
Inés Aráoz comenzó tempranamente su aprendizaje expresivo desde la música, frente al piano, con MIKROKOSMOS[1], las piezas para niños de Bela Bartok. Y luego naturalmente diversos instrumentos la tentaron hasta que, más tarde, cursó un año de Lutheria en la UNT. En la organización de los espacios y los blancos, en sus poemas, se vislumbra quizá la organización rigurosa de las notas en el pentagrama. La respiración de esos espacios profundiza el ritmo del verso. Escucha, la poeta, una voz que canta. Una voz entrañable que parece volver a encontrar en su patria chica, donde surcó gran parte de sus descansos, Yacanto. Y afectuosamente fiel, la sigue para verterla. Es, entonces, intérprete de escucha sutil.
Inés Aráoz escribe en cuadernos gloria sin renglones y con la tinta de punta más fina que se pueda encontrar. Traduce del inglés, -idioma en el que también escribe poemas que no traduce- y del ruso pero sobre todo su escritura traduce de la manera más fiel posible las modulaciones de su pensamiento. Es una traducción en la que le va la vida porque sus anotaciones a veces crípticas o enigmáticas se desarrollan a lo largo de su amplia obra y así se puede comprender que Ría es muy probablemente uno de sus nombres, como también Amanda Wolker y que esos juegos de la alteridad son arraigos profundos que ella no abandonará.
La obra de Inés dialoga con la de otros artistas de la palabra, no necesariamente poetas todos. Uno hay, fundamental, que recorre toda su obra desde fines de 1983 y es Hugo Foguet, el gran navegante y escritor tucumano que recaló en Casa Barco, el gran amor de su vida y cuya obra es notabilísima y no suficientemente explorada. Un amor, éste, que la abre y profundiza aún más -si fuera posible- y que nunca dejará de aparecer con total actualidad en prácticamente todos los libros. El dolor por su pérdida en 1985 (muere en Casa Barco) precipita un silencio estruendoso en la edición de su obra, hasta entonces, y luego, fechada cada dos o menos años entre cada título.
Pero si bien la presencia de Hugo Foguet es central en su vida y su obra, aparecen también otros amores literarios: Gogol, Marina Tsvietaieva, Anna Ajmatova (ver la edición bilingüe Rojo Torrente de fresas) desde el ruso; Malcom Lowry o William Shakespeare, desde el inglés. En cuanto a nuestro idioma, aparecen entre otros, el poeta chileno Raúl Zurita y Olga Orozco a los que en Paisaje con figura, (título de un poema de Ache Efe, como aparece en varios poemas nombrado Foguet) dedica hermosas páginas.
Sobre Olga Orozco, en el libro ya citado, hay un párrafo notable que me hace pensar en un reconocimiento casi especular:
Milagro de relatos donde Lía, en su son, no sólo es nombre sustancial sino verbo activo, lenguaje mismo organizado y tú trascendida, organizante, trascendiéndolo en una circularidad sin cesuras, verdadero y asombroso imperio y, además, humilde palabra/piedra con la que construyes cada día tu casa sin resquicios -o bien la nave y su balanceo- que a todos, inmortales, nos cobija en nuestra infancia (niños en pandilla!) y que, en verdad, en la lectura, ayudamos a construir. Has logrado, sí, retener “el agua milagrosa” de la infancia -la de todos y cada cual en el maleable “cuenco” de tus relatos insospechados. La cazadora de imponderables, te llamaré ahora.
La joven INÉS ARÁOZ se decide por las letras y se especializa en literatura inglesa. Sin embargo conoce bien la historia de su tierra donde su familia tiene largo arraigo. El pasado no se desvanece sino que se hace presente en páginas de coraje y personajes Aráoz capaces de resistir a la muerte en pos de aquellas luchas tenaces del siglo XlX, ayer apenas, en Tucumán. Son vívidas páginas donde no solo respira la historia sino se expresa un conocimiento en pertenencia. La historia como incumbencia.
También sabe, IA, lo que es el trabajo campesino, de cultivos y cuidados, del agua y la espera y lucha del productor. La naturaleza tiene una hondura emocional en las páginas de su obra, sea los árboles y especies de la zona, sea las aves con las que tanto se identifica, navegantes del espacio, libres por definición. Para ptitzja, dedica así Hugo Foguet (pequeño fuego, traduce a su amado, Inés Aráoz) el poema que da título a su libro Paisaje con figura, de 2022. El cruce entre lenguas, el ruso de pájaro –ptitzja- homenajea el ardiente fuego del amor por la palabra.
claudia schvartz, febrero 2023
Ph / Inés Aráoz, 1985
[1] MIKROKOSMOS, Titulo de su tercer libro, 1985.