisión de dióxido de nitrógeno y de carbono alrededor de las grandes ciudades del mundo. El aire está más limpio y tiene otro olor. La tierra se enfría.
Desde que arrancó la cuarentena se triplicó el número de personas que toma alcohol y la frecuencia es cada vez mayor. Y si… Yo me puse como meta no empezar antes de las siete de la tarde.
Lucía Mazzinghi
Ph/ Miles Davis y su trompeta.