Néstor Sánchez o la búsqueda del lenguaje / Conversación con J.J. Bajarlía(1988)

J.J. Bajarlía: Si pudieras definir tu escritura, especialmente  El amhor, los orsinis y la muerte, yo diría que es odiseica. Es decir que intentás distintas búsquedas a través del lenguaje y las significaciones. Eso creo que son los viajes de tus protagonistas, incluso el “viaje” dentro de los cuatro muros a través del humo y la marihuana. Entonces, ¿cuál era la meta? ¿Era la búsqueda del Absoluto o la odisea del ser hacia su desintegración?

Néstor Sánchez: Desde el punto de vista de escritura, hay dos presupuestos fundamentales en El amhor, los orsinis y la muerte. Por un lado escapar de manera terminante al tedio y las significancias de la novela tradicional, es decir un racionalista semiculto que nos cuenta una historia más o menos entretenida; por el otro, consolidar desde dentro de la expresión el encuentro decisivo poesía-prosa, imponiendo la necesidad de una lectura por la resonancia, por el estupor. Marihuana es una especie de símbolo aleatorio, porque representa, siempre, apertura a una percepción más metafísica, como bien lo demostraran los resultados de la beat generation.

J.J.B Cuando empleas el “Make me a mask” (hazme una máscara) de Dylan Thomas, que en otro contexto es la misma idea de las “máscaras” de Ezra Pound, ¿no estás recayendo en esa búsqueda que se adapta a todas las circunstancias?                          

N.S. La necesidad de máscara (escapar a la apariencia relativa, sin finalidad ulterior) es sagrada. La India tradicional, por ejemplo, se llamaba en sánscrito Baharata, lo que quería decir país de actores, o sea que protagonizaban una realidad intrascendente, convencional a sabiendas, para defender el verdadero conocimiento, la tradición sabia. Make me a mask es dicho por el gángster Heriberto Orsini, y por el loro que él mismo entrenó al efecto. El libro se le ofrece al lector como una relación de significados múltiples, no fatalmente metafórica.

J.J.B. ¿Quién es Orsini en tu novela?

N.S. Orsini es, de una manera frontal, el marginado en estado de gracia. Sabe que el dinero es usura e infamia y que un mundo que lo venera como al dios único no puede hacer otra cosa que caer en la crueldad.

J.J.B. ¿La muerte en tu obra es una fatalidad o una apetencia del ser para destruir sus máscaras?

N.S. La muerte es, para mí, el tema central de toda mi vida: nada hice nunca sin pensar en ella; nada obtuve nunca sin que ella no se quedase con una parte. El drama biológico (mejorar para morir) es el trasfondo de mi escritura.

J.J.B. Tu escritura tiene distintos ritmos orquestales reunidos al modo de una sinfonía. ¿Cómo la definís?

N.S. La música es la única ciencia objetiva, en ella están contenidas todas las leyes de todo cosmos. Definir en breve resulta imposible: habría que aludir a la noción de párrafo, de espacio en blanco, como valores terminantes. La puntuación, por otra parte, debe volverse imposición de cadencia, etcétera.

J.J.B. En el estudio de Carlos Riccardo sobre tu obra, hablando del lenguaje, se dice que a partir de Siberia blues, tu segunda novela, se advierte una fracturación del orden argumental que se hace más evidente en el El amor, los orsinis y la muerte. ¿Tiene todo esto, en tu novela, la idea de incorporar a la novela un ritmo jazzístico?

N.S. Carlos Riccardo intuye, creo, la influencia decisiva que tuvo en mí la ética-estética del jazz de improvisación. Los grandes músicos de jazz tuvieron, a su modo, el horror de los moldes de facilidad. Siberia blues (el mito tribal lumpen) presentaba todos los atributos para un transformarse en un fresco naturalista con tentación de realismo testimonial. Al tratarlos como una improvisación sobre un tema dado, conquisté el tono requerido, conquisté su marginalidad. En síntesis: el acto de escuchar, como el de leer, tiene que superar la literalidad mental pasiva que impide, siempre, tomar contactos con aspectos más ricos del ser. La improvisación alienta esta disyuntiva, convoca a una experiencia inédita, más riesgosa e incomparable.

J.J.B. En otra observación de aquel autor se insiste en las regiones poéticas musicales de tu escritura. ¿Es admisible este enfoque?

N.S. La escritura poemática, una vez conquistada como voz propia, ya nunca más podrá resignarse al discurso intelectual, prosaico. Más que un logro personal, es una ley que se revela.

J.J.B. Los epígrafes en tus novelas, ¿son la clave de los distintos momentos de la escritura o sólo un momento para rubricar alguna circunstancia?                                                      

N.S. La selección e imposición de epígrafes forma parte de una historia paralela durante el tiempo de escritura. Es una historia muy íntima cargada de significaciones de elocuencia extraña.

LA FATALIDAD DE LA ESCRITURA

J.J.B. En diálogo con Héctor Bianciotti se habló de la fatalidad de la escritura, la tuya por ejemplo. ¿Podrías explicarlo mejor?

N.S. Nuestra cultura fatalmente de raíz cartesiana y condenada a fragmentar el psiquismo humano consagra con carácter universitario valores muy relativos que más tarde se vuelven moldes de comodidad interpretativa. Cuando se producen obras de disyuntiva marginal a sabiendas, la resistencia para proteger lo que se sabe (y teme perderse), se vuelve extremísima. Si un crítico más o menos profesional o un profesor de letras aceptara, por ejemplo, El amhor, los orsinis y la muerte, tendría que poner demasiadas cosas (incluyéndose a si mismo) y dedicarse a un prolongado período de pérdida. Me sucedió al revés, como traductor (a pesar de la universidad francesa): Balzac y Maupassant eran realmente oligofrénicos.

J.J.B. ¿De qué trata Cómico de la lengua, tu última novela que nadie o muy pocos han podido leer en Argentina?

N.S. Cómico de la lengua es, entre otras cosas, la errancia en la búsqueda de sentido, la necesidad imperiosa de encontrar una clave de conocimiento capaz de exceder la orfandad de un planeta pequeño y mezquino: el hombre está incompleto y es demasiado imperfecto, ¿dónde encontrar, entonces, el instrumento de perfeccionamiento y cómo desalienarse psicológicamente?

J.J.B. ¿Qué escritura empleaste?

N.S. La escritura, cuando conquisté el estado esencial de pregunta, tendió a un humor grave, acaso angustiado. Los personajes, por su parte, se empeñaron de carecer de unidad interior, de continuidad rigurosa. Entonces descubrí una nueva gama de posibilidades expresivas, libre de toda solemnidad.

J.J.B. ¿Qué escribís actualmente?

N.S. En la actualidad trabajo (después de quice años de silencio voluntario) en un libro de relatos que se llama Los adioses. Es una especie de resonancia apaciguada del otro aspecto de mi aventura individual, en cierta medida intransmisible. Después vendrá una novela límite a propósito del derecho a la existencia.

J.J.B. ¿Te quedarás en la Argentina?

N.S. Me quedaré en la Argentina hasta que decida dónde morir, y cómo.

Juan Jacobo Bajarlía 1988

Ph/ Chema Madoz