Inclusivo (Notas)/ Sofía González Bonorino

                                 

Trabajar en la palabra es- trabajar en uno mismo.

Marina Tsvietáieva

Quiero que el lenguaje me separe, no que me incluya.

Y así, separada, abrirme a una alteridad radical respecto de lo dado.

Me desconozco: araño lo legible. Intento pasar al otro lado. Y entrar en la sinfonía de lo humano.

Lejos de miradas policíacas. Cuando nadie me mira ni me escucha: mi aventura es incursionar en la memoria, rutas de arteria y madera, paisajes secretos: las vocales me buscan, me llaman- esquivas- por mi nombre.

No me dejo codificar: mantengo vivo el cuerpo.

Me formo y me deformo: duele cada momento, esos silencios, como espadas, cuando padezco, y no hay palabra que pueda rescatarme.

Me dejo hacer por la lengua.

Lo inclusivo anula las diferencias, incapaz de generar nada vivo.
Es un instrumento de una sola cuerda.

Fósiles las heridas, que no sangren.

Corregir el lenguaje.
Mantener tranquilas las conciencias.

Autómatas del bien: nos supera el siglo XIII con su reloj mecánico.
(Esas son las revoluciones verdaderas)

En presencia de lo inclusivo (imitación / indiferencia) se revela la dictadura del oído comunitario.

Pero yo no quiero dar testimonio de lo que todos ven, de lo que todos oyen.

Me quedo en el silencio, en esos instantes en que la grandeza es posible.  Huyo del pensamiento que se hace acto, sale del tiempo y se achica, asfixiado por sus límites.

Rodeados de saberes que clausuran. De voces que saben lo que quieren: una muerte anónima, serial, la misma para todos.

Lenguaje, condición misma de existencia.
Y se lo trata como si fuera materia inorgánica, exterior.

Lo inclusivo me quiere muerta, ahuyenta la Presencia que me da la vida.

Si me voy deformando, si pierdo miembros en el camino de mi vida, que sea en soledad: me abrazo al cuerpo de la lengua, me arriesgo, me quemo en su reflejo.

Lo inclusivo es una norma: no lanza destellos, no da calor.

Se funda   en una lectura convencional de la diferencia.

Adquiere un carácter de inmediatez que me obliga a la obediencia.

Petrifica el deseo.

Intervenir angustiado en el lenguaje, de un modo autoritario, con el fin de hacerlo más eficiente, más útil, más acorde a las imposiciones del momento.

La lengua como un cuerpo mutilado.

La ética de un escritor está en la escritura: la vida verdadera. Lo inclusivo rechaza toda ética, es moralista.

Modificar el lenguaje para llenar esos huecos que forman el encaje del trabajo auténtico (Mandelstam)   y esquivar la incertidumbre que me provoca lo que aún no puede decirse.

Se niega que no todo es comunicable.

Yo escuché los gritos del viento lastimándose contra las chapas, en noches insoportables. El silencio del desierto, lo natural: pura imposibilidad de decirse.

Aterra, por cercana, la mudez vacía de las piedras.

La idea de un suicidio colectivo me viene a la cabeza.

La x: tachadura, signomordaza.

Se clama por lo diferente. Ellos, los que visten, para salir al mundo cada mañana, un lenguaje uniformado.

Lenguaje militarizado. Luchando en una guerra en la que no se arriesga nada.

Con la x todas las diferencias se amalgaman. La e en vez de la o, la a queda afuera, devaluada, no digo chica digo chique, ni hijo ni hija: digo hije. 

Prótesis del lenguaje, diques para contener la angustia.

Tiene algo de eso la tachadura, algo represor: el lenguaje se corrige como un mal hábito en los niños del siglo XIX.

Reeducación: quieren hacernos mejores que nuestros antepasados.

Tolstói a la picota.

Dicen que es un saber. Un saber, digo yo, de laboratorio.

Lo inclusivo como marca en el lenguaje: repetición. Gesto fabril, producido en serie.

Nos convierte en objetos equivalentes.

Y esa ilusión de ser comprendidos por todos: la muerte de la escritura.

¿Cómo conservar en este cuerpo abusado de la lengua la legitimidad que me sostiene, me arma, y da forma a mi destino?

Nacida de las entrañas mismas del lenguaje, con él y en él, es mío su padecimiento.

No tolero que vengan extraños, con sus intereses de dependientes de comercio, a manosear lo que tengo de más precioso: mi lengua que se hace mía en el proceso, consciente, de estar viva.

El lenguaje es otro: no tiene dueño.

El anhelo de lo idéntico masacrando el lenguaje (para perfeccionar la realidad): un fenómeno tan violento como los nacionalismos.

Cuerpo defectuoso. Los profesionales de la lengua cortan, extirpan ciertas letras y como en las cirugías estéticas, incorporan otras. Para mejorar, para llenar esos abismos necesarios a la verdad.

Operación de urgencia, extracción, reemplazo veloz: e-i-x. Las letras como apósitos: para camuflar las imposibilidades y silenciar las preguntas.

Los científicos-cirujanos: profesores universitarios, escritores militantes, amantes de las instituciones y del lenguaje comunitario.

Seruus litteratus: el cuerpo del esclavo marcado con una letra a hierro y fuego.

Lo inclusivo no es nacido: es producto de lo impersonal, viene de afuera, de lo sin memoria: organismos comunitarios, ideologías efímeras-eficientes, urgencias del momento, cobardía: acuciante opinión pública.

Me rebelan las agresiones que infligen al lenguaje. Lo arrancan de la corriente de la vida, lo transforman “para bien”: lo travisten.

Me derrumbo, me hago destino, con esos dolores furiosos que solo los humanos padecemos. La lengua es mi soporte, (lo que está vivo en mí) Ella me sostiene en la caída, me levanta, implacable y amorosa, cada día.

Tengo derecho a protestar: que nadie hable por mi boca, que la comunidad no me robe mi diferencia   y la convierta en Ideal.

Lo inclusivo: esa extrañeza que produce lo que no alude a nada, salvo a domesticar el deseo.

No es lenguaje. Es un cuerpo codificado, hecho a la medida y antojo del poder.

Violenta la lengua, la “corrige” como se corrige por la cirugía un cuerpo defectuoso.

¿No nace este lenguaje de cementerio de un odio profundo a la mujer?

Lo inclusivo es un cuerpo de mujer que está fallado.

Hoy, todos quieren claridad: exigencia totalitaria que inutiliza el lenguaje.

Pero mujer es obra en movimiento, proceso creativo que se da en un tiempo propio, asocial.

Inclusivo: no es creación, no es obra. Es una imposición venida de afuera con fines peda-demagógicos.

Educar el deseo, en tiempos de estadísticas.

Lo inclusivo empobrece la lengua, la realidad. La condena a repetirse, por fuera de la corriente de la vida.

La manipulación del lenguaje para que no se note la falta.

Lo importante de la tachadura: no pensar.

La x funciona como obturación: la roca en la entrada de la cueva, el derrumbe de piedras en la mina abandonada.

Lo inclusivo no es solo una manera de hablar o de escribir. Es modificar la realidad en lo que tiene de más verdadero: lo inaccesible de un modo directo. Eso que solo se puede decir a través de la metáfora, los rodeos, las aproximaciones, los silencios.

No hay nada de genial en eso que llaman lenguaje inclusivo. Ya viene diseñado por otros. Como las paredes de una casa prefabricada.  Intervención sobre el cuerpo de la lengua para hacer del lenguaje algo que sirva. Lo inclusivo es un producto más del capitalismo. Y entra, como un chip, producido en serie, dentro de la lógica del consumo compulsivo que nos caracteriza.

Consumo un lenguaje violentado.

Diseñado para olvidar esa diferencia que nos duele.

Lo inclusivo es lo contrario de la creación.

Es producto del odio a lo diferente: nos quieren fusionados, lobotomizados, felices: el sueño de los totalitarismos.

No quiero que la sociedad “ilustrada” me enseñe a hablar.

Desaprender la lengua, de eso se trata. Deformarla para ir a lo verdadero de mí. En cada palabra me hundo, la recreo cada día, solo para mí. Y para encontrarla, busco, en lo más hondo de mi conciencia, más allá de ella, donde la realidad, mi realidad, palpita y se escribe, lejos de lo convencional del género, del público angustiado (sin salida), del conformismo general.

Escribo con mi cuerpo y con mi sangre: con mi memoria.

Pero los burócratas de la lengua sistematizan lo que está vivo en mí.

Los signos de lo inclusivo tienen eso de fijo que impiden el pensamiento.

Es un sistema de conclusiones, disociado de la vida.

Institucionalizar lo enigmático, la pregunta lacerante sobre eso imposible llamado identidad.

Codificar lo que sobra, lo que molesta.

El lenguaje rebajado a estandarte.

Impedir la rebelión, sometidos a una sociedad hecha a la medida de todos.

Un sistema que incluye, y que al incluir destruye lo singular de cada uno.

Lo inclusivo: lo anti revolucionario. Nueva moralidad pública.

Pretensión de “ordenar”: lo inclusivo tiene un tufo fascista.

Clausura, empareda, cierra. Y todo con indiferencia, mecánicamente.

Certifica la imposibilidad de eso que enuncia como posible.

La comodidad burguesa: nada es más confortable que una buena envoltura.

Afuera, el mundo palpita, como un enorme corazón caliente y desbocado.

Sin lenguaje para hacer propio, estamos condenados a prolongarnos en los otros, como un eco grisáceo, una voz gastada por el uso ajeno.

Lenguaje-herramienta-mercancía. Se reproduce, una vez que nos muerde: nos convierte en sus esclavos. Un vampiro que produce cientos, miles de otros de su clase, letras repetidas a nivel industrial, objetos sin alma.

Lo inclusivo nos quiere idénticos.

Tengo una idea mística de la escritura.

Persigo las huellas de lo divino en el lenguaje.

En él, abro otro mundo en éste.

Lo inclusivo me lleva al terreno del saber, a su oscuridad fanática y violenta.

La sociedad hace listas y valida los géneros (sexuales). Cada vez más numerosos.

Proliferan las diferencias, como sedas en la estantería de un mercado hindú.

Quiero todas, y a todas puedo sustituir.

Lo inclusivo es un lenguaje de mercado.

Impide toda experiencia del deseo que sea propia. La autopercepción sexual ya está catalogada por el sistema. El lenguaje-sociedad me autoriza a ser cualquier cosa menos mujer-lugar–de nada.

Lo inclusivo no brota de un elan, impulso interno, fuerza orgánica de la vivo. No, no se construye con vida.  Es un lenguaje de oficina.

¿Alguien puede sentir amor por eso que llaman lenguaje inclusivo?

“Con una caligrafía amplia, procurando que el aspecto de lo que escribía transmitiese el vivo movimiento de la mano y no se desfigurase perdiendo su alma y enmudeciendo, escribía… […] Después de dos o tres estrofas que brotaron con facilidad y de algunas comparaciones que lo sorprendieron, el trabajo se apoderó de él y sintió la proximidad de lo que se llama inspiración. La correlación de las fuerzas que rige la creación parece tomar la iniciativa. La prioridad ya no la ostenta el autor ni el estado de ánimo que trata de expresar, sino la lengua con la que quiere expresarlo. La lengua, patria y receptáculo de la belleza y el sentido, comienza a pensar y hablar por el individuo y todo se convierte en música, no en el sentido de sonido exterior, sino en virtud de la impetuosidad y la potencia de su flujo interno. Entonces, como el inmenso torrente de un río, que con su movimiento tornea las piedras del fondo y hace girar las ruedas de los molinos, el propio flujo del lenguaje, con la fuerza de sus leyes, va creando en su camino, casi inadvertidamente, el metro y la rima y otras mil formas y relaciones más secretas, desconocidas hasta ese momento, inexploradas, sin nombre. En aquellos instantes, Yuri Andriévich sentía que no era él quien ejecutaba la parte esencial del trabajo, sino algo que lo superaba, que se encontraba por encima de él y lo guiaba […] Él se sentía sólo un pretexto, un punto de apoyo para que ella (la poesía) pudiera ponerse en movimiento.” (Borís Pasternak, Doctor Zhivago)

Sofía González Bonorino

Ph/ Tomoko Yoneda, 2003