
Dos citas para empezar:
Saussure: «Sobre el lenguaje solo hay puntos de vista.»
La otra es de Wittgenstein (un secuaz de Zacarías): «Pero entonces eso quiere decir que entender un lenguaje, de la manera que sea, presupone ya un lenguaje. […] Lo que no quiere decir otra cosa que: con el lenguaje, no puedo salir del lenguaje.» De Observaciones filosóficas, pescada en el texto Vivir en Voces de Serge Martin).
Se me ocurre, para empezar, que un analista vive entre voces y en voces, se mueve entre voces, silencios, gestos y muecas. Voces atragantadas del malestar, de excesos de sentido, de relatos engañadores y tramposos que empujan, que presionan a no salir del bosque de la lengua de palo. Vive y analiza poniendo en juego su propio malestar.
Cada vez que sale un libro es preciso situar la censura que lo rodea. En primer lugar, la exacerbación de un saber o saberes que ignoran su propia ignorancia. En segundo, y así podríamos seguir enumerando, la extrema sordera del academicismo reinante, que aclaremos, no es privilegio de la Academia.
ZM pone su libro en la vía de la poética. Pero cumple el acto fundamental para ese camino: primero el poema y después la poética. No diseña una estructura, se abandona a lo que el ritmo le enseña de aquello que no sabe. Es un libro de escucha y de exploración. Escucha del aforismo, que excede lo comunicable. Como el salmón, Zacarías Marco remonta la corriente y explora ese enigma. Lo que no puede ser dicho flota como sugerencia. Cito: «Un aforismo es un cuerpo extraño que nos habla.» Y si nos habla, la cuestión de lo indecible entra en conflicto, como la de intraducible. Buen lector de Beckett, sabe del «desamparo indecible» que hay mil maneras de decirlo, de decir aquello que te hace nudo en el estómago y en la garganta.
Duras: «La falta de éxito, en mi opinión, no existe. Quiero decir, la falta de éxito inmerecida no existe. El éxito puede ser tardío, pero debe llegar, tarde o temprano. No creo que la crítica sea la responsable, en primer lugar, de eso que llamo la falta de éxito momentáneo de una obra. Creo que la falta de éxito de una obra resulta de la propia obra, en fin, es una cualidad intrínseca de la obra. Cuando la obra es sola en ser ella misma, cuando una obra es insólita, es normal que solo sorprenda a unos pocos iniciados, en principio. Un libro nunca aparece solo, siempre está acompañado de otros libros, está siempre en un contexto dado. Puede ocurrir que a un libro muy singular, muy insólito, se le pongan trabas mediante otros libros.»
Parto de la idea de que leo Aforismos lacanianos y no analizo un texto, leo un ritmo. O mejor: el ritmo de un discurso. En ese título que acompaña, Para una poética, hay una subjetivación en la lengua, y esa misma subjetivación desborda cualquier marco técnico. La poética es lo que revela, es el revelador de esto que Zacarías Marco llama: «Bienvenidos al oráculo de Lacan. Nos sentamos a su mesa y movemos las fichas.» «Mover las fichas» se me aparece como una figura que va más allá del campo textual, Zacarías no hace psicoanálisis aplicado, es decir no aplica conceptos, los retuerce para sacar a los aforismos de la repetición formular. Leyendo su libro pensé en una frase de Marina Tsvietáieva que dice que la literatura está hecha por especialistas de la vida, y me digo que el lector a secas, o el lector analista de este libro, puede empezar a pensar que el psicoanálisis ganaría mucho si es practicado por especialistas de la vida.
Cita del mismo Zacarías Marco:
«Por eso es preciso decirlo de entrada, Lacan ha sido utilizado. Se lo utiliza aquí para pensar, para escribir, y más concretamente, para acompañar un movimiento hacia un más allá de lo establecido. Ha sido mi apuesta, mi inspiración y mi compañía para cavar otro tipo de surco en las parcelas del saber. Hay que volver a roturar en lo desconocido.»
En el aforismo titulado No hay relación sexual nos habla de ese Lacan que sale del gabinete y va al anfiteatro. Y ahí aparecen la voz y los gestos. Lo cito: «¿Desde dónde nos habla esta especie de mediador con los dioses, este daimón? ¿Desde dónde nos habla sin que lo hayamos visto venir? Su voz, con sus particulares cambios de intensidad, se acompasa a una mirada que salta todo el tiempo, que va de un interior a un exterior, dejándonos la sombra de la palabra. Aquí lo tenemos. Llega y retuerce el lenguaje para exprimir sus aforismos, sus gotas químicas que fabrican qué, ¡un antídoto social!». ZM siente el aforismo lacaniano como un envite a jugar. Jugar aquí no es lo lúdico o al menos solo lo lúdico. Es entrar en el campo de figuras de Lacan. Y Zacarías privilegia en este caso los aforismos y nos advierte con humor y gravedad, las dos cosas en un continuo: «Pero claro, hay que romperse primero la cabeza, dejar nuestro modo de pensar, nuestra trampa del pensamiento para caer en la suya. Dudamos. ¿Será nuestra vacuna, o propagaremos así su epidemia? Cuídate del primer aforismo de Lacan… porque te afecta.» Sí, el lenguaje afecta, ZM nos hace ver a todo lo largo del libro, que es algo más que comunicación, el lenguaje sirve para vivir (Benveniste).
Entonces hay que ir entrando, hablo como lector, en el campo de figuras de ZM, por ejemplo en esa «sombra de la palabra» y en ese «antídoto social». Alfred Jarry nos enseñó que una sombra corre de atrás pero siempre llega primero, y Zacarías que hay que vérselas con esa sombra de la palabra y leerla de nuevo, tratar de poner ahí algo de uno, viajar con esa sombra que nunca nos mostrará una armonía, no existe esa armonía. La sombra se refleja en el muro o va en bicicleta, pero siempre se mueve, hay que entrar en ese movimiento y hacer frase. Con nuestra sintaxis. Hasta llegar a sintaxero, si es posible.
Antídoto social es otra figura del libro. Justamente en la época donde todo es social, donde la sociomanía ocupa todo el territorio y donde todos fingen leer y creer en la transparencia, y donde la noción de sujeto es fuertemente reprimida en nombre de lo social. El Imperio del Bien avanza contra la alteridad. El psicoanálisis practicado por especialistas de la vida puede ser ese antídoto contra el todo social. Esta figura que propone ZM escucha el cuerpo lenguaje.
Si lo sigo bien, su propuesta es contarnos todo lo que los aforismos le enseñaron. No lo que es un aforismo, tampoco una interpretación. En primer lugar salir de los clisés que surgen de esa colección. Y que llevan, en mi opinión, a estancarse en la lengua. ZM explora el discurso, trata de mostrar la potencia del aforismo en el cuerpo. Trata al aforismo como actividad y no como un producto final. Producto: sería la desmetaforización. Y su libro apuesta a la metáfora. Meschonnic dice: «el poema es el momento en que las metáforas se realizan.» Para Zacarías las palabras no son cosas, se hacen frase (incluye el silencio, que es lenguaje), se hace frase, repito, y ellas contarán lo que parece que no se puede contar. Lo social quiere controlar el discurso, de ahí esa apuesta al relato. Que se come la voz propia. El relato social, el del poder, se apoya en el realismo lógico: un individuo es un fragmento de la humanidad. El libro de ZM va por el lado del nominalismo: un individuo es la humanidad entera.
Es casi obvio que las personas que hacen poder, que son personas llenas de ilusiones sobre ellos mismos, tengan sus prevenciones ante el discurso, que como lo define Humboldt es un hombre que habla. El psicoanálisis, si es psicoanálisis, se las ve con ese hombre que habla.
Como Zacarías Marco, ya lo vimos en sus otros libros, es un cazador de perlas, hago cita nuevamente: «Somos productores infatigables de relatos que dicen de nuestra herida tapándola. Y es así como la herida se desvela, en ese acto de ocultación. Tenemos entonces dos vías, la que acepta la herida y la que la oculta, la que mira el corte y la que busca cómo cerrarlo. La primera se encuentra, sin respuesta, suspendida en ese tercer verso del haiku; la segunda busca mejor acomodo en el segundo, en el imaginario pero más prometedor mundo de rocío. La primera tiene al poema, la segunda a la religión». (Del aforismo No hay otro del otro). El haiku dice: En una gota de rocío / un mundo de rocío / y sin embargo.
Una escena de lo que puede un discurso contra el realismo lógico es esta del aforismo «La mujer no existe»: «Un ejemplo. Las autoridades culturales francesas censuraron en 1964 la película de Godard, La mujer casada, donde se mostraba una relación adúltera. Ojo que no fue ninguna de sus escenas lo que había sublevado su sensibilidad, sino esa aparentemente insulsa palabra del diccionario, el artículo definido la que encabezaba su título, pues detectaron en él la marca de una universalidad que les resultaba intolerable. De permitir el artículo, toda mujer casada sería adúltera. Qué barbaridad, dijeron, no puede ser. Pensadlo un poco, ¡hay que ponerse en la piel del censor!, nadie como él teme la acción de la palabra. ¿Dónde meter la tijera pues? La solución fue sencilla. Concentraron todo el mal en esa palabra, y el cineasta, después de meses de negociación con las más altas instancias, que incluyeron al mismísimo ministro de cultura, se vio forzado a cambiar el La por Una para que la película pudiera exhibirse con normalidad. Título final, Una mujer casada. Y así quedó, hasta que, con los años, el propio Godard lo reparó, añadiendo delante el artículo definido (tachado) que faltaba, (La).»
Aforismos lacanianos empieza en la relectura. En esta lectura el aforismo 20, «La única cosa de la que se puede ser culpable es de haber cedido en su deseo», saltó como la liebre del poeta Leónidas Lamborghini. Material sensible. Qué hacer con nuestras pasiones es un desafío para cualquiera. Yo no le dejaría la exploración a los únicos pensadores. Y más que una respuesta prefiero un responder. La vía de Paul Claudel: «Escucho. No siempre entiendo, pero igual respondo.» El libro de Zacarías Marco no es un libro destinado a la pedagogía analítica, es una apuesta que debe encontrar su lector. El que sea. Zacarías, en mi punto de vista, pone la carga en lo que llama la trampa, que es, según dice, el pasaje que va de la estructura al relato. En ese pasaje «introducimos nuestros engaños» y somos los crédulos del relato. La fórmula A ese lugar el Sujeto debe advenir la leo como un antídoto al relato social y al que nos hacemos con ese piojo de pronombre llamado yo.
La poética que propone Zacarías es organizadora y desorganizadora –allí el sentido se hace y se deshace. Y creo que en la enunciación de los Aforismos lacanianos se piensa contra la sintaxis organizada del relato y del relato de la sociedad. Digo esto porque hay que recordar lo obvio que no es tan obvio, un sujeto entra en análisis y está en un espacio a contra relato. Está con su novela familiar. Aquí está para mí el continuo de Aforismos lacanianos con los otros libros de Zacarías Marco. La apuesta, los dados arrojados, es que el lector de este libro pueda afinar su escucha, pueda empezar a ver las voces. Este libro, por eso no hay que perder de vista que lleva una línea que dice: Para una poética del psicoanálisis, hace una crítica de la lectura misma, porque Zacarías inventa contra los modelos y hábitos de la lectura. Ver las voces, para mí, significa recibir el campo de figuras que abre a un discurso, el del que habla.
Por supuesto que otra apuesta de este libro es la lectura difícil, cada aforismo se pone en relación con la obra de Lacan. Y la pone en movimiento. Ese «elemento extraño», ese «concentrado de saber, como lo sería una máxima, contiene también algo de otro mundo, de un registro que excede lo comunicable.» Zacarías escribe no sobre eso que excede, sino con eso que excede. Acompaña ese infinito, esa deriva. Pone el poema en juego: lo cito: «Llamamos artista a quien se atreve a hacer un recorrido por él [el territorio], fuera del amparo de las leyes de la experiencia, y regresa tras atrapar lo impensable en una forma.»
Veinticinco textos organizan y desorganizan en un mismo movimiento los aforismos, las voces, la historicidad. Zacarías escribe en un responder, juega fuerte, apuesta al sujeto, a que no pierda la voz, a que elabore lo que pierde. Trata de atravesar todas las supuestas normalidades arrogantes del observar, leer y escuchar. Por eso una poética, por eso una sintaxis a contra corriente, hasta lo sintaxero.
Hugo Savino, / Presentación del libro de Zacarías Marco: Aforismos lacanianos. Para una poética del psicoanálisis.
Ph / Man Ray, Sin título, 1922