
Una crítica de la antropología del lenguaje y del ritmo pasa entonces por el psicoanálisis, y de manera muy particular, puesto que la poética es su revelador, por las aplicaciones del psicoanálisis a la literatura.
El psicoanálisis aplicado a la literatura figura en los efectos contemporáneos de vanguardia. El «psicoanálisis textual» empuja «hasta los últimas extremidades, hasta los riesgos inherentes a cualquier avanzada de vanguardia[1]». La literatura y el psicoanálisis están vinculados desde los textos de Freud, la literatura como saber, el psicoanálisis como ciencia. Por vocación y origen, el psicoanálisis se siente a sus anchas en la literatura. Aplicación significa que los conceptos para analizar la literatura son los del psicoanálisis: deseo, fantasma, castración… Por lo tanto: «Aplicar el psicoanálisis a una clase de objetos psíquicos particulares, es observar la manera en la cual el deseo se manifiesta a través de los materiales, de los contextos, de los órganos, de las instituciones, de los datos culturales irreductibles pero que obedecen a las mismas leyes» (libro citado, p. 14). La solidaridad entre la teoría del lenguaje y la teoría de la literatura se opone radicalmente a eso que se presenta como una aproximación tan natural.
Pero puesto que el ritmo es el significante mayor de un texto, de un sistema específico de lo subjetivo, el psicoanálisis no dice nada del ritmo. No dice nada del sujeto de la enunciación, ni de su enunciación, ni de la especificidad de su discurso. Los atraviesa sin verlos. Solo encuentra lo que busca. Es el último en decir algo de la especificidad literaria. Sin embargo sin esta especificidad ya no podemos leer. Cosa conocida: «la seducción de la forma, que Freud renuncia a estudiar en tanto que tal cuando niega que sea de su competencia, es para él preliminar» (ibid., p. 43). En Freud, tal vez más que un rechazo o una denegación, me parece que hay una recusación, ligada al sentido de los límites del psicoanálisis. Freud enuncia el arte poético en «El creador literario y el fantaseo», en 1907, en términos de «secreto[2]». Y en 1929, «Desgraciadamente, es sobre la belleza que el psicoanálisis tiene poco que decirnos[3]» – que sabe poco de ella – Leider weiss auch die Psychoanalyse über die Schönheit am weinigstens zu sagen.
Al contrario de lo que Nicolas Abraham intentaba, la oposición entre la literatura y el lenguaje ordinario, de Freud a la crítica literaria que la aplica, es entonces aquella misma del instrumentalismo corriente al anti-instrumentalismo. Lo vehicular sirve para vivir. La poesía es demasiado pura para servirse del lenguaje. Sartre no dice otra cosa. La vulgata no dice otra cosa. Ella tiene su pragmática, su política, su estética. Se sigue quedando en el kantismo: «las frases del diván son las de todos los días […] la de la mesa [para escribir] han sido ellas mismas su propio fin[4]».
A esto se agrega, propio de Francia – donde se acumulan y se mezclan un efecto-Heidegger, un efecto-Barthes y un efecto-Lacan – la denegación, presentada como una imposibilidad, como metalenguaje[5]: «No hay diferencia entre el discurso que se lleva a cabo sobre el psicoanálisis y la literatura y los discursos que los constituyen[6]». Falsa simetría. Se puede decir que el psicoanálisis, en un sentido muy laxo, está constituido de aquello que se dice sobre él, a condición de fundir indistintamente la práctica de la cura (con sus posiciones específicas), la teoría de los practicantes, el discurso didáctico de los no-practicantes, los discursos no técnicos que se inspiran a partir de ellos, muchas capas. La literatura no está en absoluto constituida de lo que se dice o se escribe sobre la literatura. Para parafrasear a Marina Tsvietáieva, la literatura está hecha por especialistas de la vida. Los discursos que se hacen sobre ella lo hacen los especialistas de la literatura. La confusión es doble. Confusión o continuidad pretendida entre el psicoanálisis y la literatura, entre la literatura y lo que la tradición llamaba justamente crítica literaria. Esta confusión es una estrategia. Que permite un laxismo característico, cuyos beneficios narcisistas son reconocidos: adquirir la ventaja doble de la ciencia y de la poesía. Basta con imitar. La consecuencia epistemológica, la consecuencia pedagógica-cultural están vinculadas. El mimetismo, con su origen y y su naturaleza, está instalado. El problema antropológico es disociar el psicoanálisis de esta estrategia que lo ata a la teoría tradicional.
Entre la poética y el psicoanálisis se plantea un problema de relación. O vínculo, o traslado. Hasta aquí se comprobaron variedades de traslado. Solo el vínculo es una relación crítica. No se trata aquí de aceptar o rechazar los conceptos del psicoanálisis. Valen para el psicoanálisis. Ninguna objeción. Solo amplío el principio de Wittgenstein: la poesía debe preocuparse por ella misma. Pero, sucesivamente, después de la inclusión de la poética en la lingüística, de la inclusión de la poética en la semiótica, vino la inclusión de la poética en el psicoanálisis.
Aquí la crítica tiene que analizar estrategias que tienden a confundir individuo y sujeto (sujeto de la enunciación, del discurso), subjetividad y subjetivismo, subjetividad y psicologismo, subjetividad e individualismo, subjetividad y unidad del sujeto. Lingüísticamente la subjetividad es la condición del discurso, el dialogismo mismo. El ritmo es lo que sostiene y lo que muestra el sujeto. La literatura solo adviene si hay hiper-subjetividad, para que haya trans-subjetividad. Para que el sujeto de la enunciación sea sujeto de re-enunciación, de trans-enunciación, es preciso que sea un trans-sujeto, que haya, según la expresión de André Green, un «trans-narcisismo». Él lleva a la potencia de un sistema de discurso el yo lingüístico. Realiza el anonimato del yo, pronombre trans-personal que señala que todo sujeto vale lo que otro sujeto. Después de esto, las sacralizaciones del sujeto de la escritura, el privilegio, denunciado por Groethuysen, del filósofo y del poeta respecto al hombre del común, y del lenguaje, parecen arcaicos.
Una antropología histórica del lenguaje es una estrategia de la historicidad y de la socialidad que debe deshegelianizar la poética y lo político. Tanto contra las teorías anti-individuales y a-subjetivas, como contra ciertos aspectos del psicoanálisis. Lo que la poética busca, no lo encuentra en el psicoanálisis, y tampoco en el marxismo ni en ninguna de las ciencia sociales.
La poética trabaja en ponerle un término a la ilusión totalizante de las ciencias sociales, «humanas». Esa ilusión la encontramos en Sartre, que hacía del psicoanálisis el proveedor de la teoría del sujeto para la antropología. Bricolajes diversos, el marxismo más la «ideología» de Sartre, más el psicoanálisis; o el marxismo más la gramática generativa más el psicoanálisis; o el marxismo más la fenomenología, más el psicoanálisis. Y otras. Como escribía Maurice Blanchot, el hombre de cultura, sobre todo de izquierda, quiere tener todo, Marx más Heidegger. Así está feliz. Lo que presupone que el sentido es unidad-totalidad-verdad. Totalizante antes de ser totalitario. El trabajo de la teoría crítica apunta por el contrario a situar el sentido, el sujeto, como la imposibilidad de la totalidad, de la unidad, de la verdad. De esta manera puede fundarse su relación con el psicoanálisis: una relación, no un traslado, y una crítica.
Crítica de la Antropología del Ritmo / (Fragmento. Páginas 676-679)
Traducción : Hugo Savino
PH/ Manuscrito de Marina Tsvietáieva
[1] Jean Bellemin-Noël, Psychanalyse et littérature.
[2] «¿Cómo llega [el creador literario] a este resultado? [un placer muy grande] Ahí está su secreto propio, y es en la técnica que permite vencer esta repulsión que, por cierto, está en relación con los límites existentes entre cada yo (moi) y los otros yo (moi), que consiste esencialmente l´Ars poetica.Sigmund Freud, Essais de psychanalyse appliquée (Ensayos de psicoanálisis aplicado), Gallimard, Idées, p. 80). Donde Freud insiste sobre lo trans-subjetivo. Un poco más adelante, se trata para él, aparentemente, de una continuación que hay que dar a la purificación de las pasiones en Aristóteles : «El verdadero goce de la obra literaria proviene de que nuestra alma se encuentra a través de ella aliviada de ciertas tensiones» (ibid., p. 81)
[3] Malaise dans la civilisation, II (Malestar en la cultura), en Revue de psychanalyse, p. 58.
[4] Jean Bellemin-Noël, Psychanalyse et littérature (Psicoanálisis y literatura), p. 38.
[5] Remito a mi libro Le signe et le poème (El signo y el poema), p.319 y 381.
[6]Jean Bellemin-Noël, Psychanalyse et littérature (Psicoanálisis y literatura), p. 8.
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