Henri Meschonnic, el meteco en sus citas* / Hugo Savino

Philippe Sollers: «La historia es el tiempo en que una obra tarda en ser leída

Nadezhda Mandelstam: «La gente, cuando lee, se sumerge en un mundo ilusorio y procura recordar lo leído; dicho de otra manera, se entrega por completo al poder de la letra impresa. Mandelstam proponía que se leyese sin recordar, sino acordándose, es decir, comprobando cada palabra con la propia experiencia o bien confrontándola con la propia idea principal, la misma que le da personalidad al individuo. A su juicio, en la lectura pasiva, “recordada”, se ha estructurado a lo largo de los siglos la propaganda de ideales comunes a todos y se ofrecían para el consumo masivo verdades ya fabricadas y bien pulidas. Una lectura semejante no despierta el intelecto, sino que se convierte en una especie de hipnosis, aunque la época moderna tienen recursos más poderosos para privar al hombre de voluntad.

Mandelstam calificaba de actividad” la lectura, y para él se trataba principalmente de la actividad de selección

Henri Meschonnic: «Es el lenguaje el que ve y se ve por el lenguaje al menos tanto como por los ojos

Las citas ahorran la tentación de lo lórico. La vanidad de hacer siempre lo que se sabe.

Cada época su censura. Hoy se escribe en la censura que impone el bosque de la lengua de palo. Entonces, o se cita contra la lengua de palo. O solo se repite lo dicho académicamente.

Hay que estar solo como Henri Meschonnic para escribir, solo en su originalidad, y traducir y teorizar en ese bosque. Hay que leer clandestinamente para no dejarse comer la voz.

Los metecos, al contrario de lo que piensa el mantenimiento del orden, y los realistas lógicos del acontecimiento, también leen. Y dejan obra. Y esa obra afecta a la lengua y no al revés. Es una plebe que no se deja educar. Que agujerea la trama del comentario organizado. Del «artesanado anti-teórico».

Meschonnic en toda su obra atraviesa los clisés culturales que nos vuelven sordos, y que justamente, porque son clisés, tienen la apariencia de la verdad. Están del lado del realismo en el sentido en que el realismo, el que sea, sabe que sabe. El genio de la lengua sabe, por eso es uno de los clisés más persistentes. Con consecuencias éticas, poéticas y políticas considerables.

Meschonnic escribió poemas y desde ahí reflexionó en  y con el lenguaje. Como poeta, no como lingüista. Desde el poema. Porque «si la escritura es la aventura de un sujeto, [también] es la exposición máxima de un sujeto en el lenguaje. Su vulnerabilidad más grande, lo que sabe y lo que busca se mezclan.»

Meschonnic «traduce textos bíblicos, sobre todo.» Pero cada vez que fue necesario, tradujo citas, fragmentos de Spinoza, de Aristóteles, de Celan, de Nietzsche, de Heidegger (que es un reactivo para él), de Marina Tsvietáieva, de Mandelstam, con una mención: yo traduzco. Poner la firma. La frase de Péguy: «todo está firmado». Todos esos fragmentos son la coherencia de su obra. Sus citas, continuidad. En la vía proustiana. Y no es una imitación de Proust. Citas: activas o reactivas, son un tesoro. Un escudo a veces, como decía Blok. Uno puede poner la mano en el bolsillo y saca una cita para salir a la calle. «Los textos bíblicos sobre todo porque ahí no hay ni verso ni prosa sino una primacía del ritmo.» Lo bíblico porque lo ve como la oposición mayor al signo y a la teologización del lenguaje que el signo produce, por su dualismo generalizado. Meschonnic confluye en tres actividades: el poeta, el traductor, el teórico. Confluye y escribe en esas tres actividades a la vez. Todo se sostiene en implicación recíproca.

Seguirlo por las citas, las de él, y la de los otros. Y exponerlas, como preguntas sin respuestas.

Leerlo en su batalla contra el realismo lógico,  contra el punto de vista realista: «la humanidad existe, y los hombres, los individuos, solo son fragmentos de ella.»

Por un punto de vista nominalista: «solo los individuos existen, y la humanidad es el conjunto de los individuos.»

Montaigne: «Cada hombre lleva la forma entera, de la humana condición.»

En Meschonnic, el pensamiento es resistencia – es activo:  es decir contra. Intempestivo: en la frase de Nietzsche que él mismo traduce: «es decir contra el tiempo y de ese modo sobre el tiempo y, espero, en favor de un tiempo  por venir.»

El poema es una manera de respirar contra la asfixia de lo religioso, del poema tomado como filosofema, contra la idea de que el poema es un fragmento de la filosofía.

Por lo divino contra lo religioso. En Números, un hombre corta madera en el día de descanso y lo juzgan – eso es lo religioso. Lo divino es el principio de vida humana, concepto que rescata de Spinoza, y que según Meschonnic, Spinoza rescata de Uriel da Costa, de su libro Una vida humana.

Una vida humana no se define solo por la circulación de la sangre, sino por el pensamiento. Donde entran la utopía y la profecía, que tienen en común el hecho de rechazar el mundo tal como es. En la traducción del Génesis que hace Meschonnic lo divino aparece en Éxodo, 3-14: «Dios dijo a Moisés:  seré que seré / Y ha dicho    así tu dirás a los hijos de Israel /  seré       me ha enviado hacia ustedes.»

Meschonnic: «Definí lo “sagrado” como lo fusional entre lo humano, lo animal y lo cósmico, lo “divino”, como el principio de la vida, y lo “religioso” como la organización ritual de la vida en función de lo teológico político y es lo que hace que pueda decir que lo teológico político es el enemigo mayor de lo divino porque para mí lo divino es la vida.»

Henri Meschonnic es un meteco que lee a-idolátricamente. Que es una lectura de un máximo de subjetivación. Contra la idolatría: que es el «culto que se le rinde a una obra humana.» ( Maimónides).

Su libro Spinoza un poema del pensamiento partió de la frase de un spinozista: «Spinoza escribió en latín, entonces  no tiene ninguna lengua.» Esa frase, contra la que se rebela, lo impulsa a escribir un libro para mostrar que nadie inventa un pensamiento en una lengua muerta. [Dicho sea de paso: Meschonnic se define como spinoziano, y no como spinozista.]

Leer Meschonnic para leer lo que no es audible – leer a los clásicos como modernos. Ya que moderno es un autor activo. No un catálogo de figuras retóricas post.

El maestro del Sr. Jourdain habla en esa infatuada autoridad que le concede su saber, que se muerde la cola, la autoridad del que sabe todo, habla con los clisés culturales de su tiempo, así que puede amontonar montañas de vulgaridades como esa de que «todo lo que no es verso es prosa.» Piensa en unidades gramaticales, no escucha «la unidad rítmica». Esta lejos de eso que dice Saussure, que sobre el lenguaje solo tenemos puntos de vista.

Leer Meschonnic desde las citas que atraviesan sus libros, todos sus libros son citas.

Humboldt: «Las palabras no preceden al discurso, ellas proceden del discurso.»

Paul Claudel: «Escucho. No siempre entiendo, pero igual respondo.»

Henri Meschonnic: «En el lenguaje, siempre es la guerra.» Cita ligeramente desviada de la frase de Osip Mandelstam: «En la poesía, es siempre la guerra.» Y Osip Mandelstam porque, a mi modo de ver, ocupa un lugar central en el viaje ético-político-poético de Meschonnic. En una entrevista lo pone blanco sobre negro: «Se sabe cómo terminó Mandelstam. Por algo puse esta cita como epígrafe de mi libro la Crítica del ritmo

El estado y el ritmo, escrito por Mandelstam al comienzo de la revolución, es de 1918: «La educación social prepara la síntesis del hombre y de la sociedad en lo colectivo. Todavía no hay colectivo. Debe nacer. El colectivismo apareció antes que lo colectivo. Y si la educación no viene en su ayuda, nos amenaza el peligro de encontrarnos con un colectivismo sin colectivo.» Profeta Mandelstam – y profeta es el que sabe leer – el que dice la palabra justa en el momento justo.

Y una addenda: «A pesar de todo, para la vida de todos los días, hay que estar loco – un loco de metáfora – para sostenerse en ese punto del lenguaje en el que las certezas se deshacen, donde ya no hay ni garantía ni autoridad.» (Henri Meschonnic).

Citas entonces, porque Meschonnic sabía que era una manera de escapar a la retórica, de evitar que la polilla de la interpretación o del comentario le coma el tapiz a la obra, parafraseando una vez más a Claudel.

Elegí la de Claudel, porque está en onda con la manera Meschonnic de responder a los textos. Y porque era un bíblico. Así que hay dos bíblicos en la ciudad – esta otra cita de Claudel incita a una revuelta contra el pensamiento oficial: «Me gané el odio de todos los profesores de Francia, ahora puedo hacer mi enorme trabajo tranquilo.» O sea: leer la Biblia y escribir al margen. Meschonnic también se había ganado el odio de todo lo que era poder y prosa oficial en Francia. Odio vigente.

También elegí a Claudel porque, para decirlo de entrada con Meschonnic, con su obra,  pasa un poco lo que pasa con la obra de Paul Claudel: tratan de sacarse de encima un «efecto positivo de potencia verbal» (Sollers) que no se puede encasillar. Que va «de desconocido en desconocido» (Henri Meschonnic, Vivre poème), porque ninguno de sus libros cuenta historias, son «condensaciones de su vida», no son narraciones, son recitativos, y son sus poemas lo que le hicieron traducir la Biblia, y un libro para Meschonnic tiene que ser un poema, y un poema es lo que transforma la vida por el lenguaje y el lenguaje por la vida. «Cuanto más singular se es, más plural se es.» Citas, entonces, y una addenda: Meschonnic se presenta como poeta, traductor y teórico. «El poeta es poeta cuando no sabe lo que hace. El teórico es teórico cuando reflexiona sobre lo que no conoce. El traductor es traductor cuando da a oír lo que hace un poema y no solamente lo que dice. Da a oír lo que la traducción corriente borra». En la obra de Meschonnic hay que leer a los tres: al poeta, al teórico y al traductor: inseparablemente.

«Los tres tratan de encontrar las preguntas que las respuestas de lo cultural borran.»

Lo cultural borra la pregunta y se llena la boca de respuestas. Y termina respondiendo a sus respuestas. El meteco siempre será un incumplido, nunca escribirá un diccionario con sus idealizaciones.

El poema no es un signo, es como un cuadro, «un cuadro, como dice Pierre Soulages, es una cosa:  – sobre la cual vienen a hacerse y deshacerse los sentidos que uno le presta.»  En el signo, nos condenamos a leer siempre el mismo libro, todo el tiempo. Las fechas desaparecen en un magma de sentido. Mallarmé es el poeta del Libro que no escribió, Macedonio es asimilado a Mallarmé. Néstor Sánchez es enrevesado y confuso, Ricardo Zelarayán es un gauchesco, Arturo Cerretani, un realista, la lista es larga. Son las operaciones del signo. Necesita siempre un tambor batiente que le asegure el sentido. Yo traduzco Meschonnic porque estimo que le falta a la lengua española. Y como modo posible de rechazo al mantenimiento de ese orden que impone lo cultural, de rechazo a los modos de lectura de lo cultural. Contra la regulación del significante, como dice Gérard Dessons , a favor de un sentido tomado en “el movimiento impredecible de una rítmica.” (Ídem). Desencializar el acontecimiento. Sacar al poema de la poesía. A la novela de lo novelesco. A la traducción del concepto de lengua.

En Meschonnic hay un impulso a lo desconocido. A libro no permitido. A escribir libros no permitidos en el sentido de Osip Mandelstam, que decía que se escriben libros permitidos y libros no permitidos. A medida que los libros no permitidos van apareciendo, la lectura cambia – caen los efectos de moda. Pero no es tan mecánico, es algo que se hace siempre en una guerra del lenguaje. En esa guerra el peligro para el poema es tener el poder.

Meschonnic no es escritor de imaginación. Escribe en función de lo que siente. El verbo sentir, hasta llegar incluso el resentimiento, según sus palabras.

La obra de Henri Meschonnic  no es un hacer-rehacer lo ya hecho – o ya visto, no hay morada en el bosque de la lengua. No escribe una acumulación de modelos consagrados. Su obra apunta a lo desconocido. «Mis poemas son mi propio desconocido que descubro.» El poeta Meschonnic tiene la necesidad de apartarse de la poesía, la tradición inhibe si se la trata como monumento, por eso el artista es «el único que tiene una mala relación con el arte, con la poesía.»

En una entrevista que le hace Anne Mounic:  «Traduzco el texto bíblico a-teológicamente, para su poema y por su poema. Y esto no tiene nada que ver con lo que se llama el ateísmo. No me planteo para nada ese tipo de problemas. Spinoza separaba lo divino de lo religioso. Yo hago una poética de lo divino.» Este gesto Meschonnic, en consonancia con lo que dice Tsvietáieva: «no soy especialista de la poesía, soy especialista de la vida.»  Cada uno, como sujeto del poema, elige sus consonancias. Por el discurso de las citas se puede afrontar el mundo. La organización de la ignorancia que hacen los relatos del poder. Y sobre todo no dejarse convencer jamás.

Hugo Savino

*Publicado originalmente en el libro Pensamiento, Cruce, Madrid, 2019